El EEUU-Brasil bate a la Super Bowl

Estados Unidos se tomó en serio su Mundial. A pesar de las reticencias previas, dentro y fuera (ya sabe, «el fútbol es el deporte del futuro en Estados Unidos y siempre lo será») la cosa resultó mejor de lo esperado, y buena parte de la población se encariñó progresivamente con su selección, en un movimiento de masas inesperado. En principio, el Mundial había sido visto por interés solo por las zonas de población de más reciente inmigración de otras zonas, particularmente de América Latina, pero también griegos, italianos o de otros países europeos.

La verdad es que se lo trabajaron. Para llevar el equipo, la federación de EEUU contrató al yugoslavo Bora Milutinovic, un trotamundos del fútbol. Fue recomendación directa de Beckenbauer a Henry Kissinger. Milutinovic había sido jugador del Partizan y el OFK Belgrado hasta que, ya con cierta edad, pudo salir al fútbol francés (Mónaco, Niza y Rouen), pasó al suizo (Winterthur) y remató en México, en la UNAM, los populares Pumas. Allí, en México, inició su carrera de entrenador, que le llevaría a ser seleccionador mexicano en el 86, campeonato jugado en aquel país. De ahí pasó a Costa Rica, a la que clasificó para Italia’90, donde consiguió meterla en cuartos. Era el hombre ideal.

Creó un plan ambicioso. Para hacernos idea, hasta que llegó Milutinovic, en 1991, EEUU había jugado 80 partidos en toda su historia, lo que incluía solo tres presencias en la Copa del Mundo, las de 1930 y 1950, ya lejanas, y la más reciente entonces de 1990, en Italia, donde perdió los tres partidos. Desde 1991 hasta el Mundial, EEUU había jugado 89 partidos más, la mayoría amistosos (se intercaló una Copa de la CONCACAF, la asistencia a una Copa América, como invitados, y un Torneo Internacional en Ryad, con Arabia Saudí y Costa de Marfil). Milutinovic concentró el grupo en Mission Viejo, California, y programó un trabajo impecable. Trabajó con algunos jugadores de la Liga profesional, unos pocos exportados y un grupo amplio de los colegios y las universidades, para los que el campeonato era una oportunidad para profesionalizarse. Ya en 1991 EEUU ganó la Copa de Oro de la CONCACAF, batiendo en la final a Honduras en los penaltis. Era la primera vez en la historia que se hacía con el campeonato.

El sorteo completó el Grupo A, que encabezaba, con Rumanía, Suiza y Colombia. La favorita era Colombia, que tenía una selección madura, pero aún en buena edad, que llevaba años gustando, pero que al final terminó cuarta, con el corolario trágico de la muerte de Escobar. EEUU empezó con Suiza, en Detroit, con un empate (1-1), siguió con una victoria sorpresa ante Colombia, el día del autogol de Escobar (2-1) y la derrota el tercer día ante Rumanía (1-0), ambos en el Rose Bowl de Los Ángeles. Con eso, Estados Unidos pasaba de ronda como uno de los terceros mejor clasificados. La gente estaba satisfecha, el equipo había gustado. Jugaba en casa, sí, pero el público apreciaba que se batiera bien en un juego que en el fondo era «de otros».

El cruce de octavos es con Brasil. La víspera, Clinton telefonea a Milutinovic para desearle suerte. El Stanford de San Francisco registra una extraordinaria asistencia, 86 016 espectadores, dos mil más que la Super Bowl de 1985, que mantenía el récord. Se acreditaron 1500 periodistas. Fue el gran día para el fútbol de aquel país. Ganó Brasil por un escaso 1-0, pero nadie tuvo nada que reprochar. La ABC batió su récord de audiencia hasta la fecha. Los Meola, Lalas, Jones o Wynalda se hicieron populares en Estados Unidos y en el mundo entero. Aquel era un equipo joven, eficaz y combativo, con ese aire desenfadado de todo lo norteamericano, en el que la imagen más popular fue la del defensa Alexis Lalas. Hijo de griegos, su pelo pelirrojo y su barba afilada le hicieron evocar a Buffalo Bill. Buen jugador, además. Reapareció recientemente ante el gran público como presidente de Los Ángeles Galaxy, cuando fichó a Beckham para el equipo.

Pasado aquel Mundial, el fútbol ha seguido caminando por detrás del béisbol, el fútbol americano, el baloncesto y el hockey sobre hielo, como grandes deportes locales. Pero algo creció. Desde aquello ha ganado cuatro veces más la Copa de Oro de la CONCACAF y no ha faltado a ningún otro Mundial. De la Confecup de 2009, en Sudáfrica, nos eliminó a los españoles.

Y Milutinovic, por su parte, siguió su ruta de selecciones: Nigeria (clasificada para Italia 98 y llegando hasta cuartos), China (clasificada para Corea-Japón 2002), Honduras, Catar, Jamaica, Irak… Sí, Estados Unidos cambió. Pero él, no.