El gol que anuló un jeque

Kuwait fue la gran nota exótica del Mundial de España. Era la segunda vez que aparecía un equipo del Golfo Pérsico (Irán ya participó en 1978), hacia donde ya miraba el mundo por el petróleo, aunque no tanto como ahora. Kuwait ganó en la zona de Asia, tras superar con solvencia dos grupos. La entrenaba el brasileño Carlos Alberto. (No confundir con el capitán del 70, era otro). Tenía algunos jugadores estimables. Y un presidente de Federación llamado Fahad al-Sabah, hermano del emir de Kuwait. Se haría famoso.

Kuwait quedó encuadrado en el grupo D, que repartió sus encuentros entre Bilbao y Valladolid. Empezó empatando (1-1) con Checoslovaquia, lo que señalaba un buen nivel. En esa Checoslovaquia jugaba Panenka. Los kuwaitíes se quejaron de que de no ser por el árbitro, el ghanés Dwomoh, hubieran podido ganar. Su segundo partido, en Valladolid como el primero, fue contra Francia, que venía de haber perdido el primero, ante Inglaterra, en Bilbao.

Francia tenía un equipo precioso, que empezaba a fraguarse, con un joven Platini al mando. Y fue superior. 1-0, 2-0, descanso, 3-0… En el 75’, Kuwait descuenta. El partido está 3-1 cuando se va a producir la escena más grotesca de la historia de los Mundiales. Avanza Francia, un gracioso pita desde la grada, algunos kuwaitíes paran, pero Francia completa la jugada con gol de Platini, que sería el 4-1. Los kuwaitíes protestan, pero el árbitro ruso Stupar dice que él no ha pitado y concede el gol. Ellos se enfadan, se revuelven, discuten, van a su banquillo.

Entonces se levanta desde el palco Fahad al-Sabah, el presidente de la federación hermano del emir, y hace gestos inequívocos de que se retiren. Junto a él están Don Juan de Borbón y todas las autoridades locales. Carlos Alberto, el entrenador, templa gaitas. Fahad al-Sabah baja entonces las escaleras, con su llamativo atavío árabe, y se presenta en el césped, donde los guardias que protegen el campo le dejan pasar. Discute, hace gestos y entonces, de forma increíble, el ruso Stupar accede a su petición y anula el gol. Ahora son los franceses los que se rebotan y hacen amago de irse, pero se quedan. El que se marcha y ya no presenciará el final será su entrenador, Michel Hidalgo, famoso por sus malas pulgas.

El partido sigue, pues, 3-1, tras una interrupción de ocho minutos. Quedan diez por jugar. Fahad al-Sabah se reintegra al palco, del que hacen discreto mutis por el foro Don Juan y las autoridades locales. Quedan diez minutos por jugar. Francia marca en el 89’ el 4-1, por medio de Bossis. Esta vez sí que vale.

Luego, Al-Sabah dará explicaciones contradictorias con sus gestos. Dirá que había bajado al campo a calmar a sus jugadores, a los que veía muy excitados, y que sus gestos desde el palco de retirada habían sido malinterpretados: «Cuando dos personas se dan la mano, puede ser que se estén encontrando o que se estén despidiendo», dijo con filosofía oriental. «Nunca hay que juzgar por la apariencia de un gesto». Pero sí criticó duramente a la FIFA, de la que dijo estar dispuesta a ayudar a unos equipos en detrimento de otros, y citó, junto al Checoslovaquia-Kuwait, el España-Yugoslavia, y hay que decir que en este último punto tenía más razón que un santo.

El bochorno fue grande. Nunca antes ni después un señor había bajado del palco al campo para anular un gol. La FIFA tuvo que intervenir y el día siguiente emitió una nota de cinco puntos:

  1. Se ratifica el resultado de 4-1 a favor de Francia.
  2. La asociación de fútbol de Kuwait ha sido sancionada con una multa de 25 000 francos suizos por la conducta antideportiva de su selección nacional.
  3. El presidente de la asociación de Kuwait ha sido amonestado por conducta antideportiva.
  4. La organización del estadio de Valladolid recibió también una amonestación por su falta de orden y control.
  5. El árbitro del encuentro ha sido suspendido hasta la próxima sesión de la comisión de árbitros.

Kuwait jugó su tercer partido en Bilbao, donde perdió 1-0 con Inglaterra. Se fue con un empate y dos derrotas, dio mejor tono de lo esperado, pero para el recuerdo de su paso solo quedó la extravagante actitud del presidente de su federación y el increíble provecho que obtuvo de ella: la anulación de un gol ya concedido.