Argentina gana su Mundial

Es 25 de junio de 1978 y salen al campo Argentina y Holanda. El aire se llena de papelitos, según la costumbre argentina. Los dos equipos desfilan, con el árbitro a la cabeza, mientras un hombre delgado y elegante fuma. Es César Luis Menotti, el hombre del momento. Él ha sabido conjuntar un buen equipo que ahora se pone a prueba ante Holanda, que juega su segunda final de Copa del Mundo consecutiva ante el local. Perdió la de hace cuatro años, ante la RFA. Ahora insiste, y eso que no está Cruyff.

En el palco, el general Videla, mascarón de proa de la Junta Militar que secuestra y tortura. No lejos del Monumental de River, donde se juega, está la Escuela de Mecánica de la Armada, escenario de las peores fechorías. Pero el fútbol ha mirado para otro lado. También Menotti, un hombre de izquierdas, cuyo grupo de jugadores va a contribuir, aunque no sea esa su intención, a darle un grado de legitimidad a la Junta Militar.

Argentina ha pasado la primera fase como segunda de su grupo, ganando a Hungría (2-1) y a Francia (2-1) y perdiendo con Italia (1-0). En la segunda fase, gana el grupo por batir a Polonia (2-0), empatar con Brasil (0-0) y golear a Perú (6-0) en noche polémica que lleva su capítulo.

Holanda se clasificó para el Mundial arrasando en su zona europea a Bélgica, Irlanda del Norte e Islandia (cinco victorias y un empate, 11-3 en goles). Ya en Argentina, su primera fase no es tan buena. Ha pasado también como segunda, tras Perú. Ganó a Irán (3-0), empató con Perú (0-0) y perdió con Escocia (3-2), el día que Gemmill marcó un golazo. Pasa por los pelos, gracias a un inesperado empate (1-1) de Escocia con Irán. Mejora en la segunda fase, barriendo a Austria (5-1), empatando con la RFA (2-2) y sobre todo ganando a Italia en el tercer y decisivo partido (2-1) un día que Zoff sufrió dos tremendos disparos lejanos de Brandts (el que estuvo en el sorteo del último Mundial) y Haan. Campeona de grupo, pues. Y a la final. Las dos subcampeonas, Brasil e Italia, jugaron por el tercer y cuarto puesto. Ganó Brasil (2-1). Del partido se recuerda el tirazo de Nelinho que fue uno de los goles brasileños. Italia, que había batido a Argentina en la primera fase, ya dejó sensación de estar gestando un gran equipo para España.

Brasil no había perdido ningún partido. Empató tres y ganó cuatro, pero fue tercera.

Pero estábamos en la final. Los equipos forman así:

Argentina: Fillol; Olguín, Galván, Passarella (capitán), Tarantini; Ardiles, Gallego, Kempes; Bertoni, Luque y Ortiz.

Holanda: Jongbloed; Poortvliet, Krol (capitán), Brandts, Jansen; Neeskens, Haan, René van de Kerkhof, Willy van de Kerkhof; Rep y Rensenbrink.

Arbitra el italiano Gonella.

En el saludo entre capitanes, Passarella advierte a Gonella de que René Van de Kerkhof (con un hermano gemelo, Willy, también en el equipo, caso único este de dos gemelos en una final) pretendía jugar con una escayola en la mano derecha. Gonella comprueba que la escayola es dura. Los holandeses pretenden que juegue así, pero Passarella y Gonella son inflexibles y tienen razón. Neeskens se enfada mucho, pero René tiene que retirarse y cambiar la escayola por una venda de color carne. Vuelve por fin, al cabo de diez minutos, y tras alguna duda sobre si sería conveniente que jugara otro en su lugar.

El partido es emocionante y bueno. Los dos equipos dan su mejor versión. Hay alguna parada de mérito de Fillol antes de que en el 38’ Kempes reciba de Luque, regatee y coloque el balón para el 1-0 entre el delirio general. La segunda parte trae el cambio de Rep por Nanninga en el 59’, al que responde Menotti colocando a Larrosa por Ardiles (66’). El partido es bravo y bueno. En el 73’ entra Suurbier por Jansen; en el 75’, Houseman por Ortiz. Holanda presiona en busca del gol y por fin lo encuentra en el 82’, en una jugada en la que Larrosa se queda enganchado cuando sale la defensa argentina y eso permite a Nanninga cabecear a placer. 1-1. Quedan ocho minutos.

Ahora es Argentina la que presiona y Holanda se defiende. Con el tiempo cumplido, suelta un contraataque que culmina Rensenbrink con un remate al palo. Rensenbrink, el mejor jugador de Holanda en ausencia de Cruyff, lo ha tenido. Pero no ha podido ser. Se pasa a la prórroga.

Menotti arenga a los suyos con unas palabras que nunca olvidarán. «Pasarán años, perderán pelo, perderán quizá la plata, les podrán salir mal los negocios, podrán incluso fracasar con la familia. Pero nadie les quitará la gloria de ser campeones del mundo. Pasarán años y aún verán la foto de este equipo colgada en los boliches de toda Argentina. Denle esta alegría al pueblo, la necesita. El pueblo se lo sabrá agradecer».

Después de haber visto el balón en el palo, los argentinos se han sentido aliviados. Al revés que a Holanda, a la que ese recuerdo le corroe el alma. ¡Ha estado tan cerca! A punto del descanso de la prórroga Kempes marca otra vez, en una de esas llegadas suyas al área, arrasando con todo; hay regates, rebotes y finalmente consigue marcar con la plancha. Es el 105’, es el 2-1. En el 115’, cuando Holanda empezaba a desesperarse, Bertoni culmina una jugada de Argentina con un tiro cruzado. 3-1. El delirio local.

Era el triunfo de Menotti, bajo cuya mano la selección argentina había sido por fin, y por primera vez, una cosa seria. Había tomado el cargo el 1 de octubre de 1974, había manejado más de cien jugadores. Prescindió de todos los que jugaban fuera, excepto de Kempes. Tomó la dura decisión de prescindir a última hora de Maradona, entonces jovencísimo, pero ya figura, y al que tuvo en el grupo hasta el final.

Aquel equipo tuvo el viento a favor propio de toda selección local, pero jugó muy bien. Apostó por la zona, defendió bien, elaboró bien y remató bien, con Kempes. Fue un digno campeón del mundo, aunque este Mundial se celebrara en un clima de indignidad.