El Atlético Kimberley debuta en el Mundial

El grupo A de este Mundial dejó para la tercera fecha un partido inútil: Francia-Hungría. Ambas habían perdido los dos primeros encuentros, tenían cero puntos. Argentina e Italia eran inalcanzables para ellos. Estas dos se jugaban en su tercer partido la cabeza del grupo, que no es poco (ganó Italia), pero entre Hungría y Francia no se jugaban más que la honrilla. Francia estaba empezando a armar un equipo estupendo, que luciría en el siguiente Mundial, en España. Ahí estaba ya Platini. Hungría, como siempre, seguía soñando con reedificar su vieja gloria de los cincuenta.

Francia-Hungría, pues, sin nada en juego. En Mar del Plata. La FIFA solicita a Hungría que lleve camiseta blanca, en lugar de roja. Por entonces aún existían muchos televisores en blanco y negro en uso en el mundo, y preocupaba que al enfrentarse un equipo de camiseta roja y otro de camiseta azul, no se distinguieran. Hungría obedeció, dejó las coloradas en el punto de concentración y viajó con las blancas. Lo malo es que por su parte Francia, sin recibir indicación alguna, tuvo la ocurrencia de hacer lo mismo. Al ver que se enfrentaba con una selección que vestía de rojo, tomó la precaución, sin consulta previa, de viajar con su segundo color, también blanco. Y también dejó las azules en el lugar de concentración.

La coincidencia se descubrió ya en el estadio, el José María Minella, de Mar del Plata. Era el 10 de junio y el partido estaba fijado para las 13:45, hora local. El árbitro, el brasileño Coelho, culpó con razón a los franceses. Ellos se habían equivocado, ellos mismos tenían que arreglarlo. Y Francia tuvo que arreglarlo. Después de algunas gestiones para hacerse con una equipación de Boca Juniors, que no resultaron por estar cerrado el almacén (al fin y al cabo en la camiseta de Boca predomina el azul) se consiguió una equipación del modesto Kimberley, cuya camiseta es de franjas verticales verdes y blancas. Entre gestiones, idas y venidas, el comienzo se retrasó hasta las 14:30, tres cuartos de hora.

El salto de los equipos a la cancha, con Francia vestida a rayas verdes y blancas, pantalón azul y medias rojas, resultó chocante. Corrió el rumor de que Francia se había planteado negarse a jugar, porque entendía que contra Argentina le habían robado el partido. Nada de eso fue cierto, se trató solo de un despiste que produjo una de las imágenes más chocantes de la historia del fútbol. A la extravagante combinación de colores hubo que añadir que la numeración de la espalda de los franceses no coincidía con la de sus pantalones, donde llevaban su número permanente para el Mundial. Las de Kimberley se las colocaron en orden correlativo. No había hasta el 22 y prefirieron la numeración clásica.

Al menos, Francia ganó el partido, 3-1, y pudo regresar decentemente. Y el Club Atlético Kimberley, un modesto club fundado en Mar del Plata en 1921, habitante habitual de la Serie B de Argentina, se hizo súbitamente célebre en todo el mundo. En cierto modo, puede decirse que ese día Kimberley jugó el Mundial de alguna manera. Y aquello le dio suerte: ese 1978, Kimberley ganaría la Liga Marplatense y en 1979 jugaría en la Liga Nacional.