Es el 3 de junio, primera jornada en el Grupo C, el de España, Austria, Suecia y Brasil. El mismo día que nosotros perdemos con Austria, Brasil y Suecia juegan entre sí. Brasil tiene un equipo desigual, con un Zico emergente, un Rivelino declinante y jugadores no tan buenos como se esperaría de Brasil en según qué posiciones. Con todo, era Brasil y Brasil siempre es Brasil. Se había clasificado en su zona americana con seis victorias, dos empates y ninguna derrota, diecisiete goles marcados y ninguno encajado. Para Argentina, es el enemigo natural, el rival que conviene alejar del camino.
Se adelantan los suecos, por el barbudo Sjöberg, en el 38’. Empata Brasil, con Reinaldo, en el 45’. No ha sido una buena primera parte. Llueve, el terreno está blando y la hierba, muy reciente y no asentada, se levanta, como pasará otra vez cuando jueguen ahí Brasil y España. La segunda parte es un duelo entre la voluntariosa inoperancia de Brasil y el conformismo de Suecia, para la que un empate con Brasil es una medalla. Brasil insiste. En el 90’, hay un córner final contra la portería sueca. Lo lanza Dirceu desde la derecha, con su zurda precisa, y el balón va cerrándose en su trayectoria hasta que encuentra a Zico, que cabecea limpiamente a la red. Pero Clive Thomas no da el gol, da tres pitidos y señala el final del encuentro. Final, sí, pero ¿vale el gol? Dice que no. Luego explicará que el tiempo se había cumplido mientras el balón volaba entre la bota de Dirceu y la cabeza de Zico, y que se estaba llevando el pito a la boca cuando este cabeceó. En conciencia, para él estaba cumplido el tiempo, por eso no dio el gol.
Los brasileños se marcharon enfurecidos por esta decisión arbitral, quizá la más extravagante de la historia de la Copa del Mundo.
Ese gol no concedido le impedirá a Brasil ser campeón de grupo, lo que en teoría debería haberle apartado del camino de Argentina en la segunda fase, en la que se reunirían en una de las liguillas semifinales los campeones de los grupos A y C y los subcampeones de los B y D. Argentina estaba en el grupo A, del que se la esperaba campeona. Pero Argentina perdió el último partido de su grupo, contra Italia. Fue una sorpresa. Italia llevaba varios campeonatos quedando mal, pero ya estaba gestando un gran equipo, el mismo, en puridad, que iba a ganar cuatro años después la Copa del Mundo en España. En el partido contra Argentina jugó muy bien y ganó con un recordado gol de Bettega.
El caso es que resultó que por esa derrota Argentina también fue segunda de grupo. Y eso rompió las previsiones. En la liguilla semifinal tuvo que vérselas con los campeones del B y el D y el subcampeón del C. O sea, Brasil se le cruzaba en el camino.
Lo que ocurrió en esta segunda liguilla, con Argentina, Brasil, Perú y Polonia (por el otro lado irían Austria, RFA, Holanda e Italia) merece capítulo aparte.