La fase de clasificación para Alemania’74 ofreció una singularidad: se decidió organizar una repesca entre el campeón de uno de los grupos sudamericanos y el de uno de los grupos europeos. Se trataba de abrir una plaza más para el tercer mundo futbolístico, y se decidió que lo justo sería repartir el riesgo de perderla entre los dos grandes continentes futbolísticos. Así que se estableció que los ganadores de grupo de uno y otro lado del Atlántico que hubieran alcanzado esa plaza con menor suficiencia debían enfrentarse. Y la china les cayó a Chile y a la URSS. Chile se había clasificado en su grupo contra Perú y Venezuela, si bien ya había tenido que pasar un desempate, en Montevideo, con los peruanos para dilucidar definitivamente al ganador. La URSS, a su vez, había vencido en su grupo por delante de Francia y Eire. Ahora, ambas selecciones tenían que enfrentarse: sería el 26 de septiembre en Moscú y el 21 de noviembre en Santiago de Chile.
Pero estábamos justamente en los días más turbulentos en la historia de Chile. Augusto Pinochet dio un golpe de estado el 11 de septiembre, atacando incluso con la aviación el palacio presidencial, la Casa de la Moneda. El presidente, el izquierdista Salvador Allende, se suicida. Lo que sigue es una criminal persecución de izquierdistas por todo el país, una orgía de detenciones incontroladas y desapariciones. Hubo vuelos de la muerte para lanzar a detenidos al mar. El mundo entero recibe espantado esas noticias. El Estadio Nacional de Chile es utilizado como cárcel gigante y campo de torturas. Entre las víctimas mortales de ese encierro en el Estadio Nacional se contó el célebre cantautor, profesor y director de teatro Víctor Jara.
Cuando los jugadores chilenos vuelan a Moscú, el estadio aún es un centro de detención. La URSS ha roto relaciones diplomáticas con Chile. El viaje de los chilenos es incómodo, pasan largos trámites en la aduana, donde hay muchas dificultades para que se admita la entrada del delantero Caszely (que luego triunfaría en España, en el Levante y el Espanyol) por dudas en la identificación de su foto. El partido se juega por fin en la fecha prevista, el día 26, quince días después del golpe, en Moscú, y termina con empate a cero. El de vuelta tiene como fecha designada el 21 de noviembre, y como escenario, el Estadio Nacional. Pero la URSS se niega a jugar ese partido en ese escenario, le parece un escarnio. El gobierno de Pinochet argumenta que el coliseo deportivo ha recobrado la normalidad y que está en condiciones para el partido. La FIFA intenta mediar entre las dos federaciones y nombra una comisión de cuatro personas para desplazarse a Chile y comprobar si el estadio está en condiciones. Dos de los designados se niegan en redondo a hacer el viaje: son Helmut Riedel, de Alemania Oriental, y Sándor Barcs, húngaro. La comisión se reduce a dos personas, el brasileño Abilio d’Almeida y Helmut Käser, suizo, secretario de la FIFA. Tras su inspección, informan que se puede jugar. Que el país y el Estadio Nacional reúnen las condiciones precisas. Así que se conmina a la URSS a jugar. Pero ésta se niega. Chile exigirá 300 000 dólares en compensación por la pérdida de la taquilla del partido de vuelta.
Y el día 21 se produce una escena bufa en el estadio que dos meses antes ha sido espacio para canalladas y sufrimiento. Chile, correctamente uniformada, comparece en el campo, y también un árbitro, Juan Hormazábal, chileno. La FIFA no ha enviado árbitro, se ha dado el partido por suspendido. A la hora fijada Hormazábal señala el inicio. El estadio acoge 36 000 espectadores, convocados a un acto de exaltación patriótica, Los chilenos sacan de centro, su delantera se adentra en el medio campo sin rival, alternándose la posesión de la pelota y finalmente Francisco Chamaco Valdés marca a puerta vacía el gol más absurdo de la historia. Para los jugadores no es plato de gusto. Entre los detenidos y torturados está el doctor Álvaro Reyes, médico de la selección hasta el día del golpe. Pero ¿se les podía pedir que hicieran otra cosa? La FIFA fijará el resultado del partido en 2-0, por incomparecencia del rival.
Después de esa especie de saque-gol se juega un partido completo, un amistoso contra el Santos, que ha sido invitado al efecto. El Santos ganará 0-5 a Chile, ante una multitud que salió del campo con sensaciones equívocas.
Ya en Alemania, Chile hará un Mundial discreto tirando a mediocre. Perdió el partido inaugural, con Alemania Occidental, y luego empatará con Alemania Oriental y Australia. No pasará de la fase de grupo. Al acabar el último partido, el de Australia, un grupo de opositores a Pinochet saltó al campo, con una bandera de Chile, pidiendo la libertad para su país.
El tiempo devolverá al doctor Reyes al fútbol, como médico del Colo-Colo. Y Caszely, el hombre que tantos problemas tuvo para entrar en Moscú y que triunfó en España, se convertiría más adelante en un serio crítico de Pinochet, al que hizo algunos desaires muy comentados.
El estadio de aquellas infamias fue rebautizado en 2003, treinta años después de los siniestros hechos y una vez recobrada la democracia, como Estadio Víctor Jara, homenajeando en su nombre a todos los torturados. Una placa reproduce su último poema, escrito allí en sus últimos y aterradores días:
Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos seremos en total?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!