Brasil se clasificó arrolladoramente para el Mundial. Le tocó el único grupo de cuatro en la clasificación de la zona sudamericana, con Paraguay, Colombia y Venezuela, y ganó los seis partidos, con veintitrés goles a favor y dos en contra. Pelé ha marcado seis de esos goles, cuatro de ellos en los partidos contra Venezuela, la cenicienta del grupo. Tostão, que juega por su zona, parece más en forma. Pelé está aún en los veintinueve años, pero se le ha explotado tanto que parece en franca decadencia. Durante su carrera había jugado demasiados partidos y había sido golpeadísimo. Recordemos que las tarjetas, que sirvieron de protección, no aparecerían hasta el Mundial que estaba justamente en puertas. Hay otros dos grandes interiores izquierda, Gerson, cerebral armador del medio campo, y el activo Rivelino, poseedor de un tiro fenomenal.
El seleccionador, João Saldanha, empieza a preguntarse si ha llegado la hora de prescindir de Pelé. El 26 de abril, en el curso de una tanda de amistosos concertados para preparar el Mundial, Brasil recibe a Bulgaria en São Paulo. Saldanha deja en el banco a Pelé, que saldrá en el segundo tiempo, con el 13 a la espalda. El partido acaba 0-0 y Saldanha sale inmediatamente eyectado del banquillo. La CBF, ante el estruendo, nombra seleccionador a Zagalo, el compañero de ala de Pelé en los Mundiales victoriosos de 1958 y 1962.
Zagalo debutó como seleccionador a los tres días, en partido contra Austria, en Río. En la misma mañana, consciente de lo difícil que es armar el equipo con tantos dieces, pide a los propios jugadores que resuelvan el problema. En el hotel Palmeiras, en la habitación de Pelé y el mismo día del partido se reúnen los mandamases del grupo: Clodoaldo, que es el de más personalidad de todos, Gerson, Tostão, Rivelino y el propio Pelé. De ahí sale el acuerdo de crear la «delantera de los cinco dieces», que formarán Jairzinho (Botafogo), Gerson (São Paulo), Tostão (Cruzeiro), Pelé (Santos) y Rivelino (Corinthians). Lo de los cinco dieces, como ha pasado a la historia, no es exacto, aunque sí bonito. Jairzinho jugó de 10 muy en sus inicios, y volvería a hacerlo, ya mayor, cuando perdió velocidad. Pero en aquellas fechas era un extremo puro. Los otros cuatro sí eran dieces en sus equipos, jugadores de media punta, acostumbrados a moverse cerca del delantero de referencia.
La delantera será una maravilla. Brasil ganará sus partidos contundentemente, con un total de diecinueve goles marcados. Jairzinho se convertirá en el segundo jugador que marca en todos y cada uno de los partidos de una fase final de la Copa del Mundo. Ya lo había hecho Fontaine en 1958. Jairzinho jugó seis partidos y marcó en todos, en uno de ellos por partida doble, con lo que sumará siete goles. Pelé hará cuatro y dejará para la historia algunas de las imágenes más bellas para la historia del fútbol, como su regate sin tocar el balón a Mazurkiewicz o su tiro desde el medio campo a Viktor. Esos dos goles no entraron, se fueron al limbo, pero quedaron como jugadas inolvidables. Rivelino hizo tres, Tostão dos y los tres restantes se los repartieron entre Gerson, Clodoaldo y Carlos Alberto.
Aquella delantera de cinco estrellas de distintos equipos funcionó a la perfección y quedó para la historia como un argumento definitivo a favor del talento de los jugadores, por encima de cálculos de conveniencia táctica.