Inglaterra viajó al Mundial de México como campeona del mundo. Lo había sido cuatro años antes, en su casa, en condiciones muy discutidas. Y aquel Mundial había servido, por desgracia, para abrir una brecha fuerte entre el fútbol europeo y el americano. La forma en que Stanley Rous manejó los arbitrajes, y que lleva su episodio, irritó sobremanera en América. Toda América esperaba a Inglaterra de uñas.
En esas condiciones viajó Inglaterra a México, donde se concentró. Antes del campeonato, programó dos partidos de adaptación a la altura, uno en Bogotá y otro en Quito, los días 20 y 24 de mayo. Antes del primer partido, el día 18 se produjo un incidente en el hotel de los ingleses, el hotel Tequenmada. Dentro del mismo había una joyería, llamada Fuego Verde. Moore y Bobby Charlton la visitaron a las seis y media de la tarde. Charlton buscaba un regalo para su mujer. Cuando se marcharon se echó a faltar un valioso brazalete de oro, de cincuenta gramos de peso, y con doce esmeraldas y otros tantos diamantes engastados. Su precio era de más de dos mil dólares. La empleada, llamada Clara Padilla, declararía luego que le había parecido sospechosa una maniobra de Bobby Moore. Moore era el capitán de Inglaterra, justo el hombre que había cogido de manos de la Reina la Jules Rimet en Wembley. Él y Charlton se ofrecen a ser cacheados, la policía les interroga y el incidente se da por saldado, tras ofrecerles excusas. El partido se juega con normalidad y se establece un acuerdo de buena fe de no extender el incidente a la prensa.
Tras el partido, que ganaron 0-4 a Colombia, volaron a Quito, para un segundo amistoso. También allí ganaron, 0-2. A continuación regresaron a Bogotá, en escala hacia México. Alguien sugirió cambiar los billetes y hacer el regreso por Panamá, para evitar problemas, pero al seleccionador, Ramsey, y a Moore eso les pareció indigno, y se mantuvo la programación inicial. Regresaron al Tequenmada, se registraron y se fueron al cine. Pero allí apareció la policía, enviada por el juez Pedro Dorado, titular del Juzgado 18 de Instrucción Criminal, para detener a Moore. En el intervalo, un nuevo testimonio, de Álvaro Suárez, encargado de la joyería que habría visto la maniobra desde la ventanilla de la trastienda, acusaba a Bobby Moore. El revuelo fue tremendo. Los ingleses no habían dado ninguna credibilidad a la acusación y ahora veían detenido y encarcelado a su capitán, que proclamaba su inocencia. Todo se desenvolvía entre crispación y recelos entre las comunidades inglesa y colombiana. O americana, porque toda ella estaba irritada por la actitud inglesa en el Mundial anterior y por aquello de «animals» que lanzó el seleccionador Ramsey a los argentinos, pero que se interiorizó como un insulto a toda América Latina. Tampoco contribuyó a poner paz en esta ocasión Alf Ramsey, cuya declaración sonó a una soberbia insoportable. «¿Para qué iba a robar Bobby el brazalete, si tiene dinero para haberse comprado el hotel entero?».
El caso es que Bobby Moore fue encarcelado, entre un escándalo Mundial, e Inglaterra voló a México sin su capitán. Pasó un interrogatorio de cuatro horas y una noche en la cárcel, mientras se desarrollaba un intenso contacto entre los cancilleres inglés y colombiano. El embajador inglés llamaba a todas las puertas. Alfonso Senior, presidente del Millonarios (el hombre que trajo al Madrid a Di Stéfano), de la Federación Colombiana y relevante figura de la FIFA, consiguió que Bobby Moore saliera del calabozo y que se trasladara a su casa, bajo su propia custodia, en condición de arresto domiciliario, para lo que hubo que forzar no solo voluntades, sino también la maquinaria legal. Consiguió incluso que le fuera permitido acudir a entrenarse con el Millonarios, a fin de mantener la forma.
Por fin, tras hacer entrega el gobierno inglés de una fuerte fianza y con intervención directa del primer ministro, Harold Wilson, se le permitió viajar a México el día 28. Llega a tiempo para capitanear a los suyos en el primer partido, ante Rumanía, que ganarán 1-0. Inglaterra llegará a cuartos, donde caerá en un emocionantísimo partido, en prórroga, ante la RFA. Moore jugó todos los partidos, y jugó muy bien. Al término del Brasil-Inglaterra, de la primera fase, Pelé le escogerá para cambiar las camisetas y declarará que era el jugador que mejor le había marcado en la vida. Técnico, limpio, elegante dentro y fuera del campo, era difícil imaginarle de ratero.
Con el tiempo se supo la verdad. Fue el propio encargado, Álvaro Suárez, quien había autorrobado la joya, y había obligado a la empleada a acusar a Bobby Moore. La fianza le fue devuelta a Inglaterra, y el falsario pasó un tiempo en prisión. Para entonces, Clara Padilla ya se había ido a vivir a Estados Unidos. Pero todo eso fue mucho más tarde y la noticia no tuvo el alcance de la primera. En aquel entonces, Moore ya se había retirado, con 108 partidos en la selección inglesa, 90 de ellos como capitán. Falleció a los 51 años, de cáncer de colon. No robó aquel brazalete.