Para el Mundial de 1966, España podía presentar argumentos a favor del optimismo. Ya no era el equipo cargado de años y veteranos nacionalizados de hacia cuatro años. Era un equipo renovado, que había ganado la Eurocopa de 1964, venciendo a la URSS en la final. Además, ese mismo 1966 el Madrid había recuperado la Copa de Europa, con un equipo íntegramente formado por jugadores españoles. Incluso hubo quien apostó porque fueran esos mismos once los que nos representaran en el Mundial…
Sin embargo, la clasificación costó más de la cuenta. Hubo que eliminarse con Irlanda, a ida y vuelta. El seleccionador seguía siendo José Villalonga, el mismo de la Eurocopa. Militar de carrera, había introducido en nuestro fútbol serias mejoras (para la época) en la preparación física. Había sido el entrenador del Madrid en las dos primeras Copas de Europa. Luego había ganado la Recopa con el Atlético. Y la Eurocopa, como queda dicho.
El partido de Irlanda sale mal: se pierde 1-0 con un increíble fallo de Iríbar: le llega un centro bombeado y, temeroso del balón escurridizo, decide empujarlo con ambas manos por encima del larguero. Pero mide mal, y se lo mete él mismo. Eso le daría a Iríbar por un tiempo una fama exagerada de regalar goles tontos. De hecho, este gol le cuesta el puesto para los dos siguientes partidos con Irlanda, que juega Betancort. Y hubo dos porque el 4-1 de vuelta, en Sevilla (tres de Pereda) no basta. Contaban puntos, no diferencia de goles. Fue preciso desempatar en París, de nuevo con Betancort. Ese día se erigió en salvador el extremo Ufarte, un pontevedrés emigrado de niño con su familia a Brasil donde triunfó con el nombre de «Espanhol». Tal fue su éxito que quisieron nacionalizarle para que jugara en la plaza del ya decadente Garrincha. Pero le repatrió el Atlético, y en ese desempate, en París, marcará el solitario gol, en el 82’.
Antes del Mundial, España se concentra durante cuarenta días en el hostal Peregrino, de Santiago. Los jugadores lo acabarán llamando «el arca de Noé», porque llovió durante cuarenta días y cuarenta años. Tras una primera lista de cuarenta, se concentran veintiséis, de los que finalmente quedarán descartados cuatro: Violeta, Villa, Zaldúa y Rifé. Dos del Zaragoza y dos del Barça.
Hay una serie de partidos amistosos ante equipos de clubes extranjeros y en ellos salta una sorpresa que mueve al pesimismo: la derrota con el Ajax, entonces desconocido club holandés. Ya asomaba un Cruyff aún adolescente, se estaba gestando algo grande, pero para entonces Ajax no sonaba en España más que a jabón de lavadora anunciadísimo en la televisión. Aquella derrota olió mal. Luego, un empate (1-1) con Uruguay, televisado, tampoco tranquilizó.
Villalonga distribuyó los números primero en lo que se concebía como el equipo titular (el que jugó contra Uruguay) y luego los restantes. En Chile se dieron los tres números a los porteros, y luego por orden alfabético, lo que produjo efectos extraños como ver a Collar con el número 4 a la espalda, a Di Stéfano con el 6 y a Gento con el 9.
Según la numeración, el equipo sería: Iríbar; Sanchís, Zoco, Glaría, Eladio; Del Sol, Suárez; Ufarte, Amancio, Marcelino y Gento. También iban Betancort, Reina (porteros), Rivilla, Reija, Olivella, Gallego, Pirri, Fusté, Peiró, Adelardo y Lapetra. Del Sol, Suárez y Peiró jugaban en Italia, donde eran figuras.
Los jugadores llegan a Birmingham y hay sol y calor. ¡Y se había escogido Galicia para la concentración por la proximidad de clima con Inglaterra! El debut es el 13 de julio, contra Argentina. En España se han empezado a difundir masivamente los televisores (mucha gente hizo el esfuerzo por este Mundial) así que este es el primer partido mundialista de España con seguimiento masivo. El rival es Argentina, que tiene un buen equipo cuya alineación rematan tres celebridades: Artime, Onega y Mas. A Villalonga se le notan las dudas y sobre la alineación que anunciaban los números hace cuatro cambios: Gallego por Glaría, Reija por Eladio, Pirri por Amancio y Peiró por Marcelino. O sea: Iríbar; Sanchis, Gallego, Zoco, Reija; Pirri, Suárez, Del Sol; Ufarte, Peiró y Gento (capitán). Y no es un 4-2-4, sino un 4-3-3, con Pirri, Del Sol y Suárez en la media. No resulta, se juega fatal. En el descanso, baja al vestuario Elola Olaso, Delegado Nacional de Deportes, que les exhorta a jugar mejor. «Salga usted, a ver si lo hace mejor», dice desde el fondo de la sala alguien a quien nunca se llega a identificar. El ambiente es malo.
En el 65’ marca Artime. En el 72’, empata España, en un centro cerrado al área chica en el que Pirri arrolla a Roma, que se mete él mismo el balón. A mi juicio fue falta. Se le suele dar el gol a Pirri, pero ni toca el balón. En el 79’, otra vez el certero Artime, uno de los grandes goleadores de la historia de Argentina, hace el 2-1.
Hemos perdido merecidamente. Al menos, el segundo partido es contra Suiza, rival menor, que viene de ser goleado por los alemanes. Este se juega en Sheffield, en el Hillsborough. Salen los mismos, salvo Ufarte, que cae a favor de Amancio. El equipo, pues, es: Iríbar; Sanchis, Gallego, Zoco, Reija; Pirri, Suárez, Del Sol; Amancio, Peiró y Gento (capitán). Volvemos a jugar mal. Se adelantan los suizos, en el 29’, por medio de Quentin. Así se llega al descanso. A España no se le ve nada. En el 57’, una jugada heroica de Sanchís, llegando de atrás con regates la culmina él mismo sobre la salida de Elsener: un gol heroico, rabioso, en jugada individual, que le hará extremadamente popular. En el 75’, por fin una jugada de Gento, la única que hizo en el Mundial, centro al área y cabezazo en plancha de Amancio. 2-1. España gana, pero no ha jugado un pimiento. Queda jugar con Alemania, que les ha metido cinco a esos mismos…
Villalonga da el vuelco. Admite que ha dado marcha atrás, que el equipo que él mismo renovó para el 64 lo ha cargado ahora de años, con los retornos de Del Sol, Peiró y Gento, junto a Suárez, que a su vez va avanzando por la treintena. Ante Alemania, de vuelta en el Villa Park, donde abrimos frente a Argentina, el equipo cambia mucho por delante: Iríbar; Sanchis, Gallego, Zoco (capitán), Reija; Adelardo, Glaría, Fusté; Amancio, Marcelino y Lapetra. Un equipo mucho más parecido al del 64.
Esta vez, sí, se juega bien. Incluso España se adelanta por Fusté en el 24’. Pero en el 34’, un entradón de Schnellinger a Adelardo va a dejar a este casi inútil para el resto del partido. En el 39’, en un saque de banda rápido, Sanchis descuida a Emmerich, que recibe adelantado, se va y sin ángulo suelta un zambombazo que se cuela por la primera escuadra. España sigue mandando, juega mejor, pero el gol no llega. Y en el 83’, el inevitable Uwe Seeler marca el 2-1. Así acaba. Estamos fuera.
Curiosamente, la aventura tiene una perfecta simetría con lo del 62: mal primer partido con rival fuerte, y derrota. Mal segundo partido, ganado por la fragilidad del rival. Renovación con jóvenes para el tercer partido, contra el otro rival fuerte del grupo y derrota inmerecida, con buen juego.
Hacía solo dos años de la Eurocopa, pero la falta de perseverancia de Villalonga en aquel equipo, su idea de que en el Mundial sería conveniente la experiencia de los veteranos, le confundió. O esa fue al menos la impresión general.