En la tierra de los inventores

El congreso de la FIFA celebrado en Roma en 1960, con ocasión de los Juegos Olímpicos, decidió conceder el campeonato de 1966 a Inglaterra. Alemania Occidental también presentó su candidatura, esgrimiendo su buen papel en los Mundiales del 54 (campeona), 58 (semifinalista) y 62 (cuartofinalista). Además, tenía magníficos estadios. Estaba entonces en proyecto la creación de la Bundesliga (que nació en 1963, sustituyendo el obsoleto modelo de campeonatos locales, con una fase final) y tenía su fútbol en pleno desarrollo, como un elemento más de lo que entonces se llamó «el Milagro Alemán». Pero Inglaterra esgrimía su condición de inventora del fútbol, en años en los que se celebraba el centenario. El fútbol había nacido en una taberna inglesa en 1863 y los ingleses se sentían con derecho a organizar el Mundial que lo celebrara. Y sí, obtuvieron la organización, aunque con menos claridad de la que hubieran esperado: 34 votos contra 27 para Alemania y seis abstenciones. Inglaterra tenía de qué presumir en ese tiempo, fútbol aparte, porque era vanguardia cultural, con los Beatles y la minifalda, revolucionaria creación de Mary Quant.

Participaron dieciséis selecciones en la fase final. Inglaterra y Brasil estaban clasificadas de oficio. Aparte de ellas, se inscribieron 31 equipos europeos, nueve de Sudamérica, doce de la CONCACAF, diecisiete de África, cinco de Asia y Australia. Todos los africanos se retiraron, en protesta porque para ellos solo había una plaza. En el grupo de Asia hubo también una cadena de bajas y todo lo de aquella zona quedó reducido a una eliminatoria entre Corea del Norte y Australia, ganada por Corea del Norte. México tuvo la única plaza de la CONCACAF. En Sudamérica se clasificaron Argentina, Uruguay y Chile, a las que se uniría, claro, Brasil. Europa se reservó diez plazas. Junto a Inglaterra, participaron, previa clasificación, Bélgica, Alemania Occidental, Francia, Portugal, Suiza, Hungría, la URSS, Italia y España. Entre los árbitros, que llevan capítulo propio, repitió de nuevo Juan Gardeazábal, que arbitraba su tercer Mundial.

El Mundial se celebró en siete ciudades, con dos estadios distintos en Londres, Wembley y White City. Las otras sedes fueron: Birmingham, Sunderland, Liverpool, Manchester, Middlesbrough y Sheffield. Se jugó del 11 al 30 de julio. Este fue el primer Mundial en el que hubo mascota, un leoncito vestido de futbolista, con la Union Jack en el pecho y un aire simpático. El balón fue sobrio, sin nombre ni patrocinio, en su forma clásica, hecho de doce tiras rectangulares.

La mayoría de los equipos jugaron el 4-3-3, y leer las alineaciones de la época resulta difícil, porque aunque en algunas ocasiones se describían ya de acuerdo a ese criterio (portero; cuatro defensas; tres medios; tres delanteros) en otras aún se exponen al 1-3-2-5 (o incluso al 1-2-3-5, que aún se usaba en Italia e Inglaterra) sin que corresponda a la verdadera posición de los jugadores. Leer bien alineaciones de esos años es tarea de conocedores.

Fue el primer Mundial televisado por satélite, de modo que sus partidos pudieron ser contemplados en directo en veintinueve países, entre ellos España. Fue el primer Mundial visto en directo aquí. Los partidos de Chile’62 viajaban en avión de Iberia, ya locutados, y eran pasados el día siguiente a primera hora de la tarde. La final Inglaterra-Alemania Occidental del Mundial del 66 fue vista en directo por cuatrocientos millones de personas.

Se jugó, de nuevo, en dos fases. Primero, liguillas de cuatro, formadas según un criterio de reparto geográfico. Las cabezas de serie fueron Inglaterra, Brasil, Alemania Occidental y la URSS. Luego se forzó el sorteo para que en cada uno de los grupos que no encabezaba Brasil fuera un equipo sudamericano, que Hungría no fuese con la URSS, que los cuatro países latinos fuéramos a grupos distintos… Nada que objetar salvo cuando se hizo el sorteo y se comprobó que Inglaterra se reservaba los mejores descansos y los menores desplazamientos. Brasil, Uruguay, Argentina, Italia y Hungría se sintieron muy perjudicadas. Árbitros, cuatro americanos, uno de Israel, uno de Siria y diecinueve europeos, de los que cuatro fueron ingleses.

Hubo por primera vez partido inaugural, adelantado a la primera jornada. Lo disputaron Inglaterra y Uruguay, tras una inauguración con mucho fasto: desfiles, discurso de Rous y saludo de la reina Isabel II a los veintidós jugadores, a pie de campo. Luego el partido en sí resultó un aburrimiento. Finalizó 0-0.

El máximo goleador de la competición fue Eusebio, portugués, con nueve tantos. En esta edición jugó el meta Carbajal su quinta Copa del Mundo, récord que aún nadie ha batido, aunque igualaría más adelante el alemán Matthäus. Carbajal apareció en 1950 y siguió en 1954, 1958 y 1962, siempre como titular. (En España se hizo muy conocido por sus gestos de dolor en Chile, tras encajar a última hora el gol de Peiró tras gran escapada de Gento). A 1966 ya fue como suplente, pero le dieron el tercer partido, que México empató 0-0 con Uruguay. Para entonces tenía los treinta y siete años cumplidos.

Se jugaron treinta y dos partidos, con 89 goles, 2,78 por partido. La asistencia dio un salto con respecto a Chile: 1 614 677 espectadores, 50 454 por partido.