Brasil repite título

El 17 de junio de 1962 hay 68 974 personas en el Estadio Nacional de Chile, entre ellas el presidente de la República, Jorge Alessandri. Hay buen ambiente con el Mundial, ha resultado todo bien y en la víspera Chile ha alcanzado el tercer puesto, al ganar 1-0 a Yugoslavia, partido arbitrado por el bilbaíno Juan Gardeazábal. La afición local no aspiraba a más. Sigue siendo, con diferencia, el mayor logro de Chile en un Mundial. La victoria en cuartos (2-1) sobre la URSS ha sido todo un acontecimiento nacional.

Checoslovaquia ha llegado ahí tras salir segunda del grupo que compartió con Brasil, en el que obtuvo una victoria sobre España (1-0), un empate con Brasil (0-0, el día que se lesionó Pelé) y una derrota con México (3-1). En cuartos ganó a Hungría (1-0) y en semifinales a Yugoslavia (3-1). Había mostrado poco, la verdad. Un gran medio, Masopust (jugador del Dukla de Praga, que sería Balón de Oro ese año), firme defensa y el mejor portero del campeonato, Schroif.

Brasil pasó el grupo con 2-0 sobre México, 2-1 sobre España y el citado 0-0 con su reencontrado oponente. En cuartos ganó a Inglaterra (3-1), con dos de Garrincha, convertido en el nuevo «O Rei». Y en la semifinal, apasionante, contra Chile, había ganado 4-2. Por cierto, la organización había alterado el diseño inicial de los cruces previstos, a fin de que en una coincidieran los dos europeos y en la otra, los dos americanos. Así se aseguraba una final Europa-América. Una golfadilla…

Y otra golfadilla: en el partido de semifinales, fueron expulsados Garrincha y Landa. El chileno, por desconsideración al árbitro; el brasileño, por una patada, muy cerca del final del partido, a Rojas, réplica airada a las muchas entradas que había sufrido durante el partido. Landa fue suspendido para el partido del tercer y cuarto puesto, a Garrincha se le permitió jugar la final.

La explicación de la diferencia resultó abstrusa. Landa hizo después una declaración poco brillante, hay que admitirlo. El árbitro había sido el peruano Yamasaki. Landa dijo, entre bromas y veras, que con ese apellido había pensado que sería japonés y que pensaba que no iba a entender lo que le estaba diciendo, que no fue nada bonito. Por eso le suspendieron. En cuanto a Garrincha, Yamasaki no había visto la patada de Garrincha a Rojas, que se produjo cuando el balón no estaba ahí. Le había avisado su linier de ese lado, el uruguayo Marino. Así lo puso en el acta. La Comisión de Disciplina leyó el acta y decidió que para sancionar habría que consultar a Marino. Pero cuando se quiso buscar a este, ya había emprendido viaje de regreso a su tierra y no se pudo dar con él. Así que se decidió hacer la vista gorda y dejar que jugara Garrincha, al fin y al cabo, y a falta de Pelé, el gran atractivo del encuentro. Garrincha había hecho un Mundial enorme. Y Checoslovaquia pesaba tan poco…

Con día soleado, salen al campo los dos equipos.

Brasil: Gilmar; Djalma Santos, Mauro, Nilton Santos; Zito, Zózimo; Garrincha, Didí, Vavá, Amarildo y Zagalo. Esta vez, sí, esta vez Brasil viste la verdeamarela. Ocho son campeones del 58, todos menos Mauro, Zózimo y Amarildo. A cambio, el equipo está cargado de años. Una gran mayoría ha pasado los treinta hace ya tiempo.

Checoslovaquia: Schroif; Tichy, Popluhar, Novak; Pluskal, Masopust; Pospichal, Scherer, Kadraba, Kvasniak y Jelinek. Un equipo fuerte, más bien obrero, con dos extremos brillantes y un grande en el centro del campo: Masopust. Viste con sus colores: camiseta blanca y pantalón rojo.

Arbitra Latychev, de la URSS. Un poquito de coba al bloque del Este, al que por fin se había conseguido incorporar de pleno a la causa, superando al menos en esto la Guerra Fría.

El partido empieza con alternancia, con una Checoslovaquia que no se encierra, sino que se despliega por todo el campo. Y marca pronto. En el 15’, hay una buena combinación en el centro del campo entre los centroeuropeos de la que de repente sale un pase profundo para Masopust, que se desprende de su posición de medio, se planta ante Gilmar y se la coloca suavemente por bajo. 0-1. Sorpresa. Pero la ventaja checoslovaca no llega ni a secarse. Solo dos minutos después, en el 17’, Amarildo hace una diablura: se escapa por la línea de fondo y cuando Schroif espera el centro le suelta un zambombazo, entre él y el palo, que se cuela como una exhalación hasta rebotar en la red lateral del otro extremo de la portería. Ha sido visto y no visto. Un gol de genio.

Así se va a llegar al descanso, en un partido vistoso en el que Garrincha se ve vigiladísimo por dos y hasta tres hombres. Pero no tanto Amarildo, que alterna posición con Zagalo, entre interiores y extremos ambos. En el 67’, Zito hace un pase a Amarildo, que encara y gana otra vez a su marcador, Tichy; Vavá corre en diagonal al primer palo, arrastrando defensas, pero Amarildo escoge el segundo, por donde ha aparecido por sorpresa Zito que, libre de marca, cabecea a puerta vacía, asegurando. 2-1. Y en el 78’, Didí entrega a Garrincha que, con los caminos cerrados una vez más, retrasa a Djalma Santos: este envía un centro fácil para Schroif que salta, pero el sol le deslumbra y el balón se le escurre absurdamente junto a la bota de Vavá, que no tiene más que empujar. Es el 3-1, es el título. Schroif, el mejor portero del campeonato, ha estado mal en el primer gol y garrafal en el tercero. Hay un gran apretón final de Checoslovaquia, pero Gilmar resuelve muy bien. Final y 3-1.

Stanley Rous (todavía no es sir) le entrega la estatuilla de Abel Lafleur a Mauro, capitán. En Río vuelve a desatarse un carnaval. Esta vez la palabra clave es «Bi». Brasil es la bi, es bicampeona. Como Uruguay. El Maracanazo va quedando atrás…