El bambino Franco Gemma

Después de haber sido cuartos en el Mundial de 1950, y habiendo sido designados cabeza de serie para el de 1954 en el convencimiento de que nos clasificaríamos, nos quedamos sin participar. Aquella fue la más bufa de las muchas peripecias dolorosas que hemos vivido en nuestra relación con la Copa del Mundo. Nos eliminó Turquía, por sorteo. La cosa fue así:

Por esta vez, novedad, no nos tocaba jugarnos la plaza con Portugal. El viejo criterio de la proximidad geográfica había dado paso a un modelo de sorteo menos condicionado. Nos tocó Turquía, a priori no demasiado rival. España podía sentirse segura, con los veteranos supervivientes del 50, más algunos nuevos grandes jugadores más el fabuloso Kubala, nacionalizado español a mayor gloria del Régimen, que lo presentaba como adalid de la lucha contra el comunismo. Kubala se había escapado de Hungría en el 49, y tras diversas peripecias había sido contratado por el Barça en la 50-51. Primero, como amateur, pronto ya como profesional.

La Federación estaba a cargo de Sancho Dávila, falangista sevillano de primera hora, que había cubierto la baja de Manuel Valdés Larrañaga, enviado de embajador a la República Dominicana. Sancho Dávila, que era hombre más de toros que de fútbol, confió la tarea de seleccionador a su dentista, Luis Iribarren, que había jugado en el Real Unión de Irún antes de la guerra, pero que estaba desconectado del fútbol para todo lo que no fuera charlar sobre el tema con sus clientes, entre los que se contaba el nuevo presidente federativo. Con Luis Iribarren como seleccionador y Ramón Encinas (este, sí, hombre metido en el fútbol de lleno) afronta España la eliminatoria con Turquía.

El primer partido se juega en Chamartín, el día de Reyes de 1954, ante 85 000 espectadores. Hay «sabor de Mundial». El cuarto puesto en Río ha abierto la ventana a la ilusión. El carácter entre mágico y bélico del rival turco contribuye al tirón. El equipo que sale a jugar es este: Argila; Lesmes I, Campanal II, Segarra; Bosch, Puchades; Miguel, Alsúa II, Venancio, Pasieguito y Gaínza. España gana bien, por 4-1. No ha hecho un gran partido, pero queda una sensación de superioridad que da confianza.

A pesar de eso, y por si acaso, se recluta para el partido de vuelta a Kubala. No va a ser su primer partido en la Selección, en la que ya había jugado tres partidos, pero sí el primer partido oficial. Quienes en la Federación conocen bien los reglamentos, saben que están forzando la legalidad. Las normas disponían que «un jugador que cambie de Asociación no estará calificado para representar a la nueva asociación hasta tanto no se haya naturalizado y resida durante un periodo de tres años en el territorio de la nueva asociación». Kubala residía en España de forma estable desde el verano de 1950, pero su nacionalización tenía fecha de 27 de junio de 1951, momento desde el que empezaba a correr la cuenta. No podía, pues, ser alineado en partido oficial.

Pero había que empatar o ganar en Turquía, porque no contaban los goles, sino los puntos. Perder por cualquier diferencia significaría ir a un partido de desempate. Así que Sancho Dávila y su dentista Iribarren decidieron tirar de Kubala, contando con que colara. Y coló. Pero no sirvió para nada, porque en un campo seco y pelado España perdió 1-0 un triste 14 de marzo, con esta alineación: Carmelo; Segarra, Biosca, Campanal II; Pasieguito, Puchades; Miguel, Venancio, Kubala, Alsúa II y Manchón. Fue un mal partido, un fracaso inesperado, pero corregible. La derrota nos remitía a un desempate que se concertó para Roma, tres días después.

Hay confianza. Una cosa es perder, uno a cero, por un descuido y en el seco y pelado campo de Estambul, y otra dejar escapar la oportunidad segura de un desempate en campo neutral, en el mullido césped del Olímpico de Roma. El miércoles 17 de marzo, una hora antes del partido, se visten los once que van a salir: Carmelo; Segarra, Biosca, Campanal II; Gonzalvo III, Puchades; Arteche, Venancio, Kubala, Pasieguito y Gaínza. Están los jugadores calentando en el vestuario, entre olor a embrocación, ruido de tacos en el suelo y balonazos contra la pared, cuando irrumpe en el vestuario Ottorino Barassi, miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA, que muestra a la delegación española un telegrama que acaba de recibir de la sede del organismo, en Zúrich. El texto reza:

«Zurich. Priére inspecter, pour Comission, match Espagne-Turquie, 17 mars, et rapporter. Stop. Attirer attention l’Espagne situation Kubala. Remerciements. Salutations. FIFA

En definitiva, pedían a Ottorino Barassi que llamara la atención a España sobre la situación de Kubala. Muy probablemente, aunque eso nunca quedó establecido, Hungría estaba detrás de ello. Kubala se había escapado de Hungría, su club, el Vasas, no había recibido aún indemnización alguna, y él estaba jugando en el Barça sin el transfer FIFA. Hungría era la mejor selección del momento (estaba reciente su 3-6 en Wembley) y una retirada suya hubiera dejado al Mundial sin su mayor atractivo.

Examinado el telegrama y conscientes de que Kubala no reúne aún el requisito de tres años de estancia en España tras la nacionalización, Sancho Dávila decide no arriesgar. Kubala se quita la camiseta con el nueve y se la da a Escudero, que jugará en su lugar. Pero España sale ya al campo algo alterada por el suceso, juega bien solo a ráfagas y no hace valer su superioridad. Arteche marca el 1-0 en el 18’, pero Turquía empata antes del descanso y se adelanta después. En el 79’, Escudero, el sustituto de Kubala (y máximo goleador en la historia del Atlético de Madrid) hace el 2-2. Ya no habrá más goles hasta el final, tampoco en la prórroga.

¿Entonces? Se improvisa un sorteo. En una copa se meten dos papeles, cada uno con el nombre de una de las selecciones. Sancho Dávila pone una cruz en la papeleta con el nombre de España. Se escoge como mano inocente a un muchacho de catorce años llamado Franco Gemma, un rondón curioso que se había colado hasta allí por puro descaro. Se le vendan los ojos, mete la mano en la copa, coge una papeleta, la saca, se la da a Ottorino Barassi, este la despliega y lee:

TURCHIA

Nos quedamos sin Mundial, en suma. Nadie lo podía creer, pero estábamos fuera de la forma más extravagante que podría esperarse. Turquía ocupó nuestro lugar como cabeza de serie. Y tuvo la cortesía de invitar para el primer partido al bambino Franco Gemma, del que en España se habló mucho, mucho, mucho…