La víspera de la final de 1938 la FIFA se reunió en la Plaza de la Concordia de París, a fin de escuchar las ofertas para organizar el Mundial de 1942. Argentina, Brasil y Alemania se postularon. Pero un año después ya estábamos en una guerra terrible, que iba a obligar a saltar dos turnos. Ni en el 42 ni en el 46 hubo Mundial, por razones obvias. La FIFA se reunió por primera vez tras la guerra el 1 de julio de 1946, en Luxemburgo. Allí seguía el infatigable Jules Rimet. En ese congreso se toman varias decisiones: se expulsa a Alemania y Japón, como culpables de la tremenda guerra desatada. Italia, que cambió de bando, se salva por eso, porque es doble campeona y por la figura de Ottorino Barassi, muy respetada. Al tiempo, reingresan las cuatro federaciones británicas, que habían entrado y salido dos veces de la FIFA, y que ahora ya vuelven para quedarse. Y se toma la decisión de reanudar el Campeonato del Mundo, y se designan Brasil para el cuarto y, en el mismo congreso, Suiza para el quinto.
En principio, se propuso que se celebrara en 1949, y así se fijó, pero luego pareció más prudente dejar pasar un año más, con lo que se daba un mayor tiempo para la reconstrucción tras la guerra y se recuperaba la cadencia anterior: los años pares no olímpicos, como ha seguido siendo hoy sin ninguna interrupción. Sale adelante también la propuesta de monsieur Seeldrayers, vicepresidente de la FIFA, de que la copa se llame en el futuro Copa Jules Rimet, en premio a los desvelos del viejo presidente. Se acepta por unanimidad.
Argentina, que aspiraba a la organización, se enfadó y no se inscribiría ni en el de 1950 ni tampoco en el de 1954, en parte por lo mismo y en parte por la pérdida de jugadores que sufrió con la fuga a la liga pirata colombiana, la flor y nata de toda una generación. Entre ellos, Di Stéfano, pero no solo él. Muchos más.
Hay problemas antes del Mundial entre Brasil y la FIFA. Brasil, que va a invertir mucho dinero en estadios, pide que el campeonato no se resuelva por eliminatorias directas, como los dos anteriores, sino que se haga con los dieciséis finalistas cuatro liguillas en grupos de cuatro, y finalmente una liguilla con los cuatro ganadores. Hay fuerte oposición en la FIFA. Muchos, con Henri Delaunay a la cabeza, valoran como esencial el sistema de eliminatorias directas. El asunto termina con la dimisión en 1948 de Henri Delaunay, brazo derecho de Jules Rimet, decepcionado porque este termina por aceptar la propuesta de Brasil. Rimet tomó en serio la amenaza de Brasil de abandonar si no se accedía a su petición. (Un año más tarde, Rimet conseguiría repescar a Delaunay).
Se inscriben veintiocho equipos de tres continentes, de los que salen catorce finalistas, a los que se añadirán el país organizador, Brasil, y el campeón, Italia. Pero a la hora de la verdad, renuncian tres: Escocia (que por no quedar primera en el grupo británico, que clasificaba dos, no sintió haberse ganado la plaza), Turquía y el miembro correspondiente del grupo asiático, que no llegó a disputarse entre Birmania e Indias Orientales. Se intentó invitar a Francia y Portugal, pero no aceptaron. En definitiva, los dieciséis finalistas se quedan en trece: siete americanos y seis europeos. Se forman dos grupos de cuatro, uno de tres y otro de solo dos. A saber: España, Inglaterra, Chile y Estados Unidos; Brasil, Yugoslavia, Suiza y México; Suecia, Italia y Paraguay; finalmente, Uruguay-Bolivia. La asimetría de los grupos se debe a que las ausencias se anunciaron cuando ya estaban sorteados.
El campeonato se extendió del 24 de junio al 16 de julio, y se jugó en seis ciudades: Río de Janeiro, São Paulo, Belo Horizonte, Porto Alegre, Curitiba y Recife. Brasil inauguró para este campeonato el fabuloso estadio de Maracaná (llamado así por un riachuelo que pasa por la zona), capaz para 200 000 espectadores, el mayor del mundo en todas las épocas. Se le dio el nombre de un periodista deportivo muy admirado en el país, Mario Filho, fundador del Journal dos Sports. El estadio fue reformado y reducido para la Confecup de 2013. Hubo doce árbitros europeos, mayoría de británicos, y tres americanos, los tres brasileños. Por primera vez un español arbitró un partido de la Copa del Mundo. Fue Ramón Azón, a cuyo cargo estuvo el Brasil-Suiza, en la primera fase. El partido acabó 2-2, con gran susto para los locales.
Se utiliza balón con costuras, marca Superball, brasileño, de color cuero. Por primera vez en un Mundial, los jugadores llevan números indicativos en sus camisetas. Del 1 al 11. No todos el mismo número durante el campeonato, como se haría más adelante. Los números habían sido introducidos por Herbert Chapman en el Arsenal en 1929, pero en la Copa del Mundo aún no habían sido utilizados.
Los cuatro campeones de grupo, España, Brasil, Suecia y Uruguay, jugaron una segunda liguilla. No había propiamente una final, sino que se contabilizaban los puntos. En la práctica, quedó para último partido el decisivo Brasil-Uruguay. Pero si llega a haber empate, Brasil hubiera sido campeón. Ganó Uruguay 2-1 y eso le valió el título… por puntos en esa liguilla, no estrictamente por haber ganado ese partido.
Se jugaron veintidós partidos, con una cosecha de 88 goles, una media exacta de cuatro por partido. El máximo goleador fue Ademir, con siete, y el mejor jugador, según casi todos los criterios, Zizinho, ambos brasileños. Al total de veintidós partidos acudieron 1 045 246 espectadores, con una espectacular media por partido de más de 47 511.