Jules Rimet decidió que el tercer Mundial se celebrase en Francia. Quiso compensarse así de tantos desvelos, pero provocó una fuerte decepción en América, que se creía con derecho al criterio de alternancia, y que por tanto la Copa volvería a cruzar el océano. El enfado fue particularmente grande en Argentina, que aspiraba a organizarlo. Al fin y al cabo, había sido subcampeona en el 30 y al Mundial del 34 asistió, contra viento y marea aunque con un equipo amateur, pero había asistido. Uruguay, que mantenía el despecho por tantas ausencias en su campeonato de 1930, tampoco se apuntó. Y tras ellas, las deserciones americanas se sucedieron en cascada.
Se inscribieron veintiún países europeos, a los que se reservaron trece plazas. De América, tras muchas renuncias y eliminatorias incompletas, viajaron a Francia, Brasil y Cuba. Asia envió a las Indias Orientales Holandesas, o Surinam, el territorio que hoy es Indonesia. (En algunos tratados, se confunde con las actuales Antillas Holandesas). Fue el primer participante asiático en una fase final.
España no estuvo, por supuesto. Estaba envuelta en la Guerra Civil, que sería una especie de adelanto de la guerra europea, que ya se venteaba. Cuando se inauguró el Mundial, estaba expuesto en París el Guernica, de Picasso. Francia, como país organizador e Italia, como campeona, se clasificaron de oficio. Éste fue el primer torneo que el campeón jugaba por serlo, privilegio que se mantendría hasta 2002. Se jugó, como el anterior, por eliminatorias directas. Jules Rimet, en persona, presidió el sorteo y encargó a su nieto Yves Rimet que fuera la mano inocente que sacara las papeletas.
El campeonato comenzó el 4 de junio y se completó el 19 del mismo mes de 1938. Se estrenó un nuevo balón, marca Allen, sin cordón. Patentado por tres argentinos: Antonio Tossolini, Juan Valbonesi y Luis Polo, tenía una cámara con válvula incorporada, que se podía hinchar por inyección. Con esa innovación fueron desapareciendo los pañuelos en la cabeza de los jugadores, entonces bastante frecuentes, porque el roce de los viejos cordones hacía daño cuando el balón llegaba fuerte y con efecto.
Se jugó en nueve ciudades: París, Le Havre, Lille, Marsella, Antibes, Burdeos, Reims, Estrasburgo y Toulouse. Rimet encontró en la preparación tantas dificultades que llegó a pensar en compartir sede con Bélgica, pero finalmente encontró la suficiente colaboración en el Estado y en los ayuntamientos.
De nuevo todos los árbitros fueron europeos. La táctica imperante seguía siendo el método, el 2-3-5, pero ya en este campeonato Karl Rappan empezó a experimentar con el cerrojo, al quitar un hombre de la delantera para poner un tercer defensa, por detrás de los dos de la formación clásica, con lo que pasaba a ordenar al equipo en un 3-3-4. Se jugaron dieciocho partidos, con una asistencia de 483 000 espectadores, una media de 26 833, lo que mejoraba los dos anteriores campeonatos, para satisfacción de Rimet. Se marcaron 84 goles, 4,67 por partido. El máximo goleador fue el brasileño Leónidas, con siete.