El 30 de junio de 2009, un desconocido publicó en Internet un conjunto de números primos grandes. Ese sencillo gesto conllevó una gran labor previa de computación y provocó la ira de un fabricante de calculadoras. El motivo no es meramente académico, ya que esos números primos se utilizan para operaciones criptográficas. Una buena parte de todo el comercio electrónico mundial, incluyendo la banca online, sustenta su seguridad en números primos.
Entender la hazaña del desconocido calculador de primos nos llevará un buen rato, y me temo que necesitaremos echar mano de las matemáticas. Imagino su cara de desilusión en este momento. Usted, amable lector, llega a estas líneas esperando leer una historia amena, y en su lugar el autor le amenaza con una clase de matemática avanzada. Bien, le propongo un trato. Voy a saltarme la parte complicada y mantendré lo justo para que usted sepa de qué estamos hablando; por su parte, usted no se enfadará si no soy riguroso en mis explicaciones. Incluso le daré la posibilidad de saltarse la parte del cálculo.
¿Hay trato? Estupendo. Vamos allá.