Capítulo 77

La sala de control era muy amplia.

Tenía más o menos cien metros de largo y unos cincuenta de ancho, abarcaba todo el espacio del techo sobre el que estaba la pista de los autos de choque. Al entrar, Birch vio en la pared a la izquierda una serie de interruptores, palancas y paneles. Había también dos docenas de monitores que, pensó Birch, debían de estar conectados a las cámaras de circuito cerrado repartidas por todo el parque.

Los tres hombres de la Unidad de Ataque estaban en la sala oscura y con las linternas en la mano analizaban la instalación eléctrica. Birch caminaba de un lado a otro.

Detrás de él, Johnson examinaba los numerosos mapas y planos pegados en la pared, que mostraban todos los detalles de cada atracción del parque.

—¿Por qué pondría Paxton todos estos detalles en un libro? —preguntó el sargento enfocando los planos con la luz de su propia linterna.

Birch ignoró la pregunta, estaba recorriendo con la vista la miríada de instrumentos que se desplegaban frente a él.

—Si realmente estuviésemos dentro de un libro que él escribió… —continuó Johnson, sin acabar la frase.

—Tiene que haber un generador en algún sitio —lo interrumpió Birch—. Una manera de activar la electricidad del parque.

—Según esto —respondió Johnson golpeando el mapa—, se encuentra a cincuenta metros de aquí. Detrás de unas atracciones infantiles entre la Casa de la Risa y la Sala de los Espejos.

—Tenéis que encontrarlo —dijo Birch a dos de los hombres de la Unidad—. Si es posible, poned en marcha el generador. Nosotros nos encargaremos de activar la electricidad.

—¿Por qué? —preguntó Johnson.

—Si conseguimos hacer funcionar esas cámaras de circuito cerrado, podemos dejar a un hombre aquí mientras nosotros seguimos inspeccionando. Si algo se mueve él podrá verlo. —Birch le hizo una seña al tercero de los policías armados.

Los otros dos hombres vacilaban aún en la puerta.

—Vamos, id a poner en marcha ese generador —insistió Birch.

Ambos se marcharon, sus pasos retumbaron en la escalera mientras bajaban.

Birch se metió una mano en el bolsillo y sacó un cigarrillo. Lo encendió y le dio una intensa calada.

—¿Y si Megan Hunter nos ha mentido?

La pregunta quedó suspendida en el aire lleno de polvo, Birch no le hizo caso.

—Jefe, he dicho…

—Te he oído —le espetó Birch, estudiando aún los interruptores y paneles que tenía delante—. ¿Mentido en qué, Steve? ¿Acaso todo esto te parece una mentira? ¿Fruto de la imaginación?

Birch dio un golpe al respaldo de la silla que tenía delante y levantó más polvo todavía.

—Aún no hemos encontrado ninguna prueba de que aquí haya alguien y ya hemos inspeccionado la mitad del lugar.

—¿Estás dudando de lo que te dicen tus propios sentidos? —lo desafió Birch—. Puedes ver el lugar. Olerlo. Tocarlo.

Y como para reforzar sus palabras, alargó un brazo y pulsó uno de los interruptores que había cerca de él.

—¿Podemos comunicarnos con el mundo exterior desde aquí? —preguntó el joven sargento.

—Inténtalo —le propuso Birch.

Johnson sacó su móvil del bolsillo. No tenía cobertura. Birch miró el suyo; tampoco.

Hubo un largo silencio, que Johnson finalmente se decidió a romper.

—Cuando hayamos terminado, jefe —dijo titubeando—, cuando hayamos atrapado al asesino, nos pondremos en contacto con Megan Hunter para que nos saque de aquí, ¿verdad?

Birch aprobó con la cabeza.

—¿Y si no puede? —insistió el joven.

Birch miró seriamente a su compañero, buscando las palabras sin estar muy seguro de poder encontrarlas.

El ruido de la radio interrumpió el silencio.

—Aquí unidad uno —dijo una voz metálica, ahogada por un violento ruido de interferencia.

—Escucho —respondió Birch desde su radio—. ¿Qué habéis encontrado? Corto.

—… encontrado el generador… esto… pero… funciona…

—Mierda —gruñó Birch—. Repite —dijo levantando la voz—. Tus frases llegan entrecortadas.

—… el generador… es…

—Vamos, carajo —bramó el inspector, que fulminó con la mirada la radio, como si eso pudiese hacerla funcionar mejor.

Hubo otro ruido tremendo de interferencia, tan fuerte que Birch se apartó la radio de la oreja.

—… el nivel de combustible… es bueno… esto…

La interferencia se había vuelto insoportable. Birch fue hacia la puerta de la sala de control con la esperanza de obtener una mejor recepción.

—Unidad uno, escucho —dijo a la radio—. Repite lo que decías sobre el generador. Corto.

—El nivel de combustible es alto —dijo la voz desde la otra radio con una claridad que Birch agradeció—. Da la impresión de que el generador haya sido recientemente utilizado.

Birch se volvió para lanzar una mirada fugaz a Johnson, que lo había seguido por toda la sala. El sargento miró con perplejidad a su superior.

—Ponedlo en marcha —ordenó el inspector—. ¿Entendido? Poned en marcha el generador.

Se oyó un sonido sordo a través de la radio.

—El generador está encendido —informó la voz desde la otra radio.

—Enciende los interruptores, Steve —dijo entonces Birch a Johnson—. Todos.

El sargento dio media vuelta, se dirigió hacia la sala de control y comenzó a pulsar todos los botones e interruptores que iba encontrando. Los tubos de neón del techo se encendieron, invadiendo la sala de control con una fría luz blanca. Cuando pulsó un botón rojo de debajo del tablero de los monitores del circuito cerrado, las pantallas parpadearon y se encendieron una tras otra, cada cámara mostrando un rincón distinto del parque de atracciones.

—Unidad uno —dijo Birch por radio—. Adelante con la inspección. Corto.

Se oyó una fuerte interferencia en la línea, pero nada más.

—Unidad uno, escucho —insistió Birch.

Hubo una nueva interferencia.

Después algo más.

Un grito de dolor y terror.

Birch miró la radio como si ésta pudiese mostrarle el motivo del aullido.

—¡Unidad uno, escucho! —gritó Birch a la radio.

Otro grito. Era un sonido que helaba la sangre.

Y luego la breve detonación de un disparo.

—… Dios… fuera de aquí. —Los sonidos que provenían de la radio eran aterradores. Como si alguien la hubiese conectado directamente con una pesadilla—. Por favor… maldito… No… No… Oh, Dios…

—Quédate aquí —le gritó Birch a Johnson mientras salió disparado hacia la escalera. Su mano ya estaba buscando la pistola en la chaqueta.