—No esperaba volver a verte. —Megan Hunter se pasó una mano por el cabello despeinado y se ajustó un poco más la bata—. Sobre todo a estas horas de la madrugada. Te había dicho que tenía varias entrevistas y que quería descansar…
—Es importante —dijo Birch interrumpiéndola—. No te habría molestado si no lo fuera.
Megan suspiró. A Birch le sorprendió lo pálida que estaba. Sus oscuras ojeras parecían pintadas con carbón. Sin el maquillaje se la veía lánguida y pálida.
¿Era a causa del cansancio o por la enfermedad?
—Tengo que hablar contigo —dijo Birch en voz baja—. Y sería mejor hacerlo en tu habitación y no en el pasillo.
Megan se hizo a un lado de mala gana para dejarlo entrar en la habitación del hotel.
Birch la miró mientras ella encendía algunas lámparas, se tumbaba en la cama y cruzaba las delgadas piernas.
—Bueno, ¿vas a decirme que es eso tan importante? —preguntó haciéndole una seña para que se sentara.
—Quería decírtelo yo mismo —contestó él sentándose a los pies de la cama.
Megan se encogió de hombros.
—John Paxton ha sido asesinado esta noche, en la habitación de su hotel —dijo el detective—. Por la misma persona que mató a Denton, a Corben y a Sarah Rushworth.
Por un momento, Megan lo miró sin reaccionar.
—¿No dices nada? —preguntó Birch en voz baja—. La noticia no parece afectarte. Sobre todo teniendo en cuenta que tú y Paxton fuisteis amantes. Y que tuviste un hijo con él.
—Eso fue hace diez años.
—¿Nunca piensas en eso? ¿En lo que hubo entre tú y Paxton?
—¿Has venido a comunicarme que ha muerto o a psicoanalizarme?
—Sentía curiosidad.
—Supongo que forma parte de tu trabajo.
—Tuviste una historia con Paxton hace diez años.
—Como tantas otras mujeres —replicó ella—. Pregúntale a su mujer. Si alguien en el mundo quería matarlo, esa persona era ella.
—Te quedaste embarazada de él y tuviste el niño. La relación entre vosotros debió de ser algo más que una aventura. ¿Estabas enamorada de él?
—¿Qué tiene eso que ver con su muerte?
—Es lo que quisiera entender.
—Crees que hay algo extraño sólo porque me vienes con la noticia de que John Paxton ha sido asesinado y yo no me echo a llorar. Me quedé embarazada de él sin que eso estuviese previsto. Son cosas que pasan. —Amontonó un par de almohadas detrás de ella y se reclinó.
—¿Cómo reaccionó Paxton cuando lo supo?
—No quería que tuviese el niño. Decía que arruinaría mi carrera antes de empezarla. Yo ya había publicado mi primera novela. —Sonrió con tristeza—. Por supuesto, tampoco quería que su mujer descubriera lo que había pasado. Insistió en pagarme el aborto, pero yo decidí tener el niño.
—¿Eres católica?
—No, no soy católica. Pero los católicos no tienen el monopolio de la conciencia en lo que se refiere a la decisión de abortar. Pensé darlo en adopción o incluso quedármelo. —Bajó un poco la mirada y el tono de la voz—. Sin embargo, surgieron problemas. El niño había nacido con el síndrome de Gushing. Es una alteración que afecta a la glándula pituitaria y hace que el cuerpo del niño se desarrolle dos veces más de lo que debería. También puede causar deformaciones, dado que el cuerpo no es capaz de asimilar un crecimiento tan acelerado.
—¿Esa fue la causa de la muerte del niño?
Megan asintió con la cabeza.
—Yo estaba dispuesta a quedármelo, pero Paxton no quería saber nada; sólo me ofreció darme algo de dinero cada mes. Los médicos también estaban en contra, pero al final nada de eso importó. —Megan lo miró—. Tenía poco más de un año cuando murió, como ya sabes.
—¿De modo que te quedaste embarazada cuando estabas investigando para tu libro sobre Dante? Cuando descubriste a Cassano y su filosofía.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—¿Paxton estaba contigo en Italia?
—El niño fue concebido allí.
—¿Sabía algo sobre la filosofía de Cassano? ¿Acerca de la idea de que las personas creativas pueden entrar y salir de lo que ha sido concebido por sus mentes?
—Sí, lo sabía.
—¿Y creía en eso?
—¿Y eso qué tiene que ver con su muerte, David?
—Encontramos una hoja de su último libro en el ataúd de Frank Denton cuando lo exhumamos anoche. La caja, por cierto, estaba vacía. El cuerpo de Denton ha sido robado. ¿Pudo Paxton haber sido el responsable? También había pasta de papel en el ataúd, como en todas las escenas de los crímenes. ¿Pudo Paxton haber escrito un pasaje o un capítulo de un libro en el que el cuerpo de Denton fuera robado?
—¿Estás diciéndome que ahora, de pronto, crees en lo que te conté sobre la filosofía de Cassano?
Birch se quitó lentamente la chaqueta, se deshizo también el nudo de la corbata y comenzó a desabrocharse los botones de la camisa.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Megan.
Se abrió un poco la camisa y le mostró la espalda con los arañazos que aún estaban rojos.
—¿Sabes lo que pasó? —le preguntó.
Megan dijo que no con la cabeza.
—La otra noche soñé contigo —le explicó—. Estábamos haciendo el amor. Y mientras lo hacíamos me arañaste aquí. —Se tocó las marcas en la espalda—. En el sueño yo te besé la espalda. Tienes un lunar en el omóplato izquierdo y otro en la parte baja de la espalda, a la izquierda de la columna. ¿Cómo podría saberlo sin haberlos visto? ¿A menos que te haya visto desnuda?
Megan se levantó y comenzó a desatarse lentamente el cinturón de la bata. Terminó de soltárselo y dejó caer la bata a sus pies. Birch la miraba sin parpadear, desnuda frente a él, y recorría con la mirada las sensuales curvas de su cuerpo. Ella se dio la vuelta lentamente y él le miró la espalda.
En particular el lunar del omóplato izquierdo, que era un poco más grande que el de abajo.
—A veces lo único que necesitas es creer —dijo ella pausadamente.