Capítulo 58

Durante un momento Birch se quedó sin habla. Miró a Crombie acusadoramente, como si la información que acababa de comunicarles hubiese tenido que dársela en cuanto entraron por la puerta.

—¿Cuánto tiempo hace de eso? —preguntó Birch entre dientes, entrando de nuevo en el despacho con Johnson, que cerró la puerta tras ellos.

—Bueno, no lo recuerdo bien —respondió Crombie—, no es mi especialidad; pero creo que fue hace más o menos diez años.

—¿El doctor que la asistió en el parto todavía trabaja aquí?

—No. De hecho dejó la clínica poco después.

—¿Sabe dónde se lo puede encontrar ahora?

—Murió, pobre hombre. En realidad se suicidó. Una historia tremenda. Creo que se sentía responsable de lo que pasó con el niño.

—¿A qué se refiere?

—El niño murió. No debía de tener más de un año. A eso me refería antes, cuando les he dicho que en la carrera de un médico hay momentos difíciles. Una historia muy triste, más aún si pensamos que ahora la señorita Hunter está enferma. Primero tuvo que pasar por la muerte de su hijo y ahora esto. Son cosas que nos hacen pensar que, en la vida, algunas personas están condenadas a sufrir más que otras.

—¿Por qué el doctor que la asistió en el parto se responsabilizaba de la muerte del bebé? —insistió Birch.

—Lo siento, no conozco los detalles.

—¿Los documentos del nacimiento todavía están en la unidad de la maternidad?

—Supongo que sí.

—Quisiera verlos.

—Inspector, esto se está convirtiendo en algo así como una invasión de la intimidad de Megan Hunter. —Levantó las dos manos y negó con la cabeza—. No, lo siento, no puedo consentirlo. Y si usted considera que es obstrucción a la justicia, estoy dispuesto a asumir las consecuencias. Si usted quiere examinar los documentos relativos al niño tendrá que venir con los papeles correspondientes.

Birch asintió.

—Está bien —dijo.

Se quedó un momento inmóvil, sin apartar la mirada de Crombie.

Toda la escena parecía el fotograma congelado de una película. Después el inspector se dio la vuelta y la película se puso otra vez en marcha.

Los dos policías salieron del despacho. Crombie los acompañó para asegurarse que abandonaban realmente el edificio.

Cuando el trío llegó al vestíbulo de entrada, la recepcionista los miró preocupada.

—No pasa nada, Louise —la tranquilizó Crombie—. Estos caballeros se marchan ya.

La recepcionista asintió y cogió el teléfono, que había empezado a sonar.

—Gracias de nuevo por su ayuda, doctor —dijo Birch—. Quizá volvamos para consultar esos documentos de que hemos hablado.

—Cuando usted quiera, inspector. Si viene con la autorización correspondiente no habrá ningún problema. Sin embargo, lo correcto sería que informara a Megan Hunter si decide seguir investigando sobre ese desafortunado caso.

—¿Sin decirle que usted me ha hablado de su enfermedad? —preguntó Birch irónicamente.

—Ha sido una información que les he dado de buena fe —replicó bruscamente el doctor—. Tratado de ayudar. De ahorrarle más sufrimientos a Megan Hunter.

—Y se lo agradezco. Si no quiere que vuelva a consultar esos documentos, quizá pudiera hacer otra cosa por mí.

—¿Qué cosa?

—¿Recuerda quién era el padre del hijo de Megan Hunter?

—Perfectamente. No es alguien a quien uno olvide con facilidad. Él también es escritor. De mucho éxito. Su nombre es John Paxton.