Capítulo 1

Londres, lunes 15, 12.32

El coche pasó casi rozando el autobús.

Las ruedas chirriaron sobre el asfalto cuando el Renault derrapó. El conductor del autobús hizo sonar la bocina airadamente, un ruido añadido a los muchos que ya llenaban la calle.

El inspector David Birch aferró el volante con más fuerza y continuó, apretando un poco más el acelerador. Tenía los ojos clavados como rayos láser delante de él, en el Nissan plateado al que estaba persiguiendo y que también aceleró y pasó rozando un Mini mientras se abría paso entre el tráfico de Jamaica Road.

Otras bocinas resonaron ante los dos coches que se perseguían, con Birch tratando de mantener como fuese el Renault pegado al Nissan, que parecía volar. Tenía la cara bañada en sudor y la camiseta se le quedaba pegada al respaldo del asiento.

—¿Dónde carajo está yendo? —murmuró Birch, al darse cuenta de que estaban acercándose a otra serie de semáforos.

El Nissan no mostró ninguna intención de disminuir la velocidad y pasó el cruce con el semáforo en rojo.

Birch lo siguió sin vacilar.

A su lado, en el asiento del acompañante, el sargento Stephen Johnson miró el reloj.

—Hace quince minutos que estamos intentando darle caza a ese bastardo —dijo.

Birch bajó la mirada hacia el salpicadero: el depósito estaba medio vacío. Vio un trecho de camino despejado y aceleró.

—Quizá se le acabe la gasolina —dijo Johnson esperanzado, señalando con la cabeza el Nissan.

—¿Dónde se ha metido nuestro maldito refuerzo? —preguntó Birch—. Llevamos siguiéndolo desde Canning Town.

—Unas unidades se están moviendo paralelas a nosotros. Y hay otras más adelante.

—Diles que corten todas las carreteras que cruzan el río.

Johnson se acercó el micrófono a la boca.

—Aquí unidad siete —dijo, aferrándose al borde del asiento cuando Birch adelantó a otro coche y las ruedas mordieron el bordillo—. Estamos en St Thomas Street y nos dirigimos a Borough High Street. Hay que impedir que el sospechoso cruce el río. Hay que bloquear el puente de Londres.

Unos segundos después, una voz metálica retumbó en el coche.

—Estamos cerrando la A3, cerca del puente de Londres —dijo, antes de disolverse en la interferencia estática.

Más semáforos. Esta vez en verde. Más allá, Birch divisó un paso de peatones. Había gente esperando a ambos lados de la calle.

—Mierda —murmuró, cuando vio que el Nissan pasaba sobre las líneas negras y blancas.

Un hombre que se disponía a cruzar tuvo que retroceder precipitadamente al ver que el Nissan no tenía intenciones de detenerse.

El vehículo plateado pasó casi rozándolo y luego zigzagueó a izquierda y derecha, cerrando el camino a otros coches. Dos vehículos chocaron delante del Renault y por un momento dejaron la calle bloqueada.

—Estamos llegando a Southwark Street —dijo Johnson al micrófono.

Desde una calle aledaña, Birch vio una moto de la policía aparecer y salir disparada hacia el Nissan.

Desde arriba le llegó otro sonido. El helicóptero policial bajó del cielo en picado y se mantuvo en el aire como un ave de presa. Siguió por un momento la carrera de los dos coches y después volvió a elevarse.

Birch apretó el volante con más fuerza y continuó.