El anillo de Wagner
menudo se ha citado la primera representación de El Anillo de los Nibelungos de Richard Wagner en 1876 como la primera gran expresión de la identidad de la recientemente unificada nación germana. Sin duda, para Wagner el arte era tanto un acto político como estético, y con el Anillo intentaba resucitar una herencia mitológica y crear un arte nacional, mostrando que había una profunda relación entre el arte y el mito. Pensaba que el verdadero arte surgía de las profundidades primordiales del ser colectivo de un pueblo, el «Volk». El Anillo fue un acto deliberado que proclamaba la identidad germana y afirmaba que la raíz de esa identidad se encontraba en la tradición épica germánica de los mitos de la búsqueda del anillo.
Aunque criticado por haber manipulado y distorsionado el mito nórdico y la literatura medieval germana, el genio de Wagner reconoció el significado del mito del anillo y la importancia de darle nueva vida. Por otra parte, hay que admitir que la ópera de Wagner transmite brillantemente el vasto espíritu de esta antigua historia en una escala épica. Así como la Saga de los Volsungos y Los Nibelungos fueron interpretaciones de la búsqueda del anillo apropiadas para la Edad Media, El Anillo de los Nibelungos de Wagner lo fue para el espíritu de su época.
En la segunda mitad del siglo XIX las mitologías teutonas en la literatura europea despertaron un nuevo interés. Fue William Morris quien (con Eirikr Magnusson) publicó la primera y vigorosa traducción de la Saga de los Volsungos en 1870. La épica islandesa, dijo, era como la Ilíada de la Europa del norte. Más adelante Morris la continuó con otro poema de extensión épica, Sígurd the Volsung, que apareció en 1876, el año en que El Anillo de los Nibelungos de Wagner se representó por primera vez en Bayreuth.
Para el dramaturgo, crítico y ensayista George Bernard Shaw el Sígurd de Morris era uno de los monumentos del siglo. Shaw escribió también lo que es quizá el análisis más brillante y excéntrico de la ópera de Wagner en el The Perfect Wagnerite. (El Anillo de los Nibelungos sería de alguna manera una alegoría sobre el socialismo: ¡la clase trabajadora de Manchester eran los desdichados enanos esclavos nacidos en el infierno del maligno y dictatorial Alberico!).
El gran dramaturgo noruego Henrik Ibsen adaptó la Saga de los Volsungos en una obra temprana, The Vikings at Helgeland, y más tarde recurrió a esos mismos elementos y temas en obras tan maduras como Peer Gynt. Durante este período, el gran poeta inglés Matthew Arnold escribió Balder Dead, mientras Andrew Lang, George McDonald y Henry Wadsworth Longfellow popularizaban los mitos y leyendas teutones en el mundo de habla inglesa. En el continente, se publicó la trilogía Die Nibelungen de Christian Kebbel, y un monumental y muy influyente estudio: Teutonic Mythology de Jacob Grimm.
Sin embargo, de todas esas obras, sólo El Anillo de los Nibelungos de Wagner abarca todos los temas de la leyenda del anillo: míticos, históricos y espirituales. En las cuatro partes del ciclo operístico (El Oro del Rin, Las valkirias, Sigfrido, El crepúsculo de los dioses) volvió a forjar el anillo.
El Oro del Rin
ESCENA I
En lo hondo de un río límpido y verde las tres ninfas del agua —las Doncellas del Rin— juegan y cantan. Son las hermosas hijas del Rin que son espiadas por Alberico el Nibelungo. El feo enano ha penetrado en su reino acuoso donde lasciva e infructuosamente persigue a las juguetonas ninfas. Aún encolerizado por las burlas de las ninfas, un dorado y brillante centelleo seduce de pronto al enano. Los rayos del sol iluminan un dorado pináculo de roca que llena el oscuro río con una titilante luz de oro. Las ninfas cantan alabanzas a ese tesoro, el Oro del Rin, una piedra que —si se forjara en un anillo de oro— permitiría a su poseedor convertirse en señor del mundo. Sin embargo, el Oro del Rin sólo puede ser tomado y dominado por aquel que esté dispuesto a maldecir el amor y renunciar a todos sus placeres. Como en cualquier caso Alberico es demasiado feo para conquistar el amor, se quedará con el poder: pronuncia un juramento de renuncia al amor. Entonces el nibelungo arranca el Oro del Rin del pináculo y huye en la oscuridad.
ESCENA II
El amanecer llega hasta la cumbre de una montaña por encima del Valle del Rin donde duermen Votan, Rey de los dioses, y la Reina, Frígida. En la distancia se yergue un magnífico castillo con almenas centelleantes sobre una cima increíblemente alta. Frígida despierta a Votan, y el dios mira con complacencia el recién terminado reino de los dioses. Es un reino que ha sido construido con la fuerza de los gigantes, pero concebido en los sueños de Votan. Por desgracia, el precio prometido a los gigantes Fasolt y Fafner por la construcción del reino fue la mano de la hermana de Frígida, Freya, la diosa de la juventud. No obstante, al perder a Freya los dioses se desprenderán también de las doradas manzanas de la inmortalidad de las que ella es guardiana. Y sin esa fruta pronto envejecerán y morirán. Cuando los gigantes vienen a cobrar el precio, Donner, el dios del trueno; Froh, el dios de la primavera, y Loge, el tramposo dios del fuego, se plantan junto a Votan para defender a Freya. Pero el trato no se puede quebrantar, pues Votan ha jurado cumplirlo sobre la sagrada lanza de la ley. Depende de Loge proponer un precio alternativo. Los gigantes aceptan: el anillo del Nibelungo que Alberico ha forjado del oro de los Nibelungos y que él mismo ha robado, junto con todos los tesoros en oro que ha llegado a acumular. Loge revela también que si no le quitan el anillo a Alberico, éste no tardará en gobernarlos a todos. Los gigantes se llevan a Freya como rehén mientras Votan y Loge descienden a las entrañas de la tierra en busca del reino de Alberico el Nibelungo.
ESCENA III
Las cavernas subterráneas de Nibelheim, hogar de los enanos Nibelungos, es un vasto laberinto de piedra compuesto de túneles y cámaras, un mundo sombrío y siniestro iluminado sólo por el resplandor rojo del horno y la forja. Ahí, Alberico, el señor del anillo, atormenta a su esclavizado hermano Mime, que acaba de terminar la forja del yelmo mágico llamado Tarnhelm, de acuerdo con las órdenes de Alberico. Tarnhelm tiene el poder de convertir a quien lo lleve en invisible, o cambiarlo a la forma que desee. También es capaz de transportarlo a cualquier lugar. Alberico se pone el Tarnhelm en la cabeza y de inmediato desaparece. El invisible Alberico patea entonces y golpea cruelmente a Mime hasta que éste implora piedad. Encantado con su juguete nuevo, Alberico baja a aterrorizar a sus otros enanos esclavizados. Mime está lamentando su esclavitud cuando Votan y Loge entran en la caverna. Alberico regresa pronto, empujando a los enanos que portan su tesoro delante de él. Apilan un enorme tesoro del oro más puro; Alberico saluda con desprecio a los invitados y proclama con arrogancia que acumulará una riqueza y un poder tan vastos que conseguirá vencer a los dioses y gobernará el mundo. Votan apenas es capaz de dominarse, pero el astuto Loge adula al enano y le pregunta por los poderes de Tarnhelm. ¿De verdad puede cambiar la forma de un hombre?, pregunta. Por supuesto, responde Alberico y en el acto se convierte en un enorme dragón. Loge finge miedo y asombro, pero luego sugiere que sin duda sería impresionante si el enano pudiera convertirse en algo realmente pequeño, como un sapo. Neciamente Alberico lo complace y se transforma en un sapo diminuto. De inmediato Votan se le echa encima mientras Loge le arrebata Tarnhelm. Cuando Alberico recupera su forma, es atado y llevado a rastras como un cautivo.
ESCENA IV
El inmovilizado Alberico ha sido transportado a la cumbre de la montaña nublada sobre el Rin, donde se estableciera el trato con los gigantes, y allí es obligado a entregar todo el oro, junto con Tarnhelm y el anillo. El encolerizado enano se niega, pero finalmente lo dejan sin nada. Una vez humillado, lo liberan, y el furioso Alberico lanza una maldición de desastre y muerte sobre cualquiera que ostente el anillo. Poco después, todos los dioses se reúnen con los gigantes Fasolt y Fafner, y Freya como rehén. Fasolt está enamorado de la joven, pero acuerda aceptar el oro sólo si alcanza para ocultarla a los ojos de los demás. Los dioses apilan todo el oro alrededor de Freya, pero Fasolt aún es capaz de verle el brillo de los cabellos, de modo que Loge entrega Tarnhelm para terminar de cubrirla. Freya parece del todo tapada, pero Fasolt grita que todavía puede verle el destello de un ojo. Los gigantes exigen el anillo para cerrar esa abertura, pero Votan está subyugado por el poder del talismán y no quiere entregarlo. Mientras, Loge lo reclama para sus legítimas propietarias, las Doncellas del Rin. En medio de la pelea, la tierra se abre y Erda, diosa de la tierra, se eleva desde el suelo. Es el espíritu del mundo y la profetisa de los dioses. Le ordena a Votan que entregue el anillo o los dioses y todo su reino se perderán. Casi de inmediato cae el azote de la maldición del anillo cuando los gigantes luchan por él. Fafner asesina brutalmente a Fasolt y se lleva el anillo y el tesoro. Donner se adentra en la bruma de la montaña donde se oye el trueno del martillo y se ven unos relámpagos mientras forja un Puente de Arcoiris. El puente se arquea sobre el aire y sube hasta el gran castillo de los dioses, que en ese momento Votan llama Valhalla. Votan conduce la procesión divina por el Puente del Arcoiris hacia Valhalla, mientras que muy abajo las Doncellas del Rin lloran la pérdida del oro.
Las valkirias
ACTO I. ESCENA I
Ruge una tormenta, y el héroe Sígmund el Valsungo entra en la gran estancia del jefe guerrero, Húnding. En el centro de la morada crece un fresno enorme cuyas ramas sustentan el techo. Sígmund está herido y extenuado tras la persecución enemiga por el bosque. Se derrumba sobre la piel de un oso ante el fuego que arde en la gran chimenea de piedra. La esposa de Húnding, Siglinda, entra en la casa y al ver al ahora inconsciente Sígmund se apiada de él y lo revive. Al instante nace una poderosa atracción entre los dos.
ESCENA II
Húnding llega a casa y a regañadientes le ofrece cobijo y comida a Sígmund. Cuando le pregunta cómo se llama, el joven le da su nombre de proscrito, Wehwal el Lobezno. El nombre significa «Triste»; ha perdido a su padre, Wolfe, a su madre y una hermana gemela, y quizá han sido asesinados. Mientras describe sus últimas desgracias, pronto se revela que sus enemigos son parientes de Húnding. Éste le dice a su huésped que está a salvo por esa noche, pero que por la mañana tendrá que buscarse un arma y se batirán en duelo hasta la muerte.
ESCENA III
En la gran estancia, Siglinda, que le ha administrado a Húnding una pócima de sueño, se reúne con Sígmund y le cuenta que quedó huérfana de pequeña y que caída en cautiverio fue entregada como prometida a Húnding. Pero a la boda se presentó un extraño: un viejo vestido todo de gris con un sombrero de ala ancha y un ojo único y centelleante. Ese anciano traía consigo una espada y la incrustó en el robusto fresno que sostiene el techo de la casa de Húnding. Desde entonces muchos héroes han tratado en vano de arrancarla. Cuando Siglinda confiesa su desdicha, Sígmund jura que la ama y promete liberarla de su forzado matrimonio. Siglinda jura también que lo ama, se cuentan lo que les ha pasado hasta entonces. En el momento en que el héroe revela que el verdadero nombre de su padre era Walse, Siglinda se da cuenta de que el joven es Sígmund, su hermano gemelo perdido durante tanto tiempo, y la mutua pasión parece redoblarse. Sígmund arranca la centelleante espada del gran fresno en el instante en que los enamorados se regocijan en la unión de la sangre valsunga. Entonces corren adentrándose en la noche.
ACTO II. ESCENA I
En un escarpado yermo montañoso, el poderoso Votan habla con su
hija valkiria, Brunilda, y le dice que vaya a la batalla y derrote a Húnding. Sígmund el Valsungo, hijo mortal de Votan, necesita esa victoria. Jubilosa, ella obedece y se marcha, en el momento en que la Reina de Votan, Frígida, arriba en un carro tirado por dos carneros siguiendo la estela de una tormenta. La Reina Frígida, que también es la diosa del matrimonio, insiste en que han de defenderse los sagrados derechos de matrimonio de Húnding y que se ha de castigar a los valsungos por adulterio e incesto. Votan se ve obligado de mala gana a que la ley se cumpla, pues de lo contrario perdería todo poder. Pronuncia un juramento ordenando la muerte de Sígmund el Valsungo. Victoriosa, la Reina Frígida parte en su carro.
ESCENA II
Encolerizado y triste, Votan le cuenta a la valkiria Brunilda cómo el Valhalla fue comprado con el anillo. Y cómo cayeron sobre el Valhalla las maldiciones del enano y de las Doncellas del Rin. Para evitar el desastre, Votan fue a ver a la diosa Erda. Con la profetisa Erda concibió a las nueve valkirias, quienes reunirían en el Valhalla un vasto ejército de héroes que ayudarían a defender a los dioses en caso de necesidad. Sin embargo, el destino del mundo depende del anillo de Alberico, pues el enano de Nibelheim continúa intentando arrebatárselo al gigante Fafner, que vigila el tesoro noche y día. Si el Nibelungo llegara a apoderarse del anillo, el destino de los dioses quedaría sellado, pues el poder de Alberico haría que el poderoso ejército de Votan se volviera contra él y derrotaría a los dioses. Como a Votan le está prohibido el anillo, y sólo Alberico, que ha maldecido el amor, puede dominarlo, la única esperanza para los dioses es un héroe mortal que tenga coraje y fuerza suficientes para matar al gigante y tomar el anillo. Con ese propósito fue concebido el héroe mortal Sígmund el Valsungo, y se le dio una espada divina llamada Notung. Pero la maldición del anillo continúa operando: las leyes de Frígida dictan que Votan ordenará a Brunilda que mate a Sígmund.
ESCENA III
La valkiria Brunilda ve a Sígmund y a Siglinda que se acercan a una garganta rocosa. Siglinda oye el cuerno de caza de Húnding que viene persiguiéndolos, y le dice a Sígmund que la abandone y huya. Éste se niega y jura protegerla con la espada Notung, y la consuela tiernamente hasta que cae en un sueño de agotamiento.
ESCENA IV
Brunilda se le aparece a Sígmund como en una visión. Sólo los guerreros condenados a morir son capaces de ver a las valkirias, y Brunilda le cuenta que lo transportará al Valhalla. Sígmund replica que no abandonará a su hermana-prometida por el cielo de los guerreros. La valkiria le dice que no tiene elección, pero él afirma que se asegurará de que él y Siglinda estén juntos en la muerte. Desenfunda la espada con la intención de matar a Siglinda y acabar con él mismo. La valkiria le frena la mano y jura que violará la voluntad de Votan y dará la victoria a Sígmund el Valsungo.
ESCENA V
Sígmund deja a la dormida Siglinda y parte en busca de Húnding. Mientras las nubes tormentosas centellean y rugen, la batalla entre los héroes comienza sobre un lejano risco montañoso. Siglinda despierta y observa atormentada el conflicto. Sígmund está protegido por el escudo de la valkiria y rechaza a Húnding. Pero justo cuando Brunilda guía la espada de Sígmund en lo que sin duda sería un golpe fatal, las nubes tormentosas se abren y palpitan con una luz llameante. Aparece el feroz Votan, se planta sobre Húnding y bloquea la estocada de Sígmund con el asta de su lanza. La espada de Sígmund se hace añicos y Húnding clava su propia lanza en el pecho descubierto de Sígmund. Brunilda, al ver perdido al héroe, monta a caballo junto con Siglinda y se aleja al galope. Votan se queda mirando tristemente el cuerpo de su hijo mortal. Húnding saca la lanza del cuerpo de Sígmund, pero está demasiado cerca del dios. Con un movimiento despectivo de la mano, Votan lo derriba, y desaparece con el destello de un relámpago.
ACTO III. ESCENA I
En las escarpadas cumbres de la Roca de las Valkirias, las guerreras llegan una a una llevando a los muertos a horcajadas sobre las monturas. Las ocho doncellas se reúnen para esperar a Brunilda antes de partir hacia el Valhalla. Se asombran cuando ven a la valkiria rebelde arribar con una doncella viva. Sienten miedo al escuchar lo que ha ocurrido. Siglinda se lamenta y desea la muerte hasta que Brunilda le revela que lleva en el vientre al hijo de Sígmund. Da gracias a Brunilda y decide vivir. Recoge los fragmentos de la espada del héroe de manos de la valkiria, quien le dice que el nombre de su hijo ha de ser Sigfrido, que significa victorioso y libre. Le indica a Siglinda que escape al bosque de pinos que hay abajo, ya que es un lugar que Votan evita. En él vive el maligno gigante Fafner, que después de largos años de vigilar el tesoro y el anillo se ha convertido en un enorme dragón. Siglinda huye, mientras Brunilda aguarda valientemente la ira de Votan.
ESCENA II
Votan se aparece a las valkirias en un relámpago de llameante luz roja. Furioso, condena a Brunilda: perderá todos sus poderes sobrenaturales y se convertirá en la esposa de un mortal. Las otras valkirias se horrorizan y suplican a Votan que tenga piedad. Votan las obliga a callar y las amenaza con un mismo destino.
ESCENA III
Votan y Brunilda se quedan solos en la roca. Ella declara que al desafiarlo en realidad estaba cumpliendo su voluntad y protegiendo a sus hijos mortales favoritos, los Valsungos. Pero Votan no puede retractarse. Le dice que echará sobre ella un hechizo de sueño. Quedará en esa roca hasta que la encuentre algún hombre mortal, y cuando ella despierte él la tomará como premio. Votan besa tristemente los ojos de Brunilda y ella cae en un sueño encantado. Con gentileza Votan la deposita sobre la roca, le cierra el visor del casco sobre la cara y le pone el escudo de valkiria sobre el pecho. Invocando el fuego de Loge, rodea con una muralla de llamas la roca donde yace la bella durmiente. Golpeando la roca al marcharse, invoca un hechizo que prohíba acercarse a cualquiera que tema la lanza del dios.
Sigfrido
ACTO I. ESCENA I
Una gran cueva en el borde de un espeso bosque también sirve como herrería para ese malhumorado enano Mime, hermano de Alberico. Mime trabaja en la forja, pero se queja de su desagradecido hijastro, Sigfrido. El enano codicioso no siente amor alguno por el poderoso joven, pero planea conseguir que Sigfrido mate al dragón Fafner, que vive cerca, conquistando de ese modo el anillo y el tesoro para Mime. El problema es que Mime carece de la habilidad para volver a forjar la espada Notung, y todas las espadas que fabrica no le parecen a Sigfrido bastante fuertes. Vestido con pieles, Sigfrido entra en la herrería conduciendo a un oso enorme atado a una cuerda, y jocosamente hace que el animal persiga al herrero por la cueva hasta que el enano le entrega su nueva espada. Una vez más Sigfrido prueba el acero, lo rompe, y se mofa del enano. Sigfrido se cuestiona el desagrado que siente por ese enano que lo ha criado; algo siempre le ha dicho que Mime es maligno. Amenaza a Mime, y el enano le cuenta cómo su madre, Siglinda, murió al dar a luz. Sigfrido demanda pruebas, y Mime le muestra los fragmentos de la espada Notung. El joven se regocija y ordena al enano que vuelva a forjarla.
ESCENA II
Un viejo tuerto enfundado en un abrigo azul oscuro entra en la herrería. El viaje lo ha agotado, y usa una lanza como bastón y lleva un sombrero de ala ancha. Es llamado el Viajero, pero en realidad se trata de Votan que ha tomado aspecto terrenal, y pide cobijo al inhospitalario Mime. El enano intenta alejar al Viajero, pero éste lo desafía a un torneo de acertijos, que concluirá con la decapitación del derrotado. El Viajero resuelve con facilidad los tres acertijos de Mime: ¿quién vive bajo la tierra (los enanos o elfos negros de Nibelheim), en ella (los gigantes de Reisenheim) y sobre ella (los dioses o espíritus de la luz del Valhalla)? A cambio, Mime resuelve dos de los acertijos del Viajero: nombra la familia que Votan ama más y que sin embargo trata con más dureza (los Valsungos), nombra la espada de los Valsungos (Notung). No obstante, cuando el Viajero le pide que nombre a quien puede volver a forjar a Notung, Mime se declara vencido. La respuesta al acertijo es: sólo aquel que jamás ha conocido el miedo puede volver a forjar la espada. A ese hombre, dice Votan al marcharse, le dejará como premio la cabeza de Mime.
ESCENA III
Cuando Sigfrido regresa en busca de su espada y encuentra que aún no está hecha, Mime comprende que es Sigfrido «aquel que jamás ha conocido el miedo» y con desesperación intenta enseñarle el «significado del miedo». Como no lo consigue, Mime sugiere que vayan a visitar a Fafner el dragón, que quizá le enseñe al joven qué es el miedo. Sigfrido está ansioso por conocer esa sensación nueva, pero decide que él mismo ha de volver a forjar la espada de su padre, ya que Mime es evidentemente incapaz. Trabajando con una bárbara energía y una fuerza demoníaca, Sigfrido tiene éxito allí donde Mime ha fracasado. Mientras trabaja en la forja, el enano prepara una pócima de sueño para el joven. Cree que Sigfrido matará al dragón Fafner, de modo que él solo conquistará el anillo y evitará la muerte drogando al joven y matándolo mientras está dormido. Al fin, el ritmo frenético de la forja se detiene. Sigfrido sostiene en alto la brillante hoja de Notung forjada de nuevo. Entonces, con un único golpe, parte el yunque en dos.
ACTO II. ESCENA I
En medio de la espesura del bosque en la lobreguez de la noche, Alberico el Nibelungo observa la cueva de Fafner y piensa en el anillo. Votan el Viajero lo saluda en la oscuridad. Alberico lo reconoce enseguida, y el dios le asegura que no va tras el anillo. Le advierte que su verdadero rival es su hermano Mime. El joven Sigfrido no sabe nada del oro ni del anillo del dragón, y Votan tiene prohibido darle información o ayuda. Entonces el Viajero grita para despertar al dragón. Tanto él como Alberico se ofrecen a salvar la vida de Fafner a cambio del anillo, pero al dragón la oferta le parece ridícula. No teme a nadie y vuelve a dormirse. Votan ríe al marcharse, diciéndole a Alberico que sólo despertó al dragón para demostrarle cómo el destino no se puede cambiar.
ESCENA II
Cuando amanece, Sigfrido y Mime ascienden a una loma sobre la entrada de la cueva del dragón. Mime deja a Sigfrido solo y el joven sopla su cuerno y despierta al dragón. Sorprendido, pero no alarmado por el tamaño de Fafner, Sigfrido bromea con el monstruo, y luego le pregunta si es capaz de enseñarle qué es el miedo. El dragón se impacienta y libran una lucha titánica. La batalla termina cuando Sigfrido atraviesa el corazón del monstruo. Mientras Fafner muere, le advierte al joven de la maldición del anillo. Y dice también que a causa del anillo, Sigfrido morirá pronto. Un poco de la sangre del dragón gotea sobre los dedos de Sigfrido, que se los lleva a la boca. En el acto descubre que es capaz de entender la lengua de las aves. El pájaro del bosque le habla del tesoro del dragón, del mágico Tarnhelm y del anillo, que se encuentran en el interior de la cueva del monstruo.
ESCENA III
Los hermanos enanos, Alberico y Mime, salen de su escondrijo. Al ver a Fafner muerto, se ponen a discutir acerca de quién reclamará el tesoro. Sigfrido emerge de la cueva del dragón con el anillo en la mano y Tarnhelm atado al cinturón. En ese momento el pájaro del bosque le advierte de la intriga de Mime. Cuando el enano se aproxima y le ofrece la bebida envenenada, el joven héroe cercena la cabeza del enano, mientras Alberico ríe en la lejanía. Sigfrido bloquea la puerta de la cueva con el cuerpo del dragón. Enseguida parte a una nueva aventura cuando el pájaro del bosque le habla de una doncella que duerme dentro de un anillo de fuego en la Roca de las Valkirias.
ACTO III. ESCENA I
En un agreste paso montañoso, Votan, con aspecto terrenal de Viajero, llama a la profética diosa Erda y demanda conocer el destino de los dioses. Como Erda no le responde, Votan acepta que la perdición del Valhalla está próxima. Su única esperanza radica en el joven héroe Sigfrido, quien ahora ostenta el anillo y está con Brunilda. Lega el mundo a los Valsungos y a la raza de los hombres mortales.
ESCENA II
En medio de la meditación de los dioses, se acerca Sigfrido. El Viajero lo detiene y le bloquea el paso. Con un único golpe de Notung, la espada forjada de nuevo, Sigfrido hace trizas la lanza de Votan. El trueno y el relámpago centellean en el cielo, y el Viajero se desvanece. Sigfrido sigue adelante y pronto tropieza con una muralla de fuego. Sopla el cuerno e intrépidamente se lanza a las llamas.
ESCENA III
Sigfrido sale del otro lado de las llamas hacia la Roca de las Valkirias, donde encuentra a la doncella durmiente vestida con armadura. Sin embargo, cuando se la quita, descubre a la doncella Brunilda y queda abrumado por su belleza. Por primera vez afirma entender qué es el miedo, pero domina sus temblores y despierta a la bella durmiente con un beso prolongado. Brunilda abre los ojos y ve a Sigfrido. Pronto se da cuenta de que al entregarse a él perderá la inmortalidad, pero ahora es inmensamente feliz.
El crepúsculo de los dioses
PRÓLOGO
Las llamas iluminan la Roca de las Valkirias donde las tres hermanas fatídicas, las nornas, cantan las antiguas y grandes hazañas de Votan mientras tejen el hilo dorado del destino. Cantan el momento en que Sigfrido quebró la lanza de la ley de Votan, y cómo esto liberó a Loge, el dios del fuego, cuyas llamas pronto consumirán el Valhalla. Intentan descubrir cuándo llegará el fin, pero el hilo se parte. Comprenden que les ha llegado la hora y huyen aterrorizadas a las cavernas de Erda. Al amanecer, Sigfrido y su prometida Brunilda emergen de la cueva. Aunque teme perder a su amado, sabe que la aventura alimenta el corazón de un guerrero. Le da su armadura y su caballo Grane para que lo ayuden en la misión. Sigfrido le jura amor eterno y le da el anillo como prenda de lealtad antes de partir hacia el Valle del Rin.
ACTO I. ESCENA I
Gunter, el Rey de los Gibichungos, y su hermana Gutrune están sentados en los tronos del vasto salón de un castillo, a orillas del Rin. Los acompaña su sombrío y cavilante hermanastro, Hagen, que habla de cómo podría aumentarse la riqueza y el poder de la dinastía de los Gibichungos. Les aconseja que se casen pronto: Gunter con la sabia y hermosa Brunilda y Gutrune con Sigfrido, el Matador del Dragón, dueño del oro de los Nibelungos. Esto sólo podría llevarse a cabo mediante la astucia. Cuando el héroe se aproxima, los conspiradores se ponen de acuerdo: Gutrune le dará una pócima mágica que hará que Sigfrido olvide a Brunilda y se enamore de ella.
ESCENA II
El cuerno de Sigfrido suena desde una barca que se acerca al castillo. Hagen y Gunter lo reciben con amistad y honores, y Gutrune le trae una copa de cuerno con la pócima mágica y fatal. Aunque brinda con ellos en nombre de la amada Brunilda, en el instante en que termina de beber, sus ojos y su corazón se abren a Gutrune. Le jura amor eterno y pide su mano en matrimonio. Gunter acepta con la condición de que Sigfrido conquiste para él a la hermosa Brunilda, cuyo nombre ya no significa nada para el intoxicado Sigfrido. Hagen le aconseja recurrir al Tarnhelm, que le permitirá tomar la forma de Gunter. Hagen y Sigfrido pronuncian juramentos de hermandad y se alejan a caballo.
ESCENA III
En la Roca de las Valkirias, Brunilda saluda a una hermana valkiria. Pero ésta trae nuevas de desorden y decadencia en el Valhalla, pues la lanza de Votan ha sido hecha añicos. Votan no posee autoridad para gobernar o actuar, y nada levantará la maldición del anillo hasta que vuelva a sus legítimas guardianas. Pero Brunilda, colérica, se niega a devolverlo a las Doncellas del Rin, y echa a su hermana. El anillo es la prenda del amor de Sigfrido y nada hará que se separe de él. Sin embargo, después de la partida de la valkiria, un hombre desconocido atraviesa las llamas del muro de fuego. Se trata de Sigfrido, pero Tarnhelm le ha dado el aspecto de Gunter. Este falso Gunter el Gibichungo reclama a Brunilda como prometida por haber pasado la prueba del anillo de fuego. Sigfrido le arrebata el anillo y Brunilda ya no puede resistírsele. Se la lleva a la cueva como su prometida, pero decide depositar la espada entre ellos mientras duermen, para no deshonrar a su hermano de sangre.
ACTO II. ESCENA I
Delante de la estancia de los Gibichungos en la orilla del Rin, Hagen duerme armado con lanza y escudo, apoyado contra el marco de una puerta. Es de noche, y Alberico el Nibelungo se le aparece en un sueño a la luz de la luna. Se revela que Hagen es hijo de Alberico, nacido de una unión sin amor con la madre de Gunter. Alberico obliga al desdichado Hagen a jurar que recuperará el anillo de los Nibelungos.
ESCENA II
Cuando amanece, Hagen despierta y Sigfrido regresa y transmite a Gutrune las buenas nuevas de que ha conquistado a Brunilda para el Rey Gunter. Le dice que en esa noche le fue fiel, y que después, durante el viaje de vuelta, llegó Gunter y que había ocupado el lugar de Sigfrido, mientras éste utilizaba el Tarnhelm para arribar cuanto antes al castillo de los Gibichungos.
ESCENA III
Hagen ha convocado a todos los súbditos del reino para dar la bienvenida al Rey Gunter y a la nueva Reina. En los altares ofrecen sacrificios a los dioses y juran defender el honor de la nueva Reina.
ESCENA IV
Cuando Gunter llega para presentar a su prometida, Brunilda ve a Sigfrido con el anillo puesto. De inmediato se da cuenta de que Gunter la conquistó por medio del engaño. A todos les dice que Sigfrido el Valsungo es su esposo. Sigfrido jura ante la punta de la lanza de Hagen que jamás ha conocido a esa mujer como prometida. Brunilda se enfurece sintiéndose traicionada y afirma que el juramento de fidelidad es falso, y que la espada estuvo siempre en la pared, no entre ellos. Sigfrido niega los cargos y se marcha con Gutrune, aunque está claro que los súbditos creen en la historia de Brunilda.
ESCENA V
Brunilda queda destrozada y empeñada en vengarse de los traidores. Recurre a Hagen y le cuenta que Sigfrido está protegido de todas las armas por un hechizo mágico que ella misma ha urdido. No obstante, no es imposible matarlo, pues ella sabía que Sigfrido jamás escaparía de un combate, y el hechizo no le protegía la espalda. Si Hagen le clavaba la lanza en la espalda, Sigfrido moriría. Las burlas de Brunilda y las promesas de Hagen de riqueza y poder llegaron a convencer a Gunter para unirse a la conspiración y asesinar a Sigfrido durante la procesión matrimonial.
ACTO III. ESCENA I
En un bosque a orillas del río, las tres Doncellas del Rin lamentan el oro perdido. Cuando descubren a Sigfrido que ha salido de caza, le suplican que devuelva el anillo, pero él se niega. Le advierten que si no lo devuelve al Rin, lo matarían ese mismo día.
ESCENA II
En el momento en que llega el resto del grupo, Hagen y Gunter instan a Sigfrido a que los divierta con cuentos del tiempo en que jugaba con Mime y de cómo mató al dragón Fafner. Por último, después de darle una bebida que le devuelve la memoria, Hagen le pide que les cuente el cortejo de Brunilda. Fingiéndose indignado, Hagen clava una lanza en la espalda del héroe. Sigfrido muere y con un último estertor proclama su amor por Brunilda.
ESCENA III
Delante de la estancia de los Gibichungos, a la luz de la luna, Gutrune espera con ansiedad después de despertar de un sueño maligno. Entonces arriba Hagen para contarle que un jabalí salvaje ha matado a Sigfrido. Sin embargo, cuando traen el cadáver, Gutrune no le cree. Acusa a Gunter de asesinato, pero éste lo niega y maldice a Hagen. Hagen, desafiante, lo reconoce, pero dice que fue justicia. Entonces reclama el anillo de oro. Cuando Gunter se niega, Hagen lo mata. No obstante, al aprestarse a tomar el anillo, la mano del muerto Sigfrido se alza en un ademán amenazador. Hagen retrocede asustado mientras Brunilda ordena a todos que se aparten del héroe. Manda que se prepare una pira funeraria para Sigfrido. Luego toma el anillo, se lo coloca en el dedo, y enciende la pira y llama a las Doncellas del Rin para que recuperen el oro de entre las cenizas, y después avanza con Grane hasta el centro de las llamas. El Rin inunda la orilla mientras la estancia de los Gibichungos es devorada por el fuego. Las Doncellas del Rin suben con el río. Jubilosamente toman el anillo y arrastran hacia las aguas al maldecido Hagen. La inundación desciende y revela las ruinas calcinadas del castillo, pero en la distancia, en los cielos, se puede ver un resplandor en el Valhalla y al fin es consumido enteramente por el fuego.