CAPÍTULO XIII

Los mitos orientales

E

l héroe épico del Tíbet, Gesar de Ling, era un guerrero, mago, herrero y rey que gobernó el reino más grande del Tíbet. La épica de Gesar está registrada en muchas versiones; los cantantes folklóricos del Tíbet la recitan tradicionalmente por la mañana y por la tarde durante 42 días. Gesar llega a convertirse en el Rey de Ling en virtud de numerosas proezas de heroísmo y magia. Es confirmado como rey cuando los guardianes sobrenaturales del reino le permiten entrar en una montaña de cristal donde se guardan los Tesoros de Ling.

Como Rey de Ling, Gesar toma posesión de los incontables tesoros de su gran palacio. Sin duda, el más importante es el emblemático trono del reino sobre el cual descansa un anillo enorme, un mándala de oro conocido como «Vida de Ling», con un receptáculo de cristal en el centro, del que fluyen las resplandecientes «aguas de la inmortalidad».

La infancia de Gesar no fue fácil. Aunque nacido príncipe real, es todavía un niño de pecho cuando sus padres mueren a manos de Kurkar, el maléfico mago y Rey de Hor. Encuentran al huérfano Gesar en un montón de escombros y es adoptado por un herrero pobre que lo educa como aprendiz. Bajo el nombre de Chori, sobrevive a muchos intentos de asesinato y se convierte en un alquimista extraordinario que combina habilidades de herrero y los poderes heredados de la magia. Crea muchas maravillas en la herrería para su maestro, pero para sí mismo forja una espada irrompible de un hierro celestial (meteorítico).

Gesar se prepara para su duelo definitivo con su gran enemigo, el Rey de Hor. Sin embargo, sabe que no se puede matar a Kurkar hasta que sea destruido un enorme anillo o talismán mándala de hierro, que se guarda en la tesorería del palacio. Ese talismán contiene la «vida» o «alma» de Kurkar y de todos sus antepasados.

El poeta nos cuenta: «Ese hierro sagrado ha sido venerado durante muchos siglos y en él reposaba la esencia vital de la dinastía de los reyes de Hor». Mientras que el maléfico Kurkar en persona dice: «Es la “vida” de mis antepasados. A veces de él salen sonidos, otras habla».

Gesar engaña al Rey de Hor y consigue acceder al talismán de hierro. No obstante, se cree que Kurkar no corre peligro porque el hierro no se puede forjar o fundir por ningún medio. El fuego del horno ni siquiera pone al rojo el hierro sagrado. Gesar recibe una advertencia del maestro herrero: «Es una necedad creer que podrás forjarlo».

Gesar no es un herrero común, y acepta el desafío. Invoca a sus hermanos sobrenaturales y a multitud de espíritus que consiguen construir un horno enorme que llenan con «carbón apilado hasta la altura de montañas». Esto da como resultado un infierno capaz de forjar el mándala. Gesar y sus hermanos sobrenaturales asestan al mándala de hierro unos martillazos que suenan como truenos. Al fin quiebran la «vida» de hierro del Rey de Hor, aunque se dice que con su destrucción se «sacudieron los tres mundos».

Una vez conseguido esto, Gesar de Ling se enfunda una centelleante armadura y empuña la espada de hierro celestial. En toda su resplandeciente gloria, se presenta ante el Rey de Hor. Gesar confiesa a Kurkar su verdadera identidad y su deseo de venganza. Entonces, con un único golpe, cercena la cabeza del mago.

En El Señor de los Anillos el maléfico Sauron, el Señor del Anillo, comparte muchas características tanto de Gesar de Ling como de Kurkar de Hor. Como Gesar de Ling, Sauron es un herrero sobrenatural capaz de forjar maravillas sin parangón, y también un mago capaz de aterradores actos de hechicería. Los dos tienen fortalezas en las montañas y guardan a buen recaudo los anillos de oro por cuyos poderes gobiernan sus reinos.

En este punto concluye la comparación entre Gesar de Ling y Sauron de Mordor. Gesar se convierte en un ángel de luz vengador, mientras que Sauron el Señor Oscuro tiene características del maligno Rey de Hor. Kurkar —igual que Gesar y Sauron— también tiene un anillo o talismán que ha de mantener protegido y con el que gobierna el reino. Sin embargo, el talismán de hierro de Kurkar es mucho más parecido al Anillo Único de Sauron: ambos son intrínsecamente malignos, y la vida de los magos depende de la supervivencia de los anillos. El anillo de hierro de Hor de Kurkar también comparte la condición del Anillo Único de ser casi indestructible. Los fuegos normales ni siquiera consiguen que el metal se ponga al rojo. Ambos requieren llamas sobrenaturales de intensidad volcánica para ser fundidos.

La destrucción del anillo de hierro de Kurkar en la forja volcánica de Gesar provocó un cataclismo en el que se «sacudieron los tres mundos». Para no ser menos, en el clímax de El Señor de los Anillos, cuando el Anillo Único de Sauron es destruido en la forja volcánica del Monte del Destino se produce un cataclismo, en el que «tembló la tierra, la llanura se hinchó y agrietó, y… estriados de relámpagos, atronaron los cielos».

La épica tibetana de Gesar de Ling —con sus anillos mándala de oro y hierro— procede obviamente de antiguas tradiciones alquímicas. La alquimia combinaba el conocimiento del herrero/fundidor/minero con los poderes sobrenaturales del mago/hechicero/chamán. Gesar es un rey guerrero que también es herrero y mago. Para un héroe semejante, todo es posible. Adopta numerosas formas, forja armas invulnerables, invoca ejércitos espectrales, y produce riqueza y prosperidad para el pueblo.

En el mito y la historia asiáticos, la relación entre la alquimia o metalurgia y el poder de reyes y héroes a menudo es más directa que en Europa. Por ejemplo, según la tradición, el gran conquistador mongol, Gengis Khan, descendía de una familia de herreros. También el legendario héroe tártaro, Kok Chan, tenía un anillo que —como el Anillo Único de Sauron— incrementaba enormemente sus ya formidables poderes.

Las leyendas que hablan de héroes o villanos que tienen almas externas y las ocultan dentro de objetos fuera del cuerpo, se encuentran en muchas culturas. Las fuentes son muy diversas. Sin embargo, cuando el alma se guarda en un objeto metálico o anillo, se puede asegurar que la fuente de la leyenda es la tradición del mago herrero alquímico.

Los eventos épicos de la vida de Gesar prueban la antigua creencia alquímica de que no sólo las almas o vidas individuales pueden guardarse en un anillo o talismán, sino también las almas o vidas de dinastías y naciones enteras. Esto tiene en verdad cierto parecido con la aventura épica de Tolkien en la que todo el maléfico imperio de Sauron el Señor Oscuro se colapsa con la destrucción del Anillo Único.

Esta idea asoma también en las épicas europeas de la búsqueda del anillo, como la Saga de los Volsungos y Los Nibelungos, pero es a menudo más explícita en las narraciones épicas asiáticas. Quizá esto se deba a que las religiones o filosofías orientales, como el budismo, no rechazan la tradición chamanística o alquímica, ni se empeñan en envilecer o eliminar dichas tradiciones, como hace la Iglesia cristiana.

En Asia la relación entre el mago y el herrero era absoluta. En Siberia, el pueblo buriato divide a los herreros en dos categorías: herreros negros y herreros blancos, y hace lo mismo con los magos o chamanes. Tanto los herreros negros como los magos negros son capaces de capturar y destruir el alma de las personas. Varios pueblos tribales asiáticos aún mantienen la creencia de que «el mago y el herrero proceden del mismo nido». Ambos reciben el título honorífico de «amo del fuego».

Esta tradición asiática del mago herrero se extendió al norte de Europa. Su manifestación más evidente se halla, probablemente, en la mitología del pueblo finoúrgico de Finlandia y Estonia. En su origen se trataba de un pueblo nómada asiático que emigró hacia el oeste hasta el mar Báltico. Desde un punto de vista racial y lingüístico no están relacionados con ninguna otra raza europea.

La manifestación suprema de su cultura es la épica nacional de Finlandia, conocida como el Kalevala. (Los estonios tienen una variante de esta tradición, llamada el Kalevipoeg). Tolkien leyó la épica cuando era estudiante e inmediatamente se enamoró de la historia y la lengua. En sus cartas reconoce con frecuencia la influencia del Kalevala, afirmando que «fue el germen original de El Silmarillion».

Tolkien también reconocía que la lengua élfica Quenya (que consideraba una especie de «latín élfico») estaba basada estilísticamente en el finés, del mismo modo que el Sindarin o Élfico Gris está basado en el gales.

Es posible que los Silmarils de El Silmarillion fueran la versión de Tolkien del Sampo, el misterioso tesoro que buscaban los héroes del Kalevala. Es imposible determinar con exactitud qué era el Sampo. Sin embargo, se dice que se trataba de un objeto de un valor grande y secreto, obra del herrero Ilmarinen, un don robado y buscado, roto y perdido (aunque se conservaba en fragmentos). Su destino es muy similar al de los Silmarils, si bien las descripciones de la forja del Sampo indican que probablemente no fuera una joya.

Es evidente que el héroe Túrin Turambar, de El Silmarillion de Tolkien, está muy basado en el héroe maldito del Kalevala, Kullervo. Hay unas pocas similitudes más, como por ejemplo en los nombres: Ilmatar e limo de Kalevala se asemejan a Ilúvatar y Ulmo de El Silmarillion. No obstante, un examen detallado del Kalevala demuestra la verdad de la afirmación de Tolkien según la cual se trata sólo del «germen original» de la inspiración, no del modelo de El Silmarillion. En general ambas obras son sólo comparables en algunos aspectos.

En la mitología de Oriente abundan las leyendas acerca de anillos mágicos. En el mundo árabe el uso de estos anillos de poder era aún más común que en Occidente. Esa maravillosa antología de leyendas orientales, Las mil y una noches, contiene muchos cuentos de anillos. El más famoso es la historia de la lámpara mágica de Aladino. En la narración original, el genio del anillo de Aladino es mucho más fuerte y útil que el genio de la lámpara. Éste es siempre problemático, mientras que el genio del anillo le salva la vida tres veces.

En la India, el anillo es utilizado a menudo como símbolo de la divinidad en los mortales. Entre las muchas leyendas sobre estos anillos hay una que es conocida como «El anillo de Bodhissattva». En este cuento, el hijo de Brahmadatta, Rey de Benarés, es criado en secreto como un intocable recolector de tallos. Los intocables madre e hijo son llevados al salón del trono. El reconocimiento sólo se produce cuando la madre arroja al niño al aire. Con un anillo de rubí en la mano, el niño no cae al suelo, y se queda flotando en el aire. El Rey lo acepta como su verdadero heredero y encarnación del Buda.

En la India, la búsqueda del anillo puede ser de naturaleza casi espiritual. Esto está relacionado con una tradición védica hindú: el «anillo de fuego» elimina toda ignorancia e ilusión. El peregrino o guerrero que atraviesa sus llamas alcanza un estado místico de paz perfecta, como el estado satori de la meditación budista. El anillo de fuego está en el centro del universo y en el Chidambaram, «el centro del universo dentro del corazón». Es un lugar eterno sin tiempo, que revela la verdadera condición de la mente, que crecerá hasta alcanzar la sabiduría perfecta.

Hasta cierto punto, este anillo védico de fuego recuerda el anillo encantado de fuego que Sígurd el Volsungo atravesó para llegar hasta su prometida valkiria. También recuerda los anillos mágicos de los reinos de Lothlórien y Doriath, que los protegían del mal y del paso del tiempo. La contraposición maléfica sería el llameante anillo satánico que ardía alrededor del Ojo maléfico de Sauron y que lo protegía de la muerte.

Las antiguas historias de China describen los anillos de los monarcas, distintos de los de Occidente. Pues los alquimistas chinos creían que el jade era la sustancia más pura y sagrada. El anillo del gobernante no era nunca de oro o de alguna otra gema, sino un anillo simple de jade azul. Fue el símbolo de poder y la gloria de esos omnipotentes emperadores durante casi cuatro mil años.

Este anillo azul de jade era conocido como el Anillo del Cielo de la dinastía Shang, y su destino estaba unido al destino de China. Hay una antigua historia acerca de un emperador que no supo cumplir con la tradición y padeció la maldición del anillo.

Chow Hsin fue el decimotercero y último de los emperadores Shang. Era corrupto, codicioso, cruel y necio; y legítimamente no debería haber subido al trono. Carecía de la sabiduría o del equilibrio divino de los gobernantes Shang. Abusó del poder. Se entregó sólo al placer y la ostentación, y no era dueño del anillo único y verdadero, de jade azul, el llamado Anillo del Cielo de Shang.

El padre de Chow Hsin, el Emperador Ti-yuh, tenía un hijo mayor llamado Khi que nació cuando la emperatriz no era más que su concubina favorita. Khi era modesto, instruido y piadoso. Ti-yuh lo nombró su heredero, y en una ceremonia secreta en el lecho de muerte, le entregó el Anillo del Cielo de jade azul que era el anillo sagrado de los Shang.

Pero a la muerte del Emperador Ti-yuh el ambicioso Chow Hsin afirmó que su hermano no tenía derecho al trono, ya que había nacido fuera del matrimonio, y Chow lo usurpó. A partir de ese momento gobernó el imperio, pero celoso siempre de Khi, intrigó contra él. Khi se retiró a sus propiedades en Wei y algún poder lo protegió de todos los intentos contra su vida y sus tierras.

El Shu Ching (Libro de la Historia) cuenta que hasta el reinado de ese rey corrupto, el poder y la sabiduría de los Shang no tuvieron igual. Durante seis siglos la dinastía Shang gobernó China, y en ese tiempo los pueblos prosperaron como nunca lo habían hecho. Al principio los Shang eran artesanos del jade que sacaban de la piedra increíblemente dura unas formas de ensueño que eran alabadas y adoradas por todos. Como el jade es la más sagrada de las sustancias del mundo, los hijos del Cielo se alimentan de jade, y el Cielo mismo tiene cinco montañas y cuatro mares de jade. Es un agente celestial: un puente entre los mortales y el reino del más allá.

Había nueve colores de jade, de los cuales el azul era el más raro y el más preciado, pues en la tierra sólo estaba la piedra azul que había caído del Cielo. Ese jade único y verdadero del Cielo se encontraba en manos de los artesanos Shang, lo mismo que el K’ung Wu, el cuchillo mágico que cortaba el jade como si fuera cera. Esos dos grandes dones habían sido concedidos a los Shang por un mago que moraba en las Montañas Blancas del oeste, más allá del mar interior. De ese modo los Shang fueron dueños y señores del jade y esto les hizo conocer la sabiduría del equilibrio entre el cielo y la tierra. Con el K’ung Wu cortaron del jade azul del Cielo el sagrado Anillo del Cielo de Shang. Cada año del gobierno Shang se celebraron las ceremonias del Anillo del Cielo; sacrificios al Cielo de terneros, sedas y arroz. Los Shang desarrollaron muchas artes que elevó al pueblo por encima de otros: la escritura, astronomía, adivinación, el uso del dinero, el calendario lunar, la forja del bronce. Mientras el Anillo del Cielo pasó del padre al primogénito, el Imperio pareció bendecido. Pues con él el emperador podía alcanzar la armonía entre el Cielo y la Tierra.

Pero con el gobierno de Chow Hsin un gran desequilibrio llegó al imperio. Las ceremonias del Anillo se abolieron; su sabiduría se perdió. Chow oprimió a su pueblo y acumuló grandes riquezas a la vez que se dedicaba a muchos y decadentes placeres hedonistas.

Se dice que Chow Hsin tenía innumerables concubinas, pero siempre deseaba más. Al oír hablar de la belleza de Ta Chi, una Princesa de un reino vecino, no titubeó en demandarla. Cuando le fue negada, no vaciló en conducir a su pueblo a una guerra sangrienta y desastrosa. A un gran precio conquistó a la perla de ese intachable reino, y con una cruel tortura mató al padre, la madre y los hermanos de Ta Chi.

El despiadado Chow Hsin vio que en verdad esa mujer era hermosa. La cara de Ta Chi era como la blanca luna llena y de una belleza que superaba a la de las otras concubinas de Chow, así como la luna brilla más que las estrellas. La proclamó la mujer más hermosa del mundo, pero algunos pensaron que la adorable Ta Chi había hechizado al Emperador con el propósito de vengar la muerte de su familia.

Aunque el pueblo del imperio ya había sufrido penosamente en la guerra por causa de los encantos de Ta Chi, Chow Hsin ordenó que se construyera un palacio digno de la Princesa. Este iba a ser la Torre del Ciervo (el «Luthae»), el edificio más grande del mundo. Se irguió como una montaña cerniéndose sobre la ciudad de Po. Tenía una altura de una milla y media y guardaba miles de habitaciones. Las puertas estaban engastadas con jades y gemas, y en las grandes estancias había vasijas de bronce, muebles de teca y ornamentos de marfil y oro. Para ese vano objetivo Chow Hsin esclavizó al pueblo y empobreció a la nación durante siete largos años. Descuidando cualquier otra obligación, dejó que la tierra se arruinara. Hubo hambre y plagas, e incluso perdió el poder que tenía sobre los ejércitos que habían permitido que los Shang moraran en paz durante tantos años.

En las fronteras del imperio el señor de la guerra Wan Wang, Duque de Chow, observó las tierras de los Shang con preocupación y desmayo. Atribulado por lo que vio, consultó los oráculos de hueso en busca de consejo divino. Reunió un ejército de carros, caballería e infantería y después de recibir una señal favorable de los oráculos, partió a la guerra. Con gran ceremonia Wan Wang atravesó el río Huang y penetró en el imperio de los Shang sin nadie que le frenara el paso.

Entonces Chow Hsin traicionó a su pueblo por última vez. Hizo que el tesorero le llevara todo lo que quedaba en las cámaras de la nación y todos los antiguos Jades Imperiales de los Shang. Luego subió a la cima de la Torre del Ciervo, se prendió fuego él mismo y quemó toda la riqueza del imperio. El pueblo se quedó sin nada, y así se destruyó el duro trabajo de siete años.

Wan Wang cumplió con las ceremonias de entonces. Como conquistador, cabalgó hasta las ruinas de la Torre del Ciervo y lanzó tres flechas desde el carro. Después trepó a la torre y decapitó el calcinado cuerpo de Chow Hsin con un hacha amarilla; le empalaron la cabeza sobre el gran estandarte blanco. Entonces Wan Wang hizo que trajeran a Ta Chi, la concubina, y que fuera ahorcada. De nuevo lanzó tres flechas y la decapitó con un hacha negra. La cabeza adornada fue empalada sobre el pequeño estandarte blanco. Ahora era conquistador, pero, con todos los Jades Imperiales destruidos por las llamas, no podía ser Emperador y padre del pueblo.

Poco después Khi llegó al campamento de Wan Wang, haciendo los gestos tradicionales de sacrificio y rendición. Se acercó desnudo hasta la cintura, con las manos atadas y arrastrando un ataúd vacío. En la boca sostenía el sagrado Anillo del Cielo de Shang. Wan Wang recibió a Khi delante de su pabellón de campo. Lo levantó con sus propias manos, le desató las muñecas y aceptó el Anillo de jade azul. Mostrando misericordia, Wan Wang quemó el ataúd en vez de a Khi, y lo mandó de vuelta a sus propiedades en Wei.

Ahora que Wan Wang era Emperador, restauró el imperio y resucitó los sacrificios al Anillo. La paz y la prosperidad retornaron a la tierra. El dominio del jade alcanzó una nueva dimensión, y las artes aportadas por los Shang volvieron a prosperar.

Así comenzó la Dinastía Chow, que duró nueve siglos. Wan Wang utilizó el Anillo del Cielo, el único y verdadero jade del Cielo como había sido en un principio. El Cielo y la Tierra estuvieron de nuevo en armonía.