CAPÍTULO IX

El romance germánico

L

a leyenda medieval germana que más se aproxima a la envergadura imaginativa y al impacto dramático de El Señor de los Anillos es la historia del héroe Dietrich von Bern y de Virginal, la Reina de Hielo de Jeraspunt. Hay aspectos de este cuento que recuerdan los principales temas y personajes tanto de El Señor de los Anillos como de El Silmarillion.

De todos los héroes del romance medieval germano, Dietrich von Bern es sin duda el más grande. Este poderoso héroe ostrogodo al que también se llamó Dietrich de Verona file, como Arturo y como Carlomagno, protagonista de un gran número de ciclos de héroes. También, lo mismo que Carlomagno, Dietrich nació de una figura histórica real; en este caso, Teodorico el Godo, quien con el tiempo se convirtió en Teodorico el Grande, Emperador del Imperio Romano del siglo VI (454-526). Sabemos por cartas de Tolkien que los godos lo fascinaban. En sus días de estudiante tropezó una vez con una gramática gótica. Sentía que los textos góticos combinados con una lectura de documentos históricos en latín abrían nuevas y atractivas perspectivas sobre la antigua cultura germana. Y aunque sobre todo le interesaba la figura histórica de Teodorico el Godo, las aventuras del romántico Dietrich von Berne despertaban obviamente su imaginación.

La historia de Dietrich y la Reina de Hielo comienza cuando el héroe entra en el reino de una raza de gigantes, una montaña gobernada por Orkis, el gigante caníbal, y su maléfico hijo, Janibas el mago. Dietrich se entera de que los gigantes estaban luchando contra el más elevado reino de la montaña, el de las hadas de hielo, en las cumbres cubiertas de nieve de los Alpes. Éste era el dominio de las mágicas doncellas de la nieve, gobernadas por Virginal, la Reina de la Nieve, desde el refulgente Castillo de Jeraspunt, en la cima más alta de los Alpes.

Dietrich luchó mucho tiempo contra los gigantes de la montaña, matándolos, uno tras otro, y apoderándose de sus castillos, uno tras otro. En un titánico combate, se enfrenta con el gigante Orkis en persona y lo mata. Sin embargo, cuando se encontró ante el Castillo de Hielo, vio que el hijo del Rey de los gigantes bloqueaba el camino; era un enemigo más formidable que el mismo Orkis. Pues Janibas el mago había puesto sitio al resplandeciente castillo con un imponente ejército de gigantes, hombres maléficos y monstruos. Janibas se aparecía a sus enemigos como un jinete negro fantasmagórico que gobernaba tempestades y estaba respaldado por demonios y perros del infierno. Pero el poder más aterrador del mago era su capacidad para ordenar a aquellos que caían en la batalla que se levantaran y volvieran a luchar.

Aparte de su ambición de apoderarse del reino de la Reina de Hielo y del Castillo de Hielo, el principal deseo de Janibas era el de aumentar sus poderes de hechicero apoderándose de la joya mágica engarzada en la corona de la Reina de Hielo. Mediante los poderes de esta joya ella dominaba los elementos de las tierras del hielo y la nieve, y merced a ello gobernaba las montañas.

Dietrich vio que el ejército de asedio se extendía como un mar negro alrededor de las torres del Castillo de Hielo. No obstante, era obvio que a pesar de estar bien defendido, caería eventualmente a manos de las siempre renovadas tropas del mago. Sin importar lo que parecería una tarea imposible, Dietrich se sintió espoleado a un furor de batalla ante la visión de la hermosa Reina del Hielo en las almenas de la torre más alta. El resplandor de la Reina llegaba a igualar el de la joya parecida a una estrella que danzaba en su corona con una luz de hielo.

En el intento de romper el sitio, Dietrich mató a todos los que se ponían delante, pero esto no sirvió de mucho, pues los muertos se reincorporaban para volver a luchar. Entonces decidió emplear otra estrategia. Al ver que Janibas comandaba sus tropas por medio de una tablilla de hierro de hechicero que sostenía en alto, Dietrich arremetió contra el jinete negro. Derribando a Janibas, que montaba un corcel fantasmagórico, alzó la espada y destrozó la tablilla de hierro. Cuando la tablilla se rompió, los glaciares de las montañas se partieron y se resquebrajaron, cayendo con un ruido de trueno en grandes avalanchas, que sepultaron a toda la maléfica hueste de gigantes, fantasmas y muertos resucitados:

Triunfalmente Dietrich se encaminó al Castillo y las puertas se abrieron para recibirlo. Le dio la bienvenida la incomparable Reina de Hielo, rodeada por una asombrosa corte de doncellas de la nieve, todas radiantes con una luz feérica y el centelleo de unos velos diamantinos. Allí en el Castillo de Hielo de Jeraspunt, en el reino de las hadas de hielo, Dietrich se casó con la Reina de Hielo.

En la leyenda de la Reina de Hielo, Janibas el Nigromante es muy similar a una combinación de Sauron el Nigromante y su lugarteniente, el Rey Brujo, señor de los Espectros del Anillo. El Anillo Único es aquí una tablilla de hierro, pero el clímax de la historia se asemeja al de la batalla final de Sauron ante la Puerta Negra, al final de El Señor de los Anillos. El resultado de la destrucción de la tablilla de hierro sobre las maléficas legiones de Janibas es idéntico al de la destrucción del Anillo Único sobre las legiones de Sauron.

El padre de Janibas, Orkis, el Rey de los gigantes de la montaña, es muy parecido al antiguo amo de Sauron, Morgoth el Enemigo Oscuro, quien gobernó el maléfico reino de Angband en El Silmarillion. Es interesante notar que el motivo de la guerra de Morgoth con los Elfos son los Silmarils, joyas como estrellas, que Morgoth lleva en la Corona de Hierro. El motivo de la guerra de Orkis con las hadas es la joya parecida a una estrella que la Reina de Hielo luce en su corona.

Aunque la Reina de Hielo se asemeja a la Reina de los Elfos, Galadriel, en el encantado reino de Lothlórien, o aun con la princesa elfa Arwen, en Imladris, el sitio del Castillo de Hielo de Jeraspunt en medio de los Alpes es más similar al de la ciudad élfica de muchas torres de Gondolin, que se alza en medio de las Montañas Circundantes en El Silmarillion.

A pesar de que en el cuento de Dietrich y la Reina de Hielo el anillo es reemplazado por la tablilla de hierro y la joya parecida a una estrella, en muchas otras leyendas del romance germánico el anillo es de manera manifiesta el elemento clave, como por ejemplo las leyendas de los longobardos y el ciclo de Amelungo.

Los feroces longobardos eran una de las muchas y poderosas tribus germánicas que invadieron las fronteras orientales del Imperio Romano. Este pueblo guerrero invadió más tarde el norte de Italia donde fue conocido como los lombardos y dio nombre a la región que hoy se llama Lombardía. Descritos por los historiadores latinos como los mejores jinetes entre los pueblos germánicos, los longobardos fueron los modelos de Tolkien para los Rohirrim. Los relatos históricos que describen la caballería longobarda en la batalla se parecen mucho a la dramática carga de los Rohirrim en El Señor de los Anillos. El héroe del ciclo longobardo es Ortnit, a quien su madre da un anillo de oro que le proporciona la fuerza de doce hombres. Ese anillo le permite derrotar a un niño de aspecto inocente, desarmado y bendecido con una enorme fuerza física que ha matado a montones de caballeros. Una vez que Ortnit lleva a cabo esa conquista más bien embarazosa, se le revela que el niño no es otro que el poderoso Rey enano Alberich (el nombre germano de Andvari). Alberich reconoce que es el mismo enano de las leyendas y que ahora tiene más de quinientos años de edad. Además, el Rey enano reconoce que el anillo que lleva Ortnit en la mano le perteneció en otro tiempo, pero que se lo dio a la madre de Ortnit como prueba de amor, pues en verdad Alberich es el verdadero padre de Ortnit.

Entonces, jubiloso, el Rey enano le da a su hijo una armadura y una espada. El acero, llamado Rosen, y la armadura han sido forjados por Alberich y templados en sangre de dragón. La espada es irrompible y la armadura impenetrable. También cuenta que el anillo no sólo aumentará la fuerza de Ortnit, sino que también puede emplearse para curar a los enfermos y a los heridos, y para invocar mágicamente al mismo Alberich. Con la espada, la armadura y el anillo, Ortnit gana fama y riqueza y se convierte en Rey de Lombardía. Al final, sin embargo, muere aplastado por dos dragones. La espada y la armadura de Ortnit quedan guardadas en la caverna de las bestias, pero el anillo lo retiene Alberich hasta la llegada de un héroe que esté a la altura de Ortnit.

El heredero del anillo emergió en el ciclo de héroes amelungo. Los amelungos eran una tribu germana que alcanzó preeminencia cuando el rey guerrero Anzio fue coronado Emperador del Imperio de Oriente en Constantinopla. El más grande héroe del ciclo amelungo fue Wolfdietrich, legítimo heredero del Emperador. Sin embargo, abandonado en la infancia por sus hermanos, fue criado por unos lobos. Después de muchas aventuras, Wolfdietrich arribó a Lombardía, donde fue desafiado por el enano Alberich. El amelungo gana una prueba de fuerza, le dan como premio el anillo de Ortnit y parte a luchar contra los dos dragones de Lombardía. Tomando la espada Rosen de la mano muerta de Ortnit en el interior de la caverna, mata a los dragones. El victorioso Wolfdietrich se desposa con la viuda de Ortnit y se convierte en Rey de Lombardía. Armado con el anillo, la espada y la armadura, reúne un ejército, marcha sobre Constantinopla y reclama sus derechos. Es coronado Emperador del Imperio de Oriente, pero su destino aún no está cumplido. Regresa a Lombardía con un ejército todavía mayor, luego marcha al sur, a Roma, donde es coronado también Emperador de Occidente. Una vez más, el señor del anillo reconstruye el antiguo y dividido imperio.

En estos numerosos ciclos heroicos, el personaje más persistente en la tradición de la búsqueda del anillo es el guardián del anillo y del tesoro. Éste es el enano conocido como Andvari en los relatos nórdicos, y Alberich en las leyendas germanas. Aunque capaz de mostrarse manso, por lo general es una figura siniestra; no obstante, en romances posteriores cambia a menudo de aspecto y tiene otros poderes. Con frecuencia ayuda a otros héroes bajo nombres alternativos: Alferich, Laurin y Elbeghast, y se convierte en un personaje que contiene todos los elementos sobrenaturales del romance germánico: enano, mago, elfo, herrero, guardián y dios. En los siglos XVI y XVII, la transformación es completa. En Gran Bretaña se convierte en Auberon, y en tiempos de Shakespeare es el notable Oberon, el Rey de las Hadas. En Sueño de una noche de verano, se dice que es el radiante dios del amor y el hijo inmortal de Julio César y el hada Morgana. Una evolución extraordinaria de un enano nórdico más bien desagradable.

En Tolkien, los Enanos son a menudo acaparadores y guardianes de diversos tesoros. Sin embargo, la figura que en El Señor de los Anillos equivale al enano Andvari/Alberich es el extraño personaje de Sméagol Gollum, el hobbit convertido en ladrón atormentado por la maldición del Anillo Único. No está muy lejos de convertirse en un Espectro del Anillo esclavizado por el poder del Anillo Único, pero consigue salvarse gracias a un perverso estilo hobbitesco.

En el romance germánico medieval, el enano del ciclo longobardo de Ortnit y del ciclo amelungo de Wolfdietrich reaparece en el ciclo de héroes de los Godos. De manera inevitable, el héroe Dietrich von Bern se encuentra con Alberich. La leyenda manda que éste sea el biznieto del héroe amelungo, Wolfdietrich. Dietrich va a luchar contra el Rey enano Alberich, que en esta manifestación particular gobierna un reino subterráneo en las montañas del Tirol. Después de varias intrigas y batallas, Dietrich derrota al enano y gana un anillo mágico de oro, un cinturón de fuerza, una capa de invisibilidad, un vasto tesoro de oro y la espada Nagelring.

Las hazañas de Dietrich como principal héroe germano son tan extensas como las de Arturo y Carlomagno. Sus aventuras se entrecruzan con muchos otros ciclos de búsqueda del anillo de maneras bastante inesperadas. El ambulante Dietrich aparece en la más grande épica medieval de los pueblos germanos, Los Nibelungos. Como seguidor de Etzel, el Emperador de los hunos, se ve arrastrado de mala gana a la tragedia nibelunga. Se convierte en el deux ex machina del cuento épico, y de pronto se encuentra en una posición en la que debe destruir hasta el último vestigio de la dinastía nibelunga.

Aunque muchos de los romances germanos de estos ciclos usaron elementos de la Saga de los volsungos nórdica, la épica medieval Los Nibelungos es la que presenta esa historia de modo más directo. Su héroe, Sigfrido, es el nórdico Sígurd el Matador del Dragón. En parte, Los Nibelungos es un intento de las casas reales germanas de reclamar antepasados míticos en una tradición heroica ya establecida, y en parte es historia auténtica.

La edad heroica para todas las razas teutonas (germánicas y escandinavas) del norte de Europa fueron los caóticos siglos V y VI, cuando la autoridad del Imperio Romano se derrumbaba ante las migratorias tribus teutonas. Los cabecillas históricos de esos tiempos se convirtieron en tema de tradiciones orales que los elevaron a rangos míticos. Los eventos de la Saga de los Volsungos y Los Nibelungos están basados en acontecimientos históricos: la catastrófica aniquilación de los burgundios por los hunos de Atila en 436 d. C., que actuaban como agentes mercenarios del Emperador romano.

Los Nibelungos, tal como lo conocemos, fue escrito por un poeta anónimo alrededor de 1200 d. C. para ser representado en la corte austríaca, o, más bien, éste fue el último poeta que escribió Los Nibelungos, pues la obra fue producto de una tradición poética heroica que comenzó en algún momento del siglo V.

La leyenda de Los Nibelungos habla de un temprano pueblo germánico llamado los burgundios, que se establecieron en el Rin cerca de Worms a principios del siglo V, en esa época territorio romano. En el año 436 se rebelaron contra el gobernador romano Aetio. Alrededor del 437 habían sido exterminados prácticamente por un contingente de hunos que actuaba en nombre del Imperio. Los supervivientes de los aniquilados burgundios huyeron por las tierras del Rin hacia el oeste y se establecieron en Rhône, en esa parte de Francia que en la actualidad se llama Borgoña. Los vecinos francos asentados en el Rin alrededor de Colonia no olvidaron ese catastrófico fin de la otrora poderosa tribu germana. La historia fue adaptada por sus vecinos nórdicos e integrada en las leyendas volsungas; luego, siglos después, fue readaptada y reclamada por los germanos medievales en el relato épico de Los Nibelungos.

Aunque sin duda Atila era el rey de los hunos en la época de la sublevación burgundia, no participó en la represión y se encontraba entonces en otra parte. Sin embargo, a medida que la leyenda creció, Atila entró, como era inevitable, a formar parte de la historia, y se convirtió en el nórdico Atli y el germano Etzel. La fuente volsunga de la muerte de Atli, el Rey de los hunos volsungos, a manos de su esposa está sin duda relacionada con los acontecimientos históricos que acompañan a la muerte de Atila en el año 453.

Relatos históricos auténticos nos cuentan que Atila murió de una hemorragia de garganta después de beber y celebrar su noche de bodas con una princesa germana llamada Hildico. Pronto se difundió la creencia de que Hildico había matado a Atila en venganza por la masacre de los burgundios.

Los nombres de las dos grandes reinas de Los Nibelungos están, de hecho, etimológicamente relacionados con esta histórica princesa germana. Hildico significa «pequeña doncella guerrera», lo cual se aproxima bastante a Krimilda, «doncella guerrera con yelmo», y a Brynhild, «doncella guerrera con armadura».

Los personajes de Brynhild y Krimilda —y casi toda la trama de Los Nibelungos y la Saga de los Volsungos— están basados también en parte en otro personaje histórico: la famosa reina visigoda Brunilda. Nacida alrededor del 540 d. C., Brunilda se casó con el Rey Sigiberto de los francos orientales. El hermano de Sigiberto, Chilperico, era el rey de los francos occidentales y se casó con la hermana de la Reina Brunilda. En la guerra que estalló entre los hermanos, el Rey Sigiberto fue asesinado en el 575 y Brunilda hecha prisionera. Sin embargo, salvó la vida y ganó la libertad gracias al hijo de su captor, quien la tomó por esposa. Pronto se convirtió en una fuerza poderosa entre los francos, y a lo largo de los treinta años de su influencia ordenó los asesinatos de no menos de diez nobles. Por último, en el 613 un grupo de nobles francos decidió poner fin a estas intrigas. Torturaron a Brunilda tres días enteros, hicieron que fuera desmembrada por caballos salvajes, y después la quemaron en una pira. Un final espectacular y bárbaro para un notable personaje histórico.

En El Señor de los Anillos, la trama básica de Los Nibelungos reaparece en un subestimado argumento secundario que involucra el romance a cuatro bandas de Aragorn-Arwen-Éowyn-Faramir. La Princesa Éowyn de Rohan se enamora desesperadamente de Aragorn así como la guerrera amazona, la Reina Brunilda de Islandia, se enamora desesperadamente de Sigfrido. Sigfrido está prometido a la hermosa Krimilda, y Aragorn a la hermosa Arwen de Rivendel. La resolución del triángulo amoroso en El Señor de los Anillos es mucho más feliz y caballeresca, sin las sucias intrigas o el sangriento castigo de Los Nibelungos.

Los Nibelungos exhibe muchas perspectivas que suenan extrañas a un lector moderno. La épica de Los Nibelungos no es primordialmente un vehículo para el héroe Sigfrido, como, digamos, lo es la Ilíada para Aquiles. Da la impresión, además, de que en la segunda mitad ya no hemos de simpatizar con el valeroso Sigfrido sino con las proezas heroicas de sus asesinos, Hagen y Gunter. La épica ni siquiera es una historia de una única dinastía o raza. Los Nibelungos primero son un pueblo, después otro, más tarde un tercero, dependiendo de quién guarda el tesoro de los Nibelungos, que se ha visto separado del anillo. Tal como concluyó Richard Wagner en sus estudios de la épica: «el Tesoro de los Nibelungos, como epítome de poder terrenal, y aquel que lo posee, quien gobierna por él, es o se convierte en un Nibelungo».

Hay aspectos de Los Nibelungos medieval que son distintos de los más mundanos descritos en la Saga de los Volsungos. El tesoro del anillo de la Saga de los volsungos, por ejemplo, ha atravesado una severa inflación cuando llega a Los Nibelungos. El oro entre los nórdicos era una mercancía escasa. El tesoro de oro que el caballo de Sígurd, Grani, cargó en la Saga de los volsungos se ha exagerado tanto en Los Nibelungos que para transportarlo se necesita una caravana de cientos de carretas. En la Saga de los Volsungos el histórico Atila el Huno es Atli, un tirano salvaje y traicionero. Sin embargo, en Los Nibelungos, el Rey de los hunos conocido como Etzel es retratado como un personaje humano y compasivo. Esto se debe sin duda a la política de la corte austríaca, para la que se compuso Los Nibelungos.

La moralidad cristiana y las tradiciones caballerescas introdujeron otros cambios. El elegante comportamiento de los caballeros y el tímido relato de la desfloración de Brunilda están reñidos con la directa versión nórdica. Es también indudable que hay una guerra de sexos en la épica. Sigfrido lo deja claro cuando lucha con la amazona. «Si perdiera ahora mi vida a manos de esta joven, todo su sexo se volvería arrogante, y nunca más obedecería a sus esposos», dice. No parece importar que Sigfrido y Gunter engañen y mientan a esa mujer obviamente superior en la arena y en la alcoba. Todo sirve al objetivo moral más elevado de mantener la servidumbre de las mujeres.

La doncella-guerrera también es rebajada y transformada —pero con más gentileza y sin humillación— en El Señor de los Anillos. La doncella Éowyn, que mató al Rey Brujo de Morgul, se ve transformada por el matrimonio en la gentil y obediente esposa de Faramir, así como Brunilda, la indomable reina amazona, se ve transformada por el matrimonio en la gentil y obediente esposa de Gúnnar.

El doble rasero queda también demostrado en la última y notable escena de Los Nibelungos. En ella el narrador sugiere que la actitud correcta y caballeresca de la Reina Krimilda hacia Hagen —el caballero que mató a su esposo, le robó el tesoro y decapitó a su único hijo— tendría que haber sido la misericordia. Cuando ella corta la cabeza de Hagen con la espada de Sigfrido, se dice que este comportamiento es monstruoso. En la tradición caballeresca de la época, la venganza es una prerrogativa masculina, e incluso la muerte a manos de una mujer aun del más vil de los caballeros es imperdonable. De inmediato un caballero expresa la voluntad colectiva de la corte. Desenvaina su espada y la ejecuta.

En Los Nibelungos es evidente que el anillo ya no es parte del tesoro antes de que la historia comience. La portadora del anillo es la reina amazona. Sin embargo, hay algo del anillo en ese tesoro, la Tarnkappe, la capa de invisibilidad que Sigfrido gana luchando con el enano Alberich. (Del mismo modo que el dios Loki ganó el anillo combatiendo con el enano Andvari, y Frodo peleó dos veces con Gollum por la posesión del Anillo Único). El truco de la invisibilidad que tiene el Anillo Único no se encuentra en los cuentos nórdicos. En Los Nibelungos, Sigfrido usa la Tarnkappe para esconderse de la amazona; mientras que tanto Bilbo como Frodo utilizan la invisibilidad del Anillo Único contra diversos enemigos, dragones y espectros.

También es importante señalar que aunque el tesoro y la capa de invisibilidad adoptan partes del poder del anillo, éste sigue siendo la clave en la trágica trama de la épica. Es el anillo que Sigfrido le quita a Brunilda y le da a Krimilda el que en última instancia sella el destino de todos en Los Nibelungos, del mismo modo que, sin ninguna duda, es la suerte del Anillo Único lo que sella el destino de todos en El Señor de los Anillos.