CAPÍTULO VIII

Mitos celtas y sajones

E

n la búsqueda de las fuentes e influencias que inspiraron a J.R.R. Tolkien, se ha de llegar en algún momento a las mitologías de las dos grandes razas de las que en gran medida desciende el pueblo británico: los celtas y los anglosajones. Como profesor de anglosajón, Tolkien tenía un gran amor por las heroicas tradiciones narrativas de esa intrépida raza guerrera, con sus maravillosas sagas, crónicas y cuentos de aventuras. También era claramente consciente de que los toscos guerreros teutones suplantaron a la más antigua y compleja civilización celta. Examinando las leyendas artúricas, se advierte enseguida la fuerte influencia de las tradiciones célticas que se filtraron a través de los cuentos de Tolkien. Además de los elementos ya mencionados, la mitología céltica ha influido de manera fundamental en la formación del mundo de Tolkien.

El Red Book of Hergest [El Libro Rojo de Hergest] es un manuscrito que incluye el más importante compendio de leyendas galesas, El Mabinogion, con numerosas historias de anillos mágicos. La doncella Lunet, la Dama de la Fuente, le da un anillo de invisibilidad al héroe Owein. La Dama Lyonesse le entrega a su héroe, Gareth, un anillo mágico que impedirá que le hagan daño. Y Peredur Lanza Larga parte en la búsqueda de un anillo de oro en la que mata a la Serpiente Negra de los Túmulos y gana una piedra de invisibilidad y una piedra que produce oro.

Sin embargo, de toda la mitología céltica lo que más influyó en Tolkien fue el tema de los Elfos. En términos generales, es fácil ver que Tolkien ha incluido gran parte de las tradiciones célticas en las historias de los Elfos, mientras que la raza invasora de anglosajones tiene las características de sus Hombres.

Los Elfos de Tolkien en su mayoría se basan en las tradiciones y convenciones de los mitos celtas y las leyendas de Irlanda y Gales. No obstante, es importante comprender que antes de Tolkien, el «elfo» era un concepto vagamente definido, asociado a menudo con duendes, hadas, gnomos, enanos y trasgos, de una naturaleza disminuida e insignificante.

Los Elfos de Tolkien no son una raza de duendes. Son un pueblo poderoso y robusto que se parece mucho a la raza irlandesa, prehumana e inmortal llamada los Tuatha De Danann. Como los Tuatha De Danann, los Elfos de Tolkien, más altos y fuertes que los mortales, nunca caen enfermos, son de una belleza sobrehumana y más sabios en todas las cosas. Tienen talismanes, joyas y armas que los humanos podrían considerar mágicos. Montan en caballos sobrenaturales y entienden las lenguas de los animales. Aman las canciones, la poesía y la música, que componen e interpretan.

Los Tuatha De Danann se retiraron poco a poco de Irlanda a medida que los hombres mortales llegaban del este. El tema de la mengua del poder élfico en la Tierra Media procede de la tradición céltica. Los Elfos que navegan hacia el oeste a reinos inmortales e intemporales del otro lado del mar, mientras la raza humana se queda atrás y usurpa un mundo mortal, disminuido y atrapado en el tiempo, eran en gran medida el tema de la mengua de los Tuatha De Danann.

El resto de esta raza otrora poderosa era los «Aes Sidhe» o los «Sidhe» (pronúnciese «Shii»). El nombre significa el «pueblo de las colinas», pues se creía que este pueblo se retiró del reino mortal y se ocultó en «colinas huecas» o en el interior de antiguos montículos antes sagrados para ellos. En Tolkien, igual que en las leyendas célticas, se encuentran restos de poblaciones de estos inmortales en todo tipo de lugares escondidos: bosques encantados (como Lothlórien), valles ocultos (como Rivendel), cavernas (como Menegroth), en gargantas de ríos (como Nargothrond) y en islas lejanas (como Tol Eressëa). Los Elfos de Tolkien, igual que los Sidhe, rara vez se entrometían en el mundo de los hombres. Les preocupaban mucho más sus propios asuntos e historias. Todas las tradiciones célticas de los Sidhe reaparecen en los Elfos de Tolkien. El tiempo élfico es muy distinto del tiempo mortal; cuando los aventureros mortales de Tolkien cruzan un reino élfico experimentan un salto en el tiempo, no muy distinto del que sentían los mortales que habitaban los reinos de los Sidhe; en casos extremos, algunos confundían las horas con años, o los años con horas. Esto quizá se deba a las reglas de inmortalidad que gobiernan tanto a los Elfos como a los Sidhe.

Los Elfos y los Sidhe tienen una vida ilimitada, y en ese sentido son inmortales, aunque se los puede matar. Tolkien sigue la tradición céltica que sugiere que los inmortales no pueden sobrevivir en un mundo mortal, y que si quedan en él pierden parte de sus poderes. En última instancia, han de elegir entre permanecer en el mundo mortal o abandonarlo para siempre por otro inmortal e intemporal, incomprensible para los humanos.

Aunque en la creación de la raza de los Elfos, Tolkien tomó muchos elementos de los mitos celtas, su propia contribución a estas leyendas fue inmensa y extraordinaria. Tolkien tomó los incompletos mitos y leyendas de los Sidhe y los Tuatha De Danann y creó para los Elfos una vasta civilización, una historia y una genealogía. Les dio lenguas y una inmensa herencia cultural, imaginaria pero arraigada en la historia verídica.

Hay comparaciones curiosas. En El Señor de los Anillos tenemos a Sauron, el Ojo Maligno, señor y amo de Orcos, Trolls, Balrogs y muchas otras monstruosas criaturas. En el mito celta, tenemos a Balor, el Ojo Maligno, rey de la monstruosa raza de gigantes deformes llamados los Formor, rivales de los Tuatha De Danann en la tierra de Irlanda antes de la llegada de los hombres.

El espantoso Balor tenía dos ojos: uno normal, el otro enorme e hinchado. Nunca abría el ojo inmenso porque estaba tan lleno de poderes terribles y mágicos que virtualmente incineraba todo aquello sobre lo que se posaba. En la guerra, Balor era llevado al campo de batalla como una pieza de artillería. Ocupaba su sitio en la vanguardia de los Formor de cara al enemigo y un criado levantaba el párpado con un gancho al tiempo que sus camaradas miraban a otra parte. En el caso de Balor, las miradas podían matar, y cualquiera que se encontrara al alcance del ojo era destruido al instante.

Muchos cayeron bajo el ojo del Rey Balor hasta la llegada del paladín de los Tuatha De Danann, el guerrero de cabellos dorados llamado Lugh de los Brazos Largos. Al ver el fulgor de la luz en el momento en que el gancho levantaba el párpado de Balor, el dios apuntó con su honda y arrojó una piedra directamente al ojo llameante. Lanzó la piedra con tal fuerza que el Ojo Maligno salió disparado hacia atrás atravesando el cráneo de Balor hasta las filas de los Formor, detrás del rey. El ojo centelleante incineró a la mitad del monstruoso ejército de Balor y los Formor fueron expulsados.

Había otros personajes célticos que parecen haber encontrado un camino hacia la Tierra Media. El dios valariano de Tolkien, Oromë el Cazador, era llamado Araw en la lengua sindarin de los Elfos. Casi idéntico, tanto en nombre como en carácter, es el dios gales Arawn el Cazador. Los dos tienen un gigantesco caballo inmortal y una manada de perros sobrenaturales.

En la leyenda céltica aparece a menudo una mágica «dama de blanco», y en los romances artúricos figuras como la Dama del Lago y el hada Morgana. En Tolkien, el arquetipo de la Reina de los Elfos Galadriel (cuyo nombre significa «dama de la luz» y que a veces es llamada «la Dama Blanca»), es la diosa Varda, la Reina de las Estrellas. Varda es la diosa más amada por los Elfos, y una versión valariana de Galadriel. En estas figuras Tolkien vincula los Elfos y la luz de las estrellas, característica constante en los Sidhe célticos. A los Sidhe también les encanta caminar bajo el cielo estrellado. Como en los Elfos de Tolkien, los ojos de los Sidhe son como estrellas para los mortales y sus cuerpos titilan con una luz.

En la tradición céltica, cuando estos seres radiantes —estas «damas de blanco»— toman a un héroe mortal como amante, siempre hay obstáculos que superar; a menudo el cumplimiento de una misión casi imposible. La versión de Tolkien es muy similar a la leyenda galesa del cortejo de Olwen. Olwen era la mujer más hermosa de su época; una luz le brillaba en los ojos y su piel era blanca como la nieve. El nombre Olwen significa «la del rastro blanco», pues cuatro tréboles blancos brotaban a cada paso que daba por el suelo del bosque, y la conquista de su mano requirió la reunión casi imposible de los «Tesoros de Gran Bretaña».

En Tolkien hay dos «damas de blanco»: Lúthien en El Silmarillion y Arwen en El Señor de los Anillos. Estas dos princesas elfas son consideradas las mujeres más hermosas de entonces; las dos tienen ojos que brillan con una luz y la piel blanca como la nieve. Las dos están relacionadas con una flor blanca de forma de estrella llamada niphredil. Se trata de una flor que brotó por primera vez en celebración del cumpleaños de Lúthien, y con posterioridad floreció eternamente en los montículos fúnebres de Lúthien y de Arwen. Y por último, la conquista de las dos requirió misiones casi imposibles. Para que el héroe mortal Beren conquistara a Lúthien, tenía que capturar un Silmaril; y para que el héroe mortal Aragorn ganara a Arwen, el Anillo Único tenía que ser destruido.

Hasta qué punto se inspiró Tolkien en los modelos célticos se advierte claramente en la inventada lengua élfica llamada sindarin. El mismo Tolkien apuntó [Cartas, n.º 347] que dicha lengua y los nombres élficos de personas y lugares fueron «deliberadamente inventados para parecerse a los del gales». Estructural y fonéticamente hay fuertes vínculos entre las dos lenguas[2].

Aunque los celtas eran la civilización más antigua en Gran Bretaña, los anglosajones fueron la raza dominante; los británicos heredaron gran parte del lenguaje y en consecuencia de la cultura de los anglosajones. Como profesor de anglosajón, la práctica de Tolkien en este campo influyó ciertos aspectos de sus culturas humanas, así como la de los celtas influyó en sus Elfos. Ha de recordarse asimismo que Tolkien expresó a menudo el deseo de restaurar la mitología y la literatura de la antigua Inglaterra. Entendía por esto la mitología y la literatura de la Bretaña anglosajona entre el tiempo de la retirada de los romanos en 419 a. C. y la conquista normanda en 1006 a. C. Con la notable excepción de «Beowulf» y un puñado de fragmentos poéticos, los conquistadores normandos destruyeron sin piedad la cultura anglosajona.

En sus obras de imaginación, Tolkien intentó recuperar algo de la atmósfera de aquella perdida edad de héroes y dragones. Así se explica que elementos anglosajones tengan para él una importancia crítica. Sus mortales hablan sobre todo oestron o la lengua común de los Hombres que Tolkien «traduce» al inglés moderno; no obstante, muchos de los nombres y lugares relacionados con los Hombres son «traducidos» al anglosajón, o al inglés antiguo. Tolkien emplea cientos de palabras del inglés antiguo. Todos los nombres de la gente del Norte y los Rohirrim, como «Éowyn» (mujer jinete), y Théoden (jefe de una nación), proceden del inglés antiguo así como los nombres de los Enanos son islandeses y los de los Elfos de raíz galesa.

Los nombres que los Hombres dan a otras razas proceden también del inglés antiguo.

Ent es inglés antiguo para gigante, orco es demonio o trasgo, meara significa caballo, hobbit es el «holbytla» o «constructor de agujeros» del inglés antiguo. El origen de woses es wodwos, un trasgo de los bosques. Hombres Púkel deriva de puckle, que significa demonio o trasgo, y que Shakespeare emplea en su personaje Puck.

En los ciclos de héroes teutones, populares entre los anglosajones, hay muchos elementos que sin duda influyeron en los escritos de Tolkien. Esto es particularmente cierto en los cuentos relacionados con anillos.

La importancia que da la leyenda volsunga del anillo al linaje real y la talla histórica es fácil de reconocer en la historia y literatura de todo el norte de Europa. Aun en la más antigua épica teutona, la obra maestra de la literatura anglosajona del siglo VIII, Beowulf, hay rastros de la leyenda del anillo y su héroe Sígurd.

No hay duda de que la historia de Beowulf fue un intento anglosajón por rivalizar con la grandeza del héroe volsungo. Antes de que el escaldo le cante su tributo a Beowulf, comienza primero por cantar sobre Sígurd. Con el nombre de Sígmund aparece en la versión anglosajona como el más famoso de todos los héroes, pues había matado a un dragón y conquistado el tesoro del anillo. El escaldo da una versión muy abreviada y parece obvio que alude a una leyenda que a todos les es familiar. Además, se usa para presagiar la batalla de Beowulf con el dragón, que le dará una fama comparable entre los de su propio pueblo.

Cuando Beowulf mata al monstruo Grendel, el Rey Hrothgar, «Señor de los daneses del anillo», le da como recompensa anillos, brazaletes y collares. Décadas más tarde, Beowulf gobierna como Señor de los daneses del anillo en lugar de Hrothgar, y su última proeza heroica es la de luchar con un terrible dragón volador que escupe llamas y que guarda el tesoro de anillos de una raza antigua y desaparecida.

Tolkien, como profesor de anglosajón, era una autoridad en Beowulf, algo que reconoció [Cañas, n.º 25]: «El Beowulf se cuenta entre mis más preciadas fuentes» para El Hobbit. Las dos historias no son obviamente muy similares; sin embargo, hay fuertes paralelismos en la estructura del episodio del dragón en Beowulf y en la de la muerte de Smaug en El Hobbit. El dragón de Beowulf es despertado por un ladrón que consigue entrar en la caverna y roba una copa enjoyada. Esto se repite en el robo de Bilbo Bolsón en la caverna de Smaug, cuando el hobbit también roba una copa enjoyada. Ambos ladrones escapan a la detección y a la ira de los dragones, y en ambas historias los asentamientos humanos más próximos sufren de manera terrible la cólera del dragón.

Depende de sus respectivos paladines, Beowulf y Bardo el Arquero, matar a la bestia. Los dos lo consiguen, aunque Bardo sobrevive para convertirse en Rey de Valle, pero no Beowulf. Siguiendo el patrón de la última batalla de Sígmund, la espada de Beowulf, Nailing, se rompe, y a pesar de que sale victorioso, muere por sus heridas. La muerte de Beowulf reaparece en El Hobbit, pero no en la historia de Bardo, sino en la de otro rey guerrero, el enano Thorin Escudo de Roble, quien vive lo suficiente para saber que ha triunfado, pero muere por las heridas recibidas en el campo de batalla.

Tolkien empleó también elementos de Beowulf en El Señor de los Anillos. Para empezar, el héroe hobbit, Frodo (que según parece era Froda en la lengua hobítica original), recuerda a un personaje de Beowulf: Froda, señor de los bardos. Los Jinetes de Rohan de cabellos dorados, y en particular el Castillo de Oro de los Rohirrim, Meduseld, proceden también del mundo de Beowulf, Meduseld era un enorme salón de banquetes con techo de oro que se levantaba en la fortaleza de la colina, Edoras, cerca de los túmulos fúnebres de los antiguos reyes de Rohan. El salón de banquetes con el techo de oro del Rey Théoden (de hecho, Meduseld es en inglés antiguo «estancia en la pradera») se parece mucho al gran salón anglosajón, y más específicamente a Herot, el palacio del Rey Hrothgar en Beowulf, con gabletes recubiertos de oro trabajado, que desde lejos brillaban al sol, así como Meduseld se veía desde la distancia. Y estos dos palacios de estancias terrenales eran reflejos reducidos de la titánica estancia de techo de oro de Odín, el Valhalla.

Otras historias anglosajonas contribuyeron también de manera importante en el desarrollo de las obras de Tolkien. Sin duda una fue la leyenda del anillo del héroe sajón, Wayland el Herrero. Los cuentos de Wayland fueron muy populares durante la Edad Media. Fue un Dédalo sajón, y el mayor artesano de su raza. Tolkien conocía muy bien esa leyenda. Humphrey Carpenter en su biografía de Tolkien apunta que durante el período en que estaba escribiendo El Señor de los Anillos, Tolkien llevó a su familia de excursión a Berkshire y subieron a la White Horse Hill para ver el túmulo conocido como Herrería de Wayland.

En la Edad Media llegó a ser tradicional que las espadas de los grandes héroes salieran de la forja de Wayland el Herrero. En los Nibelungos, la espada de Sigfrido, Balmung, había sido fabricada por Wayland; igual que la espada de Carlomagno, Joyeuse. En la saga wilkina, Wayland forja la espada Mimung o Mimming para su heroico hijo, Witig, pero el acero también llega a manos del héroe Dietrich von Berne. Wayland es el fabricante de espadas en The Waltharius, para el héroe sajón Walter de Aquitania.

Lo más notable es que un cuento de Wayland afirma que después de huir al reino de los herreros elfos de Alfheim, el héroe-herrero le entregó su propia espada a Odín, el Padre de Todas las Cosas. Ésa era la espada que Odín se llevó a Mídgard y que clavó en el árbol Branstock: Gram, la espada llameante de la Saga de los Volsungos.

Wayland el Herrero es la figura del herrero dotado pero maldecido que en Tolkien se manifiesta en Fëanor, el rey noldo, hacedor de los Silmarils que fueron robados por Morgoth. También se le parece Telchar el Herrero, el supremo herrero enano que forjó la espada de los Dúnedain heredada por Aragorn, con la que Elendil desprendió el Anillo Único de la mano de Sauron. Telchar forjó también la daga «Angrist», que empleó Beren en la Búsqueda del Silmaril y en sacar la joya de la corona de hierro de Morgoth. Sin embargo, más específicamente, podemos ver en el cuento del anillo de Wayland algo de la figura de Celebrimbor, Señor de los elfos herreros de Eregion, quien forjó los Anillos de Poder.

La historia del anillo de Wayland el Herrero —conocido como Weiland por los germanos— nos llega en su mayor parte a través de la versión nórdica, en la que el héroe sajón es llamado Vólund. Ésta fue transcrita en el largo poema narrativo islandés, el Volundarkvitha.

El cuento comienza con Vólund conquistando una esposa valkiria, que ha descendido a la Tierra en la figura de un cisne. Vólund se apodera del plumaje de esta doncella-cisne, impidiendo así que escape, y entonces, ya como mujer mortal, la toma por esposa. Nueve años después la valkiria descubre el lugar donde estaba escondido el plumaje y huye del mundo mortal. Sin embargo, como prenda de amor, le dejó a Vólund un anillo mágico del oro más puro.

Por los poderes de este anillo, las ya formidables habilidades de Vólund aumentaron más allá de las de todos los hombres. De su forja salieron armas y armaduras bendecidas con poderes fantásticos, y joyas de belleza y complejidad exquisitas. Las más preciadas creaciones de Vólund eran sus espadas, siendo la mejor de ellas la suya propia, que siempre tenía fuego danzando alrededor de los bordes afilados como una navaja. Era una hoja que no se mellaba ni rompía, y cualquiera que la empuñase no podía ser derrotado en la batalla.

El anillo de Vólund era también una fuente de riqueza casi infinita. Poniendo el anillo sobre la forja, extraía con su martillo setecientos anillos de oro de igual peso. Tan inmensa era la riqueza de Vólund, que Nídud, el Rey de los suecos, mandó a sus soldados que capturaran al herrero y se apoderaran de sus tesoros y de su anillo mágico.

El maléfico rey convirtió a Vólund en esclavo. Hizo que dejaran tullido al herrero y luego lo exilió a una isla rocosa donde lo obligaron a construir una fortaleza laberinto que sirvió como su propia prisión. Allí Vólund fue forzado a fabricar joyas, ornamentos y armas para el capricho de sus amos.

Pasados muchos años, Vólund consiguió, gracias a una estratagema, vengarse matando a los hijos del rey, violando a su hija y recuperando su espada y su anillo. Enseguida empleó sus habilidades para forjar un par de enormes alas, muy parecidas a aquellas de la doncella-cisne de la valkiria que había sido su esposa.

Con esas alas, voló fuera de la isla prisión, mucho más allá de Mídgard y del reino de los mortales. Voló a aquel lugar llamado Alfheim, la tierra de los elfos, donde viven los más finos herreros de la creación. Pero tan grande era la destreza de Vólund que los elfos lo recibieron como a un igual. Con los elfos de Alfheim y el poder del anillo, Vólund concibió y creó muchas obras milagrosas para dioses y héroes, más grandes que cualquiera de las fabricadas en el mundo de los hombres.

En alguna versión perdida de las leyendas, el anillo de Vólund parece haber sido robado en Alfheim por el enano Andvari y llevado de vuelta a Mídgard. Allí se convierte en Andvarinaut, el mismo anillo de la Saga de los Volsungos.

Sin embargo, en las versiones posteriores al cuento de Vólund, el anillo tiene otro destino. No se queda en Alfheim sino que es robado por un intrépido pirata mortal llamado Soté el Proscrito. Después de llevarse el anillo, se obsesiona con él. Temeroso de que alguien pueda robárselo, huye a Bretland y se hace enterrar vivo en un túmulo hueco. En ese gran montículo, con la espada y la daga desenvainadas, vaga por los pasadizos, sin dormir jamás, a la espera de cualquiera que pueda intentar arrebatarle el anillo fabuloso. Soté el Proscrito se convierte en un espíritu obsesionado y maldito. Poseído y maldecido por el poder del anillo, se transforma en un espectro del anillo inmortal, uno de los muertos vivientes que los hombres llamaban tumularios y que asolan las tumbas de los hombres.

El anillo de Vólund es el objeto de la búsqueda del héroe Thorsten. Cuando Thorsten llega por fin a Bretland, entra en una colina hueca, el túmulo fúnebre donde se esconde Soté el Proscrito. Se oyen alaridos y gemidos de demonio, gritos de un hombre vivo y el sonido del acero que golpea la piedra y el hueso, y dentro titilan unas llamas mágicas. Por último, Thorsten emerge del oscuro pasadizo, él mismo pálido y ensangrentado como un fantasma, pero en la mano izquierda lleva el centelleante oro del anillo de Vólund.

La última parte de la historia del anillo de Vólund reaparece en Tolkien en el encuentro casi fatal de los hobbits con los tumularios de las Quebradas de los Túmulos. Desde luego, hay una diferencia. Aunque los tumularios tenían sus propios tesoros, era Frodo quien poseía el Anillo. También en el cuento de Tolkien, es esa extraña creación llamada Tom Bombadil la que irrumpe en el túmulo para dispersar a los tumularios y salvar al Portador del Anillo y a sus compañeros.

No obstante, con la introducción del espíritu del tumulario —en la figura de Soté el Proscrito— el anillo proporciona a los mortales la inmortalidad y unos poderes demoníacos que los esclaviza y los destruye. Quizá en Soté el Proscrito hay algo del Rey Brujo y de los espectros de El Señor de los Anillos. Los anillos de poder transforman a los hombres mortales en espíritus inmortales y malditos.

El comportamiento paranoide y horrible de Soté después de robar el anillo nos recuerda el carácter de Sméagol Gollum. Pues después de que Gollum asesina a su primo y roba el Anillo Único, igual que Soté, se obsesiona con ese anillo «tesoro», y en una especie de locura mezquina también se entierra vivo. En los asquerosos túneles de una abandonada fortaleza de orcos bajo las colinas, Gollum se oculta (como Soté) y asesina a cualquiera que se atreva a acercarse, por miedo a que le roben el preciado anillo.