CAPÍTULO VII

Las leyendas carolingias

A

sí como el Rey Arturo se convirtió en el héroe nacional de Gran Bretaña, en torno a quien se tejió un gran ciclo de leyendas, en el continente la figura histórica del Sacro emperador de Roma, Carlomagno, creció hasta convertirse en una gran figura legendaria. Lo mismo que con los caballeros de Arturo, las leyendas de Carlomagno incluyen numerosas historias de sus paladines. Las aventuras de estos caballeros cristianos aliados de Carlomagno se narraron en los famosos Cantares de Gesta.

El mismo J.R.R. Tolkien señaló a menudo que eran muchos los lectores que veían cierta relación entre Aragorn y el Rey Arturo, pero que por lo general pasaban por alto la de Aragorn y Carlomagno. Sin duda, así se lo parecía a Tolkien; la gran tarea de Aragorn —forjar el Reino Reunido de Amor y Gondor sobre las ruinas del antiguo imperio de los Dúnedain después de más de un milenio de caos bárbaro— era, históricamente, semejante a la tarea de Carlomagno: crear el Sacro Imperio Romano sobre las ruinas del antiguo Imperio Romano.

Geográficamente, Tolkien veía también que la expansión del Reino Reunido era muy semejante a la del reino de Carlomagno. El escenario de El Señor de los Anillos es el noroeste de la Tierra Media, una región más o menos equivalente a la masa territorial europea. Hobbiton y Rivendel, como a menudo reconoció Tolkien, se situaron aproximadamente en la latitud de Oxford. Según sus propios cálculos, esto ponía a Gondor y a Minas Tirith a unas seiscientas millas al sur, en un emplazamiento que podía ser Florencia. Los orígenes de El Señor de los Anillos no son los mitos artúricos o nórdicos, y Tolkien sugirió (en una carta [Cartas, n.º 294] escrita en 1967): «La historia culmina en lo que se parece mucho más al restablecimiento de un Sacro Imperio Romano eficaz con asiento en Roma…».

Ciertamente, la escala de la empresa de Carlomagno para crear un Sacro Imperio Romano se parece más al reto con que se enfrentó Aragorn en la Tierra Media que al del Rey Arturo. El paralelismo es bastante obvio. En El Señor de los Anillos el otrora reino unido númenóreano está dividido en los dos reinos debilitados y deteriorados del Norte y del Sur, Amor y Gondor. El histórico Imperio Romano se dividió también en dos debilitados y deteriorados reinos de Occidente y Oriente, Roma y Bizancio. No cabe duda de que el mismo Tolkien consideró tal paralelismo, escribiendo [Cartas, n.º 131] que veía a Gondor en la época de la Guerra del Anillo como «una especie de Bizancio orgullosa y venerable, aunque cada vez más impotente».

El poder y la variedad de los enemigos de Carlomagno no eran muy distintos de aquellos contra los que tuvo que luchar Aragorn cuando intentaba forjar de nuevo los antiguos reinos númenóreanos. Así como Aragorn tuvo que batallar contra un poderoso enemigo del sur —los Sureños de Harad—, Carlomagno tuvo que frenar a un enemigo parecido: los sarracenos de España y del norte de África. Al este, Aragorn tenía a las tribus de los Hombres del Este y las hordas bárbaras que adoraban al ojo maligno de Sauron, el Señor Oscuro; en la frontera oriental de Carlomagno habitaban las tribus germánicas y las hordas bárbaras que adoraban al dios tuerto Votan, a quien los nórdicos llamaban Odín.

Por encima de todos los reyes guerreros de Europa, se atribuye a Carlomagno el mérito de ser el más enérgico destructor del culto de Odín y su equivalente germánico, Votan. El papel de Carlomagno como «Defensor de la Fe Cristiana» era mucho más agresivo que lo que el título da a entender. Hizo del Rin su línea de batalla y suprimió brutalmente toda adoración no cristiana. Destruyó y derribó todos los templos paganos y quemó las sagradas arboledas. Todos los que adoraban a Odín/Votan fueron convertidos o pasados por la espada. De manera similar en el sur, en España, detuvo para siempre el avance de los sarracenos. Repelió la marea del Islam y pasó por la espada a los adoradores del profeta Mahoma.

En El Señor de los Anillos, Aragorn reprime de un modo similar a los adoradores de Sauron. Los Sureños y las tribus del Este son obligadas a punta de espada a demandar la paz. Una vez que la Torre Oscura es destruida y las legiones de orcos prácticamente aniquiladas, el hechizo de Sauron llega a su fin. Aunque no hay implicaciones religiosas, los bárbaros son convertidos a las costumbres pacíficas y firman tratados reconociendo el Reino Reunido de los Dúnedain.

Por supuesto, hay muchas otras comparaciones posibles entre Aragorn y Carlomagno. Los dos portan espadas mágicas y ancestrales, los dos tienen el poder de curar con hierbas mágicas, los dos tienen mentores viejos y sabios y los dos se casan con Reinas de los Elfos.

La espada de Aragorn, Andúril —que fue forjada por Telchar el Herrero—, tiene su par en la de Carlomagno, Joyeuse, forjada por Wayland el Herrero. Sin embargo, parece curioso que el destructor cristiano de las religiones paganas esté armado con una espada forjada por el mismo herrero que había forjado a Gram, el arma del guerrero supremo de Odín, Sígurd el Matador del Dragón.

En El Señor de los Anillos, Aragorn utiliza la hierba athelas para curar a quienes el «Hálito Negro» de los Nazgûl había abatido. En las leyendas carolingias se lee que Carlomagno era capaz de sanar a las víctimas de la plaga o «muerte negra» empleando la hierba llamada «cerraja». En ambos casos, estas hierbas sólo curaban cuando eran administradas por las manos sanadoras de un rey, tal como se reconocía en el folklore de la Tierra Media, donde el nombre popular de la athelas era «Hoja de Reyes».

La figura clave de Gandalf el mago en El Señor de los Anillos, como mentor y guía espiritual de Aragorn, no cabe en el mundo de Carlomagno. La Iglesia no permitiría que un mago fuera mentor y guía espiritual del Sacro Emperador. A esto hay que añadir que casi todos los magos son versiones débilmente veladas y terrenales del dios-mago Odín/Votan, el más grande enemigo de la Iglesia. En las historias cristianizadas de Carlomagno, la figura de Gandalf/Merlín/Odín está reemplazada por la de un sabio y anciano sacerdote. La figura histórica del obispo Turpin suplanta al mago, y se convierte en la versión cristianizada del mismo personaje: el anciano mentor de barba blanca con el cayado de obispo, en vez del bastón de mago.

En la elección de reinas, Aragorn y Carlomagno tuvieron una suerte parecida. El compromiso de Aragorn con la Princesa elfa Arwen es comparable al de Carlomagno con Frastrada, la oriental y exótica Princesa elfa. Por supuesto, tanto Frastrada como Arwen son consideradas las mujeres más hermosas del mundo.

La más atractiva de todas las leyendas carolingias acerca del poder subyugador del anillo tiene como centro el matrimonio de Carlomagno con Frastrada. Curiosamente, esta historia de Carlomagno y «El anillo de la serpiente» es el cuento carolingio que más se parece a El Señor de los Anillos. «El anillo de la serpiente» es también la única leyenda en la que, como en Tolkien, se rechaza el poder del anillo. La historia muestra, además, que un anillo pagano tenía aún poder suficiente en la era cristiana para vencer incluso a un héroe tan devoto como el Sacro Emperador Romano.

El cuento de «El anulo de la serpiente» comienza el día de la boda real de Carlomagno y Frastrada. Los súbditos y nobles de todo el mundo llegan a la corte de Carlomagno con regalos de boda. Entre ellos se encuentra una gran serpiente con un anillo en la boca. La serpiente entra en el salón del banquete y se arrastra hasta la mesa real. Allí se alza y deja caer el anillo de oro en la copa del emperador. Luego la serpiente da media vuelta y se desliza fuera del salón.

Tomándolo como un buen presagio, Carlomagno se levanta y pone el anillo en la mano de la Reina Frastrada. Pero ese anillo de la serpiente tiene un poder que Carlomagno no ha imaginado, y que empezó a actuar una vez que estuvo en el dedo de Frastrada.

El anillo de la serpiente era de encantamiento. De inmediato el amor que Carlomagno siente por Frastrada se dobla y redobla. Se convierte en algo compulsivo, casi insoportable. El poder del anillo hace que Carlomagno adore irrevocablemente a Frastrada. No soporta estar separado de quien luce el anillo en la mano.

Durante un tiempo todo está bien, pues el amor de Carlomagno es correspondido, y los dos son felices, y los asuntos del reino se desarrollan sin problemas. Pero pasados unos pocos años, Frastrada padece una enfermedad mortal, y nada, ni siquiera las manos sanadoras de Carlomagno, es capaz de salvarla.

No obstante, cuando ella muere, el hechizo del anillo no disminuye. Pretenden enterrar a Frastrada en la catedral de Mayence, pero Carlomagno no quiere separarse de ella y hace que la depositen en una cámara, y allí la vela tanto de día como de noche. El poder del anillo hace que le parezca tan hermosa como en vida. De modo que allí se queda, día tras día, semana tras semana, consumiéndose y descuidando su imperio.

Por último, el obispo Turpin se presenta en la cámara mientras Carlomagno se encuentra sumido en un sueño inquieto. Igual que el sabio Gandalf, que fue el primero en reconocer el poder del Anillo Único, es el viejo sabio Turpin quien reconoce el poder del anillo de la serpiente. Deseando liberar al Emperador de su hechizo, Turpin lo quita del dedo de la Reina y huye de la cámara.

Cuando el Emperador despierta, descubre que aunque todavía triste por la muerte de Frastrada, el dolor salvaje que lo había esclavizado ha desaparecido mágicamente. Ya no se siente obligado a permanecer junto a ella y permite que entierren su cuerpo.

Sin embargo, poco a poco Carlomagno se da cuenta de que debe buscar con urgencia el consejo y la compañía del obispo Turpin. Siente que nunca hasta entonces había comprendido qué importante era para él el anciano consejero. En ese momento le parece que sólo la amistad del obispo Turpin podría dar a su vida significado y propósito.

De inmediato el Emperador corre a ver a Turpin y declara al obispo el más sabio de los hombres y el mejor de los amigos. Luego proclama que jamás se separará de él y que en todas las cuestiones de estado prevalecerá la palabra de Turpin.

Más bien intimidado por la comprensión de que el poder del anillo pudiera despertar tal amor en Carlomagno tanto hacia un hombre como hacia una mujer, Turpin, a pesar de ello, aprovecha esos poderes con el fin de conseguir que Carlomagno se recupere, y luego animarlo a ocuparse de los urgentes asuntos del reino.

El obispo tiene éxito, pero en última instancia decide que debe rechazar el poder del anillo. Como el hobbit Frodo en El Señor de los Anillos, Turpin descubre que la carga del anillo le resulta excesiva. Sin embargo, el viejo obispo desconfía de ese poder mágico y tiene miedo de que caiga en manos malignas. Sabe que cualquiera que se lo ponga podrá esclavizar y hechizar al Emperador. De modo que, como el hobbit Frodo, se marcha en secreto y busca un modo de deshacerse del anillo.

Frodo lleva el Anillo Único a los fuegos volcánicos del Monte del Destino intentando neutralizar su poder. El obispo Turpin encuentra un lago remoto en un bosque y arroja el anillo a sus aguas intentando neutralizar su poder.

Cuando a la mañana siguiente el obispo vuelve junto a Carlomagno, descubre aliviado que el amor obsesivo que le mostraba el Emperador había vuelto a la sencilla camaradería de antaño.

No obstante, ése no fue el fin de la cuestión. Pues el anillo de la serpiente no resultó destruido al ser arrojado al lago, como tampoco el Anillo Único cuando se perdió en el río Anduin. Y así como el poder del Anillo Único llamaba a Sauron, el anillo de la serpiente llama a Carlomagno.

El anillo acosa a Carlomagno. Pasa inquieto los días y su desánimo no le permite concentrarse en los asuntos de Estado. Siempre distraído, tiene necesidad de viajar y errar por lejanos bosques. A menudo llama a sus cazadores y vaga por las florestas del reino, esperando que la cacería lo tranquilice.

Un día se adentra profundamente en un bosque, hasta que llega a un claro que alberga el mismo lago en que Turpin había tirado el anillo.

Siente un gran júbilo al ver las aguas cristalinas. No entiende por qué pero contempla el lago en un éxtasis creciente. No desea otra cosa que quedarse en ese sitio toda la vida.

Y así ocurre que ordena que se construya allí mismo un gran palacio. Así fue como Aix-la-Chapelle se convirtió en la capital del reino de Carlomagno, pues allí estaban el claro y el lago y allí pasó el emperador la mayor parte de sus días.

Resulta más bien sorprendente encontrar, en el centro simbólico del reino del principal monarca cristiano, un anillo pagano y mágico celosamente guardado por un emperador que empuña una espada pagana y mágica.

Parece el reflejo opuesto de la historia original nórdica del anillo de Andvari, en la que el codicioso enano guarda un anillo de oro escondido en la profundidad del estanque para que no caiga en manos de algún héroe. En la leyenda carolingia, un emperador virtuoso esconde un anillo de oro en las profundidades de un lago para que no caiga en manos de los malignos y paganos poderes que quieren destronarlo y destruir el Imperio.

Es también lo opuesto del corrupto Gollum en su oscuro estanque subterráneo guardando su anillo, y de un maligno emperador como Sauron guardando un anillo de oro escondido en su Torre Oscura para mantenerlo alejado de los buenos poderes élficos que vienen a destronarlo y a destruir su Imperio.

Como el Rey Arturo y su Tabla Redonda de caballeros, el Emperador Carlomagno fue tema de multitud de historias, conocidas como Cantares de Gesta, que conciernen a sus leales paladines. Algunos aspectos de estas aventuras y sus héroes parecen haber encontrado un camino para entrar en El Señor de los Anillos de Tolkien.

Uno de los paladines más famosos de Carlomagno fue el héroe Roldan. Celebrado en la obra maestra de la literatura medieval, El Cantar de Roldan, este leal paladín es mejor conocido por su última y famosa batalla contra los sarracenos en el paso de Roncesvalles, en los Pirineos. Emboscado y altamente superado en número, Roldan lucha con valentía hasta que se le rompe la espada. Por último es superado por las hordas infieles. Al morir, Roldan sopla su cuerno para advertir a Carlomagno del ataque.

En El Señor de los Anillos, este acontecimiento se asemeja a la última batalla del capitán Boromir contra los orcos en Amon Hen, sobre los Saltos del Rauros. Atacados por orcos bajo la Colina del Ojo, Boromir sopla su cuerno. Aunque mata a una veintena de orcos en defensa de los hobbits, al fin cae herido. Los orcos rompen la espada de Boromir y aplastan el gran cuerno. Aragorn, igual que Carlomagno, corre hacia el sonido del cuerno, pero, igual que Carlomagno, llega demasiado tarde. Boromir sólo dice unas pocas palabras antes de morir.

Otro de los grandes paladines de Carlomagno fue el héroe que los daneses alaban por encima de cualquier otro caballero. Se trata de Ogier el Danés. Hijo del Rey Godofredo de Dinamarca, las proezas de Ogier fueron celebradas en los Cantares de Gesta y en muchos otros ciclos de leyendas. En el siglo XIX, William Morris escribió sobre Ogier el Danés un largo poema, The Earthly Paradise. Como Holger Danske, Ogier es todavía hoy el héroe nacional de Dinamarca.

Ogier el Danés era uno de los más grandes caballeros del mundo. Conoció las cortes de Carlomagno, de Arturo, de los lombardos, los hunos y los sarracenos, y se embarcó en aventuras que lo llevaron a Jerusalén y Babilonia. En su centésimo año, al regresar de Jerusalén, embarcó en una última búsqueda. Viajó a una isla donde había un gran castillo de piedra imán que arrancaba todo el hierro de los barcos que intentaban navegar cerca de la costa. El navío de Ogier naufragó, pero él consiguió llegar hasta la playa. El castillo estaba iluminado por una luz mágica. Dentro, en el patio central, descubrió una gran serpiente que guardaba un árbol. Ogier desenvainó su espada Courtain y mató a la criatura. Bajo el árbol estaba la mujer más hermosa que hubiera visto jamás, y en la mano lucía un anillo de oro.

La doncella no era otra que la inmortal hada Morgana, la hermana feérica del Rey Arturo. Cuando Morgana pone el anillo en la vieja mano del guerrero, Ogier recupera la juventud, y se le concede la vida inmortal. Joven y otra vez de cabellos dorados, Ogier parte con Morgana en un viaje final a través del mar hacia el lejano reino feérico de Avalón.

Muchos de los elementos de esta leyenda carolingia reaparecen en los relatos de Tolkien. El héroe busca el anillo y mata a un dragón con una espada ancestral. Con el anillo gana a la princesa elfa y la vida de los inmortales mientras cruzan el mar en un navío feérico hacia una isla bendecida. Sin embargo, lo que es más importante, Ogier y Morgana son el patrón de Aragorn y Arwen: el matrimonio entre un príncipe mortal y una princesa inmortal que eligen entre los mundos mortal e inmortal. Ogier y Morgana eligen el mundo inmortal, mientras que Aragorn y Arwen se deciden por el mortal.