Las leyendas artúricas
n El Señor de los Anillos, los héroes de Tolkien, Aragorn y Gandalf, están muy comúnmente unidos en la imaginación popular con los cuentos del Rey Arturo y Merlín el mago. Esto en parte se debe a que el Rey Arturo es, sin ninguna duda, el más famoso y legendario de los héroes. La talla de Arturo gracias a numerosas historias lo han convertido en la auténtica encarnación de las virtudes y fuerzas británicas.
Históricamente, las leyendas del Rey Arturo fueron casi desconocidas hasta el siglo XII, pero en el siglo XIV abundaban en todas las cortes de Europa. Entre los primeros libros impresos en Gran Bretaña se encuentra Le Morte d’Arthur, de Caxton-Malory, que introdujo el ciclo artúrico en el inglés escrito… pues aunque muchos autores escribieron distintas leyendas sobre Arturo, la mayoría lo hizo en la lengua oficial de la corte, el francés.
La base histórica para el Rey Arturo es muy débil. El modelo más verosímil quizá fuera el celta romanizado Ambrosio Aureliano. Según relatos posteriores era conocido por el nombre de Artorius y el título romano de Dux Bellorum. Entre el 493 y el 516 d. C., se dice que Artorius condujo a los británicos contra los sajones en doce grandes batallas, culminando en la victoria del monte Badonicus. Con el tiempo, la figura del rey guerrero reapareció en las tradiciones orales de los bardos celtas y sajones como símbolo de una breve y romántica era de orden y estabilidad. Cuando Guillermo el Conquistador y sus caballeros normandos establecieron otra clase de orden y estabilidad, particularmente inflexible y despiadada, la figura del Rey Arturo creció hasta adquirir incluso mayor talla. Arturo fue el héroe elegido y ancestral del pueblo británico que veía en él a un rey noble que gobernaba un mundo galante e idealizado. En el Rey Arturo y sus Caballeros de la Tabla Redonda, los británicos miraban hacia atrás con orgullo a una pasada era de grandeza.
Cuando los lectores de lengua inglesa leen El Señor de los Anillos, no pueden dejar de ver cierta relación entre Arturo y Aragorn, Merlín y Gandalf. No obstante, hay algo más no tan claro: los romances artúricos están basados en gran medida en mitos y leyendas teutónicos muy anteriores.
Aunque las figuras arquetípicas del héroe y el mago parecen muy similares en la saga pagana, la leyenda medieval y la fantasía moderna, los contextos son muy diferentes. La creación del medieval Rey Arturo y la corte, basados toscamente en los principios de la moral cristiana, obligó a remodelar los aspectos más feroces de la temprana tradición del héroe pagano. El héroe de la saga de Sígurd es un guerrero salvaje que obviamente ni siquiera recibiría una invitación para cenar en la elegante tabla redonda de Arturo. De manera curiosa, aunque el mundo de Tolkien es pagano y prerreligioso, su héroe requiere casi tanta remodelación como Arturo, pues entiende que el bien y el mal son opuestos absolutos. Y aunque el Aragorn de Tolkien es un héroe pagano, a menudo parece más recto y moral que el Rey Arturo cristiano y medieval.
La comparación de los tres héroes —Arturo, Sígurd y Aragorn— muestra el poder de los arquetipos en la descripción de los héroes del mito y la leyenda. En la vida de cada uno de estos héroes hay patrones que son idénticos.
Arturo, Sígurd y Aragorn son hijos huérfanos y herederos legítimos de reyes muertos en la batalla. Los tres han perdido un reino heredado y corren peligro de muerte. Todos son los últimos de una cierta dinastía, y si los mataran el linaje llegaría a su fin. Todos son criados en secreto en hogares adoptivos bajo la protección de un noble extranjero que es un pariente lejano. Arturo fue educado en el castillo de sir Ector; Sígurd en la estancia del Rey Hjalprek, y Aragorn en la casa del Señor Elrond, el Medio Elfo. Durante su crianza —en la infancia y en la juventud— los tres llevaron a cabo proezas de fuerza y destreza que anunciaban grandezas futuras.
Los tres héroes se enamoran de hermosas doncellas, pero todos han de superar obstáculos en apariencia imposibles antes de poder casarse: Arturo con Ginebra, Sígurd con Brynhild y Aragorn con Arwen. Todas son, hasta cierto punto, heroínas trágicas: Ginebra se hace monja y muere en un convento, Brynhild pierde su poder sobrenatural de valkiria y se suicida, y Arwen sacrifica su inmortalidad élfica y muere como humana.
La diferencia más evidente entre el Rey Arturo y Sígurd parece ser el objeto de sus respectivas búsquedas. La gran tradición de búsqueda usualmente asociada con el Rey Arturo no es el Anillo, sino el Santo Grial. El «Grial» es el cáliz que usó Cristo en la Ultima Cena, y también la copa con la quejóse de Arimatea recogió la sangre que manó del costado del Salvador.
La historia del Grial es una adición tardía al ciclo del romance artúrico. Se ha dicho que el genio de Richard Wagner reconoció en el Anillo una imagen del Grial. La verdad es todo lo contrario, como admitió el mismo Wagner cuando escribió su ópera de la búsqueda del Grial, Parsifal. Wagner descubrió que el Santo Grial era una nueva versión cristianizada de la búsqueda del anillo. En Parsifal, el Anillo asciende misteriosamente y se transforma en el Santo Grial.
Tanto Richard Wagner como Alfred Tennyson en su épico poema artúrico, Los idilios del Rey, vieron en el Santo Grial los aspectos exclusivamente espirituales de la búsqueda del anillo. La búsqueda del Grial se convirtió en un desastre, lo mismo que la búsqueda del anillo, aunque por motivos opuestos.
En las búsquedas del anillo en El Señor de los Anillos y en la Saga de los Volsungos se tiene la impresión de que los dueños de estos anillos eran destruidos por sus deseos de riqueza y poder terrenales. Los Espectros del Anillo de Tolkien, por ejemplo, adquirieron sus Anillos de Poder para hacerse ricos y poderosos, vendiendo sus almas. En última instancia, sin embargo, el dominio del anillo sobre el mundo es una ilusión. Con el tiempo éste llega a esclavizar a su propietario. Es la vieja pregunta moral: «¿De qué le vale a un hombre ganar el mundo si pierde su alma?». No tienes nada si no tienes alma.
En la búsqueda del Santo Grial ocurría lo contrario. La búsqueda del Grial era en esencia un viaje espiritual que sólo podía completarse si se rechazaban todas las influencias corruptoras del cuerpo y el mundo. Ningún ser humano es capaz de existir en un plano puramente espiritual y aun así permanecer en el mundo. En consecuencia, cuando los Caballeros de la Tabla Redonda emprendieron una búsqueda que requería las virtudes espirituales de un santo, el resultado fue un desastre que prácticamente destruyó el reino mortal de Arturo. Si en la búsqueda del anillo era un pacto con demonios a costa de un alma inmortal, la búsqueda del Grial era un pacto con ángeles a costa de un cuerpo mortal.
La búsqueda del Grial es una imagen medieval cristiana que muestra el aspecto espiritual de la búsqueda del anillo. Esto podría ilustrarse diciendo que el anillo de oro que asciende al cielo se convierte en un halo, mientras que el anillo de oro que desciende a la tierra se convierte en una corona. La búsqueda exclusiva de uno de estos dos aspectos termina en tragedia: tanto las necesidades del espíritu como las del cuerpo han de ser satisfechas. Una no puede sobrevivir sin la otra.
Dejando a un lado la búsqueda del Grial, en las leyendas artúricas la búsqueda del anillo pone en peligro la seguridad del reino de Arturo. Sin embargo, en las tradiciones medievales cristianas y caballerescas, el anillo objeto de la búsqueda de Arturo es el anillo matrimonial de oro de su amada Reina Ginebra. Con el fin de convertirse en un aspirante meritorio, Arturo mata a doce gigantes molestos y conquista a doce reyes enemistados. Para dar a la Reina un reino digno, Arturo reclama sus derechos y busca la amistad de todos los otros notables barones y caballeros de la tierra.
Una vez logrado esto, el Rey Arturo y la Reina Ginebra se desposan y se pronuncia un juramento sagrado sobre el anillo matrimonial. Es un matrimonio de verdadero amor, pero también político. De manera emblemática, la Reina Ginebra lleva la Tabla Redonda a Camelot como parte de su dote. Alrededor de esa gran mesa, se forja un anillo de hierro de caballeros, que juran lealtad al Rey y a la Reina. El anillo de hierro sobrevivirá mientras se cumpla el juramento pronunciado sobre el anillo de oro matrimonial.
En El Señor de los Anillos el Anillo Único es maligno; en la Saga de los Volsungos el anillo de Andvari lleva una maldición. En la tradición artúrica, el anillo de oro es válido mientras no se traicione el juramento. No obstante, aparte del origen de estos anillos de oro, los juramentos falsos no quedan sin castigo.
Las caídas volsunga y nibelunga son resultado directo de la inconsciente violación por parte de Sígurd del juramento que le hizo a Brynhild, cuando le dio el Anillo de Andvari como símbolo de amor eterno. Cuando Sígurd, sin darse cuenta, rompe ese juramento, el desastre los aniquila a todos. De manera similar, el quebrantamiento del juramento sagrado hecho sobre el anillo matrimonial de Arturo y Ginebra —a través del adulterio de la Reina con sir Lancelot— da como resultado la disolución de la Tabla Redonda. El anillo de hierro de los caballeros se quiebra para siempre. El caos y la anarquía destruyen el reino. Ambas tradiciones interpretan la maldición del anillo de la misma manera: la casa construida sobre la mentira no puede sobrevivir.
En El Señor de los Anillos, Sauron, maestro de disfraces, se mueve entre los herreros elfos de Eregion prometiéndoles crear anillos de magia y poder. Sauron consigue engañar a los elfos, tanto que éstos inadvertidamente lo ayudan a forjar los Anillos de Poder. Sólo entonces, y en secreto, va Sauron a su herrería en el Monte del Destino. Allí, recurriendo a todas las promesas falsas y a las mentiras inventadas por los magos desde el alba de los tiempos, Sauron forja el Anillo Único con el que buscaba encadenar y esclavizar el mundo.
El corazón del reino maligno de Sauron era la Torre Oscura de Mordor, y los sólidos cimientos de la torre se construyeron mediante el poder del Anillo Único. Sin embargo, cuando el Anillo Único es destruido en el fuego del Monte del Destino, la ilusión del poder de Sauron se desvanece. La «casa» de éste, la Torre Oscura, que se erigió sobre las monstruosas mentiras del Anillo Único, no puede sobrevivir. Los cimientos se desmoronan. El Señor del Anillo y todos sus servidores se convierten en humo y ceniza dispersados por un viento de desolación. La Torre Oscura se derrumba en un montón de escombros y polvo.
Aparte de la búsqueda misma del anillo, hay muchos otros elementos similares entre la saga, el romance y la fantasía. En relación con Arturo y Sígurd, el héroe de Tolkien, Aragorn, se parece de muchas maneras a ambos, y en algunas a uno o a otro.
La herencia de la espada del rey guerrero es bastante decisiva para los tres héroes. Arturo demuestra su derecho a la espada en un torneo famoso: sólo él es capaz de sacarla de la piedra. Es un acto que copia el certamen de la Saga de los Volsungos, cuando sólo el padre de Sígurd, Sígmund, puede extraer la espada que Odín ha clavado en el roble Branstock. No obstante, ni Sígurd ni Aragorn deben pasar pruebas semejantes. Los dos reciben sus espadas como herencias, y el problema que han de resolver es que las dos están rotas, y ninguno puede usarla y reclamar el trono hasta que vuelvan a ser forjadas. En el caso de Sígurd, la espada la rompió el mago Odín en la última batalla de su padre, Sígmund, mientras que la de Aragorn fue rota por su antepasado Elendil en una última batalla con el mago Sauron.
Igual que las heredadas por Sígurd y Aragorn, la espada de Arturo era supuestamente irrompible; pero por distintas circunstancias, las tres resultan rotas. Las de Sígmund y Aragorn se quiebran en batallas con oponentes sobrenaturales, mientras que la espada del Rey Arturo se rompe cuando lanza un inicuo ataque contra sir Pelinor. Parece que la espada del rey cristiano está dotada de una conciencia moral. Sir Pelinor se encuentra a punto de matar a Arturo cuando aparece Merlín y sume a Pelinor en un sueño profundo. De este modo, el arma de Arturo se rompe pero él no muere, como le sucediera a Sígmund cuando se le quebró la espada. Arturo es salvado por el mago Merlín, experimenta una resurrección espiritual. El penitente y reformado Arturo vuelve a nacer; igual que —en un sentido— Sígmund resucita en su hijo Sígurd, y Elendil en su descendiente Aragorn.
Una vez que Sígurd vuelve a forjar su espada Gram, parte enseguida para reclamar su herencia. Lo hace vengando la muerte de su padre y reclamando el reino que ha conquistado, matando al dragón Fáfnir y obteniendo el tesoro y el anillo de oro del monstruo. Sígurd no se detiene hasta ganar a su amada princesa valkiria, Brynhild. Hasta cierto punto, aunque la búsqueda del anillo es distinta (ser destruido en vez de ganado), la vida de Aragorn refleja la de Sígurd. Cuando la espada de Aragorn, Andúril, vuelve a ser forjada, éste emprende la marcha para reclamar su herencia. Venga la muerte de su padre, reclama el reino, y después de la destrucción del Anillo Único, gana a su amada Princesa elfa, Arwen.
El elemento de la muerte del dragón, tal como se presenta en el cuento de Sígurd, no aparece en El Señor de los Anillos, pero es recogido por Tolkien en El Hobbit. Aunque en esta historia el matador del dragón es un personaje bastante secundario, el patrón heroico es casi idéntico al del cuento de Sígurd el Matador del Dragón. El exiliado desposeído, Bardo el Arquero, era un descendiente de los reyes de Valle a quienes el dragón Smaug el Dorado mató y les robó el oro. Como herencia, Bardo no tenía una espada, sino un arco negro. Entendiendo la lengua de las aves, Bardo se entera de que el vientre del dragón está desprotegido y le atraviesa el corazón con su flecha negra. Bardo venga a su padre y sus antepasados, mata al dragón y gana el tesoro. Luego restablece el reino y se desposa con su Reina.
La naturaleza de la espada de Aragorn procede tanto de la tradición artúrica como de la volsunga. En un principio la espada de Aragorn se llamó Narsil, que quiere decir «llama roja y blanca», y fue forjada por el mayor herrero de todos los Enanos, Telchar el Herrero. Narsil es rota por Elendil al final de la Segunda Edad, y los herreros elfos de Rivendel vuelven a forjarla para Aragorn. Entonces se la rebautiza Andúril, que significa «llama del oeste», y era un acero que brillaba rojo a la luz del sol y blanco a la luz de la luna.
En la tradición volsunga, la espada que Odín clava en el árbol y que es ganada por Sígmund, fue forjada por el más grande herrero elfo de Alfheim, Vólund, a quien los sajones llamaron Wayland el Herrero. Esta espada de Odín carece de nombre hasta que Regin, el herrero parecido a un enano, la vuelve a forjar para Sígurd. Entonces es bautizada Gram y se distingue por las llamas azules que danzan a lo largo de los bordes del acero, afilados como una navaja.
El Rey Arturo difiere de Sígurd y Aragorn en que no vuelven a forjarle la espada rota. La espada, sencillamente, es sustituida por otra aún más extraordinaria. Arturo recibe su nueva espada «Excalibur» de parte de la hechicera Viviana, quien también es conocida como la Dama del Lago. En El Señor de los Anillos, Viviana es comparable a la Reina de los Elfos, Galadriel de Lothlórien. El regalo de la Reina de los Elfos no es una espada, sino una vaina enjoyada que hace que el acero de la espada no se pueda manchar ni romper.
También Excalibur tiene una funda enjoyada, pero tiene un encantamiento que impide que Arturo pierda sangre mientras la empuña, aunque esté muy mal herido. La hoja de Excalibur brilla como las otras con una luz sobrenatural. Se dice que en la batalla brilla como treinta antorchas. Como Gram y Andúril, puede traspasar sin mella la piedra y el hierro.
Quizá la conexión más reveladora entre los tres héroes sea la similitud de los mentores: Merlín, Odín y Gandalf. Todos, hasta cierto punto, encajan con la forma arquetípica del mago. Los tres son seres no humanos dotados de poderes sobrenaturales y habilidades proféticas. Los tres son consejeros de reyes en la paz y en la guerra, pero los poderes terrenales no les interesan. En cierto sentido, todos son vehículos del destino que guía al héroe. Todos tienen un aspecto parecido: vitales, viejos peregrinos de gran conocimiento y barbas blancas. Los tres llevan un bastón de mago y un sombrero de ala ancha y largas túnicas.
En muchos aspectos, Gandalf es más como Merlín que como Odín. Éste era, por supuesto, un dios inmortal que se mezcló entre los mortales de Mídgard como un viajero anciano. En sus orígenes, es probable que Merlín fuera un dios celta que, de manera similar, visitaba a los mortales disfrazado de mago, aunque con posterioridad las tradiciones afirmaron que era el vástago de una mortal y un elfo o demonio. En el comienzo Gandalf es un semidiós, uno de los cinco Istari o Magos que vienen a la Tierra Media a vivir entre los mortales.
No obstante, muchos de los poderes de Gandalf se parecen más a los del Odín nórdico que a los del Merlín celta. Ante todo, el nombre Gandalf procede del Edda Menor, y significa literalmente «mago elfo». Por la utilización de runas, sus encantamientos, e incluso sus poderes de mago, Gandalf se asemeja a Odín. Hasta el caballo de Gandalf procede de las tradiciones nórdicas. «Sombragrís» [Shadowfax] significa «gris plata», y se parece mucho a Grani, el caballo «gris» de Sígurd. Grani, que entendía el habla humana, era el vástago gris plata del corcel sobrenatural de ocho patas del dios Odín, Sléipnir. Sombragrís, que también comprendía la lengua de los Hombres, era de la raza de los Mearas, que descendían de Nahar, el caballo sobrenatural dios Oromë el Cazador.
Una vez que su trabajo como mentores y consejeros de héroes ha terminado, los magos se marchan misteriosamente. Los tres —Odín, Merlín, Gandalf—, en vez de morir, dejan los reinos mortales. Odín, después de aconsejar a sus héroes, abandona el mundo mortal, y (tras una peregrinación a Hel) sube por el Puente del Arcoiris al reino inmortal de los dioses en Ásgard. Merlín parte en una peregrinación solitaria, para no volver nunca, pues cae en un encantamiento y vive en un trance de sueño, y de acuerdo con distintas leyendas en una tumba, un árbol o una torre en una isla del Mar Occidental.
El Gandalf de Tolkien, debido a su doble final, toma elementos tanto de las historias de Odín como de las de Merlín. Gandalf el Gris, después de luchar con el balrog de Moría, cae en las entrañas de la tierra, donde permanece en un estado como de muerte, aunque es un trance de sueño. Resucita como Gandalf el Blanco, y se encuentra con su segundo final en la Tierra Media cuando navega cruzando el Mar Occidental en un barco élfico hacia el reino de los dioses Aman.
El fin de Gandalf en la Tierra Media, junto con la partida de los Portadores del Anillo en los barcos élficos desde los Puertos Grises, es también el fin de la novela épica de Tolkien. En la búsqueda de elementos artúricos en El Señor de los Anillos, no puede haber duda de que el final agridulce de la novela tiene un modelo consciente en los relatos de la muerte de Arturo.
Es un final que procede del lado celta de la tradición del Rey Arturo antes que del lado teutón. Después de su batalla definitiva, el mortalmente herido Arturo es llevado por una hermosa Reina de las Hadas en una barca misteriosa. Esta transporta al rey herido al oeste, a través de las aguas hacia la tierra de las hadas de Avalón, donde Arturo será curado y tendrá una vida inmortal.
Este final de la vida mortal de Arturo es muy parecido al final de El Señor de los Anillos. Sin embargo, es importante señalar que no ocurre lo mismo con Aragorn. Aragorn morirá en el mundo mortal. La recompensa suprema de este viaje a la tierra de los inmortales le está reservada a otro. El «rey herido» que va a navegar en el barco de la Reina de los Elfos, Galadriel, a través del Mar Occidental, más allá de las torres élficas de Avallone, no es Aragorn sino Frodo, el hobbit Portador del Anillo, que es justamente el verdadero héroe en El Señor de los Anillos.
Al principio las aventuras de Frodo parecen contradecir las grandes hazañas de Aragorn. El diminuto hobbit es demasiado frágil y excesivamente humano para que parezca en un principio un probable candidato al trabajo de héroe en una misión. Por otro lado, Aragorn es grande, fuerte, temerario… y de una virtud y un valor casi inhumanos. No obstante, son las cualidades humanas del hobbit las que prevalecen en última instancia. La profunda sabiduría de compasión propia del corazón humano (o hobbit) triunfa donde fracasa la fuerza.
De manera curiosa, en El Señor de los Anillos y El Hobbit, aunque los hobbits parecen ser un divertido adorno de las más grandes y heroicas personalidades de los Hombres y los Elfos, las mayores proezas son casi todas llevadas a cabo por los hobbits mismos o con su ayuda. Las aventuras de Bilbo tienen como resultado la muerte de Smaug el dragón y el descubrimiento del Anillo Único. Meriadoc mata al Rey Brujo de Morgul, y con Peregrin convence a los Ents de que destruyan la Torre de Saruman. Samsagaz hiere mortalmente a la gigantesca Ella-Laraña, y lo más importante, Frodo (con Gollum) destruye a Sauron y el Anillo Único.
Al final, los Hobbits son los verdaderos héroes. Es el humilde Frodo Bolsón, no el noble Aragorn, quien culmina con éxito la Misión del Anillo. Lo consigue a costa de su salud: ha perdido un dedo y tiene una herida envenenada que no curará. El hobbit herido —como Arturo— será curado con un remedio sobrenatural. No es Aragorn el Rey, sino Frodo —el héroe del corazón— el elegido para navegar hacia la tierra de los inmortales.