La Saga de los Volsungos[1]
a más famosa leyenda nórdica del anillo se cuenta en la Saga de los Volsungos. Este relato épico es una de las más grandes obras literarias que sobrevivieron a la civilización vikinga. La Saga de los Volsungos contiene la historia de muchos de los héroes de las dinastías nibelunga y volsunga. En el siglo XIX, William Morris escribió de esta épica: «Es la gran historia del Norte, que para toda nuestra raza debería ser lo que la historia de Troya fue para los griegos».
Los destinos de las dinastías nibelunga y volsunga están unidos al del anillo mágico llamado «Andvarinaut». Éste era el anillo mágico que una vez perteneciera a Andvari el enano. Da la impresión de haber sido un Dráupnir terrenal. Su nombre significa el «telar de Andvari», pues le «tejía» a su propietario una fortuna en oro; y poder y fama junto con esa riqueza. El cuento de Andvarinaut se ha convertido en la leyenda arquetípica del anillo, y se ocupa principalmente de la vida y muerte del más grande de todos los héroes nórdicos: Sígurd el Matador del Dragón.
Esta leyenda de Sígurd y el anillo, tal como se cuenta en la Saga de los Volsungos y sobrevive en diversas formas en la imaginación moderna como la leyenda del anillo. William Morris hizo la primera traducción directa satisfactoria de la Saga de los Volsungos al idioma inglés. Su posterior poema épico largo, Sígmund el Volsungo, la obra de teatro de Henrik Ibsen Los Vikingos de Helgeland, y por encima de todo la gran ópera de Richard Wagner, El Anillo de los Nibelungos, llevó el relato épico a la imaginación popular europea en los siglos XIX y XX.
En este capítulo se vuelve a contar la Saga de los Volsungos. Habría que apuntar que esta épica es una colección de más de cuarenta relatos entrelazados pero individuales. Éste fue el resultado final de una tradición oral de variada autoría, compuesta a lo largo de muchos siglos. Por ese motivo, los textos resultantes tienen a menudo una estructura algo irregular, aunque el esbozo general es claro. En esta nueva narración, se cuentan en detalle las partes de la saga que se refieren al anillo, mientras que las aventuras periféricas (en particular las que preceden a la aparición de Sígurd) se cuentan resumidas.
Los lectores encontrarán muchos paralelismos entre la Saga de los Volsungos y El Señor de los Anillos y El Silmarillion de Tolkien. En vez de interrumpir el relato con interpolaciones, estos paralelismos se examinarán más adelante comparándolos con las leyendas del Rey Arturo, Carlomagno, Dietrich von Berne, y otros numerosos héroes y tradiciones, incluyendo el Cantar de los Nibelungos y multitud de cuentos de hadas.
La Saga de los Volsungos comienza con el cuento del héroe Sigi, que es el hijo mortal de Odín. Es un gran guerrero que con fuerza y destreza se convierte en el rey de los hunos. El hijo del rey Sigi fue Rérir, también un guerrero poderoso, pero no tenía heredero. Los dioses enviaron a Rérir un cuervo con una manzana en el pico. Rérir le dio la manzana a su esposa, quien la comió y quedó embarazada. Pero el niño permaneció en el vientre de su madre durante seis años antes de ser liberado por el cuchillo de la comadrona. Este niño era Vólsung, el tercero de ese linaje de reyes.
Vólsung fue el más fuerte y poderoso de todos los reyes de la Tierra de los hunos. Era un hombre de enorme tamaño y tuvo diez hijos y una hija. Los mayores de sus hijos fueron el hermano y hermana gemelos, Sígmund y Signy.
Un día, un desconocido de barba gris y un solo ojo apareció en el salón de los volsungos en medio de una gran reunión de hunos, godos y vikingos. Sin decir una palabra, el viejo se acercó a Branstock, el gran roble que se alzaba en el centro del salón de los volsungos. Desenvainó una espada reluciente y la clavó hasta la empuñadura en el tronco del árbol. Luego el viejo desconocido salió de la sala y desapareció.
Ningún mortal habría logrado semejante hazaña, y todos comprendieron que ese viejo no podía ser otro que Odín. Los héroes congregados en la gran estancia desearon todos esa espada, pero sólo Sigmund tuvo la fuerza para retirarla de Branstock. Armado con la espada de Odín, todos supieron que Sigmund era el guerrero elegido del dios.
Con esa espada, capaz de cortar piedra y acero, Sigmund gana gran fama; pero una terrible tragedia cae pronto sobre la familia volsunga. La hermana de Sigmund se casa con el rey de la tierra de los godos, quien mata a traición al rey volsungo en el banquete de bodas. Luego toma prisioneros a los diez hijos y los ata a unos troncos en un claro del bosque. Un hijo es desgarrado cada noche durante nueve noches por una mujer loba que en realidad es la madre-bruja del rey. Sin embargo, la décima noche Sigmund (con la ayuda de su hermana Signy) logra engañar a la mujer loba y la mata arrancándole la lengua con los dientes.
Sigmund escapa y vive durante muchos años como un proscrito en una casa subterránea en el bosque. El deseo de venganza de Signy es tan grande que al tiempo que permanece como esposa del rey de la tierra de los godos echa un hechizo sobre Sigmund. Cuando va a verlo, él no sabe que es su propia hermana y hace el amor con ella. Meses después, Signy tiene un hijo de esa unión incestuosa. El niño es llamado Sinfiotli, y cuando crece, Signy lo envía junto a Sigmund en el bosque, de modo que juntos puedan vengar la muerte de Vólsung.
Después de muchas aventuras peligrosas, incluyendo el robo de unas pieles de hombres lobo y el enterramiento en un túmulo, Sigmund y Sinfiotli queman la gran estancia del rey. En secreto, Signy le devuelve la espada de Odín a Sigmund, y matan a todos los que intentan escapar al fuego. Al ver muertos al rey godo y a los suyos, Signy confiesa el precio que ha tenido que pagar para llevar a cabo esta venganza, incluyendo el incesto con su hermano, y muere arrojándose a una hoguera.
Sígmund regresa con Sinfiotli a la tierra natal y reclama el trono de su padre como rey de la tierra de los hunos. Gobierna con éxito durante mucho tiempo, aunque su hijo Sinfiotli muere envenenado. Poco después de casarse con la princesa Hiordis, dos ejércitos de vikingos emboscan a Sígmund. No obstante, la espada sobrenatural de Sígmund impide que lo maten. Al fragor de la batalla llega un guerrero viejo y tuerto. Cuando Sígmund golpea la lanza del viejo con su espada, la hoja se hace añicos. Sígmund sabe que ha cumplido su destino. El viejo guerrero no puede ser otro que Odín.
Sígmund recibe heridas mortales; sin embargo, no desespera porque ha vivido mucho y sabe que su reina está embarazada. El moribundo Sígmund le dice a su esposa que ha de recoger los fragmentos de la espada de Odín, pues conocía la profecía de que engendraría un hijo que con la espada forjada de nuevo obtendría una recompensa más grande que la de ningún mortal.
La reina de Sígmund huyó del campo de batalla y después de un largo viaje encontró refugio en la corte vikinga del Rey de los daneses del mar. Allí, la reina exiliada dio a luz a su hijo, Sígurd, y lo crió en secreto bajo la protección de los daneses.
Ahora bien, en la corte de los daneses del mar había un maestro herrero. Lo llamaban Regin, y por las largas horas de pesado trabajo en la forja era ahora una criatura jorobada y pequeña, como un enano. Sin embargo, del fuego y la forja de Regin salían joyas de gran belleza y armas relucientes. Espadas, lanzas y hachas brillaban con un lustre enceguecedor. Nadie conocía a otro como él.
Pero ignoraban la edad o el pasado de Regin. Vivía en la tierra de los daneses desde antes del recuerdo del rey más antiguo. No era un señor de guerreros, sino un herrero y también maestro de otras artes. Conocía la sabiduría de las runas, el ajedrez y las lenguas de muchas tierras.
Pero Regin era frío, y nadie lo reconocía como amigo. De modo que el rey quedó muy sorprendido cuando Regin cuidó de Sígurd y se convirtió en su tutor. Jamás hubo un pupilo como Sígurd, tan rápido y ansioso por aprender. El herrero le enseñó bien muchas artes y disciplinas, aunque donde más sobresalió fue en las destrezas guerreras. Maestro y pupilo formaban una pareja extraña. Algunos decían que Regin era de temperamento muy frío, y que Sígurd había nacido con uno muy caliente. Sea cual fuere el motivo, a lo largo de años de enseñanza, maestro y aprendiz jamás hubo entre ellos lazo afectuoso o una íntima amistad.
A pesar de lo sabio que llegó a ser Sígurd con las enseñanzas de Regin, había algo en él que lo impulsaba a aprender asuntos que estaban más allá de los conocimientos del herrero. De modo que a menudo Sígurd se adentraba en el bosque para vagar durante muchos días. En uno de esos viajes solitarios se encontró con un viejo que llevaba un abrigo y un sombrero de ala ancha. La cara barbuda del anciano sólo tenía un ojo, y llevaba una lanza como bastón. Este hombre le dijo a Sígurd que podía elegir el caballo que deseara de los que había en la pradera.
Cuando Sígurd escogió a un joven semental gris, el viejo sonrió.
—Bien elegido. Se llama Grani, que significa pelaje gris, y es tan brillante como el mercurio, y crecerá para convertirse en el caballo más fuerte y veloz que pueda cabalgar un mortal. El padre de Grani fue el inmortal Sléipnir, el corcel de ocho patas de Ásgard, que cabalgaba las tormentas por encima del mundo.
No mucho después, Regin mandó llamar al joven.
—Te has vuelto grande y fuerte, Sígurd. Ya es hora de una aventura —dijo Regin—. Tengo una historia que contarte.
Entonces los dos salieron a la verde hierba que había delante de la casa de Regin. Junto a un roble había un banco de piedra donde se sentó el herrero, mientras el enorme joven se tendió sobre la hierba a sus pies.
—Has de saber ahora, joven Sígurd, quién soy yo. No soy un hombre, pues nací en una época anterior a la aparición del primer hombre en las esferas del mundo. Era un tiempo casi anterior al Tiempo. Los gigantes y los enanos poseían una fuerza terrible, y los magos eran tan poderosos que hasta los dioses temían caminar solos por las tierras de Mídgard.
»En esa época, los Dioses Odín, Hónir y Loki se aventuraron en Mídgard y se atrevieron a entrar en la tierra de mi padre, Hréidmar, el mago más grande de los nueve mundos. El primer día, los tres dioses llegaron a un arroyo y a un estanque profundo. Pararon a descansar un rato, y pronto vieron a una ágil nutria blanca que nadaba en el estanque. Sumergiéndose, la nutria capturó un salmón plateado y llegando hasta la orilla más distante se afanó por arrastrar el pez fuera del agua. Era una oportunidad que no podía desdeñarse. Sin decir una palabra, Loki arrojó una piedra y partió el cráneo de la nutria.
»Loki se regocijó de haber ganado tanto a la nutria como al salmón con una única piedra. Fue hacia donde estaba la nutria y la despellejó. Los tres dioses recogieron el doble premio: el salmón y la piel de nutria; siguieron caminando hasta el anochecer, momento en que llegaron a un gran castillo que se alzaba sobre un páramo. Se trataba del castillo de Hréidmar el mago, en el Páramo Centelleante que se extiende por encima del bosque oscuro llamado el Bosque Negro.
»Cuando los tres dioses entraron en el castillo, regalaron al anfitrión el salmón y la piel de nutria. En el acto el mago ardió en cólera, e inmovilizó a los dioses con un hechizo mortal. Luego me pidió que trajera las cadenas de hierro irrompible forjadas a fuego; y llamó a mi hermano, el poderoso Fáfnir, para que atara con fuerza a esos dioses con mis cadenas. Nadie salvo el mago sería capaz de liberar a esos tres dioses.
»Aunque mi padre admiraba mucho mi arte y la fuerza de Fáfnir, amaba sobre todo a su tercer hijo. Este hijo era los ojos y los oídos del mago. Era un cambiador de forma que viajaba a menudo como ave o como bestia, y le contaba a mi padre qué sucedía en el ancho mundo. Lo llamaban Nutria en honor de su disfraz favorito.
»Éste fue el motivo de la terrible ira del Rey mago. La nutria que el dios mató en el estanque, que luego inadvertidamente ofrecieron como regalo, era la piel desollada del hijo favorito del Rey.
»Por este ultraje el mago estaba empeñado en destruir a los tres que habían matado a su hijo. Pero Odín habló persuasivamente, diciendo con sinceridad que la nutria fue muerta por ignorancia, y que en tales casos el pago de una indemnización, en vez del derramamiento de sangre, era una compensación honorable y justa. Aunque muy apenado, el Rey mago estableció los términos del acuerdo:
»—Llenad de oro la piel de mi hijo, y cubridla también con oro. Haced eso y os perdonaré —demandó lúgubremente.
»Como fuera Loki quien arrojara la piedra fatídica, se lo eligió para que fuese en busca de la indemnización, mientras los otros quedaban allí atados. Odín le aconsejó que encontrara enseguida al enano Andvari, famoso por sus riquezas. Andvari escondía el oro en una caverna debajo de una cascada. Sin embargo, Odín le advirtió que Andvari el enano también era capaz de cambiar de formas y de ocultar así su identidad. Más a menudo adoptaba la forma de una gran caballa que vivía en el estanque bajo la cascada, con el fin de poder vigilar mejor la acuosa puerta del tesoro.
»Loki no tardó en encontrar la cascada. Observó con atención el estanque y vio a la gran caballa oculta en los remolinos bajo las rocas. Cuando la arrastró a tierra, la boqueante caballa se transformó en Andvari y pidió misericordia. Loki no se inmutó. Retorció al enano hasta que los gritos ahogaron el sonido del agua. Por último, Andvari entregó su tesoro a Loki, pero el enano rogó que le permitiera conservar un anillo de oro rojo. Adivinando la importancia del anillo, Loki se lo arrebató, y se apresuró a regresar.
»Ahora bien, ese anillo se llamaba Andvarinaut, que significa el “telar de Anvari”, pues atraía el oro, y de ese modo el tesoro continuaba creciendo. Ese anillo de oro engendra oro, aunque tiene también otros poderes, muchos de ellos desconocidos. Ese pequeño anillo valía más que todo el resto del tesoro.
»El enano gritó cuando Loki se iba: —¡Te maldigo por esto! El anillo y el tesoro que ayudó a juntar llevarán siempre mi maldición. ¡Todos los que conserven durante mucho tiempo el anillo y el tesoro serán destruidos!
»Loki retornó al castillo del mago y llenó con oro la piel de la nutria, y encima apiló más oro, completando el precio de la indemnización. Pero el Rey mago miró atentamente el tesoro y señaló un bigote de nutria que aún sobresalía. Loki entonces sonrió de mala gana y dejó caer el anillo Andvarinaut que había retenido. El anillo cubrió el último pelo y completó el pago.
»El Rey mago guardó el tesoro en grandes arcas de roble, pero dejó fuera el anillo Andvarinaut y se lo puso en la mano. Luego deshizo las ataduras del encantamiento, nos ordenó a Fáfnir y a mí que quitáramos las cadenas, y los dioses pudieron marcharse.
»Durante un breve tiempo, todo pareció ir bien, pero el anillo era una verdadera obsesión para Fáfnir. Y así, una noche se encaminó a hurtadillas al lecho de nuestro padre y le cortó el cuello mientras dormía. Se puso el anillo de Andvari, y luego se presentó junto a mi cama con la daga ensangrentada.
»—Ven —dijo—, te necesito.
»Asustado, hice lo que me dijo y arrastré el tesoro más allá del Páramo Centelleante hasta una caverna en el corazón del Bosque Negro.
»—Eres un buen mozo de cuerda, hermano. Te has ganado la vida, pero poco más. Si das media vuelta ahora y huyes, no te mataré. Aparta este oro de tu mente, pues jamás estará desguarnecido.
»Así fue que Fáfnir ganó el anillo y el tesoro del enano Andvari con la sangre de nuestro padre. Desde entonces no pensó en otra cosa que en el tesoro. Una terrible codicia le había envenenado el corazón y la mente, y mató a todos los que se le cruzaron en el camino por premeditación y o por azar. Pues ahora tiene una forma que corresponde a su maligno interior y se ha convertido en una serpiente: un enorme dragón, el más poderoso de esta o de cualquier otra edad.
En ese momento, Sígurd vislumbra el destino que le espera y acepta el reto de Regin.
—Mata a ese dragón para vengar a mi padre y gana para ti gran gloria —ordenó Regin—. Ayúdame a obtener mi parte de la indemnización, y además de la gloria tendrás el anillo de Andvari y también la mayor parte del tesoro.
Para semejante misión, el valiente Sígurd desea un arma adecuada, y decide visitar a su madre y reclama los fragmentos de la espada de su padre, que había sido regalo de Odín. Entrega esos fragmentos a Regin, y éste se pone a trabajar furiosamente en la herencia calentándolos en el fuego más abrasador, volviendo a forjar la hoja y templándola en la sangre de un toro. Las runas sagradas que había sobre la empuñadura refulgen otra vez, los anillos grabados en el acero centellean como plata, y cuando el herrero saca la espada a la luz del día, parece que las llamas danzan en el filo de la hoja.
Sígurd empuña el arma y la abate con ferocidad sobre el yunque. La espada atraviesa limpiamente el hierro y también el tocón de madera de la base. No obstante, el golpe no mella la hoja.
—En verdad que ésta no puede ser otra que la espada llamada Gram, el regalo de Odín que mi padre juró que un día volvería a forjarse, y empuñaría su único hijo —dijo Sígurd, sonriendo.
Así armado y montado en un gran corcel, de nombre Grani, Sígurd cabalga detrás de Regin. Al fin llegan a las remotas y desoladas tierras calcinadas por el fuego que una vez habían sido el Páramo Centelleante. Ahora ese lugar es un yermo salvaje y chamuscado en los lindes del Bosque Negro, una tierra baldía y calcinada donde el dragón había dado muerte a muchos héroes. Un profundo sendero de piedra cruza el páramo y conduce a la caverna de Fáfnir en el corazón del Bosque Negro. Allí el dragón está echado sobre el tesoro del enano Andvari. Fáfnir abandonaba su cama de oro sólo a la caída de la noche, cuando salía a beber en el contaminado estanque del páramo.
—Cava una zanja en el camino del dragón y ocúltate en ella —le aconseja Regin—. Cuando pase por encima clávale la espada en el vientre. No puedes fallar.
Mientras Sígurd excava, Regin atraviesa el páramo y se esconde en el Bosque Negro. Una sombra cae sobre el pozo y Sígurd gira en redondo. Era el mismo viejo tuerto y barbudo que le había regalado el caballo gris.
—Poca sabiduría, vida breve —murmuró el anciano, apoyándose en la lanza—. La sangre del dragón te abrasará los huesos. Cava dos agujeros, y escóndete en el de la izquierda. Entonces podrás clavar tu espada en el corazón del dragón, mientras la sangre borboteante y venenosa cae en otro agujero.
Al anochecer está concluido el trabajo, y justo a tiempo. El hediondo dragón baja a beber, rugiendo horriblemente y soltando una baba venenosa. En el momento oportuno, Sígurd clava el acero de Gram en el pecho del dragón hasta la empuñadura. La sangre hirviente y corrosiva cae a borbotones en la zanja, y Fáfnir se derrumba. Los anillos se le contorsionan y sacuden la tierra; los rugidos llameantes envenenan el aire. Las fauces se cierran sobre un enemigo inalcanzable, mientras maldice al héroe que lo mata y al hermano que lo traiciona.
Cuando Sígurd sale del agujero, Regin se le acerca y finge tanto pesar como júbilo. Diciendo que no quiere que acusen a Sígurd por haber matado a Fáfnir, le pide que le arranque el corazón al dragón y lo ase al fuego. Dice que se comerá el corazón del dragón y que sólo él tendrá que responder por haberlo matado.
Sígurd hace lo que le pide Regin y enciende un fuego y ensarta el corazón y lo hace girar sobre las llamas. Pero, en un momento, el jugo del dragón lo salpica y le quema los dedos. Se los lleva a la boca y al probar la sangre descubre que puede entender las lenguas de los pájaros que hay en los árboles de alrededor.
Las aves hablan con pesar, pues conocen la traición de Regin. Cómo el herrero obtendrá gran sabiduría y valor al comerse el corazón, y que luego planea matar a Sígurd mientras duerme. Los pájaros saben que Regin nunca compartirá el tesoro ni el anillo con el valeroso joven, a pesar del juramento. También saben que desea robar la espada y el corcel de Sígurd.
Al oír esa conversación entre las aves, Sígurd actúa rápidamente. Con la espada Gram cercena la cabeza del herrero. Después se come él mismo el corazón del dragón y se pone a limpiar la guarida de Fáfnir.
Es todo un día de trabajo, pues el suelo de la caverna está todo cubierto de montones de oro. Ni tres caballos habrían podido resistir semejante carga, pero Grani la transporta con facilidad. No parece notar el peso adicional de Sígurd, que ahora luce una armadura de oro.
Así cargado, llevando el anillo de Andvari, Sígurd el Matador del Dragón sale de aquella incinerada tierra baldía en busca de más aventuras. Busca y consigue mayores honores, pues lucha contra todos los reyes y príncipes que han asesinado a su padre y a su gente, y los mata a todos.
El joven tiene otras muchas aventuras, pero luego parte al sur, hacia la tierra de los francos. Una noche, mientras viaja, ve como una almenara, un gran anillo de llamas en la cima de un monte. A la mañana siguiente sube hasta la cima, llamada Hindfell, donde ve una torre de piedra en medio del anillo de llamas.
Sígurd no titubea. Apremia a Grani hacia el anillo de fuego. Grani no se resiste. Da un salto alto y largo, y aunque se le chamusca el rabo y la crin, permanece tranquilo una vez que ha saltado. Junto a ellos halla un círculo interior: un anillo superpuesto de enormes escudos de guerra, con las bases empotradas en la roca. Sígurd desenvaina a Gram y se abre paso a través de los escudos de guerra.
Más allá hay una torre de piedra, y dentro, sobre un catafalco, yace el cuerpo de un guerrero. O eso parece. Cuando Sígurd le quita el yelmo, ve que es una mujer y que no está muerta, sino dormida. Mientras la contempla, advierte que tiene la estatura de un guerrero y la gracia de una mujer. También ve que un espino cerval le sobresale del cuello. Cuando lo arranca, la bella durmiente suspira y despierta. Los firmes ojos grises de la doncella del escudo lo miran con amor.
Esa bella durmiente es Brynhild, antaño una valkiria, una de las doncellas guerreras de Odín, los hermosos ángeles de la muerte, que recogen las almas de los héroes muertos en la guerra y las llevan al Valhalla. En una ocasión ella se había opuesto a Odín a propósito de la vida de un hombre. Odín la atravesó entonces con un espino del sueño y la dejó en una torre protegida por un anillo de fuego.
Sólo un héroe que no conociera el miedo sería capaz de atravesar ese anillo. Cuando Brynhild abre los ojos, sabe que Sígurd es ese héroe, y éste sabe que la valkiria es tan valiente como él y mucho más sabia.
Cuando Sígurd se convierte en el amante de la valkiria, dentro del anillo de fuego, descubre lo que en veinte vidas mortales quizá nunca llegaría a saber. Pues ese abrazo de amor despierta muchas cosas en Sígurd, que se llenan con la sabiduría de los dioses; mientras que en Brynhild muchas cosas se duermen y se llenan con la ignorancia de los mortales.
Sígurd, como amante de la valkiria, sabe que debe abrazar la lucha y la guerra que daban fama a un guerrero. Le duele, pero sabe que ha de abandonar a Brynhild, salir del anillo de fuego, y entrar de nuevo en el mundo de los hombres, donde podrá ganar gloria y merecer a su prometida. Eso decide, pero como prenda de amor eterno y como promesa de retorno, pone el anillo de Andvari —que todo el mundo deseaba— sobre la mano de Brynhild. Mientras Brynhild duerme, Sígurd se levanta al amanecer, monta en Grani y sale del anillo de fuego.
Cuando Brynhild despierta, no recuerda nada de Sígurd, o de Odín, o de su pasado. Tiene en la mano un anillo de oro, pero desconoce su poder. Sólo sabe que debe aguardar la llegada de un guerrero que desconoce el miedo, capaz de atravesar el anillo de fuego. A ese hombre, y sólo a él, quedará jurada en matrimonio.
En cuanto a Sígurd, a pesar de lo mucho que ama a Brynhild, sabe que su destino es el de un guerrero. Como su padre, ha sido elegido por Odín, y a su servicio viaja a muchas tierras y mata en batalla a no menos de cinco reyes.
Con el tiempo, Sígurd llegó a las tierras del Rin gobernadas entonces por el Rey de los Nibelungos. Este da la bienvenida al nuevo y famoso héroe, Sígurd el Matador del Dragón, con gran calor y amistad. Pasa el tiempo y Sígurd y los tres hijos del Rey —Gúnnar, Hogni y Góttorm— se hacen amigos y aliados más íntimos tanto en la guerra como en la paz. Sígurd y Gúnnar se juran inquebrantable amistad, y se convierten en hermanos de sangre.
Al ver cómo la amistad de Sígurd el Matador del Dragón había incrementado tanto el poder y la riqueza del reino, la madre de Gúnnar, Grímhild, la Reina de los Nibelungos, espera que Sígurd se case con su hija, la hermosa Gudrun. Sin embargo, aunque sabe que Gudrun ama a Sígurd, también sabe que Sígurd ama a otra.
El deseo de Grímhild no es imposible. La Reina de los Nibelungos es también una gran bruja capaz de echar encantamientos y de preparar poderosas pócimas. De modo que una noche, en el salón de los banquetes, le sirve a Sígurd una bebida encantada. Esta poción hace que Sígurd olvide a la valkiria a quien había jurado amor eterno, y al mismo tiempo lo llena de deseo por la hermosa Gudrun.
Sígurd obedece al hechizo, y pronto pide la mano de Gudrun y el matrimonio es bendecido por todos los que viven en las tierras del Rin. Pasan muchas estaciones, la pareja real es feliz, y el poder y la gloria de los Nibelungos crecen y crecen. No obstante, llegan a la corte historias de una extraña y hermosa doncella prisionera en un anillo de fuego sobre una montaña. Esos cuentos nada significan para Sígurd, pero Gúnnar desea ganar a esa doncella y hacerla su reina. La madre, Grímhild, se muestra precavida, y le pide a Sígurd que acompañe a su hermano de sangre. Este acepta contento, pero ella le da una pócima a Sígurd. Por el poder de dicha pócima Sígurd puede cambiar de aspecto y parecerse a Gúnnar.
Gúnnar y Sígurd parten a caballo y al fin llegan a Hindfell y a la montaña con la torre rodeada de fuego. Gúnnar espolea el caballo, pero el animal se resiste, y con cada fracaso las llamas se alzan cada vez más. A pesar de que Sígurd le dejó que montara a Grani, Gúnnar nada consigue.
Gúnnar desespera de poder ganar a su reina, y suplica a Sígurd que lo intente en su lugar. Sígurd usa la pócima de Grímhild y toma el aspecto de Gúnnar. Entonces monta en Grani y carga en línea recta hacia el anillo. El fuego quema las botas de Sígurd y arden el rabo y la crin de Grani. Caballo y jinete parecen quedar suspendidos para siempre sobre este infierno, ensordecidos y ciegos por el calor, pero por último atraviesan las llamas.
Se encuentra ahora ante la barrera del muro de escudos, pero igual que la primera vez, Sígurd empuña la espada y se abre paso por la muralla de hierro. Detrás de ese muro, en la torre, está la bella Brynhild, toda de blanco sobre un trono adornado con una cimera, como un cisne orgulloso transportado sobre una ola espumante.
—¿Qué hombre eres? —pregunta Brynhild al que está de pie delante de ella. Nada recuerda del pasado, aunque una voz interior le dice que algo anda mal.
—Soy Gúnnar el Nibelungo —dice el jinete—, y te reclamo como mi reina.
El precio por la mano de Brynhild era atravesar el anillo de fuego, y ella no puede rechazar a semejante héroe. Y no tiene por qué hacerlo, pues el hombre es bastante atractivo y —en virtud de su hazaña— mucho más valiente que el resto de los mortales.
De modo que Brynhild lo abraza y le pone el anillo de Andvari sobre la mano para jurarle amor eterno. Entonces, lo llevó hasta el lecho en el interior de la torre, y yace con él tres noches seguidas, aunque fueron noches extrañas para ella. Porque cada vez el héroe pone su larga espada en la cama, entre ellos. Fue necesario, dijo, pues no haría el amor con esta nueva reina hasta que los dos regresaran a las grandes estancias de los Nibelungos. De esa manera conspira el disfrazado Sígurd, para no traicionar a Gúnnar ni deshonrar a su prometida.
Cuando el matrimonio de Brynhild y Gúnnar tiene lugar en la sala de los Nibelungos, es el verdadero Gúnnar quien se casa con Brynhild y quien la lleva al lecho. En la tierra de los Nibelungos todos parecen felices. Pero un día, mientras se bañan en un arroyo, las dos jóvenes reinas empiezan a discutir. Brynhild alardea de que Gúnnar es mejor hombre que Sígurd, pues ha sido capaz de atravesar el anillo de fuego.
Gudrun no piensa aceptar esa jactancia, pues Sígurd, tontamente, le ha contado la historia verdadera de aquella aventura, y la joven reina cruelmente revela la verdad a Brynhild; y como prueba le muestra el anillo de oro que lleva en la mano. Esto derrumba a Brynhild, pues se trata del anillo Andvarinaut que creía haberle dado a Gúnnar aquel día en la montaña; Sígurd era quien lo había tomado, y se lo dio a su propia esposa.
Ahora han sido revelados todos los secretos, y un veneno devora el corazón de Brynhild al descubrir cómo la han engañado. Indignada, sólo piensa en vengarse. Recurre a Gúnnar y a sus hermanos Hogni y Góttorm. Se burla y amenaza a su marido.
—Toda la gente se ríe y comenta que me he casado con un cobarde —se mofa Brynhild—. Y mi humillación es tu humillación, pues no sólo dicen que otro hombre ganó para ti a tu esposa, sino que también ocupó tu lugar en el lecho matrimonial. Y de nada sirve negarlo, pues el anillo de Andvari, que Sígurd le regaló a tu hermana, es prueba evidente.
—Entonces, Sígurd morirá. O moriré yo —jura Gúnnar.
Pero no tiene voluntad ni valor, y menos para matar a su amigo. En cambio, él y Hogni inflaman el corazón del más joven de los hermanos, Góttorm, con promesas y las pócimas de Grímhild, para que mate a Sígurd.
Esa noche, Góttorm entra sigilosamente en la cámara donde Sígurd duerme en brazos de Gudrun. El joven Góttorm clava su espada con tal fuerza que atraviesa al hombre y también el lecho. Despertando a la muerte, Sígurd encuentra todavía fuerzas suficientes para empuñar a Gram y lanzarla contra su asesino. La terrible espada en vuelo hiende al joven en dos cuando alcanza la puerta. El pecho de Góttorm cae hacia adelante, pero la espalda se desploma en la habitación.
Cuando Brynhild oye el alarido de Gudrun se ríe en alta voz, pero no hay júbilo en su terrible venganza. Pues aquella noche, Brynhild toma la espada de Sígurd y se da muerte. Fiel a su pasión de valkiria, decide que si no puede casarse con Sígurd en vida, se desposará con él en el otro mundo. Una vez más, Sígurd y Brynhild yacen juntos —con la refulgente espada de Odín entre ellos— mientras las fieras llamas de la pira fúnebre los devora poco a poco.
Así concluye la vida de Sígurd el Matador del Dragón, pero éste no es el final de la historia del anillo de Andvari, ni del tesoro del enano. Pues el anillo permanece en la mano de Gudrun, y sus hermanos Gúnnar y Hogni toman el tesoro y lo ocultan en una caverna secreta debajo del Rin.
La muerte de Sígurd a manos de sus hermanos horroriza a Gudrun, pero su madre viene pronto a consolarla. De nuevo la vieja bruja ha preparado una pócima y se la da a Gudrun para que olvide su dolor y el mal que sus hermanos han cometido. En cambio, la pócima la transforma en una hermana afectuosa y leal.
No obstante, Gúnnar y Hogni desean que Gudrun desaparezca. Quieren también aumentar el poder y la gloria de los Nibelungos, y creen que podrán conseguirlo aliándose con el poderoso Atli, el Rey de los hunos. Le envían a Gudrun. Atli no le gusta, pero Gudrun obedece y se casa con el Rey y se convierte en reina de los hunos.
Ahora bien, Atli el huno es un hombre de gran poder, pero codicioso. Mucho ha oído hablar del enorme tesoro que Sígurd, el Matador del Dragón, ganara en otro tiempo, y sabe que los Nibelungos se han apoderado de ese tesoro por medio de un vil asesinato. Cada vez que Gudrun aparece ante Atli, el anillo de oro centellea, y Atli ve que no es capaz de pensar en otra cosa que en ese tesoro.
Pasa el tiempo y Gudrun da al Rey de los hunos dos hijos, pero Atli continúa intrigado, hasta que al fin actúa. Invita a Gúnnar y Hogni y a todos los Nibelungos nobles a un gran banquete en su palacio del prado. Pero cuando los Nibelungos llegan al banquete, pronto descubren que están rodeados por un enorme ejército de hunos. La gran estancia del banquete se convierte en un matadero. Aunque los Nibelungos matan a diez por cada uno que pierden, en última instancia son superados y todos mueren salvo los hermanos Gúnnar y Hogni. A estos dos los encadenan y mantienen cautivos.
El Rey de los hunos habla con Gúnnar y promete perdonarle la vida si entrega el tesoro que fuera arrebatado a Sígurd el Volsungo. Pero Gúnnar dice que Hogni y él han escondido el tesoro en una caverna bajo el Rin, y que han jurado que ninguno revelaría el secreto mientras el otro viviera. En el acto Atli da una orden, y al cabo de una hora regresa un soldado. En la mano lleva el corazón de Hogni, que le ha sido arrancado del pecho.
Gúnnar recibe ese acto repugnante con una risa cruel. Nunca había habido un juramento, explicó. Gúnnar había temido que Hogni entregara el tesoro para continuar con vida. Pero ahora que su hermano está muerto, sólo él conoce el secreto, y jamás lo revelará. Dominado por la furia, Atli ordena que aten a Gúnnar y lo arrojen a un pozo donde serpientes venenosas acallan finalmente el obstinado corazón del guerrero.
La destrucción de los Nibelungos enloquece a la esposa del Rey de los hunos, la Reina Gudrun. Aunque el tesoro de Andvari está perdido, el anillo lleva la maldición del enano mientras permanezca en la mano de Gudrun. Y Gudrun —como última de los Nibelungos— decide vengar con sangre la traición de Atli.
A pesar de que la batalla con los Nibelungos había sido muy costosa para Atli y de poco beneficio, el Rey de los hunos convoca un banquete para celebrar la victoria en el gran salón del palacio. En secreto, Gudrun lleva a cabo sus preparativos. Da muerte a sus dos niños, los hijos de Atli. Con los cráneos prepara dos copas. Mezcla la sangre inocente con el vino; y ensarta sus corazones y entrañas y los asa para la cena. Todo se lo sirve a Atli en el festín.
Luego, tarde esa noche, mientras el Rey de los hunos duerme, Gudrun toma un cuchillo y le corta el cuello. Después sale sigilosamente, atranca las puertas desde el exterior y prende fuego al gran salón del Rey de los hunos. Es la pira más grande jamás vista en esa tierra; todos los soldados y súbditos de Atli perecen entre las llamas.
Gudrun permanece de pie ante ese infierno y lo observa con creciente locura; las llamas le reviven terribles recuerdos. Huye de la tierra de los hunos y no para hasta llegar a un risco alto que da al mar. Una vez más contempla el centelleante anillo de oro de Andvari que lleva en la mano; luego, suspirando, carga el mandil con piedras y salta al mar.