La mente de Tolkien
l Anillo de Tolkien es una especie de diario de detective, una investigación de la imaginación de J.R.R. Tolkien. En El Anillo de Tolkien examinaremos las fuentes de inspiración de Tolkien para su novela de fantasía épica, El Señor de los Anillos. En esta investigación, el símbolo del Anillo es de importancia primordial. Investigando su sentido y significado podemos empezar a entender cómo El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien es el resultado de una antigua tradición narrativa que se remonta a los albores de la cultura occidental.
En una ocasión J.R.R. Tolkien contó cómo el descubrimiento del Anillo por parte de Bilbo Bolsón en una caverna de orcos fue una sorpresa para el autor tanto como para el hobbit. En aquella época Tolkien sabía tan poco de su historia como Bilbo Bolsón. También explicó cómo el Anillo, que en El Hobbit era un mero vehículo de la trama pasó a convertirse en la imagen central en El Señor de los Anillos. Así como Gandalf, el mago de Tolkien, se propuso descubrir la historia del Anillo del hobbit, en este libro investigaremos la historia y el árbol genealógico del Anillo de Tolkien.
Pero ¿cómo este Anillo fue a parar tan fácilmente a las cavernas de la mente de Tolkien? La verdad es que el Anillo de Tolkien tuvo su origen en una tradición de cuentos de búsquedas de anillos que nació antes de que se construyeran las pirámides de Egipto o de que se levantaran los muros de Babilonia. Mientras la gloriosa civilización griega y el poderoso Imperio Romano subían y caían, esa tradición siguió viviendo. Sobrevivió a la caída de los dioses paganos, y a la aparición de Buda, Mahoma y Cristo.
Aunque la tradición de la búsqueda del anillo apareció por primera vez entre pueblos tribales, mucho antes de que hubiera registros escritos, esto no significa que desconozcamos sus formas tempranas. De manera notable, en el siglo XX, los rituales simbólicos de la búsqueda del anillo se mantienen intactos en una de sus formas más elementales entre las tribus nómadas de Laponia y Siberia. Antropólogos que han vivido en este siglo entre los chamánicos lapones, han registrado con frecuencia la representación ritual de la búsqueda del anillo.
En esta ceremonia el chamán o brujo de la tribu coloca un anillo de latón sobre el parche de piel del tambor sagrado. Los dibujos y marcas de la piel del tambor son en esencia un mapa cósmico de los mundos humano y espiritual. El chamán comienza a cantar y a golpear levemente el borde de la piel con el martillo del tambor, haciendo que el anillo se mueva y dance. La marcha del anillo es el viaje del alma humana. A medida que el anillo se mueve alrededor del mapa cósmico, el chamán canta la historia del peligroso viaje del alma por los mundos humano y espiritual.
El Anillo de Tolkien intenta unir al versado catedrático de Oxford que era J.R.R. Tolkien y a ese salvaje chamán tribal en una única tradición que abarca más de cinco mil años. J.R.R. Tolkien golpeando las teclas de su máquina de escribir, mientras el alma peregrina del héroe hobbit se mueve y danza, no es diferente del chamán golpeando su tambor. Ni el viaje del Anillo de Tolkien por el mapa de la Tierra Media es esencialmente distinto del viaje del anillo del chamán por el mapa del tambor.
En El Señor de los Anillos, J.R.R. Tolkien despertó algo profundo en la conciencia humana por medio del lenguaje universal de unas imágenes míticas extraídas de la temprana historia de la humanidad. Se convirtió así en el heredero de una antigua tradición narrativa, empleando la lengua simbólica común del mito para crear el cuerpo más grande de mitología inventada de toda la historia de la literatura.
Al rastrear las fuentes del Anillo de Tolkien, abrimos al lector el mundo de los mitos y leyendas que inspiraron a Tolkien. La riqueza de esta herencia resulta evidente en sus historias y sus vastas estructuras mitológicas. Tolkien se sentía profundamente atraído por esta antigua sabiduría del alma humana, tal como se preserva en el mito y en la leyenda.
«Me interesa la invención mitológica y el misterio de la creación literaria», escribió Tolkien a un lector. «Desde pequeño sentí pesar por la pobreza de mi amado país: no tenía historias propias de la calidad que yo buscaba, y que encontraba en leyendas de otras tierras. Había historias griegas, celtas, romances, germánicas, escandinavas, finesas; pero nada inglés, salvo un empobrecido material de libritos de versos».
Ésta era la ambición de la vida de Tolkien. Tan grande fue esta obsesión que se podría afirmar que los indudables méritos literarios de su relato épico, El Señor de los Anillos, eran para él de un interés secundario. Importante como es la novela, cualquier análisis de la vida y obra de Tolkien hace que uno cobre conciencia de que su gran pasión y máxima ambición estaban centradas en la creación de un sistema mitológico completo para el pueblo inglés.
«Tenía en mente crear un conjunto de leyendas más o menos conectadas, que abarcara desde lo elevado y cosmogónico hasta el nivel de los cuentos de hadas románticos… que yo pudiera dedicar sencillamente: a Inglaterra, a mi país».
La enormidad de esta empresa es asombrosa. Es como si Homero, antes de escribir la Ilíada y la Odisea, hubiera tenido que inventar la totalidad de la mitología e historia griegas. Lo que llegó a conseguir es realmente notable. En gran medida, en la imaginación popular la mitología inventada de Tolkien ya se ha convertido en mitología inglesa. Además, sin duda es el mundo inventado más complejo y detallado de toda la literatura.
Para la clave del mundo de Tolkien no importa tanto dónde se encuentra sino cuándo. «El escenario de mi relato es esta tierra, en la que vivimos ahora, pero el período histórico es imaginario», escribió. «La acción de la historia se desarrolla en el noroeste de la Tierra Media, equivalente en latitud a las líneas costeras de Europa y a la costa norte del Mediterráneo».
Ese tiempo imaginario es un tiempo mítico, situado justo antes de las primeras historias humanas escritas y del desarrollo de cualquier civilización. Comienza con la creación del mundo conocido como Arda (la Tierra Media y las Tierras Imperecederas) dentro de vastas esferas de aire y luz. Ese mundo está habitado por dioses paganos, Elfos, Enanos, Ents, Orcos, Trolls, Dragones… y con el tiempo Hombres mortales.
Ya han pasado 37 000 años de la historia de ese mundo antes de que comiencen los acontecimientos relacionados con El Señor de los Anillos. Después de la Guerra del Anillo, transcurren muchos milenios antes de llegar «de modo final e inevitable a la historia corriente».
En una nota al pie a una de sus cartas [Cartas, n.º 211], Tolkien calcula que nuestro propio tiempo histórico precede en unos 6 000 años a la Tercera Edad, y que el siglo XX sería parte de la Quinta o Sexta Edad según el sistema de cómputo de la Tierra Media. Así como es posible estimar el tiempo de la creación del mundo de acuerdo con los textos de la Biblia, podemos decir que el tiempo de la Guerra del Anillo de Tolkien se sitúa entre el 4000 y 5000 a. C., mientras que la creación del mundo de Arda habría ocurrido en el 41000 a. C.
Por supuesto, el mundo de Tolkien de Arda no nació en ninguna parte. Nació en verdad de todo lo que era Tolkien: autor creativo, filólogo, historiador, folklorista, mitógrafo, geógrafo, filósofo, artista. En una ocasión se escribió de Dante: «Casi toda la erudición de la Edad Media se forjó y soldó en el calor blanco de una voluntad indomable, hasta convertirse en la férrea estructura de la Divina Comedia». De manera similar se puede decir de Tolkien que una compresión de todo lo que leyó, sabía, soñó y creyó de la historia y cultura occidentales fue a parar a la creación del mundo de la Tierra Media y las Tierras Imperecederas.
Para comprender el proceso creativo de la mente de Tolkien es interesante examinar su ensayo Sobre los cuentos de hadas. Tolkien sugirió que el proceso por el cual se creaban tradicionalmente los cuentos de hadas estaba bien explicado en la metáfora doméstica de la preparación de la sopa: «Al hablar de la historia de las narraciones y en particular de los cuentos de hadas, podemos decir que la Marmita de Sopa, el Caldero de los Relatos, siempre ha estado hirviendo, y que siempre se han ido agregando nuevos trozos, exquisitos o desabridos».
Tolkien más bien nos previene contra el deseo de examinar los huesos en un intento de determinar la naturaleza del buey que hervirá en la sopa. «Probablemente, la historia de los cuentos de hadas sea más compleja que la evolución de la raza humana, y tan compleja como la historia del lenguaje».
Nos advierte que «no es posible desenmarañar la intrincada madeja del Cuento, salvo de la de los elfos». Ciertamente la receta para la Marmita de Tolkien era muy, muy compleja. Los huesos y condimentos, exquisitos o desabridos, fueron extraídos de un vasto abanico de historias, mitos, cuentos, folklore, sagas. A esto se le añadió el ingrediente mágico de la invención pura.
El Anillo de Tolkien no es un intento de examinar El Señor de los Anillos página a página, imagen a imagen. Intentará sobre todo ser una investigación de ese rico conjunto literario, el mito y la historia, que inspiró a Tolkien en la creación de su novela épica. Éstos son mitos y leyendas con los que el profesor Tolkien estaba íntimamente familiarizado; a menudo lo desesperaba el hecho de que sólo unos pocos lectores del siglo XX conocían vagamente esas historias.
Uno de los principales vehículos de Tolkien para la invención literaria era el filológico. Por encima de todas las cosas se consideraba un filólogo. «Comencé con el lenguaje, y me encontré involucrado en inventar leyendas del mismo talante», escribió una vez. Fue el mismo lenguaje el que le sugirió un mundo, y no al revés.
Una de las declaraciones más famosas de Tolkien surgió como respuesta a la pregunta de dónde procedían los Hobbits [Cartas, n.º 163]. «Todo lo que recuerdo del comienzo de El Hobbit es estar sentado corrigiendo ensayos de promoción en el imperecedero cansancio de la tarea anual que se nos impone sin paga en las academias. En una hoja en blanco garrapateé: “En un agujero en el suelo vivía un hobbit”».
Después de eso, convirtió su tarea en explicarse a sí mismo qué era un hobbit y qué estaba haciendo en ese agujero. Aparte de los Hobbits, Tolkien creó otras razas y criaturas de nombres inventados por él, como: Balrogs, Uruks, Nazgûl. Sin embargo, y más comúnmente, tomó palabras de fragmentos de mitologías y viejas leyendas. A menudo eligió palabras antiguas que poco o nada le sugerían al lector medio. En su mente inventiva los vocablos oscuros como orco, ent, se convirtieron en creaciones asombrosas y originales. En otras ocasiones, tomó palabras tópicas del mito y los cuentos de hadas, como elfo, enano, mago, que vigorosamente reinventó. A todas les dio una vida vibrante y un vasto y recién creado mundo donde pudieran vivir y respirar.
El esfuerzo creativo de Tolkien se centró en el concepto de que la Tierra Media iba a ser un mundo de arquetipos del que descendía el inconsciente racial de la nación inglesa. Todo lo que somos y sabemos ha ocurrido de forma arquetípica en la titánica batalla entre las fuerzas definitivas del bien y del mal en esta antigua y mítica edad de nuestra especie.
A lo largo de sus ficciones, Tolkien emplea un artificio literario: la invención de una especie de «prototipo de historia», que se nos anima a aceptar como «acontecimiento verdadero» y que, de manera razonable, explicaría los posteriores y bien conocidos relatos y leyendas de muchas naciones.
La creación y hundimiento del poderoso reino de Númenor fue un intento deliberado de escribir la «verdadera historia» que hay detrás del mito de la Atlántida. En El Señor de los Anillos, en el beso del Príncipe Aragorn que despierta a la durmiente princesa Éowyn se quiere que veamos el «origen» del cuento de hadas La Bella Durmiente. A menudo aparecen prototipos de una u otra clase: Glaurung el dorado es el «padre de dragones»; Durin el Inmortal es uno de los «Siete Padres de los Enanos». Tolkien incluso nos da la «historia verdadera» que hay detrás de ese tópico común, «La Grieta del Destino», convirtiéndolo en un lugar «real» y aterrador.
En última instancia se pretende que el Anillo de Tolkien sea el anillo arquetípico en el que estaban basados todos los otros ciclos de búsqueda del anillo. La verdad, desde luego, es todo lo contrario, aunque el Anillo de Tolkien aporta su contribución única a esa antigua tradición.
Con esto no pretendo sugerir que Tolkien, sencillamente, saca figuras de los mitos y las leyendas. La imaginación creativa es algo complejo. Para mostrar un poco del proceso creativo de la mente de Tolkien podríamos examinar un motivo menor que no está relacionado con la tradición de la búsqueda del anillo y que demuestra cómo el material en bruto se transforma en ficción creativa.
Tomemos como ejemplo una sola fuente con la que la mayoría de los lectores estará familiarizada: Macbeth de William Shakespeare. Poca duda puede haber de que esta obra fue una fuente menor para ciertos aspectos de la novela de Tolkien. Curiosamente, se trató de una fuente de «inspiración negativa». Esto se debió a que a Tolkien le desagradaba profundamente la obra, aunque estaba fascinado con la trama histórica y mítica de Macbeth.
En verdad, da la impresión de que Tolkien más bien disfrutó dando voz a la extrema herejía inglesa de odiar profundamente a Shakespeare. Incluso llegó más lejos y llegó a descartar el drama como forma literaria. En el ensayo Sobre los cuentos de hadas, Tolkien llegó a la conclusión de que el drama es hostil a la tan amada «fantasía» porque, en sí mismo, es una especie de fantasía falsa, y afirmó que más que cualquier otra forma de literatura, la fantasía necesita para sobrevivir una «suspensión voluntaria de la duda». En la fantasía dramatizada (como la escena de las brujas en Macbeth), Tolkien descubrió que «la duda no tanto tenía que ser suspendida como colgada, destripada y descuartizada».
No obstante, el peculiar desagrado de Tolkien por Shakespeare y Macbeth, resultó ser muy productivo, especialmente en relación con los episodios de El Señor de los Anillos que conciernen a los Ents. Aunque típicamente, el origen de los Ents surgió de una fuente filológica, la poderosa «Marcha de los Ents» estuvo motivada por Shakespeare.
Al explicar el origen de sus Rebaños de Arboles, los Ents, Tolkien escribió [Cartas, n.º 163]: «Diría que los Ents se componen de filología, literatura y vida. Deben su nombre a los eald enta geweorc de los anglosajones». No obstante, aparte de que «ent» sea un simple nombre anglosajón para «gigante», la verdadera inspiración fue el intento de Tolkien de escribir el prototipo del mito que se ocultaba detrás de un débil relato de Shakespeare.
«Esta parte de la historia es consecuencia, creo, de la amarga desilusión y disgusto que tuve en mis días escolares ante la utilización poco eficaz que hace Shakespeare de la llegada del “Gran Bosque de Birnam a la alta colina de Dunsinane”: deseaba inventar un medio en el que los árboles pudieran realmente marchar a la guerra». Y así, en la marcha épica de los Ents sobre el reino de Saruman de la Mano Blanca, nos da la «verdadera historia» que hay detrás de la profecía en Macbeth, Tolkien nos dice, de nuevo en Sobre los cuentos de hadas: «En realidad, Macbeth es la obra de teatro de un autor que, por lo menos en esta ocasión, debería haber escrito una narración, si hubiese tenido la habilidad y la paciencia para hacerlo». Como Shakespeare ya no estaba disponible para aceptar el consejo, Tolkien decidió llevar a cabo él mismo la tarea.
En este esfuerzo, Tolkien fue más allá del motivo de la marcha del bosque, desafiando el retrato que hace Shakespeare del mismo Macbeth. La intención del maligno Señor de los Espectros del Anillo de Tolkien —el Rey Brujo de Morgul—, que le vendió su alma mortal a Sauron por un anillo de poder y un presunto dominio terrenal, es la de darnos la ilusión de ser el grandioso y antiguo «arquetipo» de la historia de Macbeth: un rey poseído, de alma perdida y maldita.
Para que nadie pueda malinterpretar la comparación, o el desafío de Tolkien a Shakespeare, la vida del Rey Brujo está protegida por una profecía que es casi idéntica a la última que guarda a Macbeth. El Rey Brujo de Tolkien está «protegido por la profecía de que no puede ser muerto por la mano del hombre»; mientras que el también engañado Macbeth «no puede ser muerto por hombre nacido de mujer».
Una vez más, el desafío de Tolkien a Shakespeare es en gran medida un cumplimiento bastante débil de la profecía. En términos de trama convincente, ha de reconocerse que la muerte del Rey Brujo a manos de una mujer disfrazada de guerrero, con un hobbit de cómplice, es una respuesta mucho mejor al acertijo fatal que el pretexto, digno de un abogado, que emplea Shakespeare como explicación de que alguien que vino al mundo por cesárea, estrictamente hablando, no ha «nacido de mujer».
El aspecto más importante de toda esta esgrima literaria en realidad no es si Tolkien llegó a triunfar en su desafío a Shakespeare, o a cualquier otro. Ni tampoco importa mucho si los lectores de El Señor de los Anillos registraron esta alusión. El resultado fue que la mente de Tolkien se vio impulsada a crear personajes y acontecimientos originales, que resuenan con una profundidad y poder que heredan de una fuente más antigua.
Ésta fue una de las características más profundas del genio de Tolkien como autor. Combinó la inventiva y una habilidad natural de narrador con el talento del hombre de letras, capaz de extraer material del hondo manantial del mito, la leyenda, la literatura y la historia. Dio vida a tradiciones antiguas que de otro modo muchos millones de lectores modernos no hubieran conocido nunca.
Examinaremos en esta obra un vasto conjunto de mitos y leyendas en busca de las fuentes empleadas por Tolkien. Indagaremos en otros anillos y búsquedas, y veremos dónde cobraron existencia muchos de los elementos de El Señor de los Anillos. No obstante, jamás deberíamos confundir el proceso creativo de Tolkien con una mera adición de remiendos del saber antiguo. A pesar de que la escritura de Tolkien es más rica y profunda que la tradición antigua en la que se inspira, su arte no es nunca una mera imitación. El Señor de los Anillos es una novela muy lograda y originalmente concebida que ha renovado, vigorizado, y por último ha reinventado, la búsqueda del anillo para el siglo XX.