61.

Qué más, qué más, por qué te paras, debe haber algo más. Al día siguiente viste unos planos, alguna agenda. ¡Eso no puede ser todo!

—No hay nada más.

Me engañas, me estás engañando, Sadman. No puedes imaginar lo importante… No puedes imaginar lo que puedo hacerte, Sadman. Puedo destruirte, yo, sí, yo, puedo matarte, Sadman. Para mí no eres nada, no eres más que mierda, Sadman. Puedo hacerte desaparecer con un chasquido.

La voz estaba tan furiosa que sentía temblar mi interior con cada sílaba que acentuaba.

Sentía que su poder era enorme, pero cuando amenazó con matarme el miedo desapareció. El viento negro hizo acto de presencia y recuperé mi antigua fuerza.

—Soy Sadman. Nada hay en este Mundo que pueda dañarme. —Disparé contra el espejo, el agujero era grande. La sonrisa era mucho mayor, muy retorcida.

Lo hay, pequeño, yo soy lo que puede dañarte. Nadie es invulnerable, Sadman, siempre hay algo que se escapa de su alcance. Toda invulnerabilidad tiene su ruina.

Yo soy Chandrasekhar, yo soy el Fundador Viviente, yo soy tu creador, yo soy Sadman.

Tú eres mi homúnculo, pequeño bastardo. No eres más que mi cuerpo, que se mueve solito por el mundo sin hilos de plata. Tú que nunca te hiciste preguntas, intenta recordar a tus padres, o tu infancia, ¡algo anterior a estos nueve años! No puedes porque no hay Nada. Tú no eres nada. Eres la cáscara de la criatura más prodigiosa que haya caminado sobre la tierra. Enviado para descubrir un enigma, una verdad que nadie más que un monstruo como tú podría averiguar. Un monstruo sin memoria, sin conciencia, sin prejuicios. La inalcanzable objetividad hecha humana, apenas humana, demasiado humana, ja ja ja.

¿Comprendes, mi alfeñique, lo ridículo de tu existencia?

Y ahora debes colaborar, o te eliminaré sin dejar rastro. Recuperaré mi cuerpo y tu voz se apagará para siempre, volveré a ser el que siempre fui, el que siempre fuiste. Excepto por unos ridículos nueve años.

Así que piensa, Sadman, criaturita. Piensa en lo que falta.

Él tenía razón, yo no recordaba nada anterior a los últimos nueve años, aunque mi cuerpo debía tener alrededor de treinta. Él tenía razón porque nada de lo que había dicho me importaba en realidad. Yo no tenía memoria, prejuicios ni conciencia. Yo era un cuerpo vacío. Yo era un monstruo, un monstruo nada más. Eso es lo que era. Eso es lo que había sido siempre. Lo peor era que no me sentía mal por ello. No sentía absolutamente nada.

—Sólo me he reservado sus palabras —dije cabizbajo.

Dímelas, dímelas.

—“Duerme conmigo esta noche y mañana haz lo que debas”. —Repetí las palabras y experimenté un escalofrío. Era la primera vez que las pronunciaba y sentí como si Eva hablase a través de mi voz.

Sadman, esto se acabó.

Eres un estorbo, esto debo solucionarlo sin ti. No hay tiempo.

Adiós.