Los ojos cargados de electricidad estallaron. Todo se volvió blanco, blanco como una explosión, luego todo se hizo noche. El espejo estaba ahí, pero muy, muy lejos, como un lago de hielo.
Yo me había olvidado de la voz. Hubiera querido olvidarme de la voz.
Dame lo que te dio aquella mujer, Sadman.
Oh, aquella voz. Esa voz me sobrecogía, entró en mi mente, y entonces sentí miedo…
Dame lo que te dio aquella mujer, Sadman. Quiero lo que te dio aquella mujer, Sadman.
Dámelo, Sadman, ahora, Sadman. Es tarde, Sadman. Dámelo antes de que sea demasiado tarde, Sadman.
—Yo no puedo darte nada, yo no tengo nada. Ella no me dio nada… Yo no sé… no sé qué…
Sí te lo dio, Sadman. Lo tienes aquí dentro en tu cabeza. Piensa en la mujer, Sadman. Piensa, en ella, en esa dulce y sabrosa mujer, ahora, Sadman, piensa, no hay tiempo. Hazlo, yo haré lo demás, piensa ahora, Sadman.
Ahora.
Estaba tan aterrorizado, era algo tan nuevo y horrible. Era el significado más riguroso de la palabra nausea.
Entonces obedecí, pensé en Eva, y recordé todo lo que había sucedido.