No entiendo por qué la pared sigue teniendo la forma de mi imagen. Sé que los hombres usan espejos que reflejan su aspecto exterior. Los usan para acercar su apariencia a la que ellos creen que agrada a los demás. Es una forma de las que tienen para expandirse. Aunque sé qué son, los espejos nunca han podido verme porque creo que los espejos no dicen nunca lo que piensan.
Pero esta pared no puede ser un espejo porque la imagen me sonríe.
Los hombres sonríen algunas veces cuando se entregan a su placer dolor, también cuando se traen algo entre manos. Las imágenes no sienten placer dolor. Cuando no entiendo una cosa el viento negro se expande, y para que me abandone debo expandirme yo mismo. Pero destruir la imagen no hará que lo entienda. Las imágenes no piensan, no hablan.
—Hola Sadman. Me alegro de que hayas llegado por fin. —Esa voz es mi voz, pero mi boca no se mueve. Se mueve la del espejo.
—Los espejos no hablan.
—Parece que éste sí —dice con una gran sonrisa.
—En ese caso no eres un espejo.
—Eres muy inteligente, Sadman, y no me sorprende en absoluto. —Sus palabras desprenden placer dolor. Yo le causo placer dolor. No entiendo la explicación, el viento sopla.
—Tranquilo, jovencito, debes prestarme mucha atención. Yo te explicaré lo que necesitas saber; más correctamente, te diré las preguntas que corresponden con todo lo que ya sabes, y que no necesita corrección alguna.
—Yo no me hago preguntas. Yo hago preguntas a los hombres cuando no hacen lo que dicen para poder entender.
—Estás muy convencido de ello, ¿verdad? Estás muy convencido de todo lo que dices. Bien, Sadman, juguemos a tu juego. Yo pregunto y tú respondes.
El viento soplaba muy despacio. Ver mi imagen lo expulsaba fuera de mí como si la imagen me agujerease el estómago. Los espejos nunca dicen lo que piensan, los espejos buscan expandirse. Este espejo se contrae, y si él se contrae yo me expando.
—¿Por qué estás aquí, Sadman?
—He venido a matar al Fundador Viviente.
—¿Y por qué quieres matar a alguien tan importante, Sadman?
—Porque intenta matarme a mí.
—Comprendo. ¿Por qué intenta matarte el director de la Compañía, Sadman?
—Porque fui despedido.
—Ya veo. Siendo como eres el mejor asesino del Mundo, la Panóptica tuvo que recurrir a los Nihilim. Como resulta obvio que fallaron, después recurrió al ejército. Ambos obedecen únicamente al Fundador, por lo que, según tu razonamiento, destruyéndole a él acabarás con la fuente de todas las amenazas contra tu vida. ¿Me he equivocado en algo, Sadman?
—No.
—¿Puedo preguntarte otra cosa más, Sadman?
—Sí.
—¿Por qué fuiste despedido?
—Por acceder a las bases de datos de la Panóptica.
—¿Y qué buscabas allí, mi dulce Sadman?
—Información.
—¿Qué tipo de información, exactamente?
—Una mujer, cosas… sobre una mujer.
—¿Qué cosas, Sadman, qué… cosas?
—Yo… no… no lo sé.
—Buscabas información, pero no sabes qué clase de información. Buscabas algo, Sadman, algo que se había alojado en tu mente y te impedía respirar. Buscabas una respuesta a tus dudas.
—No, eso es… imposible.
—Y esas dudas nacieron porque aquella mujer hizo algo que despertó tu único instinto, el impulso de supervivencia, contra una amenaza fuera de tu alcance, algo que no podías eliminar, lo que te llevó a hacerte una…
—Pregunta.
—Exacto, Sadman. Y ese algo es esencial para mí, no puedes entenderlo; es esencial para todos nosotros. Han pasado muchos años hasta que ese algo apareció, para provocar una reacción en ti, como estaba previsto. Sí, como estaba previsto, Sadman. Y ahora estás aquí, has vuelto, al fin, con ese… algo.
—Qué dice… no entiendo lo que…
La imagen se acercó a mí, parecía que iba a salir del espejo.
Su mirada no era como la mía, a pesar de que sus ojos eran los mismos. Era una mirada sabia y antigua, vieja como la misma tierra, poseedora de un conocimiento infinito sobre mí, sobre el mundo, sobre todas las cosas. Sus ojos azules me miraban como si en su interior un relámpago se cargase de energía antes de estallar.
Quiero que me des lo que te dio aquella mujer, Sadman.
Su voz. El espejo no movía
los labios.