57.

No siento más que el empuje de una causa ajena. Nada de lo que hago responde a un razonamiento interior o a una emoción que me pertenezca. Actúo como veo actuar, digo lo que oigo, las emociones que muestro son las que los otros reflejan sobre mí. No puedo definir lo que siento porque mi mente carece de formas. Lo que veis es lo que queréis ver. Yo no soy nada que podáis imaginar. Para mí el miedo y la calma son la misma cosa, y no es lo uno ni lo otro. Poseo el don del lenguaje, pero es un don, y lo utilizo por cesión. Mi lenguaje es silencioso, vacío y sordo. No puedo aprender de los otros porque no sé qué debe aprenderse y qué olvidarse, no conozco las normas que determinan lo que se debe hacer y lo que no. La moral es distinta a mí. No necesito cambiar este modo de comportamiento porque la sociedad en la que existo me permite sostener esta ignorancia. Hago lo que los demás hacen, digo lo que dicen, ellos matan, matar es fácil. Me limito a imitar lo que mis sentidos perciben alrededor. Ése es el camino de la supervivencia. Esta torpe palabra humana no puede definir correctamente lo que surge en mi estómago, lo que adormece las palmas de mis manos y mis pies, esta posesión. Es una palabra torpe. No se trata de vivir por encima de las dificultades, también se trata de vivir por debajo de las dificultades, a su alrededor. A lo que los hombres llaman expandirse, a eso se parece más esta pulsión. Los hombres que conozco no pueden expandirse físicamente, creo que yo tampoco. Pero uno puede expandirse cuando contrae a los otros. Pero a eso los hombres no lo llaman sobrevivir, lo llaman destruir, creen que es distinto, pero al mismo tiempo destruyen para sobrevivir. No les asustan las contradicciones porque temen más al lenguaje. Los hombres son extraños a veces porque no dicen lo que piensan, es difícil darse cuenta cuando hacen esto. No matan para expandirse, sino por placer o para huir del dolor. De nuevo el lenguaje humano es imperfecto aquí. El placer de los hombres es a veces doloroso, suelen disfrutar de su dolor. Pero no admiten su placer dolor, a pesar de que matan tan a menudo. Encubren su placer dolor con excusas como el saqueo, la venganza o el odio. Estas palabras son siempre extrañas y a veces son confusas. Definen emociones que provocan actos que los hombres no parecen controlar bien. Creo que es parecido al viento negro. El viento negro es incontrolable, pero no es una emoción en absoluto.

Es la llamada a la expansión.