Sadman traspasó los controles de seguridad que impedían el acceso al Tercer Acto del planeta Hel, ignorando las advertencias y los disparos de sus vigilantes. Caminó por el fango industrial de Bahía Botánica, rodeado por el bramido de las máquinas excavadoras, que apilaban montones de desechos transpirando vapores nauseabundos. Una hilera interminable de fábricas procesaba los residuos para convertirlos en comida, escupiendo columnas de ceniza que se acumulaba en el asfalto como nieve gris. Sadman arrastraba los pies con dificultad entre un lodo que lo cubría hasta las rodillas.
Pero entre las partículas que caían sobre su cuerpo descubrió cabellos, piel y gritos de espanto, pues no todos los que eran procesados llegaban muertos.