Sadman dormía. Pero algo perturbó su descanso y agitó su cuerpo dormido. Se recostó, se acomodó, y volvió a recostarse. Movía las pupilas bajo los párpados y comenzó a sudar. Sus labios se entreabrían en un espasmo pautado. En un susurro, como desvelan los niños palabras prohibidas, Sadman murmuraba