19.

A la luz del televisor, Sadman dormía. Dormía un letargo solitario alejado de la visita del subconsciente, una inconsciencia plácida entregada al tierno abrazo del olvido. El descanso de Sadman era semejante a estar muerto, una paz tan grande que no quería desprenderse de ella, pero tan efímera, tan vacía al consumirse, que se escurría entre sus dedos como granos de arena, lenta e irremediablemente.

Por eso, al ver un pasillo que aún no había olvidado, creyó haber regresado a él, por alguna razón que no podía entender. La sensación de viajar dentro de su propio cuerpo fue tan extraña que se sintió poseído por alguna fuerza exterior. Acaso el viento negro se manifestaba ahora con una nueva forma. Acaso, sencillamente, Sadman, por algún motivo, por primera vez, surcaba las ignotas aguas del sueño.