16.

Jesús languidecía crucificado con la corona de espinas. Pálido y agonizante, se hallaba en mitad de la oscuridad, iluminado desde lo alto. Se encendió un abanico de colores y una multitud aplaudió a Billy, revelado por el poder de los focos tras una lujosa mesa. Otra semana acababa de comenzar y Billy Stardust se preparaba para abrir el siguiente monográfico.

“¡Buenas noches por la noche! ¡Bienvenidos a nuestra nueva semana temática! Hoy comienzan siete días tan apasionantes que tirarán el mando por la ventana en unos minutos; cosa que mi cuenta bancaria les agradecerá profundamente”.

El público del plató se echó a reír, mientras Billy intentaba calmarlos con tímidos gestos de la mano.

“Estas siete noches vamos a centrarlas en los mitos del Mundo Libre. Los primeros seis días los dedicaremos a figuras estelares como Mahoma, Confucio y Buda. Para los más sesudos aclararemos que estas personalidades han sido emuladas por gentileza del Ministerio de la Resurrección, que los ha devuelto a la vida para que podamos entrevistarlos en directo. El séptimo día disfrutaremos con un concurso en el que Alá, Brahma y Jehová demostrarán cuál es el más omnisciente de los tres. Hoy empezaremos con un plato fuerte. Un invitado muy especial, venido desde lo más alto. ¡Un gran aplauso para Jesús de Nazaret!”.

Aplausos.

“Buenas noches por la noche, señor Nazaret. Lamento la incomodidad de su colocación, pero no podíamos resistirnos a la ironía”.

Risas.

Jesús habló con voz dificultosa; el peso de la cabeza aprisionaba sus cuerdas vocales.

“El tiempo oportuno ha llegado. Cuarenta días volveré a resistirte”.

“Resistirás lo que dure el prime time, colega”.

Risas.

“Todos sabemos que usted estuvo en la cresta de la ola durante algo más de dos mil años, gracias a la excelente gestión de su equipo de marketing. Repasemos a continuación su carrera. Veamos, nació en Judea en el año uno de su propia Era… —¡vaya!—, su padre adoptivo se llamaba José y era carpintero, su madre era… veamos… María, y… bueno… ejem… después de dar a luz, siguió virgen”.

Risas.

“¿Podría explicarnos eso del dogma de la virginidad, por favor?”.

“Está escrito: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el hijo que nazca será santo y llamado Hijo de Dios»”.

Murmullos.

“Bien, bien, mi amado público, parece que vamos a necesitar traducción. No se preocupen, todo está previsto. Sí, parece ser que usted se refiere a que todo fue un milagro, o sea, que su madre no se folló al carpintero para parirle a usted, ¿me equivoco?”.

Risas.

“Veo que no le ha gustado la broma. Hoy día, con esa actitud no va a convencer a nadie, ¿sabe? Parece ser que su mensaje, si es que soltó alguno, impactó al mundo de entonces. ¿No se imaginaba que esa organización que fundó estaba condenada al fracaso por culpa de su obstinada política anticientífica? Es natural que su explicación del mundo se fuese al garete tarde o temprano. Por no hablar de la represión, el inmovilismo y la censura”.

“El Hijo de Dios fundó un solo mensaje: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo»”.

Murmullos. Risas tremendas tras la aclaración.

“Silencio… silencio, por favor. Vaya, vaya, lamento ser el portador de malas noticias, J. C., porque usted es el único de por aquí que cree en esas memeces”.

El público era un jolgorio.

“Ahora bien, si usted fue tan bueno, si hizo tanto por sus vecinos, ¿por qué coño se lo cargaron? ¿No será que también tenía sus trapos sucios, que para ascender tuvo que despacharse a algún entrometido? Además, si es el Hijo de Dios, ¿por qué no les dio su merecido a esos romanos, por qué no quemó sus casas, violó a sus mujeres o algo así? ¿Es que el Hijo de Dios no podía evitar su propia muerte?”.

“Está escrito: «El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, será reprobado por los ancianos, los pontífices y los escribas; lo matarán y al tercer día resucitará»”.

“Otra vez con el está escrito de los cojones. Ea, ea… Aquí dice que hizo milagros. Multiplicó los panes, resucitó a los muertos, curó a los enfermos… ¿Qué otras cosas puede hacer? ¿Podría matar a mi novia y agenciarme una decente?”.

Risotadas. Jesús balanceaba la cabeza, tembloroso; el cuello le chasqueaba. El público se calmó, esperando un giro repentino en el espectáculo.

“El quinto mandamiento de Dios es no matarás”.

Los espectadores estallaron en carcajadas comentando la insospechada locura de aquellas palabras.

“Vaya. Creo que hemos chocado de frente con el meollo. ¿Puede saberse qué quiere decir eso?”.

Jesús se agitaba en la cruz. Le habían remachado los clavos a las manos y le desgarraban la carne; de las heridas manaba abundante sangre.

“No matarás… no cometerás adulterio… no presentarás falsos… testimonios… no… codiciarás los…”.

Sufriendo fuertes espasmos, entre una orgía de carcajadas, vomitando sangre, Jesús se desprendió de la cruz y cayó al suelo. El público vitoreaba al moribundo, que trataba de pronunciar unas últimas palabras, pero no llegaron a brotar gracias a la presión del lustroso zapato de charol de Billy Stardust sobre su cuello.

“¡Señoras y señores, muchas gracias! ¡No se pierdan —quieto tío— la entrevista con Mahoma, vivito, coleando, y muy visible, para todos ustedes, mañana a las diez, como todos los días! ¡Hasta mañana, buenas noches por la noche!”.