15.

El Mundo Libre no era muy diferente de los anteriores. Deshacerse de Dios no lo cambió, después de todo, de forma significativa. Una sociedad necesita mitos, aunque no crea en ellos, para poblar el provechoso jardín de la estereotipia. La simplificación construyó fortalezas persistentes desde los orígenes del Universo Artificial gracias a la necesidad de dar una explicación a la existencia del hombre después, y más allá, del fin de la vida. Las complejidades del Proyecto Noelle-Newman escapaban de la comprensión del pueblo llano, incluso del pueblo llano de Hel, el único planeta superviviente del Gran Colapso, y germen de la nueva Humanidad. A pesar de su supremacía evolutiva, la dedicación de los helitas a labores administrativas no los capacitaba para asimilar las implicaciones de una vida después de la vida. Poco se sabía del Gran Colapso, como mandaba la Panóptica, porque el hombre sabe que la información puede ser perjudicial cuando no se conoce la globalidad de los factores en juego, y un conocimiento descontextualizado podía ser peligroso en un mundo donde las estrellas eran máquinas controladas por humanos, que funcionaban gracias a la solvencia de una compañía controlada por humanos. Saber lo que no debía saberse podía ser fatal para el propio equilibrio de las leyes artificiales de la Física. La Compañía decía que exigir al hombre que dejase de divertirse para reducir los riesgos era abusivo, por lo que dejaba al hombre el placer y ella se encargaba de afrontar el riesgo. Pero claro, luego no podía uno ir por ahí haciendo preguntas. Después de todo, si la Compañía cometía un error no se perderían puestos de trabajo, sino que cosas como la gravedad podían irse permanentemente de vacaciones.

Los mitos permitían comprender sin entrar en detalles, y la Sair-Sudni sabía cómo debía explicarle las cosas a los consumidores del Mundo para que las entendiesen. Las religiones decían que Dios creó el cosmos. Pero cuando el Universo se plegó sobre sí mismo, en directo para toda la Humanidad, la verdad quedó desnuda frente a sus ojos. El hombre había sobrevivido a la Creación y reía por su éxito. Reía ante los ojos de Dios, en directo, para toda la Humanidad. Era difícil identificarse con Dios y lo Eterno cuando murieron las visiones imperecederas, como el océano, el firmamento y el Sol.

El Año Uno de la Nueva Era Artificial se inauguró en Hel, el único planeta superviviente, quemando las sagradas escrituras y construyendo una estatua magnífica sobre la pira a la que llamaron el Monumento al Dios Muerto.

La Panóptica, al poco de su fundación, encontró que los mitos podían ser muy útiles como vehículo de mensajes, teniendo en cuenta los problemas que surgían ante los sectores de la población que no aceptaban los pormenores de la vida artificial. Los pobres de espíritu no comprendían que sus dolencias respiratorias desaparecerían cuando se ajustasen debidamente los elementos químicos sintéticos de la atmósfera; que las estrellas que nacían en el cielo espontáneamente no eran cometas salvajes, sino generadores de hidrógeno que se alimentaban de fluctuación cuántica; que los nuevos planetas no eran descubrimientos científicos, sino productos manufacturados; que las oscilaciones gravitatorias de los primeros años no presagiaban el fin del mundo, sino un mantenimiento rutinario. El propio rumor, luego confirmado por los hechos, de que las Industrias Sair-Sudni tenían el poder de transmutar el tiempo en espacio, consternaba a algunas mentes demasiado frágiles para asumir el cambio. La Panóptica eliminó a los inadaptados, pero aprendió que el pueblo necesitaba explicaciones.

De esta manera, el Mundo Libre se apropió de los antiguos mitos y les dio continuidad en el tiempo. El Mundo Libre jugaba con arcángeles y serafines. El Mundo Libre adoraba la religión.

El Mundo Libre.

Deicida.

Teófago.