Porque incluso en seres inmundos hallamos seducción, porque pensaron que no serían dignas o atrevidas las almas que no se arrojasen a la desdicha, el Mundo Libre triunfó donde las alternativas mostraron su flaqueza antigua. Porque subestimaron la capacidad de asombro, el hombre se acodó, se abalanzó, y de un empujoncito se arrojó al abismo. Porque olvidaron que el abismo de los mortales no era el camino hacia el paraíso, la humanidad hizo de él su hogar. Porque los venerables declararon la guerra santa a la técnica y al instinto, la industria y el pueblo desataron su furia científica y su hastío ideológico contra los dioses y las leyes de los dioses. Porque las necesidades del mercado eran gobernadas por hilos invisibles, el mundo aprendió a acomodarse a las exigencias del progreso. Porque la improductividad estorbaba a la expansión, Dios fue desechado por su inoperancia.
Porque la Naturaleza gobernaba el mundo sin consultar a los hombres, se profetizó su caída. Porque todas las profecías acaban cumpliéndose, el Mundo Libre floreció sobre las ruinas del espacio para dar continuidad al Tiempo.
El Tiempo, la sucesión infatigable de las causas hacia el inevitable desencadenamiento de las consecuencias.