1.

Llueve, llueve sobre Hel. Llueve sobre la corteza asfaltada de Hel como caen los pétalos en flor en los jardines atesorados por los delincuentes, recordando a los hombres que lo inmutable existe, que la vida puede perpetuarse por siempre. Llueve sobre Hel y sobre Sadman. Caminando por las calles de la ciudad, Sadman busca, como la vida que se extingue y anhela un consuelo que robar al futuro, como un ladrón enlutado sobre los montes metálicos de la megápolis, ensanche de manzanas podridas que rezuma sociedad y vierte lentamente su misericordia antigua en los desagües de Hel. Vertida, vertida bajo los cimientos de Hel.

Vertida sobre ese espléndido anfitrión que son los cimientos del mundo.