Dos días después
Asunto: Orden
Hola, Emmi.
¿Cómo te va? A mí, no extraordinariamente bien. Ni tampoco estoy muy orgulloso de mí. No tendría que haber conocido a Mia. Debí saber que eso me ligaría más a ti de un modo absurdo, Emmi. Te eché en cara que ése fuera tu objetivo. Pues me retracto a medias de aquel reproche. Creo que era el objetivo de ambos, sólo que hasta hoy no nos hemos atrevido a reconocerlo. Mia sirvió de intermediaria entre nosotros. Tú le encomendaste que se hiciera cargo de mí. Y yo me desquité con ella. No fue justo por lo que a ella respecta. El creciente interés de Mia por mí corresponde a su creciente interés por ti, Emmi. Creo que eres tú quien debería acercarse un poco a ella. Y yo quien tendría que alejarse. Necesito poner un poco de orden en este asunto.
Que tengas un buen día.
Leo
Una hora después
Re:
¿Y cuál es el siguiente asunto que pondrás en orden, Leo? ¿Yo?
Ocho minutos después
Fw:
Siempre he pensado que los mensajes como tales estaban bastante en orden. Pero también creo que tendría que ir frenando esto alguna vez.
Cuatro minutos después
Re:
Leo, el vacilante, está de nuevo en su elemento: «Creo que», «tendría que», «ir frenando», «alguna vez». ¿Te divierte hacerme partícipe de los retrocesos que anuncias con timidez? Hazme un favor, Leo: si vas a frenar, ¡frena como es debido! Y sin atormentarme a mí: con tanto «creo que», «tendría que», «ir frenando», «alguna vez»… ¡Creo que me estoy hartando!
Tres minutos después
Fw:
De acuerdo, voy a frenar.
40 segundos después
Re:
Por fin.
35 segundos después
Fw:
Ya estoy frenando.
25 segundos después
Re:
¿Y?
Dos minutos después
Fw:
Aún no lo sé. Estoy esperando a que nos detengamos.
25 segundos después
Re:
Pues acabamos de detenernos. ¡Buenas noches!
Dos días después
Sin asunto
Hola, Emmi:
¿Qué pasa? ¿Ya no nos escribimos más?
Siete horas después
Re:
Parece que no.
Al día siguiente
Sin asunto
Hace bien no recibir mensajes de vez en cuando.
Dos horas y media después
Fw:
Sí, uno acaba por acostumbrarse.
Cuatro horas después
Re:
Sólo entonces ves lo agotador que era.
Cinco horas y media después
Fw:
Estrés. Puro estrés.
Al día siguiente
Sin asunto
¿Y qué tal está Mia?
Dos horas después
Fw:
Ni idea, hemos dejado de vernos.
Ocho horas después
Re:
¡Ah…, no me digas! Es una pena.
Tres minutos después
Fw:
Sí, es una pena.
Al día siguiente
Sin asunto
Me lo paso muy bien contigo, Leo.
Nueve horas después
Fw:
Gracias, no puedo más que devolverte el cumplido.
Al día siguiente
Sin asunto
¿Qué es de la vida de Marlene? ¿Habéis vuelto a reincidir?
Tres horas después
Fw:
No, hasta ahora no, pero estoy en ello. ¿Y cómo está la familia? ¿Cómo va la rodilla de Jonas?
Dos horas después
Re:
El brazo.
Cinco minutos después
Fw:
Sí, eso es, perdón, ¿cómo va el brazo?
Tres horas y media después
Re:
No se ve. Está escayolado.
Media hora después
Fw:
¡Ah…! Ya. Claro.
Dos días después
Sin asunto
Es muy triste, Emmi, ya no tenemos nada que decirnos.
Diez minutos después
Re:
Tal vez nunca hemos tenido nada que decirnos.
Ocho minutos después
Fw:
Sin embargo, hemos hablado de lo lindo.
20 minutos después
Re:
Hemos hablado sin decir nada. Pura palabrería.
Cinco minutos después
Fw:
Si tú lo dices, así será.
12 minutos después
Re:
Qué bien que hayas dado un frenazo.
Tres minutos después
Fw:
¡La que anunció que nos deteníamos fuiste tú, Emmi!
Ocho minutos después
Re:
Y tú lo manifestaste cada día.
Cinco horas después
Fw:
¿Quieres que lo dejemos del todo?
Tres minutos después
Re:
De todos modos, ya lo hemos hecho.
50 segundos después
Fw:
Sabes muy bien cómo deprimir a alguien.
Dos minutos después
Re:
He aprendido de ti, Leo.
Buenas noches.
Tres minutos después
Fw:
Buenas noches.
Dos minutos después
Re:
Buenas noches.
Un minuto después
Fw:
Buenas noches.
50 segundos después
Re:
Buenas noches.
40 segundos después
Fw:
Buenas noches.
20 segundos después
Re:
Buenas noches.
Dos minutos después
Fw:
Son las tres de la mañana. ¿Sopla el viento del norte?
Buenas noches.
15 minutos después
Re:
Tres horas, diecisiete minutos. Viento de poniente, me trae sin cuidado.
Buenas noches.
A la mañana siguiente
Asunto: Buenos días
Buenos días, Leo.
Tres minutos después
Fw:
Buenos días, Emmi.
20 minutos después
Re:
Esta noche me voy a Portugal durante dos semanas: vacaciones en la playa con los niños. ¿Estarás ahí cuando vuelva, Leo? Necesito saberlo. Cuando digo «ahí», quiero decir… ¿Qué es lo que quiero decir? Quiero decir, simplemente, ahí. Tú ya me entiendes. Tengo miedo de perderte. Por mí, frenemos. Por mí, detengámonos. Por mí, hablemos sin decir nada. Pura palabrería, pero palabrería CONTIGO. ¡No sin ti!
18 minutos después
Fw:
Sí, querida Emmi. No me quedaré esperándote, pero estaré ahí cuando vuelvas. Siempre estoy ahí para ti, aunque nos hayamos detenido. A ver cómo estamos después de estas dos semanas de «pausa». Quizá nos vengan bien. Me parece que en estos últimos días hemos cogido bastante práctica.
Saludos cariñosos,
Leo
Dos horas después
Re:
Algo más antes de marcharme, Leo. ¡Pero sé sincero, por favor! ¿Has perdido el interés por mí?
Cinco minutos después
Fw:
¿De veras quieres que sea sincero?
Ocho minutos después
Re:
Sí, de veras. Sincero y rápido. Tengo que llevar a Jonás a que le quiten la escayola.
50 segundos después
Fw:
Cuando veo que llega un mensaje tuyo, me palpita el corazón. Hoy, ayer y hace siete meses.
40 segundos después
Re:
¿A pesar de ser pura palabrería? ¡¡¡Eso está muy bien!!! ¡Las vacaciones están salvadas!
Adieu.
45 segundos después
Fw:
Adieu.
Ocho días después
Sin asunto
Hola, Leo.
Estoy en un cibercafé de Oporto. Te escribo deprisa para que tu corazón no se pare de puro «no palpitar». Estamos bien: el pequeño está con diarrea desde el comienzo de las vacaciones, la mayor se ha enamorado de un profesor de surf portugués. ¡Faltan sólo seis días! ¡Me alegrarán tus mensajes!
P D.: ¡No hagas nada con Marlene!
Seis días después
Asunto: ¡Hola!
Querido Leo:
Aquí estoy. ¿Cómo ha sido la «pausa»? ¿Qué hay de nuevo? ¡Te he echado de menos! No me has escrito. ¿Por qué no? Tengo miedo de tu primer mensaje. Y más miedo aún de que tarde mucho en llegar. Pregunta: ¿cómo continuamos?
15 minutos después
Fw:
Emmi:
No tienes por qué tener miedo de mi primer mensaje. Aquí está, y es completamente inofensivo.
1) ¿Qué hay de nuevo?: nada.
2) ¿Cómo ha sido la pausa?: larga.
3) ¿Por qué no te he escrito?: porque estábamos haciendo una pausa.
4) ¿Que me has echado de menos?: ¡yo también! (Probablemente más que tú a mí. Tú al menos tenías que defender a una hija de dieciséis años de un profesor de surf portugués. ¿Cómo acabó la historia?)
5) ¿Que cómo continuamos?: hay exactamente tres posibilidades. Seguir como hasta ahora. Dejarlo. Quedar.
Dos minutos después
Re:
Respecto a 4): Fiona emigrará a Portugal y se casará con el profesor de surf. Sólo ha vuelto a casa con nosotros para preparar sus cosas. Eso es lo que ella cree.
Respecto a 5): Estoy a favor de: ¡quedar!
Tres minutos después
Fw:
Anoche soñé intensamente contigo, Emmi.
Dos minutos después
Re:
¿De veras? A mí también me ha pasado. Quiero decir que yo también he soñado intensamente contigo. ¿Qué es lo que entiendes tú por «intensamente»? ¿El sueño era sólo intenso o también erótico?
35 segundos después
Fw:
¡Muy erótico!
45 segundos después
Re:
¿En serio? Eso no es propio de ti.
Un minuto después
Fw:
A mí también me sorprendió.
30 segundos después
Re:
¿Y? ¡Dame detalles, por favor! ¿Qué hacíamos? ¿Qué aspecto tenía yo? ¿Cómo era mi cara?
Un minuto después
Fw:
De la cara no me enteré mucho.
Un minuto y medio después
Re:
¡Eh, Leo, hay que ver cómo eres! Probablemente yo fuera la Emmi rubia del café, con grandes pechos que tantear.
50 segundos después
Fw:
¿Qué te pasa con los pechos grandes? ¿Tienes algún problema con los pechos grandes?
Dos minutos después
Re:
Eso es lo que admiro de ti, Leo. No quieres saber, por ejemplo, si tengo pechos grandes. Quieres saber si tengo un problema con los pechos grandes. Es algo tan atípico en los hombres que se podría pensar que tienes el síndrome del problema de los pechos grandes.
Tres minutos después
Fw:
Considérame asexuado si quieres, Emmi, pero tanto si son grandes como si son pequeños, gordos, delgados, anchos, planos, redondos, ovalados, puntiagudos o cuadrados, no me interesa ninguna clase de pechos de los que no conozca la cara. Por lo menos no tengo talento para pensar en el volumen de los pechos de una mujer, independientemente del resto.
Un minuto después
Re:
¡Ah…, te contradices! Tres mensajes antes me has contado que tuviste un sueño muy erótico, en el que al parecer pudiste ver todo lo que un hombre podría ver de mí, salvo la cara. ¡No me digas que no te topaste con mis pechos!
55 segundos después
Fw:
En el sueño no vi tu cara, ni tus pechos, ni ninguna otra parte de tu cuerpo. Sólo lo toqué.
Un minuto y medio después
Re:
Si no viste nada de mí, ¿cómo sabes que era yo la mujer a la que metiste mano a ciegas?
Un minuto después
Fw:
Porque sólo hay una que se expresa como tú lo haces: ¡tú!
Dos minutos después
Re:
¡Así que hablamos mientras me metías mano a ciegas!
50 segundos después
Fw:
No te metía mano a ciegas, te tocaba. Hay una gran diferencia. Y (entre otras cosas) hablamos.
35 segundos después
Re.
¡Muy erótico!
Un minuto y medio después
Fw:
No entiendes nada, Emmi. Por lo visto, en estas cuestiones te pones demasiado en el lugar de «tus» hombres.
Dos minutos después
Re:
Por un lado están «mis hombres» y, por otro lado, the one and only Leo, el que está más allá de los pechos. Con esta noble diferenciación nos desconectamos por hoy. Debo terminar, tengo cosas que hacer. Te escribo mañana.
Hasta pronto,
Emmi
Al día siguiente
Asunto: Cita
Qué, Leo, ¿quedamos? Tengo todo el tiempo del mundo. Bernhard se ha ido durante una semana con los niños. Estoy sola.
Cinco horas y media después
Re:
¡Eh, Leo! ¿Te he dejado sin habla?
Cinco minutos después
Fw:
No, Emmi. Es que estoy pensando.
Diez minutos después
Re:
Eso no puede ser nada bueno. Sé exactamente en qué estás pensando. ¡Venga, Leo, encontrémonos! No desaprovechemos este momento tan oportuno, que tal vez sea el último. ¿Qué arriesgas? ¿Qué tienes que perder?
Dos minutos después
Fw:
1) A ti.
2) A mí.
3) A nosotros.
17 minutos después
Re:
Tienes pánico al contacto, Leo. Nos veremos, nos caeremos bien y hablaremos como hemos hablado siempre, sólo que de frente. Seremos íntimos desde el primer momento. Al cabo de una hora ya no podremos imaginar cómo sería si aún no nos hubiésemos visto nunca. Nos sentaremos en una mesita de un restaurante italiano. Comeré espaguetis al pesto delante de tus ojos. (¿Podrían ser espaguetis alle vongole?) Y volveré la cabeza para producir una corriente de aire que tú podrás percibir, querido Leo. ¡Por fin una auténtica corriente de aire, física, liberadora, antivirtual!
Una hora y media después
Fw:
Tú no eres Mia, Emmi. En Mia no tenía puestas esperanzas, y ella en mí tampoco. Mia y yo empezamos por el principio, como es costumbre cuando dos personas se conocen. Nuestro caso es distinto, Emmi: nosotros partimos de la línea de llegada, y sólo se puede seguir una dirección: hacia atrás. Nos dirigimos a la gran desilusión. No podemos vivir lo que escribimos. No podemos reemplazar las numerosas imágenes que nos formamos el uno del otro. Será decepcionante que no estés a la altura de la Emmi que yo conozco. Y no lo estarás. Te sentirás deprimida si yo no estoy a la altura del Leo que tú conoces. Y no lo estaré. Después de nuestra primera —y única— cita nos separaremos desilusionados, desanimados, como después de una comida abundante que no nos ha gustado, a pesar de haberla esperado un año con un hambre feroz, de haberla hervido a fuego lento y a borbotones durante meses. ¿Y luego qué? ¡Se acabó! ¡Ya está! ¿Haremos como si no hubiese pasado nada? No. Emmi, nunca se nos borrará la imagen desmitificada, desvelada, desencantada, defraudada, resquebrajada del otro. Ya no sabremos qué escribirnos. Ya no sabremos para qué escribirnos. Y algún día nos cruzaremos en un bar o en el metro. Fingiremos no reconocernos o no vernos, nos apartaremos rápidamente. Sentiremos vergüenza por lo que ha sido de «lo nuestro», por lo que ha quedado. Nada. Dos extraños con un ficticio pasado común, por el que tanto tiempo y con tanto descaro se habían dejado engañar.
Tres minutos después
Re:
Y cada día se extinguen cientos de especies animales.
Un minuto después
Fw:
¿Qué quieres decir?
55 segundos después
Re:
Te lamentas, te lamentas, te lamentas, te lamentas y te lamentas, Leo. Lo ves todo negro, negro, negro, negro.
25 segundos después
Fw:
Negro.
40 segundos después
Re:
???
Un minuto y medio después
Fw:
Que lo veo todo negro. (Habías olvidado uno, cinco veces «te lamentas», cinco veces «negro». O cuatro veces «te lamentas» y cuatro veces «negro», en ese caso sobraba un «te lamentas»).
Dos minutos después
Re:
Buena observación. Típico de Leo, un poco afectado, pero cariñosamente atento y correcto. Y me gustaría ver tus ojos, ¡tus auténticos ojos! Buenas noches. Que sueñes conmigo. ¡Y de paso podrías echarme un vistazo!
Tres minutos después
Fw:
Buenas noches, Emmi. Lo siento mucho, pero soy como soy, soy como soy, soy como soy.
Dos días después
Asunto: Cita «light»
Buenas tardes, Emmi. ¿Estás ofendida (todavía) o podemos volver a tomar unas copas de vino juntos esta noche?
Te saluda lleno de expectación,
Leo
Una hora y media después
Re:
Hola, Leo:
Esta noche he quedado «realmente» con Mia. Nos hemos propuesto empezar «como en los viejos tiempos» y acabar en el último bar abierto. Esto es: pueden darnos fácilmente las cinco de la mañana.
16 minutos después
Fw:
De acuerdo. Pues sí, hay que aprovechar que la familia está fuera. Saluda a Mia de mi parte. Y que lo paséis bien.
Ocho minutos después
Re:
Éstos son los pocos mensajes que hacen que prefiera no saber qué aspecto tienes si escribes una cosa así. (Por cierto: tienes una idea bastante conservadora de la familia o, al menos, de mi familia. Para volver a las cinco de la mañana no necesito esperar a que la familia esté fuera. Puedo hacerlo siempre que me apetezca).
Tres minutos después
Fw:
¿Y a mí también puedes verme siempre que te apetezca? ¿Tanto si Bernhard se marcha con los niños a la montaña durante una semana como si está en la habitación de al lado (y puede ir a visitarte a tu habitación en cualquier momento)?
20 minutos después
Re:
¡¡¡POR FIN LO HAS SOLTADO, LEO!!! Habrías podido ahorrarte tu sombría perorata de anteayer sobre nuestra estremecedora primera cita que hace añicos las imágenes. Pues no es ése tu problema. Tu problema se llama Bernhard. No aceptas ser el segundo, después de él. No quieres quedar conmigo, porque de manera puramente teórica no puedes «pescarme», no importa que luego lo desees o no en la práctica. Por correo electrónico me tienes toda para ti, y de esa forma te entiendes estupendamente conmigo, puedes pasar a tu gusto de la distancia a la cercanía, y viceversa, ¿no?
45 minutos después
Fw:
No has contestado a mi pregunta, Emmi. ¿Quedarías —o querrías quedar— conmigo aunque tu marido estuviese en la habitación de al lado? Y (pregunta adicional): ¿qué le dirías? Quizá: «Tesoro, esta noche me encuentro con un hombre con el que me escribo desde hace un año, por lo general varias veces al día, desde “buenos días” hasta “buenas noches”. A menudo él es el primero que sabe algo de mí por la mañana y el último al que le digo algo antes de acostarme. Y por la noche, cuando no consigo dormirme, cuando sopla el viento del norte, no voy a verte a ti, tesoro. No, le escribo un mensaje a ese hombre. Y él me contesta. Es que ese tío es fantástico contra el viento del norte. ¿Que qué nos escribimos? Ah…, sólo cosas personales, hablamos de nosotros, de lo que pasaría si yo no te tuviera a ti, tesoro, a ti y a los niños. Oye, y como te decía, esta noche he quedado con él …».
Cinco minutos después
Re:
Yo nunca le digo «tesoro» a mi marido.
50 segundos después
Fw:
¡Oh, perdón, Emmi! Tú lo llamas Bernhard, desde luego. Suena más respetuoso.
Cuatro minutos después
Re:
No te enfades, Leo. Tienes una deplorable idea de un matrimonio que funciona bien. ¿Sabes qué le diría a Bernhard si quisiera quedar contigo por la noche? Le diría: «Bernhard, esta noche salgo. He quedado con un amigo. Quizá se haga tarde». ¿Y sabes qué me contestaría Bernhard? «¡Que te diviertas, pasadlo bien!» ¿Y sabes por qué diría eso?
Un minuto después
Fw:
¿Porque le da igual lo que hagas?
40 segundos después
Re:
¡Porque confía en mí!
Un minuto después
Fw:
¿Y en qué confía?
50 segundos después
Re:
En que no haré nada que ponga en peligro mi vida con él, o que pueda ponerla en peligro en algún momento.
Nueve minutos después
Fw:
¡Ah…, ya! Claro, tú sólo te diriges a tu «mundo exterior» familiarmente prescindible. El mundo interior permanece intacto. Supongamos que tú te enamoras de mí y yo de ti, Emmi, que tenemos un romance, una aventura, un lío…, llámalo como quieras, Emmi, ¿tampoco estarías haciendo nada que pusiera en peligro tu vida con Bernhard, o que pudiera ponerla en peligro en algún momento?
12 minutos después
Re:
Partes de hipótesis falsas, Leo: ¡¡¡yo no voy a enamorarme de ti!!! No tendremos un romance, una aventura, un lío o como quiera que lo llames. Es simplemente una cita. Como cuando uno se encuentra con un viejo amigo, al que hace mucho tiempo que no ve. Con la pequeña diferencia de que nosotros no llevamos mucho tiempo sin vernos, sino que no nos hemos visto nunca. En lugar de «Tienes el mismo aspecto de siempre, Leo», diré: «¡Conque éste es el aspecto que tienes, Leo!». Así son las cosas.
Ocho minutos después
Fw:
Lo que quieres decir es que te darías por satisfecha con que YO me enamorara de TI, por así decir, de manera unilateral. Seguramente toda mi vida te escribiría mensajes ardientes, románticos, conmovedores. A continuación, poemas, canciones, quizá incluso musicales y óperas, rebosantes de pasión insatisfecha. Entonces podrías decirte a ti misma, a Bernhard o a ambos: «¿Lo ves? Estuvo bien haberme encontrado con él».
40 segundos después
Re:
¡Algo debe de haberte hecho Marlene!
Cuatro minutos y medio después
Fw:
No cambies de tema, Emmi. Por una vez, Marlene no tiene absolutamente nada que ver con este asunto. En realidad es algo entre nosotros dos, mejor dicho, entre nosotros tres. Pues de un modo periférico, tu marido también forma parte de esto, por más que te obstines en negarlo. Y no creo que sea casualidad que quieras quedar conmigo justamente ahora que sabes que tu marido está muy lejos, en la montaña.
Dos minutos después
Re:
No, no es casualidad. Sencillamente esta semana dispongo de más tiempo para mí. Tiempo que me gusta pasar con la gente que aprecio. Tiempo para mis amigos. O para quienes podrían llegar a serlo. Hablando de tiempo: van a dar las ocho. Tengo que irme, seguramente Mia ya está esperándome.
Buenas noches, Leo.
Cinco horas después
Re: ¿Leo?
Hola, Leo.
¿Aún estás despierto por casualidad? ¿Te apetece tomar una copa de vino conmigo? Leo, Leo, Leo. No estoy nada bien.
Emmi
13 minutos después
Fw:
Sí, aún estoy despierto. Es decir: ya estoy otra vez despierto. Es que he activado el toque de diana de Emmi. He puesto al máximo el sonido que avisa cuando llega un mensaje nuevo y he dejado el ordenador portátil junto a la almohada. Ahora mismo acaba de despertarme.
Ya sabía yo que volverías a escribirme esta noche, Emmi. Pero ¿qué hora es? Ah…, poco más de medianoche. ¡Mucho no habéis aguantado Mía y tú!
(Vino no bebo más. Ya me he cepillado los dientes. Y el vino después de la pasta de dientes es como una sopa de fideos con el café en el desayuno).
Dos minutos después
Re:
¡¡¡Me alegro muuuuuuuucho de que contestes, Leo!!! ¿Por qué sabías que volvería a escribirte?
Siete minutos después
Fw:
1) Porque te gusta estar con la gente que aprecias. «Con tus amigos. O con quienes podrían llegar a serlo.»
2) Porque estás sola en casa.
3) Porque te sientes sola.
4) Porque sopla el viento del norte.
Dos minutos después
Re:
Gracias por no estar enfadado conmigo, Leo. Ayer te escribí unos mensajes de lo más prosaicos. Tú no eres para mí un amigo normal. Significas mucho, mucho más para mí. Eres para mí. Eres. Eres. Eres el que responde a mis preguntas no formuladas: sí, me siento sola, y por eso te escribo.
40 segundos después
Fw:
¿Y qué tal te ha ido con Mia?
Dos minutos y medio después
Re:
¡Me ha ido fatal! No le gusta cómo hablo de Bernhard. No le gusta cómo hablo de mi matrimonio. No le gusta cómo hablo de mi familia. No le gusta cómo hablo de mis correos electrónicos. No le gusta cómo hablo de mi…, de Leo. No le gusta que hable. No le gusta nada. No le gusto yo.
Un minuto después
Fw:
¿Por qué has hablado de esas cosas? Pensé que queríais ir de gira por los bares, como en los viejos tiempos.
Tres minutos después
Re:
Los viejos tiempos no pueden repetirse. Como su nombre indica, son viejos. Los nuevos tiempos nunca pueden ser como los viejos. Cuando lo intentan, parecen viejos y agotados, como quienes los echan de menos. Nunca deberían añorarse los viejos tiempos. El que añora los viejos tiempos es un viejo añorante. ¿Puedo confesarte una cosa? Lo único que quería era volver a casa… con Leo.
50 segundos después
Fw:
¡Está bien que de vez en cuando yo sea tu hogar!
Dos minutos después
Re:
Dime con toda franqueza, Leo, ¿qué piensas de mí y de Bernhard después de todo lo que sabes por mí y por Mia? Sé sincero, por favor.
Cuatro minutos después
Fw:
¡Ufff…! ¿Te parece una pregunta para las doce y media de la noche? Y: ¿no querías mantener tu «vida interior» completamente alejada de mí, ahora y siempre? Pero, bueno, de acuerdo: creo que vuestro matrimonio funciona bien.
45 segundos después
Re:
«Funciona bien»: ¿eso es despectivo?, ¿es algo malo? ¿Por qué todas las personas importantes me transmiten que una relación «que funciona bien» es una mala relación?
Seis minutos después
Fw:
No es despectivo, Emmi. Si algo funciona bien, no puede ser tan malo, ¿no? Malo es solo cuando ya no funciona bien. En ese caso uno debería preguntarse: ¿por qué ya no funciona tan bien? O: ¿realmente puede funcionar mejor? Pero, Emmi, creo de veras que no soy la persona indicada para discutir contigo sobre Bernhard y vuestro matrimonio. Es probable que Mia tampoco lo sea. Bernhard, sí, Bernhard seria la persona indicada, me parece.
13 minutos después
Fw:
¡Eh, Emmi!, ¿ya te has dormido?,
35 segundos después
Re:
Me gustaría oír tu voz, Leo.
25 segundos después
Fw:
¿Cómo dices?
40 segundos después
Re:
Que me gustaría oír tu voz.
Tres minutos después
Fw:
¿Si? ¿De veras? ¿Y en que habías pensado? ¿Quieres que grabe una maqueta y te la envíe? ¿Qué quieres oír? ¿Basta con una prueba de micrófono, «un, dos, tres, probando»? ¿O quieres que cante una canción? (Cuando por casualidad pillo un tono, ya no se me escapa, y no suena nada mal). Podrías acompañarme con el piano…
55 segundos después
Re:
¡Ahora mismo! ME GUSTARÍA OÍR TU VOZ AHORA MISMO, LEO. Dame ese gusto, por favor. Llámame. 83 17 433. Déjame un mensaje en el contestador. Por favor, por favor, por favor. Sólo unas palabras.
Un minuto después
Fw:
Y a mí me gustaría oír cómo pronuncias esas frases que en tus mensajes escribes con mayúsculas. ¿A gritos? ¿Con voz estridente? ¿Chillando?
Dos minutos después
Re:
Bueno, está bien, Leo, te propongo lo siguiente: tú me llamas ahora y me grabas uno de tus mensajes. Por ejemplo: «¿Sí? ¿De veras? ¿Y en qué habías pensado? ¿Quieres que grabe una maqueta y te la envíe? ¿Qué quieres oír? …», etc. Y luego te llamo yo y digo: «¡Ahora mismo! ME GUSTARÍA OÍR TU VOZ AHORA MISMO, LEO. Dame ese gusto…», etc.
Tres minutos después
Fw:
Contrapropuesta: de acuerdo, pero dejémoslo todo para mañana. Primero tengo que recobrar la voz. Además, estoy muerto de cansancio. Sesión de contestador, esta noche, sobre las nueve, con una buena copa de vino. ¿Te parece bien?
Un minuto después
Re:
Vale. Que pases bien el resto de la noche, Leo. Gracias por estar ahí. Gracias por acogerme. Gracias por existir. Gracias.
45 segundos después
Fw:
¡Ahora voy a quitar el ordenador de la cama!
Buenas noches.
La noche siguiente
Asunto: Nuestras voces
Hola, Emmi.
¿Lo hacemos?
Tres minutos después
Re:
Pues claro, ya estoy impaciente.
Dos minutos después
Fw:
¿Y si no te gusta mi voz? ¿Si te impresiona? ¿Y si piensas: así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo? (¡Salud! Estoy bebiendo vino francés corriente).
Un minuto y medio después
Re:
¿Y al revés? ¿Y si mi voz no te gusta? ¿Y si se te encoge el ombligo? ¿Si luego no quieres seguir charlando conmigo? (¡Chinchín! Yo bebo whisky, si está permitido. Estoy demasiado nerviosa para tomar vino).
Dos minutos después
Fw:
Tomemos los dos últimos mensajes que acabamos de enviar. ¿De acuerdo?
Tres minutos después
Re:
Pero son mensajes complicados, se componen casi sólo de preguntas. Es difícil pronunciar preguntas cuando se le habla a alguien por primera vez. Sobre todo para las mujeres. Las mujeres resultan vocalmente perjudicadas con las preguntas, porque tienen que subir el tono al final de las frases, o sea, se ven obligadas a usar registros más agudos aún. Si encima están nerviosas, les puede hacer gallos la voz. ¿Entiendes lo que quiero decir? Los gallos suenan muy ridículos.
Un minuto después
Fw:
¡EMPECEMOS AHORA MISMO, EMMI! Yo hablo el primero. En cinco minutos hablas tú. Cuando terminemos de hablar, nos mandamos un correo electrónico. Y DESPUÉS escuchamos los mensajes del contestador. ¿Entendido?
30 segundos después
Re:
¡Un momento! Tu número de teléfono, si tienes la bondad.
35 segundos después
Fw:
¡Oh, perdón! 45 20 737. Bueno, empiezo.
Nueve minutos después
Fw:
He terminado. Ahora tú.
Siete minutos después
Re:
Ya está. ¿Quién escucha el primero?
50 segundos después
Fw:
Los dos al mismo tiempo.
40 segundos después
Re:
Vale, nos escribimos luego.
14 minutos después
Re:
¿Por qué no escribes, Leo? Si no te gusta mi voz, puedes decírmelo a la cara (a la bandeja de entrada) sin miedo. Me parece que en la selección de los mensajes he sido claramente discriminada por ser mujer. Y el ruido rasposo en mi voz no proviene de mí, sino del whisky. Si no me escribes ahora mismo, me bebo toda la botella. Y en caso de intoxicación etílica te cobraré los gastos de hospitalización.
Dos minutos después
Fw:
Me he quedado sin habla, Emmi. Quiero decir: estoy sorprendido. Te imaginaba completamente distinta. Dime: ¿realmente hablas así siempre? ¿O has impostado la voz?
45 segundos después
Re:
¿Cómo hablo?
Un minuto después
Fw:
¡De un modo tremendamente erótico! Como la presentadora de un programa de sexo.
Siete minutos después
Re:
Eso suena bien, puedo aceptarlo. Tú tampoco estás precisamente flojo. Eres mucho más atrevido hablando que escribiendo. Tienes una auténtica voz ronca. Mi pasaje favorito es: «¿Así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo?». Sobre todo las palabras «tío» y «hablando». En «tío» es la «i». Tu «i» es sensacional. En realidad no es un sonido, sino más bien un murmullo, un susurro, como si echaras el humo de un porro por entre los dientes. En «hablando» es «blan», lo dices de un modo increíblemente obsceno, muy sexy, como una provocación a…, da igual a qué, en todo caso, lo dices como una provocación a la que uno responde. «Blan», en la forma en que tú lo dices, podría ser el nombre de una nueva píldora para la potencia sexual. Blan en lugar de Viagra, según el modelo acústico de Leo Leike, sería buenísimo.
Cuatro minutos después
Fw:
A mí lo que más me fascina, Emmi, es la forma en que dices «ombligo». Nunca antes había oído a nadie decir «ombligo» de un modo tan encantador, tan dulce, tan oscuro, tan claro, y jamás te hubiera creído capaz de decirlo así a ti. Sin chillar, sin barbotar, sin berrear. Una manera de decir «ombligo» realmente bonita, delicada, elegante, suave, aterciopelada. Y «whisky», sí, eso también suena muy noble. «Whis» como una cuerda que se hace vibrar. «Ky» como una llave que abre tu… mmm… dormitorio. (Mi botella de vino tinto se está acabando, ¿lo has notado?)
Un minuto después
Re:
¡Sigue bebiendo, Leo! Me gusta cuando has bebido un poco. Eso en combinación con tu voz me pone algo…
20 minutos después
Re:
Dónde te has metido, Leo?
Diez minutos después
Fw:
Un momento. Estoy abriendo otra botella de vino. ¡El vino francés corriente es tan bueno, Emmi! Se bebe muy poco vino francés. Poco y pocas veces. Si bebiéramos más vino francés, más y más a menudo, seríamos todos más felices y dormiríamos mejor. Tienes una voz muy erótica, Emmi. Me gusta tu voz. Marlene también tenía una voz muy erótica, pero diferente. Marlene es mucho más fría que tú, Emmi. La voz de Marlene es profunda pero fría. La voz de Emmi es profunda y cálida. Y dice whisky. Whisky. Whisky. ¡Brindemos por nosotros! Estoy bebiendo vino tinto francés. Volveré a leer todos tus mensajes, Emmi, y sonarán totalmente distintos. Hasta ahora siempre había leído tus mensajes con la voz equivocada. Los leía siempre con la voz de Marlene. Emmi era para mí Marlene, Marlene muy al principio, cuando aún nada se sabía. Entonces sólo había amor y nada más. Todo era posible. ¿Estás bien, Emmi?
Cinco minutos después
Re:
¡Oh, no! ¿Por qué tienes que beber tan deprisa, Leo? ¿No puedes esperar un poco? Por si acaso ya estás tumbado con la frente sobre el teclado: buenas noches, amigo mío. Es estupendo charlar contigo. Estupendo, pero a veces —por cierto, siempre que empieza a ponerse interesante— demasiado breve (por motivos etílicos). Bueno, al menos tengo el contestador. Antes de irme a la cama pondré un par de veces más a Leo Leike, el de «¿Así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo?». Seguramente será bueno contra el viento del norte.
12 minutos después
Fw:
¡No te vayas a la cama todavía, Emmi! Aún estoy despierto, estoy bien. ¡Ven a mi casa, Emmi! Tomemos otra copa. Susúrrame al oído «whisky, whisky, whisky». Di: «Ombligo». Y señálatelo. ¡Conque éste es el famoso ombligo de la famosa Emmi!, diré yo. Te lo prometo: sólo te pasaré el brazo por encima del hombro. Sólo un abrazo. Sólo un beso. Sólo un par de besos, nada más. Besos totalmente inofensivos. Necesito saber cómo hueles, Emmi. Tengo tu voz en la cabeza, ahora necesito tu olor en la nariz. Hablo en serio, Emmi: ven a mi casa. Te pago el taxi. Ah…, no, tú no quieres. Es igual, ya pagará alguien el taxi. Hochleitnergasse 17, ático 15. Ven a mi casa. ¿O quieres que vaya yo a la tuya? También puedo ir yo. Olerte tan sólo una vez. Besarte tan sólo una vez. Nada de sexo. Estás casada, ¡por desgracia! Nada de sexo, lo prometo. Lo prometo, Bernhard. Sólo quiero oler tu piel, Emmi. No quiero saber qué aspecto tienes. No encendamos las luces. Completamente a oscuras. Sólo un par de besos, Emmi. ¿Es algo malo? ¿Es infidelidad? ¿Qué es infidelidad? ¿Un correo electrónico? ¿O una voz? ¿O un olor? ¿O un beso? Quiero estar contigo ahora. Quiero que nos abracemos. Pasar una noche con Emmi, sólo una. Yo cierro los ojos. No necesito saber cómo es. Sólo necesito olerla y besarla y tocarla, muy cerca. Río de felicidad. ¿Eso es infidelidad, Emmi?
Cinco minutos después
Re:
«¿Así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo?» Buenas noches, Leo. Es bonito charlar contigo. Increíblemente bonito. ¡Tremendamente bonito! Podría acostumbrarme. Me he acostumbrado.