Capítulo 5

Ocho días después

Asunto: ¡Aquí estoy!

Hola, Emmi:

Ya he vuelto. Estuve en Amsterdam. Marlene me acompañó. Habíamos decidido intentarlo de nuevo. Fue un breve intento. Al cabo de dos días, yo estaba en cama con neumonía. Ha sido humillante para mí. Ella se pasó cinco días agitando el termómetro mientras me sonreía amarga y bondadosamente, como una enfermera con treinta años de servicio, que odia su trabajo pero procura no responsabilizar de ello a sus pacientes. Amsterdam fue lo contrario de lo que había imaginado, no un nuevo comienzo, sino un viejo final, del que con los años hemos ido acumulando una gran experiencia. Esta vez nos separamos muy respetuosamente. Ella dijo que siempre estaría ahí cuando yo necesitara algo. (Se refería a algo de la farmacia). Y yo dije: «Si alguna vez vuelves a creer que no puedes vivir sin mí y yo sigo estando seguro de que no puedo vivir sin ti, no tenemos más que volar unos días a Amsterdam… y demostrarnos lo contrario».

Por cierto, le hablé de nosotros. Marlene reaccionó como si esa situación fuese más crítica que mi neumonía. «Hay una mujer de Internet que me interesa mucho», le dije. Ella preguntó: «¿Cuántos años tiene? ¿Cómo es?». Yo contesté: «Ni idea. Entre treinta y cuarenta. Rubia, morena o pelirroja. Sea como sea, está felizmente casada». «¡Te has vuelto loco!», replicó.

«Esa mujer —le dije—, me da la posibilidad de pensar en alguien que no seas tú, Marlene, y aun así sentir algo parecido. Me emociona, me altera, a veces me dan ganas de mandarla a la Luna de una patada, pero con las mismas ganas iría a buscarla y me la traería de vuelta. La necesito aquí en la Tierra. Ella sabe escuchar. Es lista. Es divertida. Y lo más importante: está ahí cuando la necesito». «Si te hace bien escribirle, escríbele», me aconsejó Marlene. «¡Y toma las pastillas!», añadió.

Estoy desconcertado, Emmi. ¿Cómo hago para olvidar a esa mujer? Es fría como una nevera, pero entro en calor cuando la toco. Si camino a su lado por Amsterdam, cojo una neumonía. Pero si por la noche me pone la mano en la frente, empiezo a arder.

Bueno, Emmi, segundo punto: ya he vuelto. No pienso marcharme voluntariamente de debajo de tu corteza cerebral. Quiero que sigamos escribiéndonos. Y también quiero que nos conozcamos personalmente. Ya hemos desaprovechado todas las ocasiones lógicas, obvias, correctas y acordes con la racionalidad del ser humano que se nos han presentado para conocernos. Hemos negado las más elementales reglas de juego de las relaciones humanas. Somos viejos amigos, somos nuestro sostén cotidiano, es más, a veces hasta somos una pareja. Pero nos falta el principio natural del encuentro. Le pondremos remedio, tenlo por seguro. Aún no sé cómo nos las arreglaremos para hacerlo sin perder nada de lo que nos importa. ¿Tú lo sabes?

Bueno, Emmi, tercer punto: he empezado mi mensaje con Marlene a propósito, porque quiero que nos contemos más cosas sobre nuestras vidas. No quiero seguir fingiendo que estamos solos en el mundo. Quiero saber cómo controlas tu matrimonio, cómo te las apañas con los niños y todas esas cosas. Sería bueno que compartieras conmigo tus preocupaciones. Me consuela saber que no soy el único que las tiene. Me hace bien interesarme por tus asuntos. Me honra ser tu confidente.

Bueno, Emmi, cuarto punto: ¡haz el favor de no volver a odiarme nunca preventivamente! No lo soporto. A principios de marzo dejé de colaborar en el estudio sobre la influencia del correo electrónico en nuestra conducta lingüística y su importancia como vehículo de emociones. La razón que alegué oficialmente fue la falta de tiempo. En realidad, el tema ya me resultaba demasiado «personal» para querer ocuparme científicamente de él. ¿Está claro, Emmi?

Que tengas un buen día,

Leo

P D.: Por una parte, mi «aviso de ausencia» fue el justo castigo por tu agresivo aviso de desconfianza. Por otra parte, me diste pena. Me escribiste un mensaje hermosísimo, franco, sincero y detallado. ¡Gracias por cada palabra! En compensación, puedes pedirme que aguante algunas impertinencias.

45 minutos después

Re:

¿Abandonaste tu estudio por nosotros? Eso está muy bien, Leo, ¡por eso te quiero! (Por suerte, ni te imaginas de qué modo acabo de decírtelo). Ahora tengo que llevar a Jonás al dentista. Desgraciadamente aún no le han puesto anestesia general. Lo digo sólo por tu pregunta sobre cómo me las apaño con los niños.

Hasta luego,

Emmi

Seis horas después

Re:

Bueno, Leo. Estoy en mi habitación, Bernhard aún está trabajando, Fiona pasará la noche en casa de una amiga, Jonás duerme (con dos dientes menos), Wurlitzer come alimento para perros (es más barato y a él le da igual, siempre que sea abundante). Como ya sabes, ardillas no tenemos (probablemente al gato le gustarían mucho). Los muebles me dirigen miradas de reproche. Sospechan la traición, me amenazan: ¡cuidadito con revelar cuánto costamos, de qué color somos y qué forma tenemos! El piano dice: ¡ojo con contarle que Bernhard era tu profesor de piano, y cómo os besasteis por primera vez y cómo os sentasteis sobre mí e hicisteis el amor! La librería pregunta: ¿y quién es ese tal Leo? ¿Qué hace aquí? ¿Por qué pasas tantas horas con él? ¿Por qué echas mano de mí tan raras veces? ¿Por qué estás tan ensimismada últimamente? El aparato de música dice: quizá llegues al extremo de dejar de escuchar Rachmáninov, ya sabes que la música es lo que más os une a Bernhard y a ti. Tal vez empieces a escuchar la música que le gusta a ese tal Leo. ¡A lo mejor, Sugar Babes! El mueble botellero es el único que objeta: pues yo no tengo nada en contra de Leo, los tres nos llevamos bien. Pero la cama se muestra amenazante: Emmi, si estás tumbada aquí, no sueñes con estar en otro sitio. ¡Que no te pesquen aquí con ese tal Leo…! ¡Te lo advierto!

No puedo, Leo. No puedo hablarte de este mundo. Jamás podrás formar parte de él. Es demasiado compacto. Es una fortaleza. No puede ser conquistada, no admite intrusos, es hermética. Tenemos que permanecer «fuera», Leo, es nuestra única oportunidad, si no, te pierdo. ¿Querías saber cómo «controlo» nuestro matrimonio? ¡A fuerza de coraje, Leo, de verdad! Y Bernhard también. Él me adora. Yo lo estimo y lo aprecio. Nos tratamos con respeto. Él no me engañaría jamás. Yo nunca podría abandonarlo. No queremos hacernos daño. Hemos construido cosas juntos. Cada uno cuenta con el otro. Tenemos la música, el teatro. Tenemos muchos amigos en común. Fiona, la chica de dieciséis años, es como una hermana menor para mí. Y para Jonás he llegado a ser algo parecido a una mamá. Tenía tres años cuando su madre murió.

No me obligues a hojear mi álbum familiar, Leo. Hagamos lo siguiente: yo hablo de lo que pasa «en casa» cuando de veras me apetezca, cuando realmente me vea en apuros, cuando quiera pedirle opinión a un amigo muy, muy íntimo. Pero tú puedes contarme de tu vida privada cuando quieras, hasta los detalles más explosivos. (Pero nada erótico, ¡eso no te lo consiento!)

Bueno, me voy a la cama (por fin volveré a dormir bien). ¡Qué bueno que estés de nuevo ahí, Leo! ¡Me haces tanta falta! Necesito poder moverme y sentir también fuera de mi mundo. ¡Tú eres mi mundo exterior, Leo! Mañana hablamos de Marlene, para eso debo tener la cabeza despejada. Que duermas bien, querido Leo.

Te mando un beso de buenas noches.

Al día siguiente

Asunto: Marlene

Buenos días, Leo.

Cuando juntos no funciona y separados tampoco, sólo hay una alternativa: ¡cambiar! Necesitas otra mujer, Leo. Tienes que volver a enamorarte. Sólo entonces sabrás lo que ha estado faltándote todo este tiempo. La intimidad no es la interrupción de la distancia, sino su superación. La pasión no es la falta de perfección, sino un continuo encaminarse y aferrarse a ella. No hay remedio, Leo, necesitamos una mujer para ti. Sin duda es ingenuo decir: ¡olvida a Marlene! Pero hazlo, y hazlo en serio. Te propongo algo: en lugar de pensar en Marlene, piensa siempre en mí deliberadamente. Puedes imaginar que haces conmigo todo lo que te gustaría hacer con Marlene. (Los muebles ya empiezan a mirarme otra vez). Quiero decir que es sólo un estado transitorio, hasta que te encontremos una mujer. ¿Qué clase de mujer quieres? ¿Qué aspecto debería tener? Venga, dilo de una vez. A lo mejor realmente tengo a alguien para ti.

Fuera de bromas, una mujer que dice de nosotros «Si te hace bien escribirle, escríbele» está a años luz de lo que yo entiendo por amor. Marlene no ama a Leo. Leo no ama a Marlene. Ambos no-amantes obtienen su pasión de la nostalgia por el amor del otro. Bueno, no se me ocurre nada más sensato que decir. Ahora debo trabajar.

Hasta luego,

Emmi, la alternativa virtual

Cuatro horas después

Fw:

Querida Emmi del mundo exterior:

Disfruto con tus mensajes. Te los agradezco mucho. Dile a tus muebles de mi parte que admiro su actitud y aprecio su espíritu de equipo. No seré un intruso para los Rothner, sólo invado a Emmi en la pantalla. Muchos recuerdos al botellero: quizá algún día montemos otro happening los tres a medianoche. (Prometo no beber tanto antes).

Me parece particularmente encantador que fantasees con la idea de emparejarme. ¿Que qué mujeres me gustan? Pues mujeres que sean como tú escribes, Emmi. Y mujeres de quienes yo presienta que alguna vez puedo llegar a ser el mundo interior y no sólo el exterior. En pocas palabras, mujeres que no necesariamente estén ya «felizmente casadas», integradas en una fortaleza familiar y custodiadas por los muebles de su casa. Hasta que no me tropiece con una mujer así, me remitiré gustoso a tu propuesta de pensar deliberadamente en ti antes que en Marlene. Puede que no siempre lo consiga, aunque si sigues mimándome tanto en tus mensajes, poco a poco iré acercándome al objetivo.

Que tengas una buena tarde. Hoy he quedado con mi hermana Adrienne. Se alegrará cuando se entere de que he logrado separarme una vez más de Marlene. Y también se alegrará de que siga en contacto contigo. Sólo conoce unas líneas de tus textos, mis comentarios sobre ti… y tres candidatas a Emmi. Le caes bien, no importa cuál de las tres seas. En eso está de acuerdo con su hermano.

Al día siguiente

Asunto: ¡Mia!

Hola, Leo:

Anoche la encontré. Desde luego: ¡Mia! ¡Es ella! Leo y Mia… ¡Qué bien suena! Escucha, Leo: Mia tiene 34 años, guapísima, profesora de educación física, piernas largas, un cuerpo fantástico, ni un gramo de grasa de más, tez oscura, pelo negro. La única desventaja: es vegetariana, pero basta con que digas siempre «es tofu» para que coma carne. Es muy culta, inteligentísima, activa, alegre y siempre está de buen humor. Resumiendo, la mujer ideal. ¡Y está soltera! ¿Quieres que te la presente?

Una hora y media después

Fw:

¡Ay, Emmi, Emmi, Emmi! Conozco bien a las «Mia» de piernas largas. Mi hermanita me presenta a una nueva casi cada semana. Conozco catálogos de moda repletos de modelos al estilo de Mía, con 0,0 por ciento de grasa, una más bonita y con las piernas más largas que la otra. Y todas están solteras. ¿Sabes por qué, querida Emmi? ¡Porque les gusta! Y porque quieren seguir así un tiempo más.

Aparte de eso: no es que quiera refrenar tu euforia, querida Emmi del mundo exterior, pero de momento no me apetece lo más mínimo conocer a una Mia ideal. Estoy muy contento con mi vida. No obstante, gracias por tus esfuerzos.

Por cierto: muchos recuerdos de parte de mi hermana. Dice que no debo cometer el error de encontrarme contigo. Dice textualmente: «Un encuentro seria el fin de vuestra relación. Y esa relación te sienta divinamente». Que tengas un buen día,

Leo

Dos horas después

Re:

Está bien, Leo, nuestro encuentro puede esperar, ya me he hecho a la idea. ¡Acabarás haciendo de mí una persona paciente! Me alegra muchísimo que tu hermana piense eso de nosotros. Pero ¿por qué está tan segura de que un encuentro acabaría con nuestra «relación»? ¿A qué se refiere: a que la acabarías tú o a que la acabaría yo?

Y algo más, Leo: en tu mensaje de ayer por la tarde volviste a mencionar mi estado de «felizmente casada». ¿Por qué pones «felizmente casada» entre comillas? Da la impresión de que con ese toque ligeramente burlón quieres convertirlo en algo ampuloso. ¿Sabes a qué me refiero? Ahora bien, respecto a Mia, me has entendido mal. No es una de esas bellezas llamativas de las revistas de moda. Mia es una tía estupenda. Y ha acabado llevando una vida de soltera sin quererlo en absoluto. Un típico caso de pilotaje defectuoso de las relaciones en la juventud. A los diecinueve años conoces a un hombre: por fuera, un adonis, un paquete de testosterona, una maleta sexual verdaderamente repleta; por dentro, hueco, sobre todo en la zona del cerebro. Pasas dos años emocionantes esperando, hasta que al fin abre la boca. Entonces se rompe el encanto. Tienes 21… y por supuesto conoces de inmediato a otro envoltorio bonito. Piensas: esta vez habrá algo más dentro. Pero no, próximo intento. Así se va tejiendo un destino clásico de las mujeres: creen que necesitan siempre a los mismos tipejos para corregir la «equivocación de la primera vez». Pero cada nueva equivocación las ata más a esos tipejos.

En el caso de Mía, todos tenían el mismo aspecto, pero ninguno subsanaba el error de su predecesor. Al contrario: cada uno confirmaba de manera fehaciente que su antecesor era un cuerpo hueco al igual que él. Desde hace dos años está cansada de los hombres con poca iniciativa para entablar nuevas relaciones. No da un solo paso más para acercarse a nadie. No hace mucho me dijo: «Si conoces a alguien majo, por mí puedes presentármelo. Pero no quiero que me dé ningún trabajo. Todo tiene que marchar por sí solo. Si no, no marcha nada». Ésa es Mia. Va a entusiasmarte, Leo, te lo aseguro.

Una hora y media después

Fw:

Querida Emmi:

En primer lugar, respecto a tus preguntas de apertura:

1) Mi hermana no precisó quién de nosotros dos terminaría primero nuestra «relación» tras un encuentro físico (¿puedo poner relación entre comillas?). Probablemente se refería más bien a la incompatibilidad entre el diálogo escrito y lo vivido como tal, que pronto llevaría al fin de todo. 2) ¡En qué cosas te fijas! Las comillas de «felizmente casada» no fueron en absoluto conscientes. Quizá las ponga el procesador de textos automáticamente. No, en serio: la expresión es tuya, y yo la cito, pues «felizmente casada» me ha parecido siempre una percepción subjetiva. Dudo, por ejemplo, de que yo entienda por «felizmente casada» lo mismo que tú o que tu marido. Tampoco es tan importante, ¿no? De ninguna manera ha sido burlón, pero de ahora en adelante no pondré más comillas, ¿vale?

Y a propósito de tu amiga Mia: cuando vuelvas a verla, si te apetece puedes contarle que conoces a un hombre que necesita (necesitaba) a una sola mujer para NO corregir, NO corregir y NO corregir la «equivocación de la primera vez». Un hombre que también está cansado y con poca iniciativa para entablar nuevas relaciones, que tampoco da un paso más para acercarse a una mujer, que no quiere que le den trabajo, que piensa que todo ha de marchar por sí solo, y que si no marcha por sí solo, no marcha nada. Dile: «¡Ése es Leo, Mia!». Pero no le digas: «Va a entusiasmarte». Pues el entusiasmo presupone mirarse a los ojos al menos una vez. Y, seguramente, eso de momento sería demasiado «trabajo de pareja» para Mia y Leo.

(Además, me ofende un poco la rapidez con que me entregas a la primera amiga que se te ocurre, Emmi. ¡Cómo echo en falta tus celos!)

40 minutos después

Re:

¡Ay, Leo!, tenga celos o no, yo ya no puedo «poseerte» más que aquí, en la bandeja de entrada. Además, si le «perteneces» a una de mis mejores amigas, me perteneces un poco a mí también. (¿O acaso crees que te emparejo sin segundas intenciones egoístas?) Por otra parte, a Mia ya le he hablado muchas veces de ti. ¿Quieres saber lo que piensa? (Sé que eres capaz de decir: No, no quiero. Pero te lo diré de todas maneras). Dijo: ¿Lo ves, Emmi?, ésa es exactamente la clase de hombre que me gustaría, un hombre que prefiera tener un mensaje mío antes que sexo. Sexo es lo que quieren todos. Un hombre que tiene clase es el que quiere de mí otra cosa: ¡correo!

Cinco minutos después

Fw:

¡Ya estás hablando de sexo otra vez, Emmi!

Tres minutos después

Re.

Gracias, lo había notado. Acabo de sumergirme de nuevo en el mundo de los hombres.

Ocho minutos después

Fw:

Pareciera que te gustara sumergirte en él para poder hablar de sexo sin inhibiciones.

Seis minutos después

Re:

Querido Leo:

¡No te hagas el santo! ¿Recuerdas tu mensaje empapado de vino, aquel de la venda, y tu ataque de deseo postalcohólico al día siguiente? No eres un predicador de la montaña, que no tiene líbido, que está por encima de lo instintivo, como tanto te gusta presumir de ser. Qué, ¿quieres que organice una cita entre tú y Mia?

Tres minutos después

Fw

¡Esa oferta no va en serio!

Un minuto después

Re:

¡Claro que sí! Estoy convencida de que ni tú ni Mia necesitaréis «trabajar» para caeros bien de inmediato. Confía en mi conocimiento de la naturaleza humana.

Siete minutos después

Fw:

No, gracias. Me parece un poco perverso, en lugar de conocer a Emmi, conocer a su amiga. ¡Buenas noches! (Aún) TUYO,

Leo

Ocho minutos después

Re:

¡Pero si tú no quieres conocerme personalmente! Yo también te deseo buenas noches.

(Aún y siempre) TUYA, en cierto modo,

Emmi

50 segundos después

Re:

¡Ah!, otra cosa: ¡ya hablaré de tus explicaciones sobre el tema «felizmente casada» entre comillas! Si quieres, interprétalo como una amenaza.

Que descanses, querido Leo.

Emmi

A la noche siguiente

Asunto: ???

¿Hoy no recibiré ningún mensaje de Leo? ¿Estará cabreado? ¿Por lo de Mia?

Buenas noches,

Emmi

A la mañana siguiente

Asunto: Mia

Buenos días, Emmi.

Lo he pensado mejor. Acepto tu oferta. Si tú lo organizas y tu amiga Mia de veras quiere, me encontraré con ella.

Un saludo afectuoso,

Leo

15 minutos después

Re:

¡Leeeeoooo! ¿Me estás tomando el pelo?

30 minutos después

Fw:

Claro que no. Hablo muy en serio. Con mucho gusto quedaré con Mia en un café. Sólo te pido una cosa, Emmi, se amable y encárgate tú de coordinarlo. Sábado o domingo por la tarde me iría bien. Podríamos quedar en un café del centro. El Huber, el Europa o el París, me es igual.

40 minutos después

Re:

Me inquietas, Leo. ¿A qué viene ese repentino cambio de humor? ¿De verdad no te estás riendo de mí? ¿En serio quieres que le pregunte a Mia? Mira que luego no puedes dar marcha atrás. Con Mia no se juega.

Tres horas después

Fw:

Ni yo juego con una mujer que no conozco: al menos no a esos juegos. Sencillamente he cambiado de opinión: si te recomiendan tanto a una mujer, ¿por qué no conocerla? No tengo nada en contra de una hora de charla sin compromiso. Sí, cuanto más lo pienso, más me gusta tu propuesta, Emmi.

Buenas noches,

Leo

Diez minutos después

Re:

Ya sacaré yo mis conclusiones, Leo. Llamo a Mia por teléfono y te cuento.

Un minuto y medio después

Fw:

¿Qué conclusiones tienes que sacar?

20 minutos después

Re:

Querido Leo:

Tengo la sospecha de que estás seguro de que soy yo la que dará marcha atrás. Porque crees que nunca he tenido la intención de presentarte a una amiga (y encima, atractiva). Piensas que el único objetivo de lo de Mia era hacerme la interesante contigo, ¿no? ¡Pues te equivocas, querido Leo! Ahora mismo voy a llamar a Mia, y si dice que sí, tendrás que quedar con ella; si no, me enfadaré muchísimo contigo.

Entretanto, un saludo cariñoso,

Emmi

18 minutos después

Fw:

Pero Mia no dirá que sí. Pues no entenderá por qué ha de encontrarse con un desconocido que es un amigo de su amiga, pero un amigo al que su propia amiga aún no ha visto nunca. Mia se preguntará con razón por qué tiene que encontrarse precisamente con ese hombre. Se sentirá como un conejillo de Indias. Pero con gusto dejaré que me den un escarmiento. Buenas noches, saluda al mueble botellero de mi parte. Una vez que hayamos cerrado el «caso Mia», podríamos beber otra copa a nuestra salud, Emmi. ¿Qué te parece?

Al día siguiente

Asunto: Mia

Hola, Leo:

¿Cómo estás? Hoy hace un calor tremendo. Yo ya no sé qué más quitarme. ¿Llevas alguna vez pantalones cortos y sandalias? ¿Prefieres camiseta, polo o una camisa bien planchada? ¿Con cuántos botones abiertos? ¿Tejanos, pantalón de pinzas o —trago saliva— bermudas? ¿Cuánta luz tiene que haber para que te pongas gafas de sol? ¿Tienes pelo en los antebrazos? ¿Y en el pecho? Vale, ya lo dejo.

Lo que en realidad quería decirte es que llamé a Mia. En principio le gustaría mucho encontrarse contigo, en un café, de día. «¿Por qué no?», dijo. Pero tendrías que llamarla. (Cosa que obviamente no vas a hacer). Ella cree que no tienes ningún interés en conocerla, que todo es una campaña orquestada por su amiga Emmi para encontrarle pareja. Además, quiere saber qué aspecto tienes. Yo le dije: «Feo no es, creo. Aunque en realidad sólo he visto a su hermana»… En fin, es todo un poco complicado. Probablemente se quede en nada. ¡Espero que logres resolver las cuestiones más candentes de esta calurosa jornada!

Emmi

Dos horas y media después

Fw:

Querida Emmi:

Respondiendo a tus preguntas: estoy muy bien, gracias. ¡Un calor tremendo, ya lo creo! Si me escribes: «Yo ya no sé qué más quitarme», significa que quieres que me imagine cómo es Emmi cuando ya no sabe qué más quitarse. Pues lo has conseguido, Emmi: me lo imagino.

Sólo llevo pantalones cortos en la playa. (Pero por aquí no hay ninguna, ¿verdad?) Sandalias: en principio, no, pero si te apetece, puedo ponerme unas para nuestra primera cita. ¿Camiseta o camisa? Ambas, a menudo una encima de la otra. ¿Botones abiertos? Depende del tiempo. Ahora mismo los llevo todos abiertos, pero nadie puede verme. ¿Pantalones? Más tejanos que pantalones de pinzas. ¿Bermudas? A más tardar en nuestra primera cita, Emmi, siempre y cuando tenga lugar en verano (en alguno de los próximos años). ¿Gafas de sol? Cuando hace sol. ¿Pelo? En la cabeza, el mentón, las sienes, los brazos, las piernas, el pecho… Ahí se amontona bastante.

¡Ah! En cuanto a Mia, ¿me das su número, por favor?

Felices horas de calor,

Leo

45 segundos después

Re:

¿Qué?, ¿de veras quieres llamar a Mia? Sigues creyendo que es un farol, ¿no? Pues apunta: 0773 8636271. Mia Lechberger. ¿Estás contento?

Una hora y media después

Fw:

Gracias, Emmi. ¿Cómo es posible sudar tanto a finales de mayo? Me voy a un congreso en Budapest durante dos días. Llamo en cuanto vuelva. Que lo pases bien, Emmi.

Saludos cariñosos,

Leo

Dos días después

Sin asunto

Hola, Leo:

¿Ya has vuelto? Adivina con quién he hablado esta mañana. Y adivina lo que me ha dicho. «Me llamó tu amigo del correo electrónico. Yo estaba tan sorprendida que estuve a punto de colgar. ¡Pero era tan majo! Amable, simpático, un poco tímido, encantador…» Bla-bla-bla. «¡Qué voz tan agradable! ¡Y qué bonito acento!…» Leo, Leo…, parece que has tocado todos los registros. Lo admito: nunca te habría creído capaz de llamar a Mia. ¡Que os divirtáis mañana en vuestra cita! Por cierto, Mia me ha preguntado si yo no quería ir con ella. Seguramente A ÉL no le parecería bien, le he dicho. Para Leo, soy como un personaje imaginario, una mujer de tres caras. Y no conoce ninguna de las tres, así que no querrá tener que comprometerse con una sola, ¿no?

Un saludo afectuoso,

Emmi

Tres horas después

Fw:

Hola, Emmi:

Ya he vuelto, pero por desgracia estoy muy liado. Tu amiga Mia parece muy simpática por teléfono.

Te escribo,

Leo

P D.: No es necesario que vengas personalmente, Emmi. De todos modos, Mia te llevará noticias frescas de todos los detalles de nuestra cita, supongo.

12 minutos después

Re:

Leo, últimamente pareces tan pillo que no sé qué pensar. Pues nada: ¡mucha suerte!

Nos vemos (en la otra vida), Emmi