Tres días después
Asunto: Fin de la pausa
Querida Emmi:
Hemos hecho una pausa de tres días en los mensajes. Ya podríamos ir retomándolos, me parece. Espero que tengas un buen día de trabajo. Pienso mucho en ti, temprano por la mañana, al mediodía, por la tarde, por la noche, en los intervalos, un rato antes y un rato después de cada intervalo. Y también durante.
Saludos cariñosos,
Leo
Diez minutos después
Re:
M, Ma, Mae, Maes, Maest… Querido Leo:
¡Tú has hecho una pausa en los mensajes, no yo! Yo me he limitado a observarte atentamente mientras hacías una pausa. Y esperaba que acabaras con ella de una vez. He esperado con mucha impaciencia. Pero ha valido la pena. Aquí estás de nuevo y piensas en mí. Así me gusta. ¿Estás bien? ¿Tienes tiempo y ganas de tomar una copa de vino conmigo, hoy a última hora de la tarde o temprano por la noche? Separados, por supuesto. O sea, tú y tu Emmi imaginaria. Yo y el Leo virtual. Mientras, nos escribimos cuatro letras. ¿Quieres?
Ocho minutos después
Fw:
Sí, Emmi, podemos hacerlo. ¿Tu B, Be, Ber, Bern, Bernh… tu marido no está en casa por las noches?
Tres minutos después
Re:
Te divierte hacer ese tipo de preguntas, ¿verdad? Siempre suena un poco como si quisieras castigarme por estar felizmente casada. Claro que está Bernhard. Está en su estudio preparándose para el día siguiente, o sentado en su sofá leyendo, o acostado en su cama durmiendo. A partir de medianoche, por lo general, lo tercero. ¿Satisfecho con la respuesta?
Seis minutos después
Fw:
Sí, gracias. Cuando hablas de tu marido, Emmi, siempre suena un poco como si quisieras demostrarme lo aislado e independiente que puede uno vivir cuando está —o a pesar de estar, o precisamente por estar— felizmente casado. Así, no escribes «en el estudio», sino «en su estudio». Él no está sentado «en nuestro sofá», sino «en su sofá». Es más, ni siquiera está acostado «en nuestra cama», está acostado «en SU cama».
Cuatro minutos después
Re:
Querido Leo:
No vas a creerme, pero efectivamente en nuestro caso cada uno tiene su propia habitación, su propio sofá y hasta su propia cama. Por raro que parezca, cada uno tiene su propia vida. ¿Estás escandalizado?
25 segundos después
Fw:
¿Entonces por qué vivís juntos?
18 minutos después
Re:
¡Eres encantador, Leo! Inocente como un veinteañero. Ni en la puerta de nuestros estudios hay letreros pegados con la inscripción PROHIBIDA LA ENTRADA, ni se prohíbe la permanencia de «personas no autorizadas» en nuestros sofás. Nuestras camas tampoco tienen un rótulo que ponga ¡CUIDADO CON EL PERRO! En una palabra: si bien cada cual tiene su reino, los dos estamos cordialmente invitados a entrar en el reino del otro o, como decíamos el otro día, a «penetrar en la esfera privada del otro». Qué, ¿deseas saber algo más sobre el matrimonio?
30 segundos después
Fw:
¿Y qué edad tienen los niños?
35 minutos después
Re:
Fiona, 16, y Jonás, 11. «Mi Bernhard» es un poco mayor que yo. Bien, querido Leo, la clase sobre la familia ha terminado. Me gustaría mantener a los niños alejados de nuestra conversación. Hace unos meses me escribiste que charlar conmigo era para ti una especie de «terapia de superación de Marlene». (Desde luego, no sé si eso aún sigue siendo válido, podrías comunicármelo si alguna vez se presenta la ocasión). Para mí, escribirte y leer tus mensajes es una especie de «tiempo muerto familiar». Sí, es una islilla fuera de mi universo cotidiano, una islilla en la que me gusta mucho estar a solas contigo, si no te importa.
Cinco minutos después
Fw:
No me importa, Emmi. Es que sencillamente a veces me asalta la curiosidad por saber qué te ocurre lejos de nuestra difusa islilla, cómo es tu arraigada vida en tierra firme, en el puerto seguro del matrimonio. (Perdona, es que ahora venía muy al caso). Pero ya soy todo isla de nuevo. Bueno, ¿cuándo nos tomamos esa copa de vino? ¿A medianoche te parece demasiado tarde?
Dos minutos después
Re:
¡A medianoche me parece estupendo! Así que espero ansiosamente nuestra cita.
20 segundos después
Fw:
Yo también.
Hasta luego.
A medianoche
Sin asunto
Querida Emmi:
Aquí está Leo, que te desea una maravillosa medianoche, a solas los dos, exclusivamente para nosotros. ¿Puedo abrazarte, Emmi? ¿Puedo darte un beso, Emmi? Te doy un beso. Bien, ahora bebamos. ¿Qué bebes? Yo, un Sauvignon Visintini, Colli Orientali del Friuli, cosecha 2003. ¿Y tú? Escríbeme ahora mismo, Emmi, pero ahora mismo, ¿vale? ¿Qué bebe Emmi? Yo bebo vino blanco.
Un minuto después
Re:
¡¡¡Pero no es la primera copa, Leo!!!
Ocho minutos después
Fw:
¡Ah…, ahí vuelve a escribir Emmi! Emmi. Emmi. Emmi. Estoy un poco borracho, pero sólo un poco. Me he pasado toda la tarde bebiendo y esperando que sea medianoche, que venga Emmi a visitarme. Sí, es verdad. No es la primera botella. Añoro a mi Emmi. ¿Quieres venir a casa? Apagaremos la luz. No tenemos por qué vernos. Sólo quiero sentirte, Emmi. Cerraré los ojos. Con Marlene nada tiene sentido. Nos desangramos. No nos amamos. Ella cree que nos amamos, pero no, no es amor, es sólo dependencia, posesión. Marlene no quiere soltarme, y yo… yo no puedo retenerla. Estoy un poco borracho. Pero no mucho. ¿Vienes, Emmi? ¿Nos besamos? Mi hermana dice que eres hermosísima, Emmi, seas la que seas. ¿Has besado alguna vez a un desconocido? Voy a tomar otro trago de vino blanco del Friuli. Bebo a nuestra salud. Ya estoy un poco borracho. Pero no mucho. Ahora te toca a ti de nuevo. Escríbeme, Emmi. Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente. Emmi, Emmi, Emmi.
Cuatro minutos después
Re:
Bueno me había imaginado que nuestra primera cita a medianoche sería algo distinta. ¡Leo, borracho como una cuba! Aunque tiene su encanto. Mira, Leo, seré breve, de todos modos es probable que ya no distingas las letras. Pero si te apetece, y si lo logras, cuéntame más acerca de lo que haces «en casa». Eso sí, no escribas nada de lo que puedas arrepentirte de madrugada o por la mañana, cuando despiertes del delirio. Pues yo estoy bebiendo una copa de vino tinto francés del valle del Ródano, cosecha 1997. ¡Brindo por ti! No obstante, te aconsejaría que te pases al agua mineral. ¡O hazte un café bien cargado!
50 minutos después
Fw:
Eres muy severa, Emmi. No seas tan severa. No quiero un café. Quiero a Emmi. Ven a casa. Bebamos otra copita de vino. Podemos tener los ojos vendados, como en la película. No recuerdo cómo se llamaba la película, tendría que pensar. Me encantaría besarte. Me da igual qué aspecto tengas. Me he enamorado de tus palabras. Puedes escribir lo que te apetezca. Puedes ser severa si quieres. Me gusta todo. Es que tú no eres nada severa. Te obligas a serlo, sólo quieres parecer más fuerte de lo que eres. Marlene no bebe una gota de alcohol. Marlene es una mujer muy sobria, pero fascinante, eso dicen todos los que la conocen. Salía con un piloto de España. Pero ya se acabó. Dice que para ella no hay más que un hombre, y ese hombre soy yo. Mira, es mentira. Yo ya no existo para ella. Duele tanto cuando te separas… Ya no quiero separarme más de Marlene. A mamá le caía bien. Mi madre está muerta, era desgraciada. Es muy distinto a como yo pensaba. Una parte de mí ha muerto también. No lo había notado hasta que murió. Mi madre no se ocupaba mucho de mí, sólo de mi hermana menor. Mi padre emigró a Canadá y se llevó a mi hermano mayor. Yo me deslicé por alguna parte intermedia. Me pasaron por alto. Era un niño silencioso. Puedo enseñarte fotos. ¿Quieres ver fotos? En carnaval yo siempre era Buster Keaton. Me gustaban los héroes mudos, tristes, cómicos, que sabían hacer muecas. Ven, bebamos otra copa a nuestra salud y miremos fotos de los carnavales. Es una pena que estés casada. No, está bien que estés casada. ¿Engañas a tu marido, Emmi? No lo hagas. Duele mucho cuando te engañan. Ya estoy un poco borracho, pero todavía no he perdido la lucidez. Marlene me engañó una vez. Mejor dicho, que yo sepa, una vez. Ves a Marlene y sabes que te engaña. Emmi, voy a enviar esto. Te mando un beso. Y otro beso. Y otro beso. Y otro beso. Da igual quién seas. Siento nostalgia de intimidad. No quiero pensar en mi madre. No quiero pensar en Marlene. Quiero besar a Emmi. Estoy un poco borracho, perdona. Voy a enviar esto. Luego me iré a dormir. Te mando un beso de buenas noches. Es una pena que estés casada. Creo que hubiéramos hecho buena pareja. Emmi. Emmi. Emmi. Me gusta escribir Emmi. Una vez el dedo corazón izquierdo, dos veces el dedo índice derecho, y otra vez, dos hileras por encima, el dedo corazón derecho. EMMI. Podría escribir mil veces Emmi. Escribir Emmi es besar a Emmi. Vámonos a dormir, Emmi.
A la mañana siguiente
Asunto: Hola
Hola, Leo.
¿Otra vez entre los mortales?
Un saludo cariñoso,
Emmi
Dos horas y media después
Re:
¿Aún estás pensando cómo explicarte tus mensajes nocturnos a ti y, sobre todo, A MÍ? No hace falta, Leo. Me pareció bonito lo que sin querer me escribiste, es más, me pareció muy bonito. Deberías emborracharte más a menudo, entonces sí que te conviertes en un auténtico sentimental, muy abierto y sincero, muy cariñoso, hasta un poco fogoso y apasionado. ¡Te sienta tan bien descontrolarte! Y yo me siento honrada de que me quisieras besar tantas veces. Así que escríbeme ya. La verdad es que tengo curiosidad por saber qué opinas. Cuando estás sobrio, siempre te esfuerzas desesperadamente por no ser ese Leo que surge de un modo espontáneo en estado de embriaguez. Ojalá ese Leo no haya vomitado.
Tres horas después
Re:
¿¿¿¿¿Leo????? No dar señales de vida es desleal. Y desmoralizante. Me huele a un hombre que por la mañana ya no cumple lo que la noche anterior le ha susurrado a una mujer al oído, ebrio de amor. Me huele, pues, a un hombre bastante típico, bastante mediocre, bastante aburrido. En todo caso, no me huele a Leo. ¡Así que escríbeme de una vez!
Cinco horas después
Fw:
Querida Emmi:
Son las diez de la noche. ¿Quieres venir a casa? Te pago el taxi. (Vivo en las afueras).
Leo
Dos horas escasas después
Re:
¡Pero, hombre…! Ahora son las 23.43, Leo. ¿Sigues soñando o ya estás durmiendo? Si no, te pregunto:
1) ¿De veras querías que fuera a tu casa?
2) ¿Aún quieres que vaya a tu casa?
3) ¿Por casualidad no estás «un poco borracho» otra vez?
4) ¿Qué te figuras que haríamos si fuera a tu casa?
Cinco minutos después
Fw:
Querida Emmi:
1) Sí. 2) Sí. 3) No. 4) Lo que surja.
Tres minutos después
Re:
Querido Leo:
1) Ya. 2) Ya. 3) Bien. 4) ¿Lo que surja? Siempre surge lo que uno desea que surja. Pues bien, ¿tú qué quieres que surja?
50 segundos después
Fw:
La verdad: no lo sé, Emmi. Pero creo que lo sabremos en cuanto nos veamos.
Diez minutos después
Re:
¿Y si no surge nada? En ese caso, nos quedaremos papando moscas como dos imbéciles, nos encogeremos de hombros y uno le dirá al otro: «Lo siento, no surge nada». ¿Qué hacemos entonces?
Un minuto después
Fw:
Tenemos que correr ese riesgo. ¡Así que ven, Emmi! ¡Atrévete! ¡Atrevámonos! ¡Fiémonos de nosotros!
25 minutos después
Re:
Querido Leo:
Tu inusual urgencia, que no corresponde precisamente con tu manera de ser habitual, me irrita. Tengo una sospecha al respecto. Creo que sabes muy bien qué es lo que debería surgir. Es probable que aún estés un poco ebrio de anoche, o sea, extremadamente «animado». Buscas intimidad. Quieres olvidar a Marlene, mejor dicho, quieres que algo te la haga olvidar. Y has leído bastantes libros sobre el tema y has visto escenas de películas, últimos tangos con Marlon Brando y tal. Esas escenas las conozco yo también, Leo: ÉL la ve a ELLA por primera vez, quizá en penumbra, para que resulte bonito lo que tal vez no lo sea. Luego no dejan caer más comentarios, sólo ropa. Como si estuvieran a punto de morir de inanición, se abalanzan uno sobre otro, no dejan nada de lado, retozan horas y horas por toda la casa. Cambio de escena. Siguiente cuadro. Él está tumbado de espaldas. Una sonrisa frívola recorre fugazmente sus labios. Clava una lasciva mirada en el techo, como si también quisiera tirárselo. Ella tiene la cabeza apoyada en su pecho, satisfecha como una cierva tras el paso de una manada de machos en celo. Quizá uno de los dos echa el humo de un cigarrillo por la nariz. Después se hace un decente fundido. ¿Y luego qué? Eso es lo que más me interesaría saber: ¿luego qué?
Así no funciona, Leo. Excepcionalmente, te has dejado llevar por el hombre cliché. Claro que todo eso podría superarse. La «venda» que dejaste caer ayer cuando estabas borracho… De modo que no teníamos por qué vernos. Me abres la puerta a ciegas. Nos abrazamos a ciegas. Tenemos sexo ciego. Nos despedimos a ciegas. Y mañana vuelves a escribirme mensajes mojigatos sobre lo malo que es engañar, y yo te respondo descarada como siempre. Y si por la noche estuvo bien, lo hacemos otra vez, completamente aparte del resto de nuestra vida, totalmente independiente de nuestro diálogo. Sexo en su máximo grado de distanciamiento absoluto. No hay nada que perder, nada se pone en juego. Tú tienes tu «intimidad», yo tengo mi aventura extramatrimonial. Hay que admitir que es una idea excitante. Pero debo decirte que también es en parte una fantasía masculina, querido Leo. Sea como sea, será mejor que no nos metamos en eso. O para expresarlo más claramente todavía: ¡no conmigo! (Conste que lo he dicho con toda delicadeza, de verdad).
15 minutos después
Fw:
¿Y si simplemente me hubiese gustado enseñarte unas fotos de cuando era pequeño? ¿Y si sólo me hubiese gustado beber contigo un cóctel de whisky o de vodka (y brindar por nuestra salud y por nuestra pionera hazaña de vernos finalmente)? ¿Y si sencillamente me hubiese gustado oír tu voz? ¿Y si sólo me hubiese gustado aspirar un atisbo del aroma de tu pelo y de tu piel?
Nueve minutos después
Re:
Leo, Leo, Leo… A veces parece que tú fueras la mujer y yo el hombre. Pero juraría que no es más que un juego entre nosotros, un juego peligroso. Pienso como un hombre para comprenderte, intento ponerme en el lugar de un hombre, descargo de mis experiencias la ideología masculina completa más el vocabulario correspondiente…, todo para que luego me digas que YO soy una maníaca sexual. Pongo al descubierto vuestros clásicos motivos de perentorias invitaciones a medianoche, y tú sin más me devuelves la pelota y afirmas que son míos. ¡Leo, mi inocente angelito, mi tímido romántico! Confiesa de una vez que el objetivo de tu arrebato virtual a las diez de la noche no era mirar fotos de tu infancia conmigo. (Dime, ¿por casualidad no tienes también una bonita colección de sellos? Porque en ese caso iría corriendo, por supuesto…)
Tres minutos después
Fw:
Querida Emmi:
Por favor, nunca vuelvas a decir «vuestros» cuando te refieras a mí. Me considero demasiado individual para dejar que me endilguen el generalizador y a menudo hostil plural de los hombres. No hagas deducciones sobre mí a partir de otros hombres. Me ofende, y mucho.
18 minutos después
Re:
Vale, vale, perdón. Pero de nuevo has escamoteado hábilmente «tu» motivo para querer verme de repente, con tanta urgencia, en plena noche. No es ninguna deshonra, Leo, al contrario, me halaga mucho. Y no pierdes un ápice de mi estima por haber querido montar el número de la venda, en el impulso sexual y el paroxismo amoroso postalcohólico, con la desconocida —aunque al parecer no tan fea— Emmi. ¡Ah!, por cierto: es la una y media de la madrugada, debería ir yéndome a la cama. Gracias de nuevo por tu interesante ofrecimiento. Ha sido valiente de tu parte. Me gusta cuando eres espontáneo. Y también me gusta cuando me colmas de besos estando borracho. Buenas noches, Leo. Yo también te mando un beso.
Cinco minutos después
Fw:
Nunca he querido montar un número con nadie. Buenas noches.
12 minutos después
Re:
¡Ah!, dos cosas más, Leo. De todas maneras hoy no consigo dormir. Si efectivamente hubiese ido a tu casa, no creerás en serio que habría dejado que me pagaras el taxi, ¿no? Segundo: si efectivamente hubiese ido a tu casa, ¿cuál de las tres Emmi del repertorio de tu hermana habrías querido que fuera? ¿La vivaz proto-Emmi? ¿La pechugona Emmi rubia? ¿O la tímida Emmi sorpresa? Pues hay algo que ya deberías tener claro: tu Emmi imaginaria habría muerto para siempre en el mismo instante en que nos encontráramos.
Un día después
Asunto: ¿Problemas de software?
¿Leo? ¡Te toca a ti!
Tres días después
Asunto: Pausa
Querida Emmi: Sólo te escribo para que sepas que no es que haya dejado de escribirte. En cuanto vuelva a saber QUÉ podría escribirte, te escribiré. De momento estoy recogiendo las moléculas esquizofrénicas en las que he sido descompuesto en los últimos días. Cuando logre reunir las partículas, daré señales de vida. Me rondas por la cabeza sin parar, Emmi. Te echo de menos. Te añoro. Leo tus mensajes varias veces al día.
Leo
Cuatro días después
Asunto: Traición
Hola, señor Leike. ¿Le remuerde la conciencia? ¿Tiene algo que confesarme? ¿Hay alguna cosa que yo debería saber y no sé? En tal caso: creo que lo sé. He hecho un descubrimiento espantoso en mi bandeja de entrada. ¿Sabe de qué estoy hablando? Si lo sabe, ¡descargue la conciencia, por favor! Saludos,
Emmi Rothner
Tres horas y media después
Fw:
¿Qué te pasa, Emmi? ¿Qué significa ese críptico mensaje? ¿Estás urdiendo una teoría conspirativa? Como quiera que sea, no tengo idea de qué hablas. ¿Qué espantoso descubrimiento has hecho en tu bandeja de entrada? ¡Explícate, por favor! ¡Y no te pongas tan formal basándote en meras suposiciones!
Un saludo cariñoso,
Leo
30 minutos después
Re:
Distinguido señor psicólogo del lenguaje:
Si en algún momento llega a confirmarse que mi «sospecha» era legítima, ¡te odiaré toda mi vida! Será mejor que lo confieses ahora mismo.
25 minutos después
Fw:
Sea lo que sea que te haya puesto de ese humor, querida Emmi, tu lenguaje me asusta. No quiero ser víctima de tu odio preventivo, fundado en ideas confusas y abstrusas asociaciones de tu cerebro minado por la desconfianza. ¡Habla sin rodeos o vete a la porra! ¡Ahora sí que estoy furioso!
Leo
Al día siguiente
Asunto: Traición II
El domingo me encontré con una amiga y le hablé de ti, Leo. «¿A qué se dedica?», me preguntó. «Es psicólogo del lenguaje y trabaja en la universidad», respondí. ¿Psicólogo del lenguaje? Sonja estaba muy sorprendida. «¿Qué hace en la universidad?», quiso saber. Y yo: «No lo sé exactamente, no hablamos de nuestros trabajos, sólo de nosotros». Luego, algo me vino a la memoria: «Una vez, al principio, mencionó algo acerca de un estudio en el que estaba trabajando, sobre el lenguaje del correo electrónico. Pero nunca volvió a decir ni una palabra al respecto». De repente, la mirada de mi amiga se ensombreció. Sonja dijo textualmente: «¡Emmi, ten cuidado, quizá sólo te esté estudiando!». Eso me produjo una profunda conmoción. En cuanto llegué a casa, me puse a releer nuestros viejos mensajes. Y el 20 de febrero encontré el siguiente pasaje tuyo: «Estamos trabajando en un estudio sobre la influencia del correo electrónico en nuestra conducta lingüística y —esta parte es mucho más interesante— sobre el correo electrónico como vehículo de emociones. Por eso tengo cierta tendencia a hablar de asuntos profesionales, pero de ahora en adelante trataré de contenerme, se lo prometo».
Bueno, querido Leo, ¿comprendes ahora por qué me siento como me siento?
¿SÓLO ME ESTÁS ESTUDIANDO, LEO? ¿ESTÁS EXAMINÁNDOME COMO VEHÍCULO DE EMOCIONES? ¿NO SOY PARA TI NADA MÁS QUE EL CONTENIDO DE UNA FRÍA TESIS DOCTORAL O DE UN CRUEL ESTUDIO LINGÜÍSTICO?
40 minutos después
Fw:
Lo mejor será que le preguntes a Bernhard qué opina al respecto. En lo que a mí se refiere, ya estoy harto de ti. De todos modos, bajo el peso de tus emociones estallaría cualquier vehículo.
Leo
Cinco minutos después
Re:
El simple hecho de que pases a la contraofensiva no quiere decir ni mucho menos que se haya disipado mi preocupación porque abuses de mí desde el punto de vista de la psicología del lenguaje. Así que te pido una respuesta clara, Leo. Me la debes.
Tres días después
Asunto: ¡Leo!
Querido Leo:
He pasado tres días horribles. El miedo —en realidad fue un auténtico ataque de pánico— de que todo este tiempo hayas estado usándome como objeto de estudio era proporcional al temor contrario: quizá haya sido injusta contigo, quizá haya destruido algo entre nosotros con mi precipitada acusación. No sé qué sería peor, que me hayas «engañado» o haber arrancado por un exceso de desconfianza la plantita de la confianza que con tanto esmero habíamos cultivado.
Ponte en mi lugar, querido Leo, por favor. Quiero confesarte que hacía tiempo que no intercambiaba sentimientos con nadie con tanta intensidad como contigo. Yo soy la primera en asombrarme de que sea posible hacerlo de este modo. En los mensajes que te escribo puedo ser más que nunca la verdadera Emmi. En la «vida real», si quieres que las cosas salgan bien, si quieres resistir, debes pactar continuamente con tu emotividad: ante TAL COSA no puedo reaccionar de forma exagerada, TAL OTRA tengo que aceptarla, respecto a TAL OTRA debo hacer la vista gorda. Uno adapta sus sentimientos al entorno sin descanso, es indulgente con quienes ama, asume cientos de pequeños roles cotidianos, hace equilibrios, compensa, sopesa para no poner en peligro toda la estructura, pues uno mismo forma parte de ella.
Contigo, querido Leo, no tengo miedo de ser tan espontánea como lo soy en lo más íntimo de mi alma. No pienso qué puedo exigirte y qué no. Simplemente, escribo a tontas y a locas. ¡Y me hace tanto bien! Todo eso es mérito tuyo, querido Leo, por eso te has vuelto tan imprescindible para mí: me aceptas tal como soy. A veces me refrenas, no haces caso de ciertas cosas, tomas a mal otras. Pero tu perseverancia en no despegarte de mí me demuestra que puedo ser tal como soy. Y… ¿me permites volver a hacerme un poco de publicidad? Soy mucho, pero que mucho más dócil de lo que parezco en mis mensajes. Es decir: si alguien quiere a la Emmi que se abandona, que no se esfuerza en absoluto por quedar bien, que hace alarde de sus cualidades negativas con fervor… Sí, Leo, soy celosa, desconfiada, un poco neurótica, en principio no tengo una opinión muy buena del sexo opuesto, ni tampoco del mío, por cierto… He perdido el hilo, pues bien: si alguien quiere a la Emmi que no se esfuerza por ser buena, que más bien da rienda suelta a sus flaquezas habitualmente reprimidas, con más razón querrá a Emmi tal como ella vive, porque sabe que hasta cierto punto uno sólo puede pedirle a los demás que sean lo que es uno: un montón de caprichos, un cúmulo de dudas de sí mismo, una combinación de divergencias.
Pero no se trata sólo de mí. Pienso en ti todo el tiempo, Leo. Ocupas unos milímetros cuadrados de mi cerebro (o de mi cerebelo, o de mi hipófisis, no tengo idea de con qué parte del cerebro se piensa en alguien como tú). Te has establecido allí definitivamente. No sé si eres como el que escribe. Pero con que fueras sólo una parte de él, ya serías muy especial. Es lo que tú escribes y lo que yo entiendo: en cierto modo las dos cosas me ayudan a imaginarme a un hombre que podría existir en realidad. Siempre has hablado de tu «Emmi imaginaria». Tal vez yo no esté tan dispuesta a contentarme con un «Leo imaginario», a limitarme indefinidamente a imaginar a alguien que me cae tan bien. Tiene que ser de carne y hueso, y de cosas por el estilo. Y tiene que poder resistir un encuentro conmigo. Aún no estamos listos para eso. Pero tengo la sensación de que por escrito podremos acercarnos cada vez más a nuestro encuentro. Hasta que algún día nos sentemos frente a frente. O estemos de pie frente a frente. O de rodillas. Da igual.
Pensemos en el mensaje que estoy escribiéndote, Leo: la idea de que lo examines palabra por palabra para obtener conocimientos científicos, para citar ejemplos de cómo y con qué pueden transmitirse emociones o, peor aún, con qué pueden despertarse emociones en los otros, cómo hay que escribir para que el otro se involucre emocionalmente…, ¡la idea es tan aterradora que me entran ganas de gritar de dolor! Por favor, dime que nuestro diálogo no tiene nada que ver con un estudio. Y perdona que me haya visto obligada a suponerlo. Soy una persona que necesita partir de lo peor para desarrollar fuerzas suficientes para soportarlo luego si resulta cierto.
Este mensaje es el más largo que te he escrito hasta ahora, Leo. No lo pases por alto. Vuelve. No te marches de debajo de mi corteza cerebral. ¡Te necesito! Yo… te aprecio.
Emmi
P D.: Sé que es tardísimo. Pero estoy segura de que aún estás despierto. Y estoy convencida de que mirarás el correo. No hace falta que me contestes ahora. Pero ¿podrías escribirme aunque sea una palabra, para que yo sepa que has recibido mi mensaje? Una palabra solamente, ¿vale? También pueden ser dos o tres, si te resulta más fácil. Por favor. Por favor. Por favor. Por favor. Por favor.
Dos segundos después
Fw:
AVISO DE AUSENCIA. EL DESTINATARIO ESTÁ DE VIAJE Y NO VOLVERÁ A ACCEDER A SUS MENSAJES HASTA EL 18 DE MAYO. EN CASO DE URGENCIA NOTIFICAR AL DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD. LA DIRECCIÓN DE CORREO ELECTRÓNICO ES LA SIGUIENTE: psy-unl@gr.vln.com.
Un minuto después
Re:
¡Es el colmo!