Capítulo 3

Al día siguiente

Asunto: Pesadilla

¡Lo sé, Leo Leike! Acabo de despertarme bañada en sudor. Ahora caigo en la cuenta. Pues sí que ha sido una maquinación perfecta. Desde un principio estabas segurísimo de que yo no te reconocería. No es de extrañar: ¡ERAS UN CAMARERO! Eres amigo del dueño, y él te dejó hacerte pasar por camarero durante dos horas, ¿verdad? También sé cuál de los camareros eras. En realidad no podías ser más que uno, los demás son demasiado mayores: ¡eras el bajito y delgado, con gafas de concha negras redondas!

15 minutos después

Fw:

¿Y? ¿Desilusionada? (Por cierto, buenos días).

Ocho minutos después

Re:

¿Desilusionada? ¡Lo que estoy es desengañada, ofendida, enfadada! Me has tomado el pelo. Me siento defraudada. Habías planeado este desagradable juego desde un principio. ¡Claro…! Fue tuya la idea de escoger el café Huber para encontrarnos. Probablemente todo el personal se habrá divertido a mi costa durante semanas. Me parece miserable, espantoso. Ése no es el Leo Leike que yo conocía. ¡No es el Leo Leike que yo habría conocido! No es el Leo que quiero conocer ni una pizca mejor. Con esta operación estropeaste todo lo que habíamos construido durante meses.

¡Que te vaya bien!

Nueve minutos después

Fw:

Pero ¿te gusto por lo menos? Visualmente, quiero decir.

Dos minutos después

Re:

¿Quieres una respuesta sincera? Te la daré con mucho gusto para terminar.

45 segundos después

Fw:

Si no es mucha molestia, te lo agradecería.

30 segundos después

Re:

No me pareces guapo. No me pareces siquiera feo. Me pareces absolutamente insustancial. Absolutamente aburrido. Nada interesante. Resumiendo: ¡pffffffffffffff…!

Tres minutos después

Fw:

¿De verdad? Pues suena realmente cruel. Así que puedo sentirme contento de no estar en el pellejo de ese hombre. Y de no haber estado en su traje de camarero. En una palabra: yo no era él, no lo soy y es posible que nunca lo sea. Por cierto, tampoco era ningún otro camarero. No era un empleado del servicio de entrega a domicilio ni un pinche de cocina. No era un policía de uniforme. Tampoco era la encargada de los lavabos. Era el Leo Leike normal y corriente, cliente del café Huber el domingo entre las tres y las cinco. Siento que no hayas dormido bien, querida Emmi Rothner, alias aspecto-antes-que-nada. ¡Siento que hayas desperdiciado una pesadilla!

Dos minutos después

Re:

¡Gracias, Leo! Ahora necesito un whisky.

15 minutos después

Fw:

Te propongo una cosa: mejor hablemos de ti, para que se aplaquen tus nervios. Te anticipo que para mí el aspecto de una mujer, aun cuando me parezca muy importante, por lo visto no es ni por asomo tan importante como lo es para ti el aspecto de un hombre. Distendido, pues, pude comprobar que en el momento en cuestión había en el café muchas mujeres muy interesantes que habrían merecido ser Emmi Rothner.

(Debo hacer una breve pausa, tenemos una reunión. Es que tengo otro trabajo aparte de mi profesión principal, pero dentro de poco ya no podré permitírmelo).

Vuelvo en un par de horas y continúo, si te parece bien. Por cierto, deberías ir apartando la botella de whisky…

Diez minutos después

Re:

1) Me sigue pareciendo increíble que un hombre capaz de crear tanta intimidad al escribir, incluso de descubrir a Emmi en sus conductas más íntimas (bebiendo whisky), me parece increíble, digo, que un hombre que escribe así tenga el aspecto de uno de los hombres que vi con mis propios ojos en el café Huber. Por eso te lo pregunto de nuevo, querido Leo: ¿es posible que no te haya visto? ¡Di que sí, por favor! No quiero que seas un hombre que pertenece a una de las categorías que mencioné ayer. Me darías tanta pena…

2) Quizá no hubiese tantas «mujeres muy interesantes» en el bar. Quizá lo que ocurre es que al señor Leike le interesan mucho muchas mujeres.

3) A pesar de todo, me gustaría estar en tu lugar. Tú puedes elegir entre una oferta «muy interesante» a la Emmi Rothner que te dicten tus ganas, tu antojo y tu imaginación. Mientras tanto, yo tengo que contentarme con un Leo Leike que en el mejor de los casos me pasó inadvertido, lo que no es precisamente una señal de calidad.

4) Por lo visto no tienes idea de quién soy. Bueno, ahora te toca a ti, Leo.

Dos horas después

Fw:

Gracias, Emmi, por fin otro programa por puntos rothneriano. ¿Puedo pasar directamente al punto 4? Te equivocas si piensas que no tengo idea de quién eres. No obstante, debo admitir que no lo sé con certeza. Hay sólo tres posibilidades. Estoy convencido de que eres una de esas tres mujeres. ¿Te importa si en la numeración de la tipología empleo letras en lugar de números, para que esto no parezca una ceremonia de entrega de premios en el podio? Bien, éstas son mis candidatas a Rothner:

a) El prototipo, la proto-Emmi. Estaba de pie en la barra, era la cuarta de la izquierda. Medía alrededor de 1,65, menuda, cabello oscuro y corto. Poco menos de 40 años. Inquieta, nerviosa, motricidad rápida, giraba sin parar su vaso de whisky (!!), cabeza altiva, mirada desdeñosa. (Ligera inseguridad encubierta con majestuosa arrogancia). Pantalones, chaqueta: estilo desenfadado a la moda. Divertido bolso de fieltro. Zapatos verdes que parecían haber resultado los vencedores de la tarde de domingo en un surtido personal de cien pares (número aproximado: ¡37!). Observaba a los hombres como se los observa cuando uno procura que no se note. Rasgos: finos, algo tensos. Rostro: bonito. Personalidad: desenvuelta, rápida, temperamental. O sea, una auténtica Emmi Rothner.

b) La contraprueba, la Emmi rubia. Cambió de sitio tres veces, primero estaba sentada delante a la derecha, luego detrás del todo, después en el centro y, por último, un instante en la barra. Muy segura, un poco más lenta en sus movimientos (comparada con la proto-Emmi). Pelo rubio, lacio, peinado al estilo de los ochenta. Unos 35 años. Bebida: primero café, luego vino tinto. Fumó un cigarrillo (parecía fumar con mucho placer, sin avidez). Estatura: 1,75 largo. Delgada, piernas largas. Zapatillas de tenis rojas de marca (número aproximado: ¡37!). Vaqueros descoloridos, camiseta negra estrecha (pechos grandes, si me permites la observación). Miraba a los hombres de manera perfectamente ocasional. Rasgos: distendidos. Rostro: bonito. Personalidad: femenina, segura de sí misma, tranquila.

c) El antitipo, la Emmi sorpresa. Recorría sin cesar el salón, varias veces permaneció unos instantes en la barra. Muy tímida. Tez exótica, ojos grandes, almendrados, mirada velada, aparentemente huraña. Cabello castaño hasta los hombros, escalonado por delante. Unos 35 años. Bebidas: café, agua mineral. Estatura: 1,70 aproximadamente. Delgada, estupendos pantalones negros y amarillos (no debían de ser baratos), botines oscuros informales (número aproximado: ¡37!). ¡Llamativa alianza cuadrada! Buscaba con la vista a su alrededor, su mirada era soñadora, radiante, melancólica, triste. Rasgos: suaves. Rostro: bonito. Personalidad: femenina, sensual, tímida, reservada. Y, precisamente por ello, quizá: Emmi Rothner.

Bien, querida Emmi, estas tres son las que puedo ofrecerte. Tal vez, para terminar, una respuesta a tu insistente pregunta del punto 1, acerca de si podrías no haberme visto: pues sí, desde luego, podrías no haberme visto. Pero me viste, lo siento.

Leo

Cinco horas después

Fw

Querida Emmi:

¿Cómo es que hoy ya no recibo más mensajes tuyos? ¿Tanto sufres con las limitaciones de tu imaginación visual? ¿Ahora te tiene sin cuidado si paso las noches en los bares de felpa (y con quién)?

Buenas noches, Leo

Al día siguiente

Asunto: Misterioso

Que aproveche, Leo

Me agotas, no puedo pensar en otra cosa. ¡Qué bien has descrito a las tres! Estoy perpleja, me sorprendes todo el tiempo. ¡Ah…, si nunca te hubiese visto! Supongamos que en efecto soy una de esas tres mujeres, Leo: ¿cómo pudiste observarlas tan minuciosamente sin que se dieran cuenta? ¿Tenías una cámara de vídeo? O a la inversa: si efectivamente yo fuese una de las tres, tendría que haberte visto con tanto detalle como tú a mí. Y si te vi con detalle, se confirma mi sospecha de que eras uno de los que no podían ser Leo Leike, pues disculpa, pero tenían un aspecto aburridísimo.

Segundo (hoy nada de números, sólo palabras. Tú sí que hiciste alarde de números, sólo te faltó dar las medidas exactas): ¿por qué precisamente esas tres?

Tercero: ¿a cuál de las tres preferirías?

Cuarto: ¡dime quién eras, por favor! Por lo menos dame una pista.

Te saluda con cordial aunque creciente impaciencia,

Emmi

Una hora y media después

Fw:

¿Que por qué precisamente esas tres? Ya lo sabía desde mucho antes, Emmi: eres lo que se dice una mujer impresionante. Tú, ¡qué demonios!, sabes que eres guapa. Y dejas entrever que sabes que lo eres. Lo escribes una y otra vez entre líneas y a veces hasta en las líneas mismas. Ninguna mujer fanfarronea con eso si no está completamente segura de causar buen efecto en los hombres. Hasta te ofendes cuando tú, que eres una «mujer interesante», no dejas rezagadas a todas las demás mujeres presentes y haces que se las olvide en el acto. Te recuerdo tu punto 2 de ayer. Escribiste: «Quizá no hubiese tantas “mujeres muy interesantes” en el bar. Quizá lo que ocurre es que al señor Leike le interesan mucho muchas mujeres». De modo que te consideras la más interesante de todas y consideras casi una insolencia que no te reconozcan de inmediato como tal. Así que lo tenía fácil: sólo debía buscar mujeres atractivas que, en primer lugar, parecieran estar buscando a alguien (por mejor o peor que lo disimularan) y, en segundo lugar, que pudieran calzar un 37. Y eran exactamente esas tres. Respecto a lo «tercero»: no cabe la pregunta de cuál de las tres preferiría yo. Las tres son atractivas, cada cual a su manera, pero para mí las tres están felizmente casadas, tienen dos hijos y, si no seis ardillas, sí un gato llamado Wurlitzer. Las tres viven para mí en otro mundo, un mundo al que sólo puedo echar una mirada virtual, pero en el que no estoy ni estaré autorizado a entrar realmente. Ya te he dicho varias veces que prefiero imaginar a mi propia Emmi Rothner en mi mente (mejor dicho, en la pantalla) en vez de perseguirla o añorarla en la realidad. Pero quiero confesarte que la Emmi Rothner número 1, la proto-Emmi, es la que me parece más auténtica, la que más se asemeja a la Emmi que escribe, tal como ella se muestra ante mí.

Respecto a lo «cuarto»: si admites que eres una de mis tres candidatas a Emmi, te daré una pista de quién era yo. Con cariño,

Leo

20 minutos después

Re:

Está bien, Leo. ¡Pero primero tu pista y luego mi confirmación o mi mensaje de error!

Tres minutos después

Fw:

¿Tienes hermanos?

Un minuto después

Re:

Sí, una hermana mayor que vive en Suiza. ¿Por qué? ¿Era ésa la pista?

40 segundos después

Fw:

Sí, ésa era la pista, Emmi.

20 segundos después

Re:

¡Pero esa pista me despista!

Un minuto después

Fw:

Yo tengo un hermano mayor y una hermana menor.

30 segundos después

Re:

Muy interesante, Leo. Hablemos de ello en otra ocasión, si no te importa. De momento estoy pensando en el posible hermano del hermano mayor y de la hermana menor.

50 minutos después

Re:

Hola, Leo.

¿Dónde estás? ¿Esto es una pausa para tenerme en vilo?

Ocho minutos después

Fw:

A mi hermana Adrienne la veo muy a menudo. Estamos muy unidos. Nos lo contamos todo. Bueno, querida Emmi, eso ha sido más que una pista. El resto debes deducirlo tú misma. Ahora dime: ¿eras una de mis tres «Emmi»?

40 segundos después

Re:

¡Qué críptico, Leo! ¡Dame UNA pista clara! Luego te lo diré.

30 segundos después

Fw:

Pregúntame cómo es mi hermana.

35 segundos después

Re:

¿Cómo es tu hermana?

25 segundos después

Fw:

Alta y rubia.

30 segundos después

Re:

¡Ya! ¡Vale! ¡De acuerdo, me rindo! EN EFECTO, SOY UNA DE ESAS TRES, querido Leo, psicólogo del lenguaje, conocedor de la naturaleza humana. Pero no podría haber tres mujeres que calcen el mismo número y que sean más distintas que las que tú describes. Me sorprende que te puedan parecer interesantes y atractivas las tres. Pero ya se sabe cómo son los hombres.

Que tengas una buena tarde. Haré una pausa de Leo. Debo volver a ocuparme de otras cosas más esenciales. Hasta luego,

Emmi

Una hora después

Fw:

Ahora has sido totalmente la proto-Emmi, número uno.

Cinco horas después

Fw:

Mi hermana es modelo. ¡Buenas noches!

Al día siguiente

Asunto: !!!!!!

¡NO!

45 minutos después

Fw:

Sí.

40 segundos después

Re:

¿La modelo rubia de piernas largas, entre vampiresa y angelical?

25 segundos después

Fw:

¡Es mi hermana!

Tres minutos después

Re:

Y tú eras el tipo que hacia manitas con ella y la miraba tan enamorado.

Un minuto después

Fw:

Era sólo un montaje. Entretanto ella observaba a las mujeres y me describía con todo detalle a las posibles Emmi.

40 segundos después

Re:

¡Joder! No recuerdo cómo eras. Te vi muy, muy de pasada.

15 minutos después

Fw:

Por lo menos, para ti he salvado el honor de los hombres que estuvieron aquella tarde en el café. ¿Cómo habías dicho?: «Un tipo muy interesante, tal vez el único, estaba haciendo manitas atrás a la derecha, en la barra, con una modelo rubia de piernas larguísimas, entre vampiresa y angelical». ¡Lo imprimiré y lo pondré en un marco!

Diez minutos después

Re

No deberías estar tan orgulloso, querido. Después de todo, no vi más que a esa rubia verdaderamente hermosa y fría. Y pensé: el que está con semejante mujer debe de ser un tipo interesante. Lo único que sé de ti es lo siguiente: eres bastante alto, bastante delgado, bastante joven y vistes bastante bien. También tienes aún bastante pelo y bastantes dientes, por lo que recuerdo. Lo realmente impresionante de ti se lo noté en la cara a tu supuesta amada, tu hermana. Te miraba como se mira a alguien a quien se quiere y admira profundamente. Pero puede que eso también lo fingiera para librarse de Emmi Rothner. Por cierto, fue muy inteligente de tu parte presentarte con tu hermana. También me gusta que hables de mí con ella. Tengo un buen presentimiento. ¡Creo que eres un buen tipo, Leo! (Y estoy muy feliz de que no seas el oso greñudo ni ningún otro del gabinete de los horrores del café Huber).

30 minutos después

Fw:

Y yo no tengo la más remota idea de cómo eres, querida. Estuve todo el rato de espaldas a las candidatas a Emmi que detectaba Adrienne. Ella me describió a las mujeres desde una «perspectiva femenina», de ahí los detalles de moda. No tengo impresiones personales.

Una hora después

Re:

Otra pregunta, Leo, antes de que acabemos nuestro juego de pareja tan sabiamente como lo empezamos: ¿cuál de las tres Emmi le gustaría más a tu hermana, mejor dicho, cuál cree ella que soy?

Diez minutos después

FW:

De una de las tres opinó: «¡Ésa podría ser!». De otra dijo: «¡Debe de ser ésa!». Y de una tercera afirmó: «¡De ésa te enamorarías tú!».

30 segundos después

Re:

¿DE CUÁL TE ENAMORARÍAS?

40 segundos después

Fw:

Querida Emmi:

Ten por seguro que eso no te lo diré JAMÁS. No te molestes en tratar de sonsacármelo. Buenas noches. Gracias por este apasionante «juego». Me caes muy bien, Emmi.

Leo

25 segundos después

Re:

De la rubia de pechos grandes, ¿verdad?

50 segundos después

Fw:

No insistas, querida Emmi.

Un minuto después

Re:

Una evasiva también es una respuesta. Es la rubia de pechos grandes, pues.

A la tarde siguiente

Asunto: Un mal día

Querido Leo:

¿Has tenido un buen día hoy? Yo no. Buenas tardes, buenas noches.

Emmi

(Por cierto: ¿en cuál de las tres Emmi piensas ahora cuando piensas en Emmi? Si es que sigues pensando en mí, y espero que así sea).

Tres horas y media después

Fw:

Cuando pienso en Emmi, no pienso en ninguna de las tres Emmi que describió mi hermana, sino en la cuarta, la mía. Y sí, claro que sigo pensando en Emmi. ¿Por qué no has tenido un buen día? ¿Qué ha tenido de malo? Buenas noches, buenos días,

Leo

Al día siguiente

Asunto: Un buen día

Buenos días.

Ya lo ves, querido Leo, así empieza un buen día. Abro el correo y me sale un mensaje de Leo Leike. Ayer: mal día. Ningún mensaje de Leo. Nada de nada. Nada de Leo. ¿Qué puede esperarse de semejante día?

Te diré algo, Leo: creo que deberíamos dejarlo. Estoy volviéndome adicta a ti. No puede ser que me pase el día esperando un mensaje de un hombre que me vuelve la espalda cuando queda conmigo, que no quiere conocerme, que lo único que quiere de mí son mensajes, que usa mis palabras para crear su propia mujer, porque probablemente se agobie al máximo con las mujeres que mantienen encuentros reales con él. No puedo seguir así. Es frustrante. ¿Lo comprendes, Leo?

Dos horas después

Fw:

Vale, te comprendo. Te hago cuatro preguntas, muy influidas por el sistema de preguntas rothneriano.

1) ¿Quieres conocerme personalmente?

2) ¿Para qué?

3) ¿Adónde irá a parar todo esto?

4) ¿Quieres que lo sepa tu marido?

30 minutos después

Re:

Respecto a 1): ¿Que si quiero conocerte personalmente? Claro que quiero. Mejor personalmente que impersonalmente, ¿no crees?

Respecto a 2): ¿Para qué? Eso no lo sabré hasta que nos conozcamos.

Respecto a 3): ¿Adónde irá a parar todo esto? Pues a donde vaya a parar. Si no va a parar en eso, es que no debía ir a parar en eso. Así que de todos modos irá a parar a donde deba ir a parar.

Respecto a 4): ¿Que si quiero que mi marido lo sepa? Eso no lo sabré hasta que no sepa adónde ha ido a parar todo esto.

Cinco minutos después

Fw:

Entonces, ¿engañarías a tu marido?

Un minuto después

Re:

¿Quién ha dicho tal cosa?

40 segundos después

Fw:

Lo adivino.

35 segundos después

Re:

Ten cuidado de no adivinar demasiadas cosas.

Dos minutos después

Fw:

¿Qué echas en falta en tu marido?

15 segundos después

Re:

Nada en absoluto. ¿Cómo se te ocurre que echo en falta algo en él?

50 segundos después

Fw:

Lo adivino.

30 segundos después

Re:

¿Por qué lo adivinas? (Empiezas a sacarme de quicio con tu psicología adivinatoria).

Diez minutos después

Fw:

Lo adivino por el modo en que me das a entender que quieres algo de mi. Aunque no puedas decir qué es lo que quieres hasta que no me conozcas, es indiscutible que algo quieres. En otras palabras: buscas algo. Llamémoslo aventura. Quien busca una aventura no está viviendo ninguna, ¿verdad?

Una hora y media después

Re:

Sí, busco algo. Busco con urgencia un cura que me explique qué significa engañar a mi marido, o por lo menos qué cree él que significa. Un cura que nunca haya engañado a nadie, no sólo por falta de una mujer con la que engañar a su esposa, sino también por falta de una esposa a la que engañar, aparte de Nuestra Señora. ¡Haz el favor de no dártelas de «pájaro espino», Leo! Yo no quiero tener una «aventura» contigo. Simplemente quiero ver quién eres. Quiero mirar alguna vez a los ojos a mi amigo del correo electrónico. Si para ti eso es «engañar», confieso que soy una potencial engañadora.

20 minutos después

Fw:

Pero para mayor seguridad no le contarías nada de eso a tu marido.

15 minutos después

Re:

¡No me gusta cuando te pones tan puritano, Leo! Por mí puedes serlo en tus asuntos, pero no en los míos. Que esté felizmente casada no quiere decir que deba entregar a mi pareja un informe diario sobre cada una de mis citas. Además, Bernhard se moriría de aburrimiento si lo hiciera.

Dos minutos después

Fw:

¿Así que no le contarías nada de nuestro encuentro a tu Bernhard por temor a que se muera de aburrimiento?

Tres minutos después

Re:

¡Qué bien que digas «tu Bernhard», Leo! Yo no tengo la culpa de que mi marido tenga un nombre. Pero eso no quiere decir ni mucho menos que me pertenezca, ni que se pase las 24 horas del día encadenado a mi lado, mientras yo lo acaricio sin parar y mascullo «¡mi Bernhard!». Creo que no tienes ni la más remota idea de lo que es un matrimonio, Leo.

Cinco minutos después

Fw:

Yo no he dicho nada de matrimonio, Emmi. Por cierto, no has respondido a mi última pregunta. Pero ¿cómo decías el otro día?… Una evasiva también es una respuesta.

Diez minutos después

Re:

Querido Leo:

A ver si acabamos de una vez. Eres TÚ quien no ha contestado a la pregunta decisiva. Te la repetiré con mucho gusto: ¿quieres encontrarte conmigo? Si quieres, hazlo. Si no, dime qué es todo esto, cómo continuará o, mejor dicho, si continuará.

20 minutos después

Fw:

¿Por qué no podemos seguir conversando por escrito como hasta ahora?

Dos minutos después

Re:

Es increíble: no quiere conocerme… Oye, LEO, eres incorregible, ¿no ves que puedo ser la rubia de pechos grandes?

30 segundos después

Fw:

¿Y a mí qué?

20 segundos después

Re:

Que podrías mirármelos.

35 segundos después

Fw:

¿A ti te gustaría?

25 segundos después

Re:

A mí, no. A ti. A todos los hombres les gusta, sobre todo a los que no lo admiten.

50 segundos después

Fw:

Estos diálogos me gustan mucho más.

30 segundos después

Re:

Ya, es que eres un erotómano verbal reprimido.

Tres minutos después

Fw:

Ése ha sido un buen comentario final, Emmi. Lo siento, tengo que salir.

Buenas noches.

Cuatro minutos después

Re:

Hoy nos hemos escrito 28 mensajes, Leo. ¿Y qué hemos sacado en claro? Nada. ¿Cuál es tu lema? La falta de compromiso. ¿Cuál es tu comentario final? Me deseas «buenas noches». Estamos más o menos al nivel de «feliz Navidad y un próspero año nuevo les desea Emmi Rothner». Resumiendo: después de intercambiar cien mensajes y cumplir profesionalmente el precepto «todo menos quedar para conocernos», no nos hemos acercado ni un milímetro. Lo único que mantiene nuestro «íntimo desconocimiento» es el desmedido esfuerzo que hemos invertido y seguimos invirtiendo en él. Leo. Leo. Leo. Qué pena. Qué pena. Qué pena.

Un minuto después

Fw:

Si en un día no te envío ningún mensaje, te quejas. Y si te envío catorce en el término de cinco horas, también te quejas. Creo que de momento no consigo hacer nada a tu gusto, querida Emmi.

20 segundos después

Re:

¡¡No por correo electrónico!! Buenas noches, señor Leike.

Después de cuatro días

Sin asunto

¡Cuuucuuu!

Un saludo afectuoso,

Emmi

Al día siguiente

Sin asunto

Leo, si esto es una táctica, es una mala táctica. Vete a la porra. Ya no te escribiré más. Adiós.

Cinco días después

Sin asunto

Pero electricidad sigues teniendo, ¿verdad, Leo?

Empiezo a preocuparme por ti. Escribe al menos: ¡beee…!

Tres minutos después

Fw:

Vale, Emmi, por mí podemos encontrarnos. ¿Aún quieres? ¿Cuándo? ¿Hoy? ¿Mañana? ¿Pasado mañana?

15 minutos después

Re:

¡Vaya con el desaparecido! Ahora resulta que tiene bastante prisa por verme… Sí, es posible que todavía quiera. Pero primero explícame por qué no has dado señales de vida en una semana y media. ¡Y haz el favor de darme una buena explicación!

Diez minutos después

Re:

Mi madre ha muerto. ¿Te parece buena explicación?

20 segundos después

Re:

¡Joder! ¿De veras? ¿De qué?

Tres minutos después

Fw:

A fin de cuentas, de mala suerte. En el hospital dicen que tenía un «tumor maligno». Por suerte todo ha sido bastante rápido. Físicamente no sufrió mucho.

Un minuto después

Re:

¿Estabas con ella cuando murió?

Tres minutos después

Fw:

Cerca. Estaba con mi hermana en la sala de espera. Los médicos creían que no era muy conveniente verla en ese momento. Me pregunto cuándo habría sido más «conveniente» que entonces.

Cinco minutos después

Fw:

¿Estabas muy apegado a ella? (Perdona, Leo, las preguntas que se hacen en estos casos son siempre las mismas).

Cuatro minutos después

Fw:

Hace una semana habría dicho: no, no estoy muy apegado a ella. Hoy me pregunto, si no es «apego», qué es entonces lo que me corroe las entrañas. Pero no quiero aburrirte con mi historia familiar, Emmi.

Seis minutos después

Re:

No me aburres lo más mínimo, Leo. ¿Quieres que nos veamos y hablemos? Quizá yo sea la persona más indicada en esta situación. Totalmente ajena a tu vida y, en cierto modo, cercana. Olvidémonos de las apariencias y encontrémonos como dos viejos y buenos amigos.

Diez minutos después

Fw:

De acuerdo, Emmi, te lo agradezco. Si quieres, nos vemos esta noche. Pero te lo advierto: mi «falta de humor» acaba de alcanzar su apogeo.

Tres minutos después

Re:

Mi querido Leo:

Desgraciadamente esta noche no puedo. Pero mañana sí. ¿Quedamos sobre las siete? ¿En algún bar del centro?

Ocho minutos después

Fw:

Mañana es el entierro. Pero supongo que a las siete ya habrá acabado. Te escribo un mensaje antes de las cinco y vemos dónde quedamos. ¿Te parece bien?

Diez minutos después

Re:

Sí, Leo, de acuerdo. Me gustaría decirte algo que te conforte. Pero quizá sonaría como «Feliz Navidad y un próspero año nuevo», así que mejor lo dejo. Estoy a tu lado. Me imagino cómo te sientes. No me atrevo ni siquiera a desearte «buenas noches». Esta noche seguramente no será buena. Pero mañana te serviré de apoyo.

Hasta pronto, Emmi

(A pesar de las angustiosas circunstancias, me hace ilusión verte).

Cinco minutos después

Fw:

Yo también.

Leo

Al día siguiente

Asunto: Cancelación

Querida Emmi:

Lo siento, pero tengo que anular nuestra cita de hoy. Mañana te explico por qué. No te enfades, por favor. Y gracias por ofrecerte a estar ahí cuando te necesitaba. Lo valoro muchísimo.

Un fuerte abrazo,

Leo

Dos horas después

Re:

Vale.

Emmi

Al día siguiente

Asunto: Marlene

Querida Emmi:

Anoche estuve con Marlene, mi ex compañera. Ella también estaba en el entierro. Mi madre le caía muy bien, y ella a mi madre también. Para mí era importante hablar de todo esto con Marlene. Ella es una llave que puede abrir las puertas de mi hermética historia familiar. También se entendía bien con mi madre, cosa que yo nunca logré. Ayer Marlene estaba mal. Era yo quien debía consolarla. Y me sentía feliz en ese papel. No soporto que me compadezcan. Prefiero ser yo el que compadece a otro. (A veces a mí mismo, pero eso me gusta guardármelo). Espero que no estés enfadada porque te di «plantón». Además, me dije: Leo, ¿por qué implicar a una mujer que no tiene nada que ver con tu pasado? Tampoco quería que me vieras en ese estado. Me gustaría que me conocieses de mejor humor. Espero que me comprendas, Emmi. Te agradezco de nuevo que te ofrecieras a estar cuando te necesitaba. Ha sido una extraordinaria señal de confianza.

Saludos cariñosos,

Leo

Tres horas después

Re:

Está bien.

Un saludo afectuoso,

Emmi

Cinco minutos después

Fw:

No, no está nada bien que escribas «Está bien». ¿Qué pasa, Emmi? ¿Te sientes herida en tu honor porque cancelé nuestra cita? ¿Crees que te he utilizado (y, por lo tanto, que no te necesitaba)?

Dos horas y media después

Re:

No, no, Leo. Sólo que estoy muy ocupada, por eso he sido tan seca.

Ocho minutos después

Fw:

No te creo. Te conozco, Emmi. En cierto modo te conozco. Curiosamente me remuerde la conciencia sólo de imaginar que puedas estar ofendida conmigo, aunque tú sabes mejor que nadie que no tienes ningún derecho.

Cuatro minutos después

Re:

No digas tonterías, Leo. ¿Lograste al menos consolar a Marlene? ¿Os habéis arreglado?

Ocho minutos después

Fw:

¡Ah…, es eso! ¡Claro que sí! Leo Leike se atreve a encontrarse con su ex novia después del entierro de la madre. Emmi Rothner, que normalmente no regatea esfuerzo para calificar al señor Leike de teólogo moral, de repente barrunta depravación de las costumbres. Pues te diré algo más, querida Emmi, por un pelo no me acosté con mi ex novia seis horas después de enterrar a mi madre. Espero que te hayas escandalizado como es debido.

Buenas noches.

Tres minutos después

Re:

Explícame cómo es posible no haberse acostado con alguien «por un pelo». Y sobre todo: por qué razón puede uno no haberse acostado con alguien «por un pelo». Estoy convencida de que sólo los hombres son capaces de hacer una cosa así. Probablemente pensaste que podrías «consolar» a tu ex novia llevándola a la cama. Pero ella lo notó un instante antes y te susurró al oído: «No, Leo, ahora no nos haría bien. Echaría por tierra toda la confianza que hemos recuperado esta noche». Y tú pensaste: «Qué pena, qué pena, por un pelo…».

15 minutos después

Fw:

¿Sabes lo que te digo, querida Emmi? Me parece sensacional la naturalidad y la obstinación con que pretendes arrancarme explicaciones respecto a asuntos privados que no te atañen en lo más mínimo. Y la precisión con que en los peores momentos haces esos comentarios de mal gusto en que procuras reducir a otras personas a lo primero que parece venirte siempre a la mente: sexo, sexo, sexo. Empiezo a preguntarme por qué lo haces.

Ocho minutos después

Re:

Querido Leo:

Con el debido respeto a tu luto: ¿quién ha presumido de no haberse acostado con alguien «por un pelo»? ¿Tú o yo? Lo siento, Leo, me imagino esas escenas del tipo «no acostarse por un pelo» como si las estuviera viendo. Antes las vivía muy a menudo y tengo muchas amigas que siguen viviéndolas (y padeciéndolas). Si lo que ocurrió entre tú y Marlene fue completamente distinto, perdóname. Por lo demás, un hombre tan sensible como tú debería saber que una mujer tan sensible como yo se sentirá rechazada si en el último momento le cancelan una cita «por razones de ex novias». Sí, Leo, me siento rechazada. Yo no soy una persona cualquiera, tampoco para ti.

Te saluda atentamente,

Emmi

Al día siguiente

Asunto: Emmi

Claro que no, Emmi, tú no eres una persona cualquiera. Si hay una persona que no es cualquiera, ésa eres tú. Y menos para mí. Eres como una segunda voz dentro de mí, que me acompaña día a día. Has convertido mi monólogo interior en un diálogo. Enriqueces mi vida interior. Indagas, insistes, parodias, entras en conflicto conmigo. Te agradezco tanto tu gracia, tu encanto, tu vivacidad, incluso tus «comentarios de mal gusto»…

¡Pero no puedes pretender ser mi conciencia, Emmi! Volviendo a uno de tus temas favoritos: debería darte igual cuándo, cómo, con quién y con qué frecuencia hago el amor. Yo no te pregunto por tu vida sexual con Bernhard. A decir verdad, tampoco me interesa. Eso no quiere decir que nunca tenga fantasías eróticas cuando pienso en ti. Pero procuro mantenerte al margen de ellas, no tengo derecho a exigirte tanto. Están dentro de mí y allí se quedan. No empecemos a invadir la privacidad del otro. No conduciría a nada.

Aquellas cuatro palabras aparentemente intrascendentes que intercambiamos sobre la muerte de mi madre me hicieron muy bien, Emmi. Ahí estaba otra vez esa segunda voz en mí, la que me formula «mis» preguntas y «mis» respuestas pendientes, la que permanentemente irrumpe y se infiltra en mi soledad. De inmediato sentí el imperioso deseo de dejar que te acercaras aún más, de tenerte muy cerca. Si hubieses podido aquella misma noche, habría ocurrido. Y hoy todo sería distinto entre nosotros. Todos los secretos se habrían desvelado, todos los misterios se habrían resuelto. Inmediatamente después de saludarte te habría colgado una pesada mochila familiar, y ambos habríamos sucumbido bajo ese peso. No más magia, no más ilusiones. Habríamos hablado, hablado y hablado hasta «desahogarnos». ¿Y luego qué? Desencanto, ¿qué si no? ¿Cómo podría dominar la inmediatez del encuentro quien no está entrenado en ella? ¿Con qué ojos nos habríamos mirado? ¿Qué habríamos visto de repente en el otro? ¿Cómo nos escribiríamos hoy? ¿Qué nos escribiríamos? ¿Seguiríamos escribiéndonos?

Emmi, sencillamente tengo miedo de perder mi «segunda voz», la voz de Emmi. Quiero conservarla. Quiero ser prudente con ella. Se me ha hecho imprescindible.

Leo

Tres horas después

Re:

Volviendo a uno de mis temas favoritos: lo lamento, pero ¡NO ME DA IGUAL CUÁNDO, CÓMO, CON QUIÉN Y CON QUÉ FRECUENCIA HACES EL AMOR! Si soy la voz elegida, la «segunda voz» de alguien, también tengo derecho a voto cuando se trata de evaluar la conveniencia de cuándo, cómo, con quién y con qué frecuencia hace el amor ese alguien. (Debo admitir que hasta ahora me he ocupado relativamente poco del «cómo», querido Leo. Pero puedo ponerle remedio). Bueno, ahora te dejo a solas con tu voz de solista. Continuará mañana.

Besito,

Emmi

Una hora y media después

Fw:

¿Puedo ser cínico yo también alguna vez, estimada Emmi? En el caso de que yo fuera el «monstruo greñudo» del café Huber, ¿tampoco te daría igual cuándo, cómo, con quién y con qué frecuencia hago el amor? O dicho de otra manera: ¿no será que no te da igual cuándo, cómo, etc., sólo porque en los mensajes que me escribes persigues un ideal de hombre respecto al cual —pese a la dicha del amor conyugal con Bernhard— es imposible que te dé igual cuándo, cómo, etc.? Así se confirmaría mi teoría de que cada uno de nosotros es la voz de la fantasía del otro. ¿Acaso eso no es lo bastante bonito y valioso para dejarlo así?

Al día siguiente

Asunto: Primera respuesta

Querido Leo:

¿Sabes qué es lo que realmente detesto de ti? Tus expresiones referentes a mi marido. «Pese a la dicha del amor conyugal con Bernhard»: ¿a qué viene esa chorrada? «Dicha del amor conyugal» suena —deliberadamente— a «cumplimiento de los deberes conyugales de cohabitación matrimonial». O: «Práctica periódica de relaciones sexuales, aprobada por un empleado del registro civil, con el correspondiente intercambio de fluidos corporales». Te burlas de mi matrimonio, querido Leo. Y soy muy susceptible al respecto. ¡Déjalo ya!

45 minutos después

Fw:

Emmi:

Hablas de sexo continuamente. Ya es patológico.

Una hora después

Re:

Aún no he empezado a hablar de sexo, amigo mío. Ayer hiciste algunas importantes jugadas al respecto. Por ejemplo, lo de las «fantasías eróticas». Necesitaste dos negaciones para decirme que no es que no las hayas tenido nunca al pensar en mí. ¡Ése es el estilo de Leo! Otro habría dicho: «A veces pienso en ti de un modo erótico, Emmi». Leo Leike dice: «No es que nunca piense en ti de un modo erótico, Emmi». ¿Y después te sorprendes de que yo no deje el tema? No es que lo mío sea patológico, es que tu conducta erótica verbal es muy peculiar, querido Leo. Resumiendo, no me creo tus elevadas reflexiones pastorales sobre el sexo. Pues ¿qué hace el bueno de Leo con sus fantasías eróticas doblemente negadas? Cita: «Procuro mantenerte al margen de ellas, no tengo derecho a exigirte tanto»… ¿Que no quieres exigirme tanto? Me pregunto qué clase de fantasías serán esas que tanta exigencia implican. Dímelo con confianza.

20 minutos después

Re:

¡Ah!, algo más, maestro Leo. Ayer escribiste: «No empecemos a invadir la intimidad del otro». Te diré una cosa: lo que hacemos aquí, de lo que hablamos aquí es de cuestiones íntimas, íntimas y nada más que íntimas, desde los primeros mensajes hasta hoy, en continuo incremento. No escribimos sobre nuestros trabajos, no revelamos nuestros intereses, ni siquiera mencionamos aficiones, hacemos como si no existiera la cultura, ocultamos la política, es más, hasta nos las arreglamos con relativamente pocos partes meteorológicos. Lo único que hacemos y que nos hace olvidar todo lo demás es que invadimos nuestra intimidad, tú la mía, yo la tuya. No se puede ser más invasor de la intimidad. Deberías ir admitiendo que somos «íntimos» y, por excepción, lo somos en un sentido muy distinto del que correspondería a mi supuesto tema favorito. Es más: yo diría que lo excede con creces.

Buenas noches,

Emmi

Una hora y media después

Fw:

Querida Emmi:

¿Sabes qué es lo que YO detesto de ti? Tu continuo «señor Leo», «maestro Leo», «profesor Leo», «el señor psicólogo del lenguaje», «el señor teólogo moral». Hazme un favor. Déjalo en Leo. Tus sarcásticos mensajes resultarán igualmente buenos, mordaces y certeros. Gracias por tu comprensión.

Leo

Diez minutos después

Re:

¡Ufff…! Hoy no me caes bien.

Un minuto después

Fw:

Yo a mí tampoco.

30 segundos después

Re:

Eso ha sido muy amable de tu parte, lo admito.

20 segundos después

Fw

Gracias.

15 segundos después

Re:

No hay de qué.

Una hora y media después

Fw:

¿Ya estas durmiendo?

Tres minutos después

Re:

Rara vez lo hago en tu presencia.

Buenas noches.

30 segundos después

Fw:

Buenas noches.

40 segundos después

Re:

¿Piensas mucho en tu madre? Me gustaría librarte un poco de eso.

30 segundos después

Fw:

Es lo que acabas de hacer, querida Emmi. Buenas noches.