—Si no te conociera mejor, diría que tienes gripe. —Mary Nguyen, apoyada contra la pared del cubículo de Jackie, la observaba con un ligero asomo de preocupación en los ojos habitualmente tranquilos. A Jackie le costaba sostener la profunda mirada castaña de Mary. Le resultaba difícil observar a las mujeres de frente desde el último fin de semana.
—¿Cómo sabes que no tengo gripe?
—Porque no habrías venido a trabajar, como cualquier persona sensata.
—Se mordisqueó el labio inferior. —Cambiaría una buena gripe por una semana de trabajo de esclava para Mannings.
—Ten cuidado con lo que deseas… —sonrió Jackie ligeramente. Mary se encogió de hombros.
—Ya lo sé, me puede caer un paquete. ¿Cuándo crees que acabará el gran consejo?
Esta vez le tocó a Jackie encogerse de hombros. Los socios principales de Ledcor & Bidwel estaban reunidos con los representantes de una promotora inmobiliaria sin fines lucrativos, pequeña pero importante.
—No sé por qué les interesa tanto este proyecto. Es demasiado pequeño para ellos.
—Por razones políticas. Aunque sea de reducidas dimensiones, todos los funcionarios de la ciudad conocerán el nombre de los arquitectos que lo realizaron. Es un proyecto modelo de viviendas de protección oficial, no muy caro, que, con suerte, se va a difundir por todo el país. Toda esa publicidad gratis es un chollo. Jackie asintió. Todo eso ya lo sabía. Le habían pedido una serie de proyectos para que los socios los estudiaran, pero no habían sido seleccionados para la presentación final al cliente. No le extrañó. El concepto general que se le había ocurrido era un pequeño edificio de líneas clásicas, integrado en el próspero barrio para que no resaltara entre los demás. Su esfuerzo creativo se había centrado en el interior. Jackie creía que la gente que iba a vivir allí no querría que el edificio llamara la atención, que todo el mundo lo señalara y dijera: «Allí vive gente con pocos ingresos». También pensó que a los habitantes más prósperos de la calle no les gustaría el trasiego que crearía una «obra de exhibición». Tenía la certeza de que ya estaban bastante molestos con la idea de que se instalara en el barrio gente de renta baja.
Bueno, ¿y ella qué sabía? El proyecto que se presentaba en aquel momento había sido seleccionado por el socio principal y tenía una fachada art decó posmoderno.
—¿Por qué estás tan triste entonces? Llevas toda la semana así.
Jackie se dio cuenta de que se había quedado absorta en medio de la conversación. Le ocurría a menudo desde que se había marchado de la casa de Leah, de los brazos de Leah. «Se llama follar, Jackie». Se estremeció de pies a cabeza. Pese a sus esfuerzos por no pensar en Leah, constantemente oía su voz susurrándole al oído.
—¿Estás segura de que no estás enferma?
La mirada de Mary reflejaba una preocupación bondadosa. De pronto, Jackie advirtió el pelo corto, cortísimo, de Mary, la trenza fina y el pendiente de oro, discreto pero aun así perceptible. «Para —se dijo—. En San Francisco hay muchas mujeres así y no puede ser que todas sean lesbianas». Se dio cuenta de que no le había contestado a Mary.
—A lo mejor sí. Últimamente me siento muy… muy rara.
Una nueva voz intervino en la conversación.
—Siento interrumpiros, chicas. —Mannings se asomó en el cubículo de Jackie—. ¿Puedes coger tus dibujos para el proyecto AH y acompañarme?
Extrañada, Jackie obedeció y siguió a Mannings a la sala de reuniones.
—Me temo que los dibujos que les hemos mostrado no les han gustado y han insinuado que querían algo menos espectacular.
Jackie dejó que el sarcasmo asomara en su voz.
—Así que has pensado en mí.
Mannings esbozó su sonrisa de serpiente.
—A mí me gustaron tus dibujos pero no podía contradecir a Randal, ¿no te parece?
Mientras Jackie se arreglaba la chaqueta sintió una oleada familiar de desagrado hacia Mannings y L&B en general, atenuada porque era consciente de que su malhumor se debía a que ella, y sólo ella, había elegido estar allí. Al menos no pensaba en Leah, no demasiado. Todavía no le había devuelto los guantes porque no sabía qué poner en la nota. «Gracias por haber puesto mis vida patas arriba, gracias por hacer que te deseara…».
—Le presento a Jackie Frakes, una de nuestras colaboradoras —anunció Randal con una inclinación de cabeza para saludarla. Jackie se dio cuenta de que el socio principal no iba a decir que era una arquitecta en prácticas—. Jackie fue una de las primeras de su promoción en Taliesin, una escuela de arquitectura muy exclusiva. ¿Has traído los dibujos del proyecto que hemos preparado juntos, Jackie? —preguntó con una sonrisa benevolente.
Jackie hizo todo lo posible por disimular su incredulidad. ¿Los dibujos del proyecto que hemos preparado juntos?, quiso repetir. Se tragó la incredulidad y con paciencia extendió los dibujos sobre la mesa, delante de la hilera de representantes del cliente, y desenrolló los planos preliminares.
Una mujer negra, alta y majestuosa cogió enseguida uno de los bocetos de la fachada.
—Sí, esto se parece mucho más a lo que habíamos pensado. El proyecto se integra en el entorno. —Miró a Jackie con aprobación—. Soy B.J. Taylor, ¿puede repetirme su nombre?
Agradecida, Jackie se lo dijo y procedió a explicar el presupuesto con más detalle. Se dio cuenta de que a la señora Taylor y los demás les gustaba el esfuerzo que había hecho en el diseño interior para que a la larga se redujeran los gastos de mantenimiento. También se dio cuenta de que Randal se alegraba de que los clientes preguntaran en tantos detalles.
Al cabo de unos cuarenta y cinco minutos el grupo se levantó para marcharse.
—Estoy muy impresionada —se dirigió la señora Taylor directamente a Jackie—. Sinceramente, sólo hemos visto un proyecto como éste de otro estudio. Han conseguido que las dimensiones interiores sean originales pero muy funcionales. El hecho de que el exterior esté integrado en el paisaje no significa que el interior tenga que ser aburrido. Decidiremos entre este proyecto y el que vimos esta mañana.
Los demás asintieron. Jackie le dio las gracias y se levantó para estrecharle la mano.
—Espero no ser demasiado indiscreto si le pregunto cuál es el otro estudio —dijo Mannings—. Diseño y Estética de Barrio.
Jackie se dio cuenta de que Randal y Mannings disimularon sendas muecas de desagrado. Era evidente que ninguno de los dos consideraba que Diseño y Estética formaba parte de la liga de L&B.
Jackie se quedó aturdida mientras Randal acompañaba a los clientes a la puerta y volvía totalmente acaramelado.
—Creo que en cuanto vean la experiencia que puede ofrecerles L&B, DEB no tendrá la menor oportunidad.
Agitó unas monedas en el bolsillo mientras Mannings asentía. Jackie recuperó la voz e hizo un gran esfuerzo por hablar con sensatez y firmeza, igual que hacía su padre cuando le ponían a prueba la paciencia.
—Me preocupa la idea que tienen los clientes: creen que ya he terminado las prácticas y estoy colegiada.
—Mientras el proyecto lleve mi firma no hay ningún problema —repuso Randal. Jackie se dio cuenta de que él no veía nada malo en ello. Se preguntó si era lo habitual—. Por supuesto habrá que hacer algunos cambios, que me ocuparé de efectuar junto con el cliente.
—Quiero estar segura de que entiendo este arreglo —dijo Jackie lentamente. Su voz estaba a punto de quebrarse—. A partir de ahora ustedes se van a quedar con mi proyecto y yo no trabajaré con el cliente.
—El cliente espera trabajar con un socio —intervino Mannings—. Y trabajar con Randail les demostrará que aunque sea un proyecto pequeño nos lo tomamos muy en serio.
Jackie le dirigió La Mirada. Sabía que su trabajo pertenecía a L&B y que podían hacer lo que quisieran con él. No le importaba que no le atribuyeran el mérito, pero no permitirle participar en el proyecto a medida que se iba gestando, para ella era como que a una cocinera no le dejaran probar su comida.
—De todos modos me gustaría participar. El cliente nunca sabrá que el proyecto es mío —dijo. A pesar de que intentaba aparentar tranquilidad, su tono era beligerante.
—Estás haciendo prácticas. Si quieres que se te reconozca el tiempo… La frase de Randal se quedó significativamente inconclusa. Jackie enderezó la espalda. Era verdad, se estaba cuestionando todos los demás aspectos de su vida: sexo, amor, compromiso, todo. Pero sabía lo que valía en el trabajo; no era extraordinaria, pero sí muy buena. No podían arrebatarle la seguridad en sí misma.
—¿De modo que no tiene que importarme que ni siquiera pueda participar?
Randal le dio la espalda.
—Me temo que en Taliesin no saben preparar a los estudiantes para el mundo real —le dijo a Mannings.
Jackie tragó saliva; tenía un nudo en el estómago.
—Perdón, creo que tengo gripe. Últimamente no me he sentido muy bien. Dio media vuelta y se fue, intentando mostrarse tan digna como la vez que su madre se había marchado de una exposición de arte que le había desagradado. Se detuvo ante su mesa el tiempo suficiente para coger la riñonera, la cartera y el abrigo. Mientras bajaba en el ascensor se dio cuenta de que lo más probable era que la despidieran, lo que significaba volver a empezar con otro arquitecto. Hasta era posible que Mannings ni siquiera le firmara el certificado de prácticas. Tembló durante casi todo el trayecto en autobús hasta su estudio. En casa de su tía, había logrado mostrarse alegre, y la vuelta a la suya la recordaba como en una nebulosa. Llevaba toda la semana con ganas de llorar y las lágrimas le asomaron por el rabillo de los ojos. Como no tenía pañuelos de papel, se las enjugó con la manga. Se arremangó un momento y observó los morados que Leah le había hecho en los brazos al llorar por Sharla. Empezaban a desaparecer, pero era lo único que se borraba de aquel fin de semana.
Se detuvo en la panadería de la esquina y se compró el bollo de canela más grande y apetitoso. Después subió los tres pisos hasta su estudio en el ático. Lo único bueno de esa casa era que no tenía vecinos en el mismo rellano. Tras cerrar la puerta con llave, se permitió llorar, llena de autocompasión.
Cuando las lágrimas cesaron se lavó la cara, se tomó una aspirina y se comió el bollo de canela. El azúcar la hizo sentirse mejor. Una taza cremosa de su mezcla favorita de café descafeinado —vainilla tostada— la ayudó a recobrar el ánimo.
Ya se encontraba en la fase de reprenderse a sí misma por haberse comportado como una niña, cuando sonó el teléfono. Dudó y al final decidió atender. Si era Mannings la oiría sorberse la nariz y se convencería de que era verdad que estaba enferma.
La voz de su madre invadió la línea y Jackie enseguida se sintió mejor. Pero de pronto se alarmó.
—¿Por qué llamas? ¿Papá está bien?
—Sí, va todo bien, aunque tienes voz de resfriada. ¿Por eso estás en casa? Te acabo de llamar al despacho y me han dicho que te habías ido.
—No, sólo me estoy recuperando de una llantina. ¿Qué hay de nuevo?
—No, no, tú primero —replicó su madre—. Jackson, ¿qué te pasa? Sabía que tenía que llamarte, lo sabía.
La voz parecía muy cercana, no daba la impresión de que procediese de la otra punta del planeta, y calmó los nervios crispados de Jackie.
—Me he peleado con el socio principal. Creo que me van a despedir.
Le contó a su madre todos los detalles y se sintió agradecida por su indignación solidaria y sincera. No quería contarle —todavía no— lo otro. La voz de Leah que murmuraba: «Así es como se lo hacen las mujeres…».
—Querida, creo que la mejor manera de evitar que te echen es buscar.
otro trabajo.
—¿Pero por dónde empiezo? —Jackie se tumbó en el sofá cama.
—¿Cómo quieres que lo sepa? Siempre puedes buscar en las Páginas Amarillas.
—¡Espera, ya lo sé! Empezaré por el estudio que mencionó la clienta, Diseño y Estética de Barrio. Allí hay alguien que piensa igual que yo.
—Es un nombre prometedor para premio al mejor proyecto del barrio, ¿te acuerdas?
—Sí, gracias por recordarme que Jackie volvía a sonreír.
—¿Ya estás mejor?
—Sí, gracias, mamá. Tu intuición sigue siendo sorprendente.
—Eso se consigue con un día de trabajo, Jack.
—¿Y por qué me has llamado?
—Estaré en Dallas a principios de enero. ¿Crees que podrás venir a pasar un fin de semana? Me ocuparé de tu billete. Así te compenso por no poder verte en Navidad; no sabes cuánto lo siento.
—No te sientas culpable por eso, comprendo que papá tiene compromisos. Pero me encantaría verte en enero, sería maravilloso. El vuelo desde aquí dura unas tres horas, así que podré ir aunque esté muy ocupada. Claro que, si no estoy trabajando, dispondré de todo el tiempo del mundo.
Algo en su corazón se apaciguó cuando supo que iba ver a su madre cara a cara, que iba a poder hablarle de Leah.
—Mira, haz la reserva de tu billete en cuanto tomes una decisión. Apunta el número de mi American Express y carga el billete en mi tarjeta. —Jackie lo anotó—. Te llamaré el jueves para saber lo que vas a hacer.
Hablaron unos cuantos minutos más y Jackie se sintió mucho mejor después de colgar. La nariz se le había despejado casi por completo y el dolor de cabeza había desaparecido. Desde el fin de semana, desde lo de Leah, que no se sentía tan bien. Gimió y se dio la vuelta sobre el sofá. ¿Por qué seguía recordando? Le horrorizaba volver a ver a Parker; temía que cuando él la tocara le diera por pensar en Leah. Y si no en Leah, en otras mujeres. Sabía que no era el hombre de su vida, que él nunca iba a satisfacer su deseo sexual porque ni siquiera lo había intentado. «Imaginarás mi boca junto a la tuya y te preguntarás cómo habría sido».
Se lo preguntaba, ay, claro que nunca se lo hubiera preguntado antes. ¿Cómo podía saber que deseaba algo que jamás había hecho? Y no sólo lo deseaba, sino que deseaba hacerlo. La cabeza se le llenaba constantemente de imágenes de la cocina de Leah. Esta vez era Leah de espaldas a la encimera, Leah abriéndose de piernas…
Se cubrió la cabeza con una almohada. Maldición, pensó. Si sólo hubiera sido darse cuenta de que tenía que romper con Parker, no habría sido tan grave; no habría sido ni la mitad de difícil que darse cuenta de que tenía que volver a plantearse todas sus ideas sobre la pasión, sobre el sexo, sobre lo que le encendía la libido.
Intentó cerrar los ojos para no pensar en las sensaciones que le despertaba Leah, pero no funcionó. Había sido una ola de pasión enorme, algo que no le había ocurrido nunca. La emoción al diseñar un proyecto nuevo, al esquiar por la nieve en polvo de una pista difícil, al volar en helicóptero, todo eso se volvía insignificante cuando lo comparaba con lo que había sentido cuando la poseyeron los dedos de Leah.
Se había dado cuenta demasiado tarde de que tenía que haberse quedado con Leah, olvidando su trabajo, su familia; que tenía que haberse quedado y hecho el amor. «Imaginarás mi boca junto a la tuya».
Cuando podía pensar en algo más que la pasión, sentía el tirón del bienestar. Se había sentido bien en compañía de una mujer. No había gozado de esa tranquilidad desde la universidad. Durante tres años había compartido la habitación con Kelly Baines. Ninguna de las dos había salido con muchos chicos; los estudios no les dejaban ni tiempo ni energías. Habían estudiado juntas, trabajado juntas en la cocina comunitaria de Taliesin y las dos decían que la otra era su mejor amiga. ¿O había habido algo más? Ninguna de las dos se había atrevido a tender la mano para vencer el espacio que separaba sus camas en invierno y sus catres en verano.
Kelly y ella habían hecho las prácticas en Boston, pero en estudios diferentes. Jackie había tenido la posibilidad de elegir otro sitio, pero la única opción que había tenido en cuenta había sido la de ir a Boston con Kelly. Cuando empezó a salir con Parker, Kelly se distanció. Nunca se habían peleado, pero el resentimiento silencioso y a punto de estallar de Kelly hacia Parker había impulsado a Jackie a acceder a irse a vivir con él. El día que quedó con Kelly para tomar un café y decirle que se iba a California, Kelly hizo ver que no le importaba, aunque en realidad estaba furiosa.
Jackie lanzó la almohada al otro lado de la habitación y se sentó. Este repaso sin fin de toda su vida no la llevaba a ningún lado. Le empezaba a doler la cabeza otra vez. Cogió la guía de teléfono y buscó el número de Diseño y Estética de Barrio. Eran más de las seis, pero si se ajustaba al horario habitual de todos los estudios de arquitectura, todavía habría gente trabajando. Al menos podría averiguar quién era el socio principal para enviar al día siguiente un currículum dirigido a la persona adecuada.
Una mujer con voz enérgica cogió el teléfono y Jackie le preguntó el nombre del socio principal.
—Angela Martine —La voz no fue exactamente brusca, pero Jackíe se dio cuenta de que quienquiera que estuviera al teléfono tenía mejores cosas que hacer que responder a esa clase de preguntas.
—¿Por casualidad no sabe si ella u otro socio necesita un arquitecto en prácticas?
—¿Estás buscando trabajo? Porque se nos acaba de ir una persona.
—Sí. En estos momentos estoy en otro estudio, pero creo que tengo que buscar un nuevo empleo. —Jackie se contuvo para no contar todo lo ocurrido—. Lo siento, no quiero hacerle perder tiempo.
—¿Estás en el primero o en el segundo año de prácticas?
—En el segundo, si aceptan ustedes las que he hecho hasta ahora. Estudié en Taliesin.
Hubo una pausa y de pronto la mujer dijo:
—Ven a verme mañana a primera hora. ¿Qué te parece a las siete y media?
Parecía que ya se había arrepentido de su impulso.
—Allí estaré.
Jackie intentó disimular su ansiedad, sin conseguirlo.
—¿Cómo te llamas?
—Jackie Frakes. ¿Por quién tengo que preguntar?
—Por mí, Angela Martine.
Jackie dio las gracias entre balbuceos y colgó. Se pasó una hora preparando la carpeta con ansiedad, lo que le elevó un poco su autoestima. La cerró y después salió con la intención de pasear hasta quedar agotada. Tenía que mostrarse serena y segura de sí misma y para ello necesitaba dormir mejor que las últimas noches.
Durmió, pero sólo después de revivir los intensos momentos en la cocina de Leah, la manera en que ésta había sabido tocarle los pechos, la manera en que los dedos habían sabido…
«Imaginarás mi boca junto a la tuya…».
Angela Martine tenía más de cincuenta años, el pelo negro y espeso y sienes plateadas que enmarcaban una nariz aguileña. Hablaba con un ligero acento. «¿Mexicano quizá?», pensó Jackie. La invitó a pasar su despacho y Jackie sintió que parte de su seguridad se desvanecía nada más sentarse ante la mesa abarrotada de Angela y toparse con su mirada franca. Azteca, eso era. El perfil de Angela era idéntico al de las estatuas aztecas.
—Antes de mirar tu carpeta, quizá deberías contarme por qué quieres cambiar de trabajo.
Angela se reclinó en la silla con el rostro impasible.
—Pues, por razones que ahora no vienen al caso, me equivoqué al aceptar trabajar en Ledcor y Bidwel. Tenía que haberme quedado en el estudio que Taliesin me había asignado, Ellis y Ellis de Boston. En estos momentos mi situación en L&B es la siguiente: acabo de hacer una serie de dibujos para un pequeño proyecto y el cliente los aceptó. Están firmados por el socio principal y no me deja seguir en el proyecto a pesar de que en la presentación creo haber entablado una buena relación con el cliente, que por su puesto ignora que estoy en prácticas y se quedó con la impresión de que yo sería su contacto. Una imagen falsa, en mi opinión. —Jackie no sabía si Angela estaba escandalizada o si no entendía por qué Jackie se había enfadado—. Habría podido pasar por el aro y acabar las prácticas pero… pero cometí otro error.
Jackie hizo una pausa para tomar aliento y Angela la interrumpió.
—Permitiste que se notara que te había molestado.
Jackie asintió.
—Tienes toda la razón cuando dices que te equivocaste cuando aceptaste trabajar en L&B. Aquí ya tenemos cuatro refugiados de L&B. —Se encogió de hombros con desdén—. Es un estudio grande. Si les sigues el juego llegarás a ser alguien. Trabajan mucho. Nosotros nos movemos en otro circuito.
Jackie volvió a asentir.
—En cualquier caso, pensé que si quería retomar otra vez el control de mi carrera, tenía que buscar un estudio que… se ajustara más a mis ideales.
—¿Por qué nosotros?
Angela volvía a mostrarse impasible, mientras observaba a Jackie con una mirada de mármol negro.
—El nombre del estudio me intrigó. Cuando llamé anoche, quería pedir información…
—Para saber quiénes éramos…
—Básicamente. No deseo volver a cometer el mismo error.
—Déjame ver tu currículum. —Angela tendió una mano imperiosa.
Jackie se lo dio, y, mientras la mujer lo leía, se dedicó a observan las fotos de los proyectos colgadas en la pared del despacho. A sus ojos de arquitecta formada en Taliesin le gustó lo que vio: viviendas residenciales pequeñas, muchas casas de protección oficial, restauraciones de pequeños edificios de apartamentos y hostales. Daba la impresión de que DEB hacía proyectos para toda la zona de la Bahía de San Francisco y abarcaba casi todos los barrios. Jackie memorizó la ubicación de varios de ellos para ir a verlos después.
—¿Cómo le va al doctor Joe?
Jackie se sorprendió y después sonrió.
—Muy bien. —Su sonrisa se dilató cuando recordó al profesor más antiguo de Taliesin y al mejor narrador de cuentos—. Es un hombre increíble.
Una sonrisa asomó al rostro de Angela a modo de respuesta.
—Hace quince años que no le veo, desde que hice una investigación en una obra. —Angela volvió a concentrarse en el currículum y al cabo de un rato volvió a tender la mano—. Tu carpeta.
Jackie cruzó los dedos mientras Angela hojeaba la carpeta. El estudio de Boston le había permitido llevarse copias de los proyectos en los que había participado y, en su humilde opinión, algunos eran bastante buenos. Su proyecto de licenciatura había sido muy alabado. La última página era una nota escrita a mano por el doctor Joe que decía que sus proyectos habían recibido una mención honorífica en un concurso organizado por una escuela de diseño japonesa. De algún modo, L&B había hecho que se avergonzara de haber ido a una escuela tan poco práctica como Taliesin, cuando, de hecho, era algo de lo que se enorgullecía.
Angela farfulló algo mientras leía la nota y después cerró la carpeta. Durante los siguiente veinte minutos acribilló a Jackie a preguntas sobre algunos proyectos, poniendo a prueba sus conocimientos y comprensión de la conservación de edificios y las medidas para prevenir terremotos. Jackie, a medida que respondía, recuperaba la calma. Dominaba esos temas. Puede que no tuviera la imaginación necesaria para diseñar un puente futurista, pero sus ideas sobre los conceptos básicos del diseño y la construcción eran creativas y tenía sólidas nociones de ingeniería. Nunca había cometido el error de diseñar un edificio sin muros de carga, cosa que Kelly había hecho en dos ocasiones.
Cuando acabó el interrogatorio, Angela tamborileó sobre la mesa y observó a Jackie.
—Sé que L&B no paga a sus colaboradores en prácticas mucho más que los gastos de transporte —dijo——. Nosotros te daríamos un poco más, pero si sigues aquí, si apruebas los exámenes y te pedimos que te quedes con nosotros, tu sueldo no será mucho mayor. El tipo de trabajo que hacemos no es muy lucrativo y el estilo de vida de los que estamos aquí, incluido el mío, no se parece en nada al de la mayoría de los arquitectos.
A Jackie se le aceleró el corazón.
—Tras ver de cerca el estilo de vida de la mayoría de los arquitectos, puedo decir sin reparos que no tengo la menor intención de adoptarlo. Y después de haber vivido en una tienda de campaña durante tres veranos en Taliesin, me he acostumbrado a vivir con sencillez.
Angela sonrió.
—¿Puedes quedarte otra media hora?
Jackie asintió. Llegaría tarde al trabajo, pero le daba igual.
—Espera un momento.
Angela salió con paso enérgico y regresó pocos minutos después para acompañar a Jackie a otro despacho.
—Diane, te presento a Jackie Frakes. Jackie, Diane Donahue. Es la jefa del equipo que tiene la vacante. Os dejo para que habléis.
Jackie estrechó la mano de la pelirroja Diane e intercambiaron cumplidos. Diane miró la carpeta y el currículum pero no la sondeó tanto como Angela. Comentó con ironía que seguramente ya la habían interrogado bastante por aquel día.
—Ya que has pasado la inquisición de Angela, no te haré lo mismo ¿Cuándo puedes empezar?
Jackie tragó saliva.
—¿Quieres decir…? Eh… pues…, ¿cuándo te parecería bien?
—Ayer, pero sé que tendrás que comunicárselo a L&B.
Diane hizo el mismo gesto de desdén con los hombros que Angela. Seguramente se lo había pegado. Era evidente que a Diane le importado un bledo que tuviera que comunicárselo a L&B.
—¿Me das un día para pensármelo? ¿Es posible? —Su instinto le decía que aceptara de inmediato, pero, aún así, sabía que debía investigar un poco el historial de DEB—. Si acepto no podré empezar hasta dentro de dos semanas.
Diane sonrió.
—Fantástico, pero si tienes que tomarte una semana más, no te preocupes. Espero que aceptes.
—Te diré algo mañana a primera hora —repuso Jackie—. Ah, supongo que deberíamos hablar de dinero antes de que tome una decisión.
—Qué idea tan original —exclamó Diane con sarcasmo—. Lo siento. Tenía que haber sacado el tema; creía que Angela ya te lo había dicho.
—Me dijo que seguramente será más de lo que me pagan en L&B, pero no especificó nada.
Diane mencionó una cifra que dejó a Jackie con una sonrisa de satisfacción. Diane arqueó una ceja y añadió:
—Ya puedes ir acostumbrándote a ese sueldo. Si te quedas aquí no te lo subirán hasta dentro de bastante tiempo. Angela es muy justa a la hora de repartir bonificaciones cuando tenemos un buen año, aunque los últimos dos no han sido muy buenos. Pero aquí estamos todos en el mismo barco.
—Eso es alentador —replicó Jackie—. Estoy casi segura de que aceptaré, pero te lo diré en cuanto lo haya meditado; no más tarde de mañana por la mañana.
Volvieron a estrecharse las manos y Jackie se marchó como si flotara en el aire. Segura de sí misma y esperanzada, decidió arriesgarse a llegar un poco más tarde al trabajo e ir a comprobar la situación de DEB en el Colegio de Arquitectos. Cuando salió de la oficina del Colegio estaba como en una nube. Tanto Angela Martine como Diane Donahue eran miembros que gozaban de una buena posición, DEB había pagado su cotización y participaba voluntariamente en la asesoría e inspección de proyectos. Se hallaban bien situados en el Consejo de Arquitectos de California. No le quedó el menor atisbo de duda sobre si debía aceptar el trabajo y se detuvo en el teléfono público del vestíbulo para llamar a Diane Donahue y decírselo. Fue hasta el metro y luego subió los tres pisos del edificio de L&B como si flotara.
Mannings estuvo muy desagradable cuando Jackie le dijo que se iba, pero reconoció que Randal había expresado ciertas dudas sobre el futuro de Jackie en L&B. Estuvo claramente grosero cuando le dijo qué se iba a DEB, y le recordó explícita y detalladamente el principio ético de llevarse a otro estudio el trabajo que había hecho en L&B. Ella le aseguró que conocía el código deontológico tan bien como cualquier otro en L&B y que no tenía intenciones de hablar en DEB del proyecto de viviendas subvencionadas que había hecho. Al final acordaron que se quedara hasta que terminara las especificaciones CAD para el proyecto y se fijó que su último día sería el siguiente viernes.
Mary Nguyen la felicitó pero al mismo tiempo se quedó desanimada.
—Me alegro mucho por ti, pero, vaya, te voy a echar mucho de menos. Seré la única mujer en prácticas.
—Lo siento, Mary, de veras.
Mary ladeó la cabeza.
—No, no es verdad. ¿Por qué fingir? Te deseo lo mejor,
Jackie se rio y le prometió que el último día irían a cenar juntas. Incluso cuando el recuerdo de Leah la importunó, se dio cuenta de que lo disfrutaba en lugar de temerlo. Empezaba otra vez de cero. Si esto era lo peor, podía soportarlo. Se sintió bien hasta que se recordó que aquel fin de semana iba a ver a Parker. No le apetecía nada.