Hay desenlaces que no pueden concluir. Éste es el caso. El lector no lo ha permitido y ha exigido, con todo derecho, que el relato prosiga. La vorágine en la que se vieron envueltos 16 muchachos que tomaron por asalto el Festival Cervantino, en Guanajuato, para hacer de las suyas, con Santiago al frente, sin medir las consecuencias de sus actos, propició que cayeran en tentaciones y desatinos que tuvieron un trágico final. ¿Y ahí terminó todo? Por supuesto que no, porque muchas interrogantes quedaron en el tintero. ¿Qué fue de los que murieron en vida?, ¿y de los que salieron maltrechos?, ¿y de los que fueron indiferentes?, ¿qué pasó con todos ellos?
Santiago, el protagonista de Estuve en el fin del mundo, está para contarlo. Han transcurrido más de dos años desde que salió del hospital después de enterarse de la muerte de Hilda, la “morena de ojos negros como el capulín” que ya llenaba su vida (y su hijo). Lo último que supimos de él es que sobrevivió a un salvaje ataque perpetrado por los hermanos de su novia, al regresar a la capital, y que Hilda, en su desesperación por encontrarlo con vida, murió atropellada, y con ella el hijo que esperaban; todo a consecuencia de los excesos en los que se vieron envueltos en Guanajuato.
Pero la historia continúa, y en esta segunda parte narra lo que vivió inmediatamente después, tras salir del hospital. Lo impulsa a hacerlo un trágico acontecimiento que ocurre años más tarde, una “escena dantesca” que lo volvió a hundir. Con ella empieza y con ella acaba, pero en el transcurso del apasionante relato, no exento de toda la problemática de la juventud de hoy (drogas, relaciones sexuales irresponsables y conflictos familiares, violencia y amor) el lector se sorprenderá de lo que todavía no ha visto o no ha querido ver en su entorno.
Esta historia es resultado de la recopilación de hechos que reflejan la realidad, por cruda que ésta sea. Una realidad que se resisten a ver tanto los adultos como algunos jóvenes que todavía no la conocen en toda su magnitud. El lector puede reflexionar sobre ella sin necesidad de escuchar consejos o recibir lecciones moralistas; en la lectura de esta obra hallará respuestas a muchas de sus dudas, porque están implícitas en los propios acontecimientos.
“Poned las baratijas en su lugar, las estatuas al polvo y la esperanza a la mar…”, son las palabras del poeta español León Felipe, que hace suyas Santiago al intentar poner orden en su vida cuando cree que todo se está derrumbando y ya no tiene salida. ¿Qué pasó a partir de ese hecho final que nos narra al principio? Vuelve atrás y nos cuenta los acontecimientos que desembocaron en otra tragedia, y al hacerlo busca encontrar la claridad y despejar los velos de la confusión que cubren su mente.