Agradecimientos

El autor se siente en deuda con David Hartwell, por sugerir dónde mirar; con Stan Robinson, por los detalles de la mandrágora; con Tim Sullivan y Greg Frost, por sus comentarios preliminares, y de nuevo con Greg Frost, por diseñar la nanotécnica del maletín; con Gardner Dozois, por las cadenas del mar y por enseñar al burócrata a sobrevivir; con Marianne, por desvelarme los entresijos de la burocracia; con Bob Walters, por los fragmentos del dinosaurio; con Alice Guerrant, por los bajíos de las ballenas y otros aspectos de Agua de la Marea; con Sean, por el juego del Suicidio; con Don Keller, por colaborar en los nombres; con Jack y Jeanne Dann, por la cita de Bruno, que cogí de la habitación de su hotel cuando estaban distraídos, y con Giulio Camillo, por su teatro de la memoria, aquí convertido en palacio; Camillo fue uno de los hombres más famosos de su siglo, lo cual debería damos qué pensar. Las influencias que se detectan en el libro son demasiado numerosas para mencionarlas, pero los detalles tomados prestados a C. L. Moore, Dylan Thomas, Brian Aldiss, Ted Hughes y Jamaica Kincaid son demasiado descarados para pasarlos por alto. Esta novela fue escrita gracias a una beca Grant de la Fundación para las Artes M. C. Porter.