El sacrificio

Un hijo siempre deseado

un hijo de la madurez, la única hija

con los ojos del padre,

para vosotros, queridos hijos,

construiremos estos castillos

y así los muros puedan cercar

vuestras vidas prestadas.

Rodeados de piedra,

de torres y murallas,

no existe coraje

que no sea piedra,

y puente levadizo y almena

merlón y parapeto

ensamblados para manteneros

redimidos y solos.

Oh, hijo bienamado,

oh, hijo de la madurez,

¿quién medirá el tendón

con el palmo de tu mano?

E hija resplandeciente

imagen del recuerdo,

¿está el corazón de tu florescencia

dividido igualmente y planeado?

¿Dónde está tu país

y dónde está tu pueblo?

¿Dónde, el desdichado

descontento con murallas?

¿Dónde está la artimaña del asedio

de corazón y autonomía,

cercando el castillo

cuando caen las almenas?