EL PARTIDO COMUNISTA CULTIVA A LOS SOCIALISTAS MODERADOS
Frustrado por la oposición de Largo Caballero a sus planes de hegemonía militar, especialmente por su amenaza de destituir a cualquier comisario político cuyo nombramiento y graduación no hubieran sido confirmados por él antes del 15 de mayo, por su negativa a promover la fusión de los partidos comunista y socialista, y por la creciente hostilidad por parte de los socialistas del ala izquierda hacia su política agrícola, el Partido Comunista, que durante algún tiempo estuvo cultivando a los moderados de la llamada facción centrista del Partido Socialista, se volvió ahora hacia ellos con la esperanza de anular a Largo Caballero.[1]
Antes de la guerra civil, la facción centrista, que controlaba la Comisión Ejecutiva del partido, había sido hostil a los comunistas. Había considerado su campaña para la fusión de los dos partidos con franca animosidad, a juzgar por las críticas severas de El Socialista, su órgano, que la llamaba «la superchería de la unificación»,[2] mientras la fusión de los dos movimientos juveniles había sido denunciada por él como la absorción de los jóvenes socialistas por el Partido Comunista.[3] En efecto, la facción centrista había mirado a los comunistas con tal desconfianza y repugnancia, que ni siquiera había contestado a una propuesta que habían hecho para entablar entre ellos relaciones oficiales:
«… el Partido Comunista —escribía José Díaz, en abril de 1936— se ha dirigido al Partido Socialista, proponiéndole la constitución de un Comité de Enlace, sobre la base de un programa que facilite el desarrollo de la revolución democrática y la lleve hasta sus últimas consecuencias. Esta proposición ha quedado sin contestación por parte de la dirección actual reformista y centrista del Partido Socialista. Pero, en cambio, ha sido acogida favorablemente por el ala izquierda de dicho partido. Las masas del Partido Socialista repudian la actitud de la actual Ejecutiva reformista y ven en la línea de Largo Caballero la que más se acerca a la senda del Partido Comunista y de la Internacional Comunista».[4]
La cabeza dirigente y fuerza dominante de la facción centrista del Partido Socialista era Indalecio Prieto, hombre de carácter recio, con gran prestigio entre los republicanos liberales y aun los conservadores, con los que tenía infinitamente más en común que con los socialistas del ala izquierda.[5] Orador elocuente y parlamentario experto, hábil en maniobras entre bastidores, tanto en los círculos gubernamentales como en su propio partido —maniobras que habían facilitado la subida de Manuel Azaña a la presidencia de la República[6] y la expulsión de Largo Caballero de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista—,[7] fue citado a menudo como el político más astuto del régimen republicano, y el reconocimiento de su habilidad provenía tanto de sus contrarios como de sus amigos. A diferencia de Largo Caballero, su enemigo personal y político, Prieto, en los meses críticos que precedieron a la guerra civil, había puesto todo su peso del lado de la moderación.
«Se enfrentaban dos posiciones —escribe Julián Zugazagoitia, también socialista moderado— igualmente desinteresadas y honestas en el seno del Partido Socialista: la mayoría encabezada por Largo Caballero, que consideraba cancelada la experiencia republicana y defendía la constitución de la unidad obrera con vistas al ejercicio íntegro del poder…, la minoritaria, corporizada en Prieto, que tomaba en cuenta la realidad española, en la que operaban con fuerza los partidos conservadores y reputaba peligrosísimo separarse de los republicanos y de la República».[8]
En medio de las convulsiones que habían agitado al país se había puesto en marcha un movimiento —con el que el mismo Prieto no estaba desconectado— para colocarse en la presidencia del Consejo de Ministros.
«… a su alrededor —recuerda un historiador del ala derecha— se está creando un ambiente —que Miguel Maura (líder del Partido Republicano Conservador) se esfuerza en avivar y extender— favorable a colocar a Prieto en la posición que permita frenar en lo posible los desmanes que se están cometiendo. Prieto es la esperanza, no sólo de los moderados del Frente Popular —de los incautos de este movimiento— sino de muchos moderados de derecha».[9]
Pero cuando Azaña le ofreció el cargo de Primer Ministro no se atrevió a aceptar el puesto, no sólo por la oposición de la Ejecutiva de la UGT, controlada por Largo Caballero,[10] sino porque la fracción parlamentaria del Partido Socialista, dominada por los socialistas del ala izquierda, había resuelto previamente que el partido no compartiría el poder con los republicanos.
«… ¿qué no se habría dicho de mí en aquellos instantes —declaraba Prieto unos años después— si, desacatando la resolución del Grupo parlamentario socialista, hubiera aceptado el Poder que me ofrecía el señor Azaña? Hubiera aparecido yo entonces, y con ciertos visos de fundamento, como responsable único de la destrucción del Partido Socialista; pero, ademas, si en el Parlamento se me negaban los votos de la mayoría de los representantes del Partido Socialista, tal actitud me hubiera empujado, si quería gobernar parlamentariamente, a buscar apoyó en la derecha, con lo cual me habría cubierto de ignominia».[11]
A pesar de que entonces los comunistas habían simpatizado secretamente más con la moderación de Indalecio Prieto que con el revolucionarismo de Largo Caballero, sabían que la facción centrista del Partido Socialista representaba sólo un sector reducido del movimiento socialista y que les sería ventajoso asociarse con el ala izquierda. Pero la hostilidad que fue acumulando Largo Caballero hacia ellos en los primeros meses de estallar la guerra civil pronto les obligó a volverse a la facción centrista. Aunque la colaboración con los socialistas moderados había sido imposible para los comunistas antes de la guerra, aparecía ahora factible, no sólo por la amabilidad inesperada de Prieto para con el embajador ruso, Marcel Rosenberg,[12] y el general Duglas, jefe de las fuerzas aéreas rusas en España, a quien ofreció toda clase de facilidades en su puesto de ministro de Marina y Aire,[13] sino también por las declaraciones que hizo a Victorio Codovila, agente de la Internacional Comunista en España, asegurándole que estaba dispuesto a trabajar por la fusión de los partidos comunista y socialista.[14]
Si, haciendo notable contraste con su pasado, Prieto expresó intenciones amistosas, lo hizo sin duda con reservas mentales, a juzgar por su resistencia posterior frente a los comunistas.[15]
Pero por el momento necesitaba a los comunistas, como ellos a él, para lograr la ruina de Largo Caballero, con quien, debe recalcarse, sus relaciones eran tan tirantes que se evitaban uno a otro cuanto les era posible y usaban intermediarios para discutir asuntos que afectaban conjuntamente a sus respectivos ministerios.[16] Además, igual que a los comunistas, lo animaba la hostilidad hacia el ala izquierda de la revolución[17] y la esperanza de que un curso moderado induciría a Inglaterra y a Francia a abandonar su política de neutralidad.[18] Sobre esta última cuestión había, sin embargo, una divergencia profunda de propósitos; pues mientras a la Internacional Comunista le preocupaban ante todo las ventajas estratégicas que le proporcionarla a Rusia la anulación del embargo de armamento,[19] a Prieto —como a Azaña y a otros muchos republicanos liberales que buscaban una guía en el político socialista moderado— le interesaba tan sólo el escenario español. A su juicio, la ayuda anglo-francesa contrarrestaría la creciente influencia rusa, que él atribuía en gran parte a su neutralidad:
«Las democracias del occidente de Europa —declaró después de la guerra—, temerosas del comunismo, no advertían que éste crecía en España paralelamente a la falta de asistencia por parte de ellas. A medida que dichos países nos negaban auxilio para nuestra defensa, las simpatías populares marchaban por el camino abierto de la adhesión a Rusia al saber que ésta nos proporcionaba elementos de defensa».[20]
Sin embargo, como necesitaba entonces a los comunistas para sus propios fines y no se daba cuenta de que tanto él como Largo Caballero más tarde serían sus víctimas, Prieto no permitió que los recelos que su crecimiento y métodos de proselitismo le causaban —métodos que eran tema de agudas y hasta violentas críticas en El Socialista, órgano de los socialistas moderados—[21] fueran obstáculo a la estrecha asociación que estaban estableciendo con la Comisión Ejecutiva del partido, sobre la que aún conservaba una influencia dirigente a través del secretario de ésta, Ramón Lamoneda, y de su presidente, González Peña. En una declaración que reflejaba esta aproximación entre la facción centrista y los comunistas, así como la ruptura con los socialistas del ala izquierda, el Politburó del Partido Comunista declaraba a finales de marzo:
«Teniendo en cuenta que las relaciones entre comunistas y socialistas, como consecuencia de la comprensión justa de la política del Frente Popular, se hacen cada día más estrechas, y que esa hostilidad hacia el Partido Comunista no es la consecuencia de una lucha del Partido Socialista contra el Partido Comunista, sino de algunos elementos aislados que no interpretan el justo sentir de las masas, el Buró Político considera necesario estrechar las relaciones con el Partido Socialista e invitar a la Comisión Ejecutiva de éste a la celebración de una reunión para examinar conjuntamente los momentos actuales y llegar a establecer de forma más estrecha que hasta aquí relaciones permanentes a través de Comités de enlace en cada localidad y en un plano nacional, que faciliten la discusión y la adopción de medidas conducentes a la unidad de acción, y a la mayar rapidez a la unidad de los partidos socialista y comunista, en el gran partido único, de la clase obrera de España.
Con este fin el Buró Político ha designado una delegación para que entable inmediatamente estas relaciones con la dirección del Partido Socialista».[22]
Como resultado de las negociaciones que siguieron a esta medida, se formó un Comité de Enlace, en el que Ramón Lamoneda representaba al Partido Socialista y José Díaz al Partido Comunista. Su primera acción fue dictar instrucciones a todas las unidades de las dos organizaciones para crear comités de enlace semejantes en sus respectivas localidades.[23] En los meses sucesivos la idea de fusionar los dos partidos fue ensalzada teórica y retóricamente, con un entusiasmo de parte de los socialistas de Prieto[24] que sólo superaban los comunistas, pero por razones que están fuera del alcance de esta obra la idea no llegó nunca a convertirse en realidad. Sin embargo, las relaciones estrechas que los líderes comunistas y los socialistas de Prieto habian establecido a través de su Comité de Enlace sirvieron para ejercer una poderosa influencia en el curso de los acontecimientos en los días decisivos que se avecinaban; ya que tras el acuerdo público de trabajar por la fusión de los partidos socialista y comunista había un pacto secreto para expulsar a Largo Caballero del Consejo de Ministros, como lo testificarán elocuentemente los acontecimientos ocurridos durante los días venideros.