EL QUINTO REGIMIENTO
Para las organizaciones marxistas, en particular para el Partido Comunista, cuyos miembros estaban adoctrinados en los principios de la jefatura y el control, el problema de la disciplina militar no produjo ninguna inquietud. Esto no quiere decir que la indisciplina no existiera en las filas de las milicias comunistas,[1] significa, más bien, que no tenía que ser superado ningún escrúpulo de conciencia, que no tenía que ser violado ningún principio ético, como en el caso de los anarcosindicalistas, para resolver el problema. La guerra civil apenas había comenzado cuando Mundo Obrero, órgano comunista, afirmó que todos los milicianos tenían que acostumbrarse a la idea de que pertenecían a un cuerpo militarizado.
«Disciplina, jerarquía y organización —pedía—. Cada hombre obedece a su grupo, cada grupo a su organismo inmediato superior. Y así sucesivamente. De esta manera el triunfo será seguro y siempre nuestro».[2]
Los comunistas veían en la disciplina y organización militar el problema central de la guerra. No perdieron tiempo en investir a los mandos de sus milicias de los poderes adecuados para aplicar la disciplina, y emprendieron a través de su Quinto Regimiento el adiestramiento de los cuadros militares y la formación de unidades con planas mayores técnicas y departamentos especializados. El Quinto Regimiento fue su realización militar más destacada.
«Tuvimos que crear un ejército y un Estado Mayor inmediatamente, pues la mayoría de las fuerzas armadas estaban con los rebeldes —dijo a un periodista extranjero el comunista italiano Vittorio Vidali, conocido en España por Carlos Contreras,[3] que fue comisario político del Regimiento—. Teníamos al principio grupos de camaradas, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, muchos de los cuales no sabían manejar el fusil. No teníamos jefes, ni mando central, puesto que el mando central del antiguo ejército fue quien condujo a la sublevación contra la República. Teníamos sólo entusiasmo, un pueblo decidido que echaba mano de todas las armas que hallaba, seguía a cualquier líder que surgía, y se lanzaba a cualquier frente donde oía que era necesario atacar al enemigo.
En aquellos días cogimos a todo el que sabía algo y le nombramos oficial. A veces bastaba con mirarle a la cara y ver que los ojos reflejaban inteligencia y determinación para decirle a un hombre: “Eres capitán. Organiza y dirige a estos hombres”.
Después de dos días ocupamos el Convento Salesiano. Éramos seiscientos de los que doscientos eran comunistas. Decidimos organizarnos y el Departamento de Guerra dijo: “Seréis el Quinto Batallón, pues ya tenemos cuatro nombrados”.
—“No —dijimos—, seremos el Quinto Regimiento, pues conseguiremos alistar por lo menos mil hombres”.
Pues bien, aquellos cuatro batallones quedaron en el papel, pero el quinto dispuso de seis mil hombres en menos de diez días. Durante este tiempo el Gobierno [Giral] nos escribía: “Camaradas del Quinto Batallón”, y nosotros contestamos: “Nosotros del Quinto Regimiento”. Después que conseguimos seis mil hombres admitieron que éramos un regimiento…
Decidimos crear una compañía especial que diera ejemplo de disciplina. La llamamos la “Compañía de Acero”… Para esta Compañía se establecieron consignas especiales destinadas a crear una unidad de hierro. “Nunca dejes a un camarada herido o muerto en las manos del enemigo” —era una de ellas—. “Si un camarada avanza o retrocede sin recibir órdenes, tengo el derecho de disparar contra él”, era otra.
¡Cómo se reían en Madrid de esto! El español es tan individualista —decían— que nadie aceptará tal disciplina. Entonces desfiló por la ciudad nuestra primera Compañía de Acero, en su mayoría comunistas y obreros metalúrgicos; el hecho causó sensación.[4] Después de esto creamos veintiocho compañías de hombres escogidos, además de las milicias regulares del Quinto Regimiento».[5]
Tan afortunado fue el Quinto Regimiento en su reclutamiento de comunistas, socialistas, obreros y campesinos sin partido, que en la cumbre de su desarrollo en diciembre de 1936, declaraba que disponía, indudablemente con alguna exageración, de sesenta mil hombres que prestaban sus servicios en los distintos frentes,[6] y se había convertido en lo que su primer comandante en jefe llamaba «un gran centro de educación militar y política».[7] De este centro que vigilaba todos los aspectos de la vida de los voluntarios, tanto en lo político como en lo espiritual, lo económico como lo doméstico, salieron un gran número de unidades con uniformidad en métodos y organización.
«Eran las piezas clave —escribía una autoridad en la materia— que podrían constituir un ejército cuando llegara el momento. Sus oficiales tenían la graduación precisa y sus órdenes estaban respaldadas por un código disciplinario que los voluntarios aceptaban en el acto del alistamiento. Al mismo tiempo el entusiasmo político de los combatientes era vigilado y alentado por los comisarios políticos».[8]
Una de las ventajas del Quinto Regimiento era la colaboración no sólo de los militares profesionales que habían sido miembros del Partido Comunista antes de la guerra —como el teniente coronel Luis Barceló, comandante del Regimiento y jefe de la Inspección General de Milicias, de cuyo organismo tenían que solicitar las unidades milicianas, las armas y fondos que nececisataran del Ministerio de la Guerra—,[9] sino también de otros oficiales profesionales que, aunque de sentimientos liberales republicanos, fueron atraídos hacia el bando comunista por su propaganda moderada,[10] y por su disciplina y organización superiores, imprescindibles para la creación de un ejército que pudiera llevar la guerra a la victoria.[11]
Una ventaja no menos importante que la colaboración de estos oficiales profesionales, para no hablar de los comunistas extranjeros con experiencia militar, asociados al Regimiento por varios períodos antes de ayudar a la organización de las Brigadas Internacionales,[12] fue el trato preferente que recibía el Regimiento en comparación con otras unidades, en la distribución de las armas que llegaban a España desde la Unión Soviética.[13] En realidad fue por este trato preferente, como por la oportunidad dada a gran número de hombres del Regimiento para adiestrarse en Rusia como tanquistas,[14] y no menos por la eficiencia de los comunistas, por lo que el Regimiento pudo hacer reclutamientos considerables en fuentes no comunistas.
Aunque el influjo de muchos socialistas y republicanos parecía apoyar la protesta de que el Quinto Regimiento no era una fuerza comunista, sino una fuerza perteneciente al Frente Popular en conjunto,[15] estaba sin embargo bajo el control rígido y omnímodo del Partido Comunista,[16] y fue en todos los intentos y propósitos el principal elemento de su poder armado en la España Central y Meridional.