III

—Vamos, apúrese —dijo el guardia de la reja.

—Ya va —contestó Carrillo. Cojeaba. Más bien renqueaba—. ¿Qué quiere? —preguntó.

—Acompáñeme.

Noche fresca y luna rara. Sonidos tropicales. Carrillo, renqueando, se mueve junto al guardia —escopeta y mala leche de completo uniforme— hacia el cuartel de mando. No es hermosa la noche. Hace fealdad. Un sijú bisbisea desde un palo con onomatopeya de viejo verde o de puta tímida. Carrillo —flaco, destripado, cojo— parece su fantasma. Anda serio. También triste. Tiene el rostro desencajado, y dos ojeras barrigonas camufladas en el pellejo prieto. Va hilando preguntas interiores. Mira de reojo a su custodio. Un coro de sapos ahoga un solo de grillo. Se acompasan para compartir la noche. Tal vez la noche sea un pretexto para que sapos y grillos alboroten. El trayecto es largo y está lleno de dudas. Una esperanza indefinida pugna por treparse al pecho de Carrillo. Es inútil. Cien matones negros la echan a patadas. Palmas rectas, ortopédicas, miran a los hombrecitos que se desplazan. Quién sabe si sólo caminan para que se les mire desde lo alto con ojos de palmiche. La brisa descarnada manosea las hojas de los árboles. El cuartelito se encandila a cien metros. Es sencillo y pequeño: una celda y una oficina. La celda es de cualquiera. La oficina de Wong, o de Barniol, cuando viene. Hoy vino. Desde donde renquea Carrillo se ven dos cabezas que picotean palabras en una conversación larga y sostenida. Los brazos riman sus movimientos con la saliva. Carrillo se pasa la lengua por un culatazo que le llevó dos dientes. Ya no duele, pero el hueco no ha dejado de tener un sabor salobre. Una lechuza se incorpora al concierto. Dice su grito con poca gracia.

—Entre —ordenó Barniol señalándole una silla al tal Carrillo. El funcionario observó al hombrecito desmirriado que se enroscaba en la silla y trató de asociarlo con el que sostuvo una conversación tiempo atrás. Cabellos, dientes y carne escaseaban. Había moratones sobre su cuerpo prieto y huesos filosos. El hombrecito desmirriado dijo algo como “gracias” y Barniol recordó perfectamente la voz del tal Carrillo.

—Ahí está bien. Siéntase cómodo —dijo el teniente Wong. Carrillo le miró inexpresivamente. Al recorrer con la vista el salón descubrió unas flores de enredadera que se pegaban contra el marco de la ventana.

—USTED, SEÑOR CARRILLO, HA ENTORPECIDO DENODADAMENTE LOS PLANES DE REHABILITACIÓN QUE EL

Son raras esas flores. ¿Por qué se asoman a esta ventana? No les gustará lo que ven ni lo que escuchan.

NO HUYAS A LOS PRESENTIMIENTOS. ESAS FLORES RARAS Y HERMOSAS NO PUEDEN ENMASCARARTE LA REALIDAD QUE SE TE PRESENTA, QUE TIENES DELANTE.

GOBIERNO HA INSTITUIDO. NINGUNA DE SUS ACTIVIDADES

¿Vivirá Marcia? ¿Se acordará de mí? Seguramente, no. Era demasiado inteligente para no olvidarme.

RESPIRAS EL PELIGRO Y TE CUBRES CON MARCIA Y CON FLORES PARA PODER RESISTIR DE PIE EL ÚLTIMO EMPELLÓN.

SUBVERSIVAS PASÓ INADVERTIDA A NUESTRA ADMINISTRACIÓN, PERO SIEMPRE PREFERIMOS DARLE

¡Luz eléctrica! Qué tiempo hacía que no veía el mundo a través de su brillo. Empiezan a faltar las cosas más elementales y de pronto uno descubre que hace meses únicamente sol y luna iluminan el paisaje.

¡VAMOS, CONFIESA QUE TE MUERES DE MIEDO! CONFIESA QUE ESTÁS LLENO DE PRESAGIOS. NO VACILES, ENFRÉNTATE A LO QUE SE TE AVECINA.

OTRA OPORTUNIDAD CON EL OBJETO DE VER SI RECTIFICABA

Hace tiempo que nadie ríe en la barraca. ¿Qué tiempo llevo sin reír? ¿Tal vez un año? Extraño

NO ES LA RISA, ERNESTO. CONOCES EL OLOR DE LA MUERTE. NUNCA TE HAS DEJADO ENGAÑAR. FÍJATE, TODO LO QUE TIENES

SU CONDUCTA Y DABA PASO A UN COMPORTAMIENTO

eso de olvidar cómo se contraen los músculos para que la carcajada brote sin obstáculos.

QUE HACER ES CEJAR FRENTE A UNA REALIDAD QUE NO PUEDES CAMBIAR. NO CONVIERTAS TU

MÁS DE ACUERDO CON EL ANÁLISIS RACIONAL. USTED FUE UN REVOLUCIONARIO DE MÉRITO, NO VOY

Tendré que aprender de nuevo. Tendré que adiestrarme nuevamente en cómo y cuándo se ríe la gente. ¡La gente! “El hombre es el único animal que se ríe”. No siempre, Bergson; no siempre. Algunos olvidamos cómo se hace eso tan raro.

OBSESIÓN DE REBELDÍA EN UN ACTO SUICIDA; NO VALE LA PENA. TIENES QUE LUCHAR POR TU VIDA, AHORA, ERNESTO, AHORA

A REGATEARLE ESTO… AHORA, PERO NADA DE ESO PODRÁ LIBRARLO DEL CASTIGO QUE USTED SE HA BUSCADO

¡Mañana! Esa palabra no me abandona; me persigue mordiéndome los oídos. ¿Por qué mañana? ¿Adónde mañana?

NO PIERDAS MÁS TIEMPO, DILE QUE SÍ A TODO LO QUE TE PIDAN. BARNIOL SIEMPRE DICE QUE HAY TIEMPO PARA ARREPENTIRSE. ESTÁS DESHECHO, MACILENTO, TRASIJADO, NO VIVIRÁS MUCHO MÁS. SI NO TE

A MENOS QUE ACEPTE INCORPORARSE A LOS CURSOS

¡Pobre Castillo! Su carne podrida nutre esta flor que se asoma. Sus huesos de viejo bueno huelen a Galán de Noche. O el Galán de Noche huele a los viejos huesos buenos de Castillo. Entre tantos huecos que hice ni recuerdo en cuál le enterré.

MATAN MAÑANA CAERÁS REVENTADO A PALOS O MORIRÁS DE AGOTAMIENTO. “MAÑANA”, ERNESTO, SÓLO TIENE SENTIDO PARA LOS

DE REHABILITACIÓN, A LA “DOCTRINA”, COMO USTEDES

¿Es hermosa la noche? ¿Cuándo lo es y cuándo no? La Luna empieza a verse desde aquí. Me siento muy triste. Más que nunca.

QUE VIVEN NUNCA PARA LOS QUE YACEN BAJO TIERRA. NO TE DEJES MATAR. NO DEJES QUE NADA APLASTE TU INSTINTO DE SALVACIÓN. ¡HUYE! ¡HUYE DE LA MUERTE!

LE DICEN. PUES BIEN, SOLO QUEDAN TRECE HOMBRES: DOCE Y USTED. GONZAGA, YA LO SABE, DECIDIÓ

Nunca he sentido la soledad que ahora me embarga. La vida se me ha escurrido entre los dedos y ahora la sostiene una armazón rota.

ERES TU ESPECTRO; TU FANTASMA. Y TODO POR NO ABRIR LA BOCA Y SOLTAR UN GRITO AFIRMATIVO. GRÍTALO, ERNESTO, GRÍTALO, GRÍTALO…

VOLUNTARIAMENTE SUMARSE AL PLAN DE REHABILITACIÓN,

¡DEFIÉNDETE, QUE TE OCURRIRÁ LO PEOR! GRITA, IMPLORA, RUEGA, HAZ LO QUE DEMANDEN, PERO, NO DEJES QUE TE MATEN.

De hombre sólo me queda la resistencia. La voluntad para negarme. El no apretado entre las mandíbulas. Lo demás se ha ido.

PERO TENEMOS LA SOSPECHA DE QUE LOS QUE QUEDAN RESISTIRÁN DEMASIADO, Y TODO PORQUE DE

TE RONDA LA MUERTE. LO SABES BIEN. LA HUELES CERCA. ESCUCHA LO QUE TE DICEN. CAMBIA, POR DIOS, ESA MIRADA INEXPRESIVA.

¡Quiero vivir! ¡Quiero ser libre! Caminar a solas junto al mar. Acostarme con una mujer y amarla.

UNA MANERA EXTRAÑA SE SIENTEN VINCULADOS A USTED.

¡SÍ, ESO ES LA VIDA! ESO. ESO. NO OTRA COSA. AMAR A UNA MUJER Y CAMINAR A SOLAS JUNTO AL MAR. VOLVERÁS A HACERLO.

SI USTED CEDIERA, ELLOS SE SENTIRÍAN “LIBERADOS”, RELEVADOS DE UN COMPROMISO. DE MANERA

Con mis manos callosas le diría una caricia torpe. La tocaría con mi palabra cálida.

ESO TAMBIÉN. NO ESTÁ TODO PERDIDO. GRITA QUE SÍ. GRITA QUE ACEPTAS LO QUE TE PIDAN, PERO APRESÚRATE, APRESÚRATE.

QUE LA OPCIÓN ES MUY SIMPLE: O ACEPTA LA REHABILITACIÓN

Antes de amarla reiríamos. Reiríamos mucho. Mirándonos a los ojos. Con los ojos brillantes que volveré a tener, no con estos que alguien trajo a mi rostro.

NADA QUEDA PRÁCTICAMENTE PARA SALVARTE. UNOS SEGUNDOS, TAN SOLO UNOS SEGUNDOS, UNOS SEGUNDOS.

O NO NOS QUEDA OTRO REMEDIO QUE ELIMINARLO. NO HAY OTRA ALTERNATIVA.

La vida. Mañana. Quiero vivir. Como un hombre libre, como un triste y miserable hombre libre. Como un miserable y triste hombre. ¿Hombre? ¿Libre? ¿Vida? ¿Mañana? La vida… yo…

—No tiene remedio, ni siquiera ha prestado atención —dijo Barniol al tiempo que le hacía una señal con la cabeza al teniente Wong.

Wong se acercó al tal Carrillo. Desenfundó su pistola:

—¿Es usted curioso, señor Carrillo? —preguntó en un tono raro. Carrillo le miró inexpresivamente, sin miedo, sin ira.

—Le pregunto que si es curioso —insistió subiendo el tono. Carrillo miró hacia el marco de la ventana. Allí estaba la flor. También sola en medio de la noche. Tal vez triste. Quién sabe si todo aquello era un pretexto para que se enredara al marco de una ventana.

—Le he preguntado que si es curioso —las preguntas sin respuestas abastecían de odio al teniente Wong. Cuando acumuló suficiente, apretó el cañón de su pistola contra el ojo derecho de Carrillo—. Contesta, hijo de puta, ¿qué ves dentro del cañón? —y volvió a repetir enardecido—: ¿Qué ves dentro del cañón? —y otra vez—: ¿Qué ves dentro del cañón? —y otra—: ¿Qué ves dentro del cañón? —Carrillo sintió una voz lejana, remota, que barnizaba las paredes. Sonámbulo, se desplazó por un extraño trayecto ondulado, fabricado con el ruido ininteligible que flotaba en algún sitio: quevesdentrodelcañón QUEVESDENTRODELCAÑÓNqueevevesdentrodentrodentrodentrodelcañón.

Un estampido. Luego silencio.

FIN