—¿Marcia Cugart?
—Sí.
—Dice Ernesto Carrillo que está bien.
—Es capaz de cualquier cosa. Hasta de eso.
—Que sólo le falta un perro de alambre.
—A mí también. ¿Quiere entrar?
—Voy de prisa.
—¿Cómo se llama?
—Eso no importa.
—Es usted muy joven.
—Tiene sus ventajas.
—Me lo figuro.
—¿Irá usted a verle?
—No, por supuesto que no.
—¿Por qué?
—No tiene sentido.
—¿Recibió usted el telegrama de la visita?
—Sí.
—¿Por qué no fue?
—Le repito que no tiene sentido.
—Para él sí. La esperó.
—Puede esperar tres horas de balde, Cansa, pero no mata.
—Es usted cruel.
—Más lo sería si esperara treinta años de balde.
—La esperanza…
—Que la destierre. Nadie tiene derecho a ella.
—Es lo único que tienen los presos.
—No, tienen barrotes, uniformes y horarios.
—Pero la esperanza…
—Pertenece al lado de acá de la reja.
—Se necesita para vivir.
—No diga tonterías. Es un artículo suntuario.
—¿Qué es eso del perro de alambre?
—Lo que usted señalaba.
—¿Cómo dice?
—Muy claro: la esperanza.
—¿Cuál esperanza?
—La de ambos. La que no tenemos.
—Entonces… le quiere.
—Eso no importa. Dejaré de hacerlo.
—¿Está segura?
—Obviamente, querer es una perversión de la atención. Una obsesión compulsiva.
—No entiendo.
—Ya entenderá o se morirá sin entender. Es más o menos lo mismo.
—¿Qué hará usted?
—Sobrevivir, como todos, hasta un día.
—¿… Y Ernesto?
—No sobrevivirá, no quiere. Pone muchas condiciones.
—Tenga compasión, visítelo.
—Compasión… esperanza… se ve que usted es muy joven.
—Pero usted también…
—Si, a mi manera.
—¿Hay más de una manera?
—Claro, usted padece su juventud, yo, en cambio… la utilizo.
—¿La utiliza, la usa como una herramienta?
—Empieza a entender.
—¿La seguirá utilizando?
—Por supuesto; no tenga la menor duda.
—No debiera…
—Todo lo contrario, es mi deber.
—¿Su deber?
—Claro, mi deber con el género, con la especie, con la vida.
—Y los otros deberes.
—¡No hay otros deberes!
—Moralmente…
—No insista en decir tonterías.
—El espíritu…
—Cuando pueda palparlo, como mis ovarios, comenzaré a creer en él. —Es inútil, me voy.
—No, espere…
—Y bien…
—Nada, váyase.
—Adiós.
—Adiós.